Que el amor no nos cueste la vida: testimonios de discriminación
El reciente caso de discriminación homofóbica en el que una mujer agredía con palo a una pareja de hombres en Bogotá activó de inmediato a la comunidad LGBTIQ+ a manifestarse con una besatón. Su mensaje lo llevan en la piel: no es con violencia.
—¿No te gustó ver a dos hombres besándose? Aquí viene una multitud—, ese fue el contundente gesto de una comunidad a una mujer que, dispuesta a romper con un palo a dos personas que se amaban, recibió de vuelta el mensaje: rompe primero lo que te reprime por dentro.
Ella, junto a otras vecinas de su barrio José María Fernández, en la localidad de Engativá de Bogotá, protagonizó un acto de violencia y homofobia contra Santiago y Esteban, dos jóvenes que se estaban besando en espacio público y que, por eso, fueron insultados y amenazados físicamente. El acto de discriminación provocó la furia de la resistencia LGBTIQ+ que se manifestó con una besatón al día siguiente, el 31 de julio. Inmediatamente, y de un modo organizado y generoso, la pareja agredida recibió un apoyo masivo de cientos de personas que se encontraron en el mismo parque y que cuando no se besaban, gritaban en tono festivo e irónico: “saque el palo”. Fue una toma cultural con guaracha, declamación de manifiestos y más y más besos. También fue una declaración pública de quienes asistieron de que no están dispuestos a ser indiferentes con actos que muchas veces terminan en crímenes de odio.
“Es que no nos puede costar la vida el acto de amar”, dice Santiago, una de las víctimas. “Debemos empezar a ver con normalidad las demostraciones de afecto sin que influya la orientación sexual, de raza o de clase”.
Para su pareja, Esteban, lo que sucedió habla de una comunidad organizada que, en sus palabras, afortunadamente ha podido crear una red de apoyo que demuestra que de una manera respetuosa se puede dar un mensaje a quienes se niegan a aceptar que la diferencia existe. “Ahí nos tienen siempre a nosotrxs y a la comunidad de la que hacen parte funcionarixs públicxs que estuvieron presentes [en la besatón]. Eso es un avance bastante interesante”.
La Fiscalía ya le dio prioridad al caso y dispuso para éste un grupo especial de investigadores del CTI, según aseguró el director seccional de la entidad. Las agresoras de Santiago y Esteban podrían ser judicializadas bajo la Ley 1482 de 2011 que tipifica la discriminación en Colombia como un delito.
Esteban asegura que es bueno que se haya asignado un fiscal con tanta velocidad porque reconoce que la mayoría de estos casos tienen un alto índice de impunidad (más del 90 %). Por lo mismo cree que es ideal hacer lo que hicieron: grabar y denunciar públicamente. “Siempre es mejor tener evidencia de cuando ocurren estas situaciones. Y no solo la comunidad LGBTIQ+. En caso de que algo así les suceda es importante tener pruebas”.
En Cerosetenta reunimos una serie de testimonios de personas que, al igual que Santiago y Esteban, han sido víctimas de violencia y discriminación por su orientación sexual. Sus historias dan cuenta de cómo el odio hiere y rompe con la existencia de lxs otrxs. Para las voces de quienes siempre sienten la fobia alrededor, la rápida reacción de su comunidad demuestra que para vivir y para amar no necesitan pedir permiso.
Es gente que cree que tiene derechos que en realidad no tiene | Pedro Fonseca y Edwin López (pareja)
Pedro: Fue en Moniquirá, Boyacá, creo que eran unas fiestas típicas del pueblo hace seis o siete años. Recuerdo que la estábamos pasando muy rico, estábamos tomados y como pocas veces en la vida estábamos muy felices mostrándonos como pareja ante el mundo. Eran como las tres de la mañana, no veíamos ningún peligro por estar cogidos de la mano caminando del centro del pueblo a la casa de mis papás. Cerca de la casa hay un barrio que es “complicado”, pero yo nunca había sentido temor. Esa noche vimos a tres o cuatro muchachos y nos agarrarnos las manos más duro, nos quedamos en silencio y de pronto empezaron a insultarnos por ser gays: “Venga me la chupa”, “locas”, cosas así. No nos quedamos callados, les contestamos y seguimos caminando, en ese momento nos dijeron “Locas hijueputas, los vamos a chuzar, los vamos a matar”, sacaron un cuchillo y nos empezaron a corretear. No los enfrentamos, salimos a correr, alcanzamos a llegar a la casa y ellos se quedaron del otro lado de la puerta.
Nos sentimos vulnerables, sobre todo en un ambiente que siempre pensé que era seguro porque era el pueblo en el que viví unos años y donde residen mis papás. Quizá si nos hubiésemos quedado callados no hubiese pasado nada, pero yo sentí la necesidad de no callar ante una grosería por el simple hecho de estar cogidos de la mano. Íbamos felices, yo lo recuerdo así, es una de las noches más felices que he estado con Edwin, era una energía bonita, era por el amor que nos profesábamos el uno por el otro y de momento esa felicidad se vio opacada por esa acción tan horrible.
Edwin: Sin embargo, uno recuerda ese momento y uno siente esa impotencia, esa rabia que da el sentirse tan pequeño al ser insultado. Uno se siente como si no encajara en la sociedad y como si la sociedad tuviera derecho a hacer ese tipo de cosas. Algo muy parecido nos pasó en Transmilenio hace tres años, yo tenía mis manos agarradas de la barra de arriba y Pedro enlazó sus manos con las mías, luego me dio un pico y unas muchas al lado empezaron a insultarnos, yo les respondí. Yo trato de evitar esto, porque no me gusta que la gente se burle de mí, yo no soy el payaso de nadie, ni creo que esté haciendo algo mal. Estas cosas me han marcado.
Para mi el mensaje que deja la comunidad LGBTIQ+ fue muy emotivo, hubo momentos en los que me sentí eufórico, es muy agradable saber que uno no está solo y que uno cuenta con personas que están luchando porque las cosas sean mejores.
Pedro: A mi me parece sumamente importante que ese tipo de apoyo sea mostrado y que no nos quedemos callados ante ese tipo de situaciones. La mayoría de casos creo que son por falta de educación o gente que cree tener derechos que en realidad no tiene. Siempre es importante hacerles caer en cuenta de que están actuando mal, ellos y sus allegados están mal.
El respeto por la vida no debería ser un motivo de lucha | Michael González
Ser marica en Colombia requiere mucho valor, muchas veces nos toca aparentar incluso una rudeza extrema para camuflarnos en esa parte de la sociedad que aún no habla de diversidad ni inclusión; y no solo que no habla sino que no conoce y por ello no respeta. Esa rudeza a veces impuesta me ha salvado en muchas ocasiones. Un caso de discriminación que recuerdo fue en Medellín a la espera de un taxi con tres amigxs más, el taxista finge prestarnos el servicio y cuando íbamos a abrir la puerta le dice a una amiga trans: “Uy no, hermano, tantos maricas en el taxi no”. Lo recuerdo como un desagradable caso de discriminación.
El mensaje que deja la comunidad al manifestarse masivamente ante el caso de discriminación y agresión física por parte de algunos habitantes de un sector en Bogotá a una pareja diversa es que cada vez dejaremos menos posibilidades de coexistir en una sociedad que rechaza violentamente la diversidad. Nuestros mensajes a través del arte, la música, el cuerpo y desde nuestra propia existencia serán cada vez más potentes. Haremos que nos escuchen y nos respeten. Porque el respeto por la vida no debería ser un motivo de lucha.
Existimos a pesar de quienes piensen que no está bien | Mariana López
Una vez estaba en el restaurante vegetariano Govindas con mi pareja de ese entonces, otra mujer. Y, mientras almorzábamos, nos dimos un beso. De una llegaron un par de meseros a decirnos que nos teníamos que ir, que no podíamos darnos besos en ese lugar porque era un templo religioso. Esa vez me dio mucha rabia porque sentí que se habían excusado en sus creencias para justificar la discriminación. Esa, además, no era la primera vez que iba al lugar, por lo que sabía que a las personas heterosexuales no les dirían lo mismo que a nosotras. Entiendo que son una comunidad Hare Krishna, pero no entiendo que las demostraciones de afecto para ellos no sean bien vistas, más cuando ha habido denuncias de abuso sexual a uno de sus líderes.
No fue la única vez que sucedió. Otra vez, en un bar, nos pidieron salir por tener demostraciones de cariño, solo porque estaba con una persona del mismo sexo porque, claramente, alrededor había quienes se demostraban afecto con libertad.
Pareciera que estamos en otros tiempos, en los que las expresiones tienen cabida, sin embargo sigue siendo urgente visibilizar a la sociedad que el amor no es ortodoxo. Entre nuestros círculos podemos celebrar el afecto, pero por fuera hay quienes se niegan a aceptar que la diferencia existe, se niegan a normalizar lo que es normal. Es relevante que la comunidad se manifieste porque ante la discriminación nunca estará de más un mensaje que reivindique el amor. El mensaje es contundente: existimos y no vamos a dejar de existir porque haya quien piense que no está bien o porque el odio y los sentimientos violentos no les permiten aceptar que hay muchos seres diversos en el planeta.
El amor no es un problema, lo es la educación sobre el amor | Valentina Correa
La discriminación es una constante social ante las acciones que los demás consideran como negativas, mal vistas o enfermas. Durante el tiempo en que empecé a asumir que soy una mujer bisexual, he recibido discriminación por parte de amigxs (que ahora entiendo que nunca lo fueron), familiares —como tíos, tías, primxs—, y personas en la calle que te miran mal por ir tomada de la mano con una persona del mismo género.
Alguna vez estaba con una novia en un lugar de la ciudad y una señora, que iba con un niño, nos llamó “cochinas”. Dijo que respetáramos a los niñxs. Y mi respuesta fue honesta y automática: el prejuicio lo tenemos los adultos, no los niñxs. Ellos no le ponen morbo a las situaciones, somos nosotros quienes lo hacemos. Tomé con más ganas a mi novia de ese entonces, pero ella estaba muy incómoda, las palabras de la señora lograron hacerla sentir que el amor que teníamos era un problema. Pero el real problema social que tenemos es la falta de educación y empatía con les otres.
El mensaje más grande que dejó la comunidad al manifestarse de manera inmediata es, sin duda, el amor. Esa es realmente la única religión, postura política y pensamiento de unión en el mundo. En la comunidad LGBTIQ+ hemos tenido una lucha enorme durante tantos años y hemos ido logrando volvernos inquebrantables y llenxs de deseos por el respeto y la igualdad. Este no es el primer episodio que pasa y seguramente no será el último —y qué tristeza—, pero necesitamos llenar este mundo de besatones para que el ejemplo del amor sea nuestra mayor arma ante la discriminación, la intolerancia y la falta de empatía. Sueño con el día en que las etiquetas solo sean para la ropa, en donde no tengamos que definir y, sobre todo, en donde podamos ser unx más de la sociedad que muestra afecto y deseo por quien ama.
El cambio ya sucedió, por eso estamos aquí | José Daniel Palacios
Casos de discriminación he sufrido de muchas maneras. La discriminación existe desde el comentario callejero, la alegoría de que unx es muy femenino o muy “diferente”. Pero creo que el que más recuerdo contra mí fue en el colegio. Yo tenía 15 años y durante tres meses hubo una persona que todos los días me esperaba a la salida. Yo caminaba de mi casa al colegio y siempre me encontraba al mismo hombre —que parecía un habitante cercano— y siempre me esperaba para decirme cosas en tono lascivo, acosándome. Era bastante miedoso porque además me sentía vulnerable por mi adolescencia. Siempre, además, estuvo el miedo constante de que esos comentarios se convirtieran en algo más que comentarios.
Considero que el mensaje más grande que deja la comunidad LGBTIQ+ al manifestarse como lo hizo es el mensaje que hemos tenido que dar con valentía —y miedo— desde siempre: ya no vamos a pedir que nos acepten, nos vamos a tomar ese lugar. Ya no vamos a pensar ni darle la razón a las personas que creen que somos menos o inferiores, no: vamos a ocupar nuestro lugar en el mundo, en nuestras relaciones interpersonales, en cargos públicos y en todos los lugares a donde queramos llegar porque no solo lo merecemos, también contamos con las mismas capacidades que lxs demás.
Nos manifestamos así porque el cambio ya sucedió, como decía el actor estadounidense Billy Porter. Vimos la besatón inmediatamente después de un acto de discriminación porque el cambio no está por venir, ya sucedió. Ya hay nuevas generaciones que hoy nos enseñan nuevas formas de ver la sexualidad, la identidad de género, de fluir entre lo que pensamos, de crecer y de ir descubriendo con autonomía. El cambio ya sucedió y por eso hay personas que nos quieren devolver. Por eso se necesitan gestos de rechazo a la discriminación y son importantes porque hacen parte de la misma resistencia.
Yo creo que esa violencia en contra de las manifestaciones de afecto en público entre personas de mismo sexo no solo se expresa con palos y golpes, lo que me tocó a mí en el Centro Comercial Premium Plaza, en Medellín en 2019, es un tipo de violencia que simplemente quiso negarme los derechos que tienen otras personas heterosexuales.
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Son sistemáticos pero la Fiscalía lo niega. Los entes de control tienen un sesgo moral para actuar con celeridad y la sociedad les trata como víctimas de segunda categoría. Estas son las carpetas, con evidencias y anexos, de los crímenes contra personas LGBT+.
Yo estaba con un chico con el que salía en el centro comercial, nos dimos un pico para despedirnos y un vigilante vino a pedirnos que nos saliéramos, o que si íbamos a seguir haciendo eso lo hiciéramos fuera de las escaleras. El vigilante fue súper cortés, sentí que hasta pena le daba pedirnos eso. Por eso digo que la violencia no es solo golpearnos, también es negarnos derechos. Esta situación me hizo sentir disminuido. Mi reacción “natural” fue empezar a grabarme para contarle a mis contactos lo que había pasado, yo no me imaginé que se fuera a volver viral, me empezaron a llegar mensajes de bullying, homofobia y discriminación de un montón de gente.
A pesar de esta situación vinieron cosas positivas. Después del shock, me acerqué a poner la queja en el punto de información. Estuve en reuniones junto con mi abogada, las directivas del Centro Comercial y los representantes de la empresa de seguridad. La Personería de Medellín también me acompañó. El centro comercial y la empresa de seguridad estaban muy apenados, yo lo único que quería era generar conciencia de que eso estaba mal y fue allí que se me ocurrió proponer unas capacitaciones para los vigilantes en estos temas. Pero, no me quise quedar solo con estas reuniones, quería marcar un precedente judicial: interpuse el denuncio en la comandancia de policía en El Poblado y en la Fiscalía.
Me parece un símbolo muy fuerte el que deja la comunidad LGBTIQ+, muy bonito, es como ir a donde mataron a alguien a sembrar un árbol, para que crezca la vida donde se cometió algo que no debía pasar.
* En este texto participó Jorge Luis Gil A., pasante de 070.