Con la guardia abajo: la emergencia carcelaria y la inaplazable reforma del INPEC

La emergencia carcelaria decretada por el Gobierno nacional pone en evidencia muchas falencias del sistema penitenciario, pero hay uno que parece no dar más espera: la reforma del Inpec.

por

Libardo José Ariza

@LibardoJAriza

Director Área de Derecho Constitucional, Facultad de Derecho, Universidad de los Andes


15.02.2024

Arte por Nefazta.

Cada mañana, a las 7 a.m., se puede observar a través de la ventana del Casino, a los dragoneantes, sargentos y tenientes que conforman el cuerpo de custodia y vigilancia de la Cárcel Modelo haciendo una ordenada fila. Tres mesas de billar, una de ping pong, cinco computadores con acceso a internet, dos televisores y cuatro máquinas recreativas, conforman el equipamiento del Casino donde el personal de guardia y custodia se aísla del ruido y la presión de los patios. También se observa una pequeña tienda en la cual se puede adquirir una empanada de carne con un tinto por mil doscientos pesos. Dos vitrinas, casi vacías, exhiben algunos de los productos manufacturados por las personas privadas de la libertad. 

Después de la formación en la cancha de microfútbol del Casino, la compañía Córdoba se alista para su turno de 12 horas al interior de la Cárcel Modelo de Bogotá. El pabellonero se dirige al patio que debe custodiar para organizar, a su vez, el conteo de las personas privadas de la libertad, sabiendo que sus posibilidades de ejercer algún tipo de control son mínimas si no cuenta con la colaboración de las casas –los grupos internos de poder que gobiernan los pabellones– para que las novecientas personas que se encuentran recluidas en su patio formen una fila y se dejen contar. 

Este es el panorama de la mayoría de los establecimientos de reclusión del país. 

Que las cárceles son gobernadas conjuntamente por el personal de guardia y custodia y los grupos internos de poder no es una novedad. Esta suerte de gobernanza penitenciaria ha sido ampliamente documentada en distintos contextos. Los plumas y caciques en Colombia, pasando por el líder de la Mara en la cárcel hondureña, hasta llegar al Faxina en las cárceles brasileras, muestran que las cárceles responden a un orden social en el que el Estado y los prisioneros comparten el dominio del territorio penitenciario para gobernar con puño de hierro a la población común.

Cuando este equilibrio se rompe por el creciente poder de las bandas y pandillas, alimentado por sus vínculos con las estructuras criminales organizadas, y por los esfuerzos precarios de un personal de guardia para aplicar el reglamento, se desata el motín y la masacre. Pero también, los ataques violentos al personal del Inpec, que han aumentado a una velocidad alarmante este año en el que se han registrado 10 amenazas, cinco atentados y dos homicidios.  

Justo por el aumento de estas amenazas y aumento de homicidios a guardias del Inpec, el pasado 12 de febrero el gobierno declaró la emergencia carcelaria, el equivalente en el mundo penitenciario a la declaratoria de un estado de conmoción interior en el mundo libre, cuando sucede un evento que amenaza o perturba su estabilidad o existencia. Pero la declaratoria de esta emergencia debe ir unida de la difícil y postergada reforma al Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC), centrada en garantizar condiciones de trabajo dignas y adecuadas para el personal de guardia y custodia.

Pueden mencionarse dos aspectos que, desde este punto de vista, inciden en la actual emergencia y que deben ser atendidos con una política pública adecuada. El primero es la desigualdad de fuerzas y la consecuente baja moral de la guardia penitenciaria. Como se puede ver en la siguiente tabla, para el año 2024 se presentaba un déficit notable en el personal de guardia y custodia. Con una proporción de 11.19 internos por guardia aprobado y 12.75 por guardia provisto, se refleja un déficit del 27% en el personal destinado a las labores de custodia. De hecho, este déficit puede llegar a un 46% si se tiene como base para el cálculo la cifra de 8.70 internos por guardia que según el Inpec es la proporción óptima para alcanzar un desempeño adecuado de sus funciones.

Esta cifra puede resultar engañosa, en todo caso, porque parte importante del personal de guardia y custodia también asume labores administrativas y no se encuentra en la parte interna del establecimiento. Por distintas razones –evitar el estrés, la confrontación y hacerse enemigos– la guardia busca mantenerse al margen de los patios. Otras y otros se dedican a las remisiones judiciales y hospitalarias, a traslados entre establecimientos, y a la verificación del cumplimiento de las medidas de aseguramiento domiciliarias. El resultado es un mundo interno en el que apenas se puede ver ocasionalmente a un guardia abriendo y cerrando rejas.  

IntramurosDomiciliariaVigilancia y Control electrónicoTotalProporción PPL/Guardia y Custodia
Personas Privadas de la libertad (2024)*10178161278643016.9489
Personal de Guardia y Custodia aprobados (2023)*15.14815.14811.19 (PPL por cada Guardia y Custodia aprobado)
Personal de Guardia y Custodia provistos (2023)*13.292 13.292 12.75 (PPL por cada Guardia y Custodia provisto)
Personal de Guardia y Custodia necesario según estudio de cargas realizado por el INPEC (2023)*19.4758.70 (PPL por cada Guardia y Custodia necesario)
Fuentes. Población Privada de la Libertad (2024): Datos proporcionados por el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC) el 12 de febrero de 2024. Disponible en el portal oficial de datos del gobierno datos.gov.co. Personal de Guardia y Custodia (2023): Información obtenida de la respuesta del INPEC al Derecho de Petición con radicado 8110-OFPLA-81101- GRUES-2023EE0150715. Documento completo accesible en camara.gov.co. Elaboración propia. 

En segundo lugar, las condiciones laborales y los medios con los que cuentan para cumplir con sus tareas.

El salario básico oscila entre los 2 y 3 millones de pesos mensuales, dependiendo del grado que tengan. Los horarios son exigentes, el clima laboral es estresante y abrumador, la mayoría se encuentra en régimen de provisionalidad y no cuentan con estabilidad laboral, lo que crea un contexto propicio para la corrupción. El estrés laboral y los problemas de salud mental aquejan cada vez más a la guardia. 

Por ello, en los encuentros cara a cara con los internos, en la vida cotidiana del presidio, el pabellonero debe asumir un comportamiento estratégico dependiendo del interno. Con los líderes de los patios y aquellos con un significativo capital –como grandes narcotraficantes o paramilitares– debe evitar la confrontación y buscar la cooperación, por el temor siempre latente de represalias fuera de la cárcel. Y con los internos copados –es decir, aquellos que han recibido condenas largas, que tienen varias pendientes, y a quienes cometer un delito más les resulta del todo indiferente pues no cambiará su situación– el pabellonero debe mostrarse cauteloso pero firme.

El guardia no gobierna la cárcel, sino que se adapta a las sus dinámicas. 

Sin una respuesta adecuada a la crisis penitenciaria que pasa por la reformulación del enfoque del sistema –desde el modelo cerrado predominante a uno abierto y restaurativo–, que dedique los esfuerzos del personal de guardia a la custodia prioritaria de las personas privadas de la libertad por delitos de alto impacto, aunado a condiciones laborales adecuadas que hagan de esta difícil tarea un trabajo digno, las declaratorias de guerra al sistema por parte de las estructuras organizadas de crimen de alto impacto siempre nos tomará con la guardia abajo. 

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Libardo José Ariza

@LibardoJAriza

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