Las mentiras de Pedro Manrique Figueroa

La exposición ‘Malicia indígena’ revela las insospechadas andanzas del precursor del collage en Colombia. ¿Es el delito y el engaño una forma aventajada de arte? Vaya y compruebe.

por

Alejandro Gómez Dugand


18.11.2013


La verdad es que estoy diciendo mentiras

Pedro Manrique Figueroa

 

Inauguración: miércoles 13 de noviembre 7 p.m.

Universidad de los Andes
Sala de exposiciones
Edificio Julio Mario Santodomingo
Calle 21 # 1-20

Miércoles 13 al sábado 22 noviembre, 2013

Lunes a viernes: 9 a 6 p.m.

Sábados: 9 a.m. a 12 m.

Entrada libre

 

Dicen que una de las momias que descansa eternamente en el Museo Nacional de Bogotá, embalsamada como mortaja y expuesta como arte, es en realidad el cuerpo del misterioso artista Pedro Manrique Figueroa, sobre quien ya escribimos alguna vez en esta revista. Pero Manrique, como siguiendo los pasos de Maquiavelo, parece estar de vuelta: en el edificio Julio Mario Santodomingo de la Universidad de los Andes está abierta la exposición Malicia Indígena: recipientes cerámicos de los Alzate y de Pedro Manrique Figueroa.

La vida de Pedro Manrique Figueroa parece una novela de detectives (¿o acaso es al revés?). Nació, dicen, en Choachí un día de los inocentes de 1934 y fue solo hasta los años noventa cuando unos estudiantes de arte lograron recuperar su obra y darle, por fin, el mote de precursor del collage en Colombia. Pocos se han atrevido a hablar de su vida y su relación con algunos de los eventos históricos más importantes del siglo pasado. El mejor intento que se ha hecho por atrapar esa vida la hizo el director Luis Ospina en su documental Un tigre de papel. Vale la pena verlo. Si no lo encuentra, le recomendamos que lo busque en alguna tienda: generalmente está al lado del mockumentary, Zelig, de Woody Allen. De Manrique Figueroa se han especulado muchas cosas: que fue un revolucionario en China, que fue un lector voraz que no tenía más opción que subrayar cada palabra de los libros que leía.

Sus desvaríos comunistas, y su siguiente desazón por estas formas políticas, plagaron sus collages, en los que armado de pegante y recortes, habló de proletariado, de arte y algunos temas de aun menor registro (ver: Negro ni el teléfono de 1971). Pero pronto su nombre se llenó de dudas: muchos creen que las obras de Manrique Figueroa no son reales. Uno de los documentos cuya autenticidad se ha puesto en tela de juicio es la partida de nacimiento del artista. ¿Estamos acaso en frente de un espejismo equiparable al traje del emperador o acaso estamos viendo y aplaudiendo mientras el emperador se pasea desnudo sin ningún tipo de vergüenza?

Malicia Indígena: recipientes cerámicos de los Alzate y de Pedro Manrique Figueroa regresa sobre un de los tópicos favoritos de Manrique Figueroa: Gilberto Alzate Aveldaño, político y líder disidente del conservatismo, algo que, con plena seguridad, significa algo. La obra está compuesta de bustos cerámicos de Alzate, Mussolini, Franco y Hitler. Pero no se queda ahí. La exposición demuestra como la personalidad de Manrique se parece tanto a los personajes de sus bustos cerámicos, como lo demuestra un cartel de la exposición que reza LA OBRA DE ARTE SOY YO.

Y como si fuera poca la polémica, Malicia Indígena da luces sobre un dato tremendo: el curioso Manrique no sería únicamente el precursor del collage en Colombia, sino también del narcotráfico, y las cabezas de cerámicas (llenas de incriminantes grietas) habrían sido los recipientes de sus envíos de droga. “Enviar a los Estados Unidos estas cabezas llenas de drogas”, aseguran afirmó el académico Estanislao Zuleta en una cita que no hemos podido confirmar, “tenía, para [Manrique], todo tipo de significaciones reivindicativas, revolucionarias, y surrealistas”. ¡Solo esto nos faltaba!

«Las ideas viajan en breves cápsula como las balas y los alcaloides», le escuchó decir una vez Manrique Figueroa a Alzate Avendaño. No sabes si en esa expresión, Manrique temió que el político conservador estuviera aludiendo a sus envíos.

Malicia Indígena se debe recorrer con cuidado, como si se caminara por un campo minado de la segunda guerra mundial. En cada pared hay una nueva mentira exitosa o una verdad aterradora. ¿Son reales las cerámicas expuestas? ¿Fue Manrique un narco? ¿Hitler conoció su obra? ¿Existió realmente Pedro Manrique Figueroa? Vale la pena ir para saber. 

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