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Para la actual edición de la Revista Arcadia me pidieron escribir una nota sobre las ferias de arte que se toman Bogotá en octubre. Y como siempre ocurre, luego de terminar el texto me seguí encontrando con información que no pude incluir. Así pues, acá van tres  minihistorias y un bonus track a manera de […]

por

Alejandro Gómez Dugand


24.10.2014

Para la actual edición de la Revista Arcadia me pidieron escribir una nota sobre las ferias de arte que se toman Bogotá en octubre. Y como siempre ocurre, luego de terminar el texto me seguí encontrando con información que no pude incluir. Así pues, acá van tres  minihistorias y un bonus track a manera de post scriptum sobre arte, mercado y público.

1. Pocas personas supieron vender arte como el holandés sir Peter Paul Rubens. «Él», asegura Lucas Ospina, «que fue diplomático, que fue coleccionista, que fue pintor; vendía sus obras por contrato. Y el contrato iba diversificado. Decía: obra pensada por mi, obra mas o menos trabajada por mi, obra bocetada por mi, obra hecha por mi. Obra bocetada por mi costaba un montón de plata. Obre pensada por mi costaba menos. Él conocía el mercado y lo ponía de manera evidente».

2. Pierre de Coubertin fue el fundador de Comité Olímpico y es considerado por muchos como el padre de las Olimpiadas modernas. Lo que pocos saben es que el propio Coubertin fue medallista de oro en 1912. Era una época en la que el público no se emocionaba únicamente con las zancadas de los atletas y jabalinas voladoras. En las primeras ediciones de las Olimpiadas Modernas (que reaparecieron en el siglo XVII) también se premiaba el arte, la arquitectura, la música y la literatura. El Baron de Coubertin ganó su medalla en esta última categoría con un poema con el que participó de manera anónima.

3. Durante años, la obra más significativa para hablar de Goya no era de Goya. El cuadro es una de las visitas obligadas de todos los visitantes del Museo del Prado. En el lienzo de 116 cm × 105 cm un hombre gigante atraviesa un paisaje en el que unos campesinos abandonan atemorizados un campamento. Todos lo conocen como El Coloso. En el 2008, Manuela Mena (Jefe de Conservación de Pintura del Siglo XVII), publicó un comunicado de prensa en el que decía que tenían casi completa certeza de que El Coloso era en realidad del pintor Asenso Juliá. En otras palabras, durante años, los visitantes del Prado pagraon sus boletas, entre otras cosas, para ver el traje del Emperador.

BONUS TRACK: «Arte, arte, arte»

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