¡Ay, si yo fuera director!

«Este es el «Ensayo de intención» que nos fue pedido a las personas que pensamos que podíamos ocupar el cargo de la Dirección del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes.»

por

Lucas Ospina


15.02.2024

Segundo capítulo de una larga novela institucional. Lea la primera parte aquí > ¡Ay, si yo fuera Decano!

Este es un «Ensayo de intención», un texto que nos fue pedido por la Decanatura de Artes y Humanidades a las personas que pensamos que podíamos ocupar el cargo de la Dirección del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes. La Decanatura designó un «Comité de Selección», llamado así por la misma Decanatura, para mirar las hojas de vida que llegaron y pasar las hojas de los ensayos de los postulantes, pero, ¡ay, fue la misma Decanatura la que hizo una selección previa de quiénes sí podían pasar a entrevista con el «Comité de Selección» y, ¡ay!, quién sí debe, finalmente, resultar seleccionado para ocupar el cargo de la Dirección.

[Si quiere leer solo las propuestas, salte al capítulo V. Oportunidad: ¿qué hacer?]

I. Memoria: 20 años como profesor de planta

En 2003, meses antes de regresar a Colombia, a punto de terminar una maestría en escultura, con una beca Fulbright, en Estados Unidos, recibí un mensaje de Juan Fernando Herrán, que en ese momento dirigía el Departamento de Arte, con una oferta. Me quería contratar para la planta como profesor. Yo había sido profesor de cátedra año y medio antes de irme del país. Él señaló que tendría clases a mi cargo, pero también me querían para algo más: ejecutar. El Departamento de Arte contaba con una nueva sala de exposiciones, una publicación en borrador sobre un par de exposiciones inauguradas, y unas cuantas clases de algo llamado “Proyectos Culturales”. Se buscaba a alguien con experiencia para impulsar este tipo de iniciativas, mejorar lo existente y hacerlo crecer en el futuro. Acepté de inmediato, pero pedí que me contrataran a medio tiempo, pues quería conservar mi vida de artista de taller, de proyectos independientes, y temía que el trabajo, con sus cargas y obligaciones administrativas, me absorbiera.

Al primer año de llegar a la planta, pedí cambiar mi contrato. Estaba completamente involucrado en la universidad. Asumí un curso de primer semestre con más de 40 estudiantes nuevos para hablarles sobre espacios del arte, curaduría, crítica, escritura, historia, gestión cultural y muchas cosas más que no sólo no habían oído nombrar, sino que, en muchos casos, confrontaban su idea preconcebida de lo que era hacer arte o ser artistas.

Organicé un ciclo de conferencias sobre Antonio Roda, quien había fallecido recientemente y la universidad quería homenajear. Cuidé de grabar estas conferencias, y todavía uso el registro de una que dio Beatriz González para mostrarla en clases de primeros semestres.

Además, redacté, diseñé y difundí una convocatoria para ampliar y abrir la Sala de proyectos. También terminé de diseñar una revista de exposiciones que recogía las exposiciones anteriores de ese espacio recién abierto a la ciudad.

Me ofrecí a dictar un CBU de arte y cine para apoyar las finanzas del Departamento de Arte, ya que solo otro profesor impartía ese tipo de cursos fuera de la oferta de Historia del Arte. También me ofrecí a ser el profesor que presentaba el programa en ferias de colegios, visitas de jóvenes y familias a la universidad durante el semestre y en los periodos intersemestrales, así como en las semanas de receso.

Diseñé y diagramé una publicación de una profesora de planta, Natalia Gutiérrez, que había reunido unos ensayos sobre arte y percepción y los puse en una publicación seriada a la que llamamos Cuadernos Grises para toda esa “literatura gris” que no pasaba por pares académicos, indexaciones y así inauguramos un formato que gozó de varias ediciones.

Con otra profesora, Carolina Franco, planteamos hacer de las exposiciones de proyectos de grado un gran evento en la universidad: aprovechar el periodo de tres semanas de exámenes para escoger salones vacíos y darle a cada exposición de cada estudiante un lugar amplio, retador e íntimo, reemplazando el formato anterior en el que exponían en fila india, en un salón donde eran evaluados de afán o en un espacio externo a la universidad, alquilado, donde debían montar y desmontar rápidamente. Ahora sus proyectos de grado duraban una semana expuestos y cada estudiante, luego del ritual de jurados y evaluación, tenía un espacio para conocerse a sí mismo y comprender lo que había hecho. Yo diseñaba el afiche-plano del evento para guiar el descubrimiento de cada proyecto de grado dentro del campus.

Así trabajé durante casi cinco años, apoyé a la nueva persona que pasó a dirigir el Departamento, a la nueva decana, y sumé nuevas iniciativas como la de revivir un ciclo de conferencias temáticas, masivas en asistencia y en personas invitadas, donde cruzábamos arte con otra disciplina y que con mi colega del énfasis de “Proyectos Culturales”, el profesor Jaime Iregui, llamamos Modus Operandi.

En el desarrollo institucional ayudé a formar las primeras alineaciones de representación profesoral como voluntario de Arte en comités de Facultad y en el naciente comité de Publicaciones. Además, colaboré en el articulado, funcionamiento y desarrollo de la imagen gráfica y folleto del primer Comité de Investigación y Creación.

En 2008, cuando iba en un avión rumbo a una de tantas charlas de un convenio de una cátedra itinerante que surgió de una conversación con el Ministerio de Cultura bajo el Premio Nacional de Crítica, pensé que si el avión se caía, se me habrían quedado muchos dibujos por hacer, pinturas por pintar, esculturas por esculpir, textos por escribir, exposiciones propias por montar. Por estar dedicado a la universidad no tenía taller, no le había dedicado suficiente tiempo a la obra propia y era hora de retomar esa actividad. Entonces alquilé un taller y, en adelante, seguí trabajando en ambas cosas: lo propio, lo colectivo; el taller, la institución; el arte, la cultura. Para mí es inevitable ligar esos dos ámbitos y en ese cruce se me ocurren ideas constantemente.

Cuando hablo con gente de la universidad, instintivamente veo la forma de mejorar lo que tenemos o de articularlo con lo que hay, de vincularlo hacia el adentro y hacia el afuera, de estar abierto y atento a lo que pueda pasar. Podría decir que, en mi cabeza, uno de cada tres pensamientos tiene que ver con mi trabajo dentro de una universidad. Tal vez por eso, al comienzo de 2010, en un consejo de Departamento de Arte, una profesora de planta de Historia del Arte hizo memoria y postuló mi nombre para sumarla a la dupla de personas que ya se habían postulado. Un profesor de planta señaló que eso no le parecía conveniente, pues podía ser leído como una provocación dado que mi ejercicio de crítica también incluía la autocrítica, y me había sido inevitable criticarnos a nosotros mismos como institución por los canales administrativos y en la vida pública. Algo se discutió, finalmente se envió una terna, con mi nombre, y unas semanas después, con la visita de la decana y el vicerrector académico, nos anunciaron que yo me había caído de para arriba y había sido elegido para ocupar el cargo de la Dirección.

Fueron unos muy buenos cuatro años para mí. Hubo un sí a cada propuesta de la planta, de la cátedra, de los estudiantes, de egresados, de personas que venían a buscar asociaciones y proyectos conjuntos. Las personas no salían de la oficina de la Dirección sin una respuesta o plan de acción concreto para lo que trajeran en mente y una ejecución realista de acuerdo al presupuesto disponible. Creo que el mejor recuento de este periodo lo pueden dar las personas que lo vivieron y vieron que el privilegio de dirigir se usaba para extender los privilegios de que goza la planta en la vida universitaria: estudiantes, personal administrativo, docentes de cátedra, y personas vinculadas al sector cultural encontraron respuesta a sus mensajes, apoyo y retroalimentación.

Uno de los proyectos que ayudé a impulsar desde el día uno en que entré al cargo fue el del Banco de Archivos Digitales de Arte, una iniciativa que propuse cuando, unos años antes, revisé el archivo de la Diapoteca para hacer un video institucional para egresados, y encontré que este no era un archivo menor, que la persona que lo había iniciado en mi época de estudiante, la bibliotecóloga Consuelo Gómez, había hecho una increíble labor y que había joyas de obras, exposiciones y eventos que no estaban en ningún lugar. Le dimos nombre a ese banco, se digitalizó y organizó como colección, y para tener recursos para un piloto de una plataforma de acceso abierto en línea y descarga, dicté un CBU en el primer periodo intersemestral en que estuve como director; con esos recursos justifiqué un gasto que no estaba planeado y trabajamos cuatro años con una idea amplia de lo que podría ser ese archivo.

Algo de la memoria institucional del periodo 2011-2015 se puede ver en tres ediciones de la Revista de Exposiciones que edité y diseñé junto a estudiantes y egresados. También existió una página de internet que construimos desde cero en ese periodo, con una actividad continua de comunicaciones que atamos al Banco de Archivo Digitales de Arte, con un equipo modesto de un encargado, estudiantes como practicantes y acceso libre a la planta para autopublicación. Resultó en 1260 entradas y 23282 imágenes que daban cuenta de este periodo (y que luego se perdieron de la memoria institucional por un mandato institucional de cierre de la página y su olvido entre servidores y discos duros).

En 2015, en la primera sesión del Consejo del Departamento de Arte, luego de la práctica habitual que había instaurado la Dirección de que cada persona contara qué cursos iba a dictar y qué proyectos tenía para este año, le comuniqué a mis colegas de planta una decisión: mi postulación para un tercer periodo como director.

En ese momento, Historia del Arte formaba parte integral del Departamento de Arte, y una profesora de esa disciplina me agradeció la apertura de mi anuncio y me preguntó sobre los principales planes que tenía para ese periodo. Comenté que quería ampliar el alcance de tres iniciativas: reiniciar el proceso de reforma de los pregrados de Arte y de Historia del Arte para mejorar su articulación y revisar cómo estábamos enseñando y hacer un ejercicio colectivo de cómo mejorar como cuerpo profesoral. El otro era revisar el uso de los espacios en los nuevos edificios, ver la posibilidad de integrar Cerámica y Gráfica en los nuevos salones y contemplar la ampliación de los Talleres Individuales de Arte. Y la última consistía en ampliar la iniciativa de Patrimonio, donde me había encargado de vincular a la cátedra a dos profesores que habían trabajado en el programa que estaba en crisis en la Universidad el Externado, pero que, por su enfoque, proyección y articulación dentro de nuestro pregrado, podrían traernos nuevas iniciativas, programas y recursos para la universidad.

A los seis meses, tuve que dejar la Dirección. En un consejo, la Decanatura de ese entonces consideró que la decisión electoral se debía tomar a través de un sondeo rápido de decisión entre el cuerpo de planta. Ahí obtuve una votación minoritaria, pero más allá de los números, era claro que la decisión sobre mi continuidad ya había sido tomada.

La reforma del pregrado que habíamos propuesto a mediados de 2013 de forma conjunta con la coordinadora académica pasó al olvido junto con la cuestión de los espacios. Tres años después, estas dos iniciativas serían rescatadas por órdenes externas a través de un proceso de reforma que tendría inicio por un mandato de la Vicerrectoría Académica y un ajuste de los espacios para Grabado y Cerámica que fue primero consultado y luego ejecutado por la decana de la Facultad de Artes y Humanidades.

Cuando llegó el momento de contratar a dos nuevas personas para la planta del Departamento de Arte bajo el énfasis de Prácticas de lo Público – Proyectos Culturales, habíamos hecho una convocatoria, centrada sobre todo en Curaduría, recibí una llamada del profesor de cátedra Mario Omar Fernández para que le comentara sobre qué tan abierta era esa noción de curaduría y si tenía cercanía con lo que él hacía en patrimonio. Le dije que estábamos abiertos a propuestas y como resultado de esa apertura y voluntad de cambio, él se vinculó a la planta y años después lideré la iniciativa para que su colega, David Cohen, también fuera parte de la planta y, como resultado, se hizo más fuerte la actividad del Laboratorio de Estudios en Artes y Patrimonio, LEAP.

Mi interés al contar esta historia no es sembrar sobre el pasado. Es solo señalar que una gran parte de lo que propuse en esa época sigue sin ser ejecutado. Hemos logrado algunos cambios en el Departamento de Arte, pero los cambios sustanciales son limitados, la navegación del cuerpo estudiantil por la malla curricular sigue siendo limitada por una filosofía de trabajar por “áreas” que obedece a la voluntad de un grupo profesoral mayoritario en los momentos en que se tomaron esas decisiones. Lo que podemos lograr ante esa estructura está limitado a lo marginal, por ejemplo, con un par de colegas no tuvimos mucha voz en el diseño y usos de los edificios de arte, pero hemos creado espacios de exposición y acción sobre ellos, con la organización de actividades para hacer murales con estudiantes y ampliando las posibilidades de exposición con muestras ambiciosas como la de la exposición de la publicación González organizada por la estudiantes Paula Leuro y Andrea Infante o la exposición sobre la presencia de Luis Caballero como primer estudiante de la Escuela de Arte que organizamos con el entonces estudiante José Ruiz.

En lo académico, a lo sumo, como coordinador del énfasis de Prácticas de lo Público – Proyectos Culturales, he creado una página dentro de la página del Departamento de Arte para comunicar mejor a estudiantes de todo el pregrado sobre las bondades de este énfasis. Mi objetivo no ha sido tanto invitar al estudiante a cursar este énfasis de principio a fin —pues hay fallas estructurales y filosóficas en el pensum actual que lo impiden—, sino a que tenga la posibilidad de libre elección de cursos.

Mi propuesta para la Dirección consiste en continuar con lo que se quedó sin hacer en 2015, con volver a poner la educación y la gestión del arte y la cultura en el centro de nuestra actividad, en un proceso donde se preste atención tanto a lo interno como a lo externo al departamento y a la universidad, y donde seamos reconocidos como una referencia por la singularidad y capacidad de acción. Esta no es una acción individual, es colectiva, tanto así que sobrepasa a la planta y ahora, en la situación de déficit presupuestal en que está la universidad, se muestra como una acción urgente que ha sido comunicada así por el Comité de Rectoría en su comunicación del 14 de diciembre de 2023 donde se nos pide “conceptualizar la estrategia de actualización del modelo educativo para poder seguir siendo un proyecto que transforma país y forma ciudadanos ejemplares, éticos, críticos, libres, solidarios y capaces de aprender de manera continua”.

II. Memoria de dos vicerrectorías

Hace más de 7 años, el vicerrector financiero de la Universidad de los Andes, Javier Serrano, llevó a cabo una acción inusual: en una reunión general abierta al profesorado de planta, convocada por la rectoría Navas, presentó los estados financieros de la institución educativa. Algunos datos que resaltaron durante esa exposición pública fueron:

– Las finanzas de la universidad se sostenían en un 80% a 90% de los ingresos del pregrado.

– Las finanzas de la universidad entraban en números rojos en los días previos al cierre del período de matrículas; unas semanas después, una vez ingresaban esos recursos, el balance se estabilizaba ligeramente en positivo.

– El balance positivo anual apenas superaba los 700 millones de pesos.

Hace más de quince años, el vicerrector académico de la Universidad de los Andes, “Pepe” Toro, realizó una acción inusual: visitó el Consejo del Departamento de Arte, acompañado de la decana Montilla, para señalar una característica de esa unidad y su malla curricular que, en su opinión, merecía mejoras:

– El Departamento de Arte parecía estar compuesto por cuatro minipregrados divididos en “áreas” que no parecían muy conectadas entre sí: Plásticas, Medios Electrónicos y Artes del Tiempo, Historia del Arte y Proyectos.

– El pregrado permitía la elección de materias por parte de los estudiantes, pero solo dentro del mismo pregrado, y no mostraba mucho interés en integrar la oferta de otros programas. Su pedagogía se asemejaba más a la de una escuela de Bellas Artes que a la de un programa universitario.

El vicerrector Toro hizo este señalamiento con miras a una posible reforma, proponiendo pensar el pregrado más desde la perspectiva del cuerpo estudiantil universitario que desde la de su cuerpo profesoral de planta.

Es crucial recordar estos dos señalamientos de los vicerrectores, el académico y el financiero, para evaluar en qué medida sus observaciones fueron tomadas en cuenta.

Desde 2016 hasta 2023, especialmente en el período de la decanatura Zalamea, se observó un notable aumento en el gasto de la Facultad de Artes y Humanidades debido a la contratación de personal administrativo, técnico y de planta, así como a la adquisición de equipos. Este aumento no parece haber estado debidamente proyectado en términos de costos y usos, considerando lo que el vicerrector financiero había anunciado justo en el mismo año en que comenzó esta nueva decanatura.

Desde la visita del vicerrector académico a principios de siglo hasta 2023, el Departamento de Arte se mantiene en sus “minipregrados”, y las decisiones se toman por “áreas”. El diseño de las líneas del pensum, el gasto en compras, las contrataciones de la planta, el diseño de los edificios, los documentos de acreditación y los cambios en la Dirección son, en gran medida, el resultado de decisiones federadas, donde una mayoría de la planta de Plásticas y Medios Electrónicos y Artes del Tiempo ha invocado “la autonomía de las áreas” para proteger sus decisiones. Estas dos “áreas” suman la mayoría en el quórum y cuentan con personas de amplia tradición en la nómina que dominan sobre territorios específicos.

Esta fuerza centrífuga produce una fuerza centrípeta por acción y reacción, expulsando todo aquello que no logra integrarse a la corriente ensimismada de su estructura cerrada. Dos características distintivas del pregrado del Departamento de Arte, que lo hacían único en comparación con otras universidades, dejaron de ser parte de su vida universitaria: Historia del Arte se desintegró como unidad y ambos pregrados, a partir de la última reforma, están más disociados. La iniciativa de Patrimonio, que se originó en la Dirección del Departamento de Arte entre 2011 y 2015, optó por separarse y trabajar fuera de la unidad que la creó.

Toda universidad se funda en el umbral entre la memoria y la oportunidad: la importancia de la historia no es tanto quedarnos en el pasado, sino liberarnos de su inercia, tener una perspectiva informada y utilizar la memoria, especialmente en momentos de crisis, para dejar de repetir lo mismo y obtener resultados diferentes. Utilizar la memoria para ver la crisis como oportunidad.

III. Volar un avión con instrumentos

Según la consulta que hice de varios informes estadísticos de la universidad, estas son las cifras de estudiantes en los últimos 13 años en el Departamento de Arte. Entre 2010 y 2018, el consolidado de estudiantes fue el siguiente:

– 2010-1 > 312 / 2010-2 > 306 / 2011-1 > 308 / 2011-2 > 293 / 2012-1 > 276 / 2012-2 > 276 / 2013-1 > 279 / 2013-2 > 273 / 2014-1 > 283 / 2014-2 > 286 / 2015-1 > 277 / 2015-2 > 279 / 2016-1 > 278 / 2016-2 > 290 / 2017-1 > 298 / 2017-2 > 291 / 2018-1 > 280 / 2018-2 > 267

Totalizando, 5152 estudiantes para un promedio en el período de 286,2.

En los últimos cinco años, los números son los siguientes:

– 2019-1 > 230

– 2019-2 > 241

– 2020-1 > 221

– 2020-2 > 203

– 2021-1 > 204

– 2021-2 > 204

– 2022-1 > 206

– 2022-2 > 207

– 2023-1 > 219

– 2023-2 > 216

Totalizando, 2151 estudiantes inscritos para un promedio en el período de 215,1.

Según la información proporcionada por el vicerrector financiero y su equipo en la reunión con la Facultad de Artes y Humanidades el 25 de septiembre, 100 estudiantes representan un ingreso anual de 7241 millones de pesos. Si cada estudiante nuevo significa un ingreso proyectado anual de 72.41 millones de pesos, ¿cuánto suman aproximadamente los recursos que la universidad ha dejado de recibir debido al descenso de inscritos en el Pregrado de Arte en los últimos cinco años?

286,2 – 215,1 = 71,1

71.1 x 72,410,000 x 5 = 25,741,755,000 (veinticinco mil millones, setecientos cuarenta y un mil, setecientos cincuenta y cinco mil pesos).

Esta cifra es solo una proyección y puede no reflejar toda la verdad; podría ser solo una aproximación y requeriría de más variables para ajustarse a la realidad. No obstante, ilustra cómo decisiones aparentemente aisladas tomadas dentro de una unidad relativamente pequeña, como el Departamento de Arte, pueden tener repercusiones en toda la universidad.

Entre 2011 y 2015, cuando ocupé el cargo de director del Departamento de Arte, recibí, año tras año, el presupuesto disponible, los ingresos y un balance de gastos, rubros y centros de costo. Esto se utilizaba para la planificación del próximo año y se ajustaba antes de que finalizara el año con la colaboración del asistente administrativo de la Facultad de Artes y Humanidades y la Secretaría General de esa misma unidad.

Contar con ese conocimiento y hacerlo público me permitió, desde la Dirección, establecer una estrategia de ejecución del presupuesto entre 2011 y 2015.

De las primeras cosas que hice al ser nombrado director en 2011 fue reunirme con el director de Diseño de esa época, Hernando Barragán, para que me contara cómo funcionaba el Modelo de Distribución de Ingresos y los puestos de estudiantes. Esta información me proporcionó mejores elementos de juicio para tomar decisiones y me impulsó a adaptar un CBU que dictaba desde 2005 para usar una modalidad activa para departamentos pequeños y volverlo “taquillero” (180 estudiantes por curso). Durante 4 años consecutivos, utilizamos esta figura para sumar un balance positivo en atención a estudiantes y así garantizarle a TODO el Departamento de Arte un flujo constante de recursos destinados a impulsar todo tipo de propuestas de personas propias del pregrado y de la planta. Además, estuvo abierta a la cátedra y siempre tuvimos algo que aportar para vincular nuestro adentro con el afuera: pusimos nuestro dinero donde ponemos nuestras palabras cuando hablamos de responsabilidad social, conexión con el país y todos esos tropos que lubrican la elocuencia del discurso institucional.

Esta política tal vez tuvo un impacto en la percepción del Departamento de Arte como un espacio diferente, original y abierto, donde podía estar sucediendo algo único para el medio educativo y artístico de la ciudad. Esto se tradujo en que las personas del cuerpo estudiantil sintieran un trato diferente desde la Dirección y tuvieran una mejor experiencia universitaria. Durante este período, por ejemplo, pusimos en marcha la iniciativa de brindar talleres individuales a estudiantes de último año a la que llamamos TIA y que es algo que ninguna otra universidad ofrece al pregrado. A pesar de su carácter diferencial y su marcado influjo pedagógico, esta iniciativa no ha experimentado crecimiento, permanece igual a como se implementó entre 2011 y 2015. Soy el actual coordinador de esos talleres y es triste ver que todavía, luego de 10 años, solo podemos ofrecer 18 espacios a estudiantes de Proyecto Final de Grado. En la primera versión de los TIA, en una gran bodega que gestioné en Puente Aranda, me encargué de que se documentara la experiencia de los estudiantes. En esos testimonios es posible ver cómo acceder a un taller individual cambió su práctica artística y de estudio:

IV. El Santo Grial de la publicidad: el boca a boca

En algunas reuniones del Consejo del Departamento de Arte, se menciona que la disminución de estudiantes en programas de arte es evidente y que esto es una tendencia global. El semestre pasado, tras escuchar una vez más este argumento, me bastó con una tarde de consultas telefónicas con colegas de universidades privadas hermanas para notar que el descenso en otras instituciones no ha sido tan dramático como en los Andes. En la Universidad del Rosario, con un pregrado nuevo y sin tradición, se inscriben en el programa de arte un promedio de 24 estudiantes por año, con una matrícula que ronda los trece millones de pesos. El ingreso y balance financiero de esta unidad difieren de otras unidades del Rosario, donde algunos decanos de Los Andes informan de una crisis latente.

En la Tadeo, ingresan un promedio de 35 estudiantes por año, en el Bosque 60 estudiantes al año, y en la Javeriana casi 100 estudiantes a Artes visuales anualmente. Aunque las cifras de los pregrados de arte en otras universidades tienen ligeras fluctuaciones, mis colegas señalan que parecen estables y contrastan con el declive en Los Andes. La disminución de estudiantes en nuestro pregrado resulta difícil de atribuir solo a lo económico, ya que un pregrado como el de la Javeriana, más costoso por contar con más semestres, no ha visto disminuir sus cifras de ingreso.

Es crucial recordar que el “Santo Grial” de la publicidad y el mercadeo es el “boca a boca”: estudiantes inscritos en un programa que lo recomiendan a otras personas, una de las formas más efectivas para atraer nuevos estudiantes a un programa y a una universidad. Aunque se pueden realizar muchas labores de reclutamiento («scouting»), lo que se construye con la mano en publicitar una buena imagen puede desmoronarse con un comentario negativo basado en encuentros, gestiones o decisiones mal tomadas. Como solía decir el rector Carlos Ángulo al ser felicitado por logros en los escalafones nacionales e internacionales de acreditación: “Lo importante no es parecerlo, es serlo”.

En noviembre de 2021, 131 estudiantes del Departamento de Arte y 13 docentes de cátedra y planta firmaron una carta expresando inconformidades y dudas sobre la reforma que se iba a implementar. La carta circuló por los canales regulares, se discutió en varias instancias y recibió respuestas protocolarias. Sin embargo, las promesas realizadas en una reunión en la Vicerrectoría Académica, al final de ese año, no se han cumplido hasta la fecha. La sensación entre muchas personas del cuerpo estudiantil es que no se les tiene en cuenta en la toma de decisiones por parte de un cuerpo de planta organizado por “áreas”. Este modelo de organización, que tuvo su momento, ha diseñado dos veces el pensum alrededor de la voluntad identitaria de la planta, ha creado dos edificios acorde a sus necesidades en comités cerrados, y podría considerar dar paso a nuevas ideas y la llegada de nuevos profesores.

Si realmente tuviéramos programas reformados que destacan en lo educativo, que generan orgullo tanto en estudiantes como en docentes, esta sería nuestra punta de lanza en las comunicaciones, nuestra diferencia, nuestro “boca a boca”. A pesar de la total autonomía académica que hemos tenido gracias al apoyo de las directivas de la universidad y a los recursos recibidos en los últimos 20 años, nuestro pensum apenas nos iguala con la media general de la pedagogía del país. Asistir como profesor invitado a otros programas en universidades y espacios de arte alternativos, participar como jurado en becas o revisar versiones de la colectiva de Arte Cámara, nos muestra que lo hecho, dicho y sentido por egresados de Los Andes está al mismo nivel que lo aprendido en otras universidades.

La noción de lo ganado y lo perdido en estas dos décadas genera desazón. A comienzos del año pasado, una profesora de cátedra, egresada de la primera generación del pregrado luego del cierre de arte en los años setenta, y con más de 30 años de experiencia, anunció su retiro haciendo pública una carta en la que expresaba sus razones y manifestaba su amor por el programa:

https://hojagonzalez.uniandes.edu.co/gonzalez-532/

V. Oportunidad: ¿qué hacer?

1. Abordar las “discusiones difíciles” (la expresión estaba presente en la charla que nos hizo el vicerrector financiero a la planta de la Facultad de Arte y Humanidades al final del año pasado).

2. Comunicar mejor. La página del Departamento de Arte es una herramienta de información sobre el pregrado, pero también puede ser una plataforma para exhibir y difundir conocimientos. La parte superior de la página puede ser una vitrina para exponer obras hechas para este espacio y compartir contenidos temporales y atemporales que muestren que nuestra voluntad educativa es de acceso abierto. La planta profesoral y un semillero de comunicaciones del Departamento pueden alimentar estas páginas y las de redes sociales. El ejemplo de cómo funciona la página y la publicación de González es un camino a seguir; ahí estudiantes y profesores actuamos en un semillero, compartimos ideas y nos hemos turnado para editar, diseñar y publicar contenidos, con éxito, por más de 550 ediciones. El González comunica y, a la vez, crea comunidad: https://hojagonzalez.uniandes.edu.co/

3. Dirigir. Ya no nos podemos dar el lujo de entender el cargo de la Dirección como un servicio militar que rota cada dos años entre la planta para consolidar uno u otro proyecto personal o actuar y reelegirse para cumplir en modo administrativo. Tampoco los cargos de Dirección deben ser un fusible para recibir las cargas eléctricas y transmitir mensajes entre los cuerpos profesorales y estudiantiles y las directivas (por eso muchas personas salen quemadas luego de ocupar esta posición). El cargo es para dirigir, para tener una idea de hacia dónde podemos ir, para trabajar codo a codo con docentes, estudiantes, administrativos, actores externos a la universidad y crear una sombrilla de confianza para la acción responsable de una comunidad capaz de responder a hechos con hechos.

4. Si nuestra población objetivo, la que alimenta en lo vital y en lo financiero la universidad, es el pregrado, es ahí donde debemos concentrar nuestros esfuerzos. Diversificar ingresos, sí, en lo posible, pero cuidar un sector de personas que cada vez conectan menos con los métodos, esquemas, jerarquías y con la generación que les educa. Esta es la generación joven con mayor acceso a la información de la historia, pero a la vez con la mayor incertidumbre y trauma luego de la pandemia. Hay mucho que hacer si de verdad nos interesa la educación y el arte como medios de transformación vital y social. Mi relación con esta población siempre ha sido la mejor; no solo lo reflejan las encuestas de los cursos, sino que al dictar clases en todas las modalidades y a todos los niveles, he estado en contacto permanente con amplios grupos de estudiantes (en la universidad a la que pertenezco no he dictado en Maestría, pero he sido invitado a las maestrías de otras universidades y programas como la Universidad Nacional, la Tecnológica de Pereira y EAFIT). En la actualidad, trabajo de la mano con estudiantes, semana a semana, para el González y, desde el semestre pasado, formo parte del Semillero Casa Tomada de cine con más de una docena de integrantes.

5. Hacer ajustes sustanciales al programa del Departamento de Arte para dar más libertad, autonomía y tiempo a los estudiantes, conservar la noción de “áreas” para optimizar el plano operativo, pero en lo educativo gozar de la apertura propia de la vida universitaria. Cuando ajustemos los programas de pregrado, debemos considerar cómo estos cambios pueden afectar la experiencia de vida en el campus y abordar las áreas donde la academia y la universidad no se alinean. Al centrarnos únicamente en un enfoque académico, en el pensum, y no ver la vida estudiantil, corremos el riesgo de negar a los estudiantes experiencias educativas significativas como la soledad, la camaradería, la amistad y el ocio, que el campus universitario, como un segundo maestro, puede brindar. En el Paro Nacional pasado, junto al profesor Mario Omar Fernández y la profesora M. Jiménez, nos sumamos a las actividades propuestas por estudiantes y colaboramos en varias actividades que pueden ser vistas en esta página: https://acumulado.wordpress.com/

6. La malla curricular actual es funcional y no necesitaría un cambio. Un boceto del AJUSTE que necesita el pregrado puede ser: dedicar el ciclo básico de 8 talleres de 2 créditos a talleres técnicos y sumar los dos talleres técnicos del ciclo intermedio para un total de una bolsa de 18 créditos que cada estudiante debe ver. Ofrecer ahí, por ejemplo, cursos de carpintería y uso de materiales, de montaje, de moldes, de manejo de registro y grabación audiovisual, de programas de computador y celular para edición y publicación digital (todo Adobe). Usar el espacio de taller de 4 créditos como espacio central, abrir varias secciones dictadas por una rotación de toda la planta del Departamento de Arte, y que el objetivo sea hacer una exposición a partir de lo que quieran mostrar con libertad las personas que cursan el final del primer año. En el ciclo intermedio vendría una bolsa de 12 talleres de 4 créditos (como lo está en la plantilla actual), donde estudiantes pueden seguir un énfasis tradicional (Plásticas o MEAT), o pueden gozar total libertad para tomar los talleres que quieran y generar énfasis propios de acuerdo con sus intereses individuales o colectivos (por ejemplo: cerámica, fotografía, animación, cine, ilustración, etcétera).

7. Una propuesta que va algo más allá del ajuste consiste en darle al énfasis de Prácticas de lo Público la posibilidad de ofrecer un título diferencial para los estudiantes que lo cursen y hagan un proyecto de grado afín a sus contenidos específicos. Un nombre tentativo para ese título podría ser: Maestro en Patrimonio y Proyectos Culturales. Este pregrado funcionaría totalmente integrado al pregrado actual de arte como lo estuvo en su momento, antes de las reformas, el pregrado de Historia del Arte (o como funcionó en su momento el programa de Textiles que partía de la misma rama del ciclo básico de arte, luego compartía algunos cursos y más adelante se bifurcaba). Un pregrado así será de mucho interés para las personas que no se ven como artistas de “arte contemporáneo”, pero sí muestran interés por el arte y la cultura, y no encuentran programas integrados a un pregrado de arte que responda a sus intereses. A esto se suma que un título de Maestro en Patrimonio y Proyectos Culturales puede tener una amplia acogida en el campo cultural al contar con un perfil laboral diferencial, de interés para instituciones culturales y educativas públicas y privadas, y que acá podemos precisar aún más con cursos coterminales que lleven a la Maestría de Patrimonio y otras que se ofrecen en la Escuela de Posgrados y otras unidades de la universidad.

8. Integrar al LEAP en nuestras decisiones y sumar esfuerzos para integrar sus dinámicas de investigación y acción al pensum de Arte para fortalecer la diferencia que la iniciativa de Patrimonio le trae al programa. Trabajar de la mano con el Departamento de Historia del Arte para favorecer los dobles programas, las investigaciones y creaciones conjuntas y reforzar líneas de cursos con lista cruzada y semilleros, en especial en líneas de arte contemporáneo. Recordar los buenos ejemplos del pasado donde a partir de proyectos, clases, publicaciones y exposiciones se ejecutaron acciones de creación e investigación entre personas de ambos pregrados o que cursaban doble programa.

9. Reactivar el interés por lo editorial y generar nuevas iniciativas, asociaciones y formatos editoriales. He formado dos veces parte del Comité Editorial de la Facultad y una parte importante de la producción editorial del Departamento de Arte en los últimos años viene de gestiones que hice para invitar a autores a publicar, acompañar sus proyectos por todo el proceso editorial, diseñar una maqueta para la identidad gráfica de esta colección y diagramar algunas de las portadas y publicaciones. La editorial pone a circular en la esfera pública el trabajo académico.

10. Convertir el tiempo de atención a estudiantes de la planta (4 horas semanales por reglamento) en un espacio de diálogo único y diferente al que siempre pueden recurrir estudiantes para asesoría y retroalimentación sobre sus proyectos de clase e iniciativas personales; este acceso a toda la planta de forma presencial marca una diferencia con los que oferta una educación de cursos virtuales masivos, potentes en su capacidad de instrucción, pero carentes de atención personalizada.

11. Usar uno o más salones propios del Departamento de Arte con el fin de adaptarlos para ampliar la oferta de Talleres Individuales de Arte y que esta propuesta educativa diferencial llegue a más de un tercio de su población estudiantil.

12. Hace más de una década, cuando estaba en planeación las necesidades de espacios para la construcción de los nuevos edificios para arte, le planteé a mis colegas la posibilidad de contar con espacio que había visto en una escuela de arte en Suecia: se trataba de una modesta cafetería, con una cocina básica, mesas, sillas y sillones, para alojar una docena de personas y que resultó ser el corazón del lugar y el punto de encuentro entre el cuerpo estudiantil, profesoral y visitantes a todas horas. La propuesta no tuvo acogida y en 2015 adaptamos la sala al lado de la Dirección de Arte para un propósito semejante, con un microondas y algunas sillas y mesas. La iniciativa careció de continuidad, pero es un buen momento para revivirla ahí o en otro espacio a mayor escala para propiciar un encuentro casual de diferentes personas de la vida universitaria.

13. Buscar recursos para becas para programas parciales de Educación Continuada y totales de pregrado y maestrías y dirigirlos a poblaciones tradicionales al pregrado y también a poblaciones al margen. Llegar a los fondos de recursos con propuestas específicas, hacer los contactos desde la Dirección y Decanatura, firmar los convenios y comunicar con claridad a familias y estudiantes, desde que están en su edad escolar, para guiar el camino para conseguirlos. Comprender y promover el programa “Jóvenes a la U” de la Alcaldía como una opción de apoyo financiero y brindar apoyo y seguimiento a la población estudiantil que pueda obtener ese beneficio. Acercarnos a los colegios que cuentan con bachillerato internacional en la modalidad de arte y formar parte de las instituciones que supervisan esa modalidad de grado nos hace más visibles e integrados a esa población escolar.

14. Contar con una política y comunicación decidida para aumentar los casos de intercambio estudiantil con universidades de Bogotá, del país y de otros países. Por ejemplo, entre 2011 y 2015 se coordinó la salida y la llegada de estudiantes que se iban de intercambio a la Universidad de Sao Paulo para que unos recibieran a otros y así facilitar la búsqueda de vivienda y adaptación a la ciudad; este enroque hizo que este intercambio tuviera una continuidad por esos años.

15. Integrar al cuerpo estudiantil en los ejercicios de toma de decisiones del Departamento de Arte con reuniones periódicas colectivas y en la oficina de la Dirección, y alentarles a participar en los procesos de representación de estudiantes por vía del Concejo Estudiantil.

16. Ajustar nuestro pensum para integrar más a los estudiantes de doble programa, y atraer a otras personas para propiciar más cruces de ese tipo. Las cifras de estudiantes que hacen doble programa con Arte son una contingencia promisoria: 16 estudiantes hacen doble con Narrativas Digitales, 31 con diseño, 13 con Historia del Arte. Los estudiantes de licenciatura con énfasis en Arte han pasado de 8 a 18 en estos años. Los intereses de una gran parte del cuerpo estudiantil son interdisciplinarios por defecto; la malla curricular de los pregrados, en muchos casos, resulta contraria a esa naturaleza: el cuerpo estudiantil trabaja para una clase, pero la clase no le sirve al trabajo a largo plazo del cuerpo estudiantil. Ver formas de que el trabajo que se hace en un pregrado pueda tener continuidad en el otro, por ejemplo, validar anteproyecto con el trabajo de grado de otro programa.

17. Hablar con la Facultad de Educación para trabajar de forma conjunta en mejorar la oferta de la Licenciatura en Artes, esta es una línea promisoria para la universidad y es importante integrar la formación docente como parte integral del Departamento de Arte. En la actualidad ofrecemos el curso de Arte y primera infancia gracias al contacto que tuve con la Fundación AEIUOTu que ejecuta parte de los programas de responsabilidad social del grupo Éxito. También he traído a la universidad a personas que trabajan con arte y terapia, con maestrías en esa línea, y el desarrollo integrado de estas y otras iniciativas pedagógicas puede llevar a la creación de programas de estudios diferenciados con amplia demanda laboral y necesidad en el campo social. Una línea que exploré paralela a eso fue el curso de Arte y Medicina que hice en asociación con la Fundación Cardio Infantil y que funcionó como piloto para probar las relaciones entre arte y salud.

18. Continuar con el trabajo en cárceles y ampliar el espectro de acción e influencia del arte y de la universidad en el trabajo docente, artístico y cultural con personas en espacios de reclusión. A partir de este semestre comenzaremos con los pilotos de “Aula Universitaria”, un espacio que he gestionado en el Establecimiento Carcelario La Modelo y en la Cárcel Distrital para contar con un salón en ambos espacios donde podamos programar todo tipo de cursos bajo el horizonte de dar una educación certificada que nos permita ofrecer programas de estudio certificados a estas poblaciones. Los modelos que inspiran esta iniciativa son el de Bard College en Estados Unidos y el CUSAM en Argentina y con ambos ya tenemos contacto y hemos participado de eventos donde hemos afirmado el contacto directo.

19. Interactuar con otras facultades y aprender de ellas. La tasa de ingreso de estudiantes a la Facultad de Arquitectura y Diseño es muy superior y más estable al del resto de pregrados en esta y otras universidades. Este semestre, como una forma de aproximación con una facultad con la que en el pasado fuimos más cercanos, estoy haciendo el curso Taller de Arte y Arquitectura con un profesor de planta de esa facultad y el cruce de estudiantes de ambos pregrados.

20. Implementar una política de acceso abierto a nuestros contenidos educativos, culturales y artísticos. Todos sabemos que en Colombia las universidades privadas deben reinvertir todos sus recursos en el proyecto universitario; esta dinámica las diferencia de una visión empresarial o de beneficio directo o indirecto para el lucro de terceros y empresas asociadas a sus comités directivos. Es claro que, por su origen, habrá instituciones de educación superior públicas y privadas, pero si entendemos la educación como un derecho público, todas las universidades, por su razón de ser, son instituciones públicas que trabajan en lo público, pues obedecen al mismo mandato educativo que aboga por lo público. Esto es visible, por ejemplo, en algunos de los enlaces que pongo en este documento sobre los cursos e iniciativas que tengo y que son páginas públicas de internet que he diseñado y diagramado por mi cuenta para ejecutar una política de acceso abierto a nuestros contenidos educativos, culturales y artísticos.

21. Buscar opciones de desarrollo para que las iniciativas de estudios en curaduría que ha liderado la profesora Carolina Cerón lleguen a un nivel de Maestría, ya sea integrándola como línea en uno de los programas de posgrado existentes o sumando una línea de Proyectos Culturales que haga más explícito el enfoque amplio de lo curatorial que se quiere ejecutar y la haga más llamativa para la oferta laboral. Este posgrado podría funcionar en varias modalidades, una de ellas virtual con un componente de encuentros en algunas semanas del semestre y el campus, en el periodo intersemestral, con un encuentro de mayor dedicación, intensidad y presencialidad. Un modelo así podría darle más viabilidad al programa y tener gran acogida entre personas de fuera de Bogotá y del país.

23. Entre 2011 y 2015 pusimos en marcha desde la Dirección y la Coordinación Académica una iniciativa a la que llamamos Escuela Experimental de Arte y que fue descrita así en el informe de acreditación que nos correspondió ejecutar: “Esta es una escuela donde se practican ejercicios de imaginación con el fin de alcanzar un estado físico y mental que permita crear imágenes extrañas; extrañas porque son capaces de extrañar al que las hace y de extender ese extrañamiento a creaciones ajenas, y así generar una suerte de complicidad artística capaz de mandar al olvido la frase trágica que muchas personas repiten sin saber muy bien por qué: ‘yo no sé de arte’. Entre el año 2011 y el año 2013 se hicieron de forma coordinada 32 cursos (faltarían los que se hicieron entre 2014 y 2015). De esta iniciativa, la Facultad de Artes y Humanidades tomó el nombre, pero el liderazgo del programa de arte y la programación de cursos a muchos niveles, incluida una oferta para personas menores de edad y en el periodo intersemestral, disminuyó notablemente. Es importante darle de nuevo impulso a esta iniciativa.

24. Cuidar las relaciones con las personas que trabajan en la cátedra, en lo administrativo, en los talleres técnicos, propiciar dinámicas de trabajo horizontal, ser claro que, como empleados de la universidad, todas las personas estamos en lo mismo y que las mejoras que vamos a hacer permitirán que podamos mantener la oferta de trabajo para todas las contrataciones de esta comunidad.

Memoria y oportunidad

La semana pasada, mientras continuaba la escritura de este ensayo y seguía sumando ideas, me reuní con el nuevo editor de 070, el medio periodístico del Centro de Periodismo de la Facultad de Artes y Humanidades. Le quería proponer un podcast de La 40, el proyecto de Arte y justicia que lidero, con el que trabajamos en cárceles desde 2015 con el Taller de Arte y Cárceles, una clase con estudiantes que va del periodo académico a las prisiones para apoyar proyectos de arte y cultura de personas privadas de la libertad. Estamos trabajando con dos personas que tienen relatos autobiográficos de audio en la Cárcel Distrital y una colega profesora de allá también tiene grabadas unas crónicas producto de un curso de literatura.

Al final, el editor de 070 me comentó si tenía más iniciativas sobre arte y cultura, pues la periodista que cubrió esa área durante mucho tiempo ya no está en el equipo. Nosotros podríamos plantearle a la Escuela de Posgrados de la facultad una clase transversal y común a estudiantes de las maestrías de Periodismo, Humanidades Digitales, Arte y de Historia del Arte para crear, semestre a semestre, un grupo editorial dedicado a hacer crítica, ensayos breves y entrevistas a hechos del arte y la cultura en Bogotá, en Colombia, y así alimentar de forma regular esa sección de 070.

Eso me pasa en la universidad: hablo con las personas, veo un campo de acción y se me ocurren ideas y conexiones en torno a algo en común con impacto en lo público. De conversaciones así surgieron los proyectos con que tres veces participé en la bolsa para proyectos interfacultades y pude liderar junto a colegas de distintos ámbitos: con la Escuela de Gobierno nació un proyecto expositivo sobre la pobreza (Pobre Pobreza); con colegas de Derecho, un proyecto sobre arte y derecho (La 40) y con colegas de Periodismo y Antropología, uno sobre la revolución estética que trajo el narcotráfico (Narcolombia).

Estos y otros proyectos son prueba de trabajo colectivo, de capacidad de liderazgo y gestión eficaz. Tengo los contactos y el conocimiento del medio artístico, tengo colegas en otras universidades e instituciones culturales, y sé cómo llevar a cabo procesos de diálogo y articulación para ejecutar recursos y hacer lo mejor posible con lo que hay disponible.

Podría seguir escribiendo, pero mi propuesta en este punto es hacerlo desde la acción, desde la ejecución, no desde un espacio marginal. Tengo la memoria de lo que se ha hecho en estos 20 años en exposiciones y textos sobre la historia del arte en la universidad. Creo que puedo dejar un buen legado institucional para las generaciones del cuerpo estudiantil, la planta docente de contratación más reciente y el personal administrativo que viene, y puedo, como persona que estudió acá por seis años en su pregrado y ha sido profesor de planta por más de 20 años, ser una especie de puente que conecta el pasado y la memoria con el futuro y la oportunidad.

Mi primer gesto desde la Dirección en 2011 fue subir las cortinas de la oficina de la Dirección del Departamento que permanecían abajo y cerradas. Ahora siguen arriba, pero en las ventanas de la parte baja se ha puesto un vidrio velado que no permite ver al interior. Esta memoria me trae un buen recuerdo, es hora de abrir la vista de nuevo, toda crisis trae una oportunidad.

Lucas Ospina

Profesor, Universidad de los Andes

Bogotá, 5 de febrero, 2024


Posdata:

En estos días, mientras esperaba la posible selección para una reunión con el Comité, escribí una adición a las 24 propuestas de acciones que se pueden ejecutar para mejorar la vida universitaria en el Departamento de Arte. Surgió a partir de una conversación. Le mostré este ensayo a alguien externo a la universidad y, durante nuestra conversación, me di cuenta de algo importante. De ahí surgió un último punto que concluye este extenso ensayo y, con él, esta larga novela del género institucional que juega a la ilusión de llegar a un poder directivo.

25. Un aspecto fundamental que merece ser destacado en este recuento de acciones y que puede pasar desapercibido al enfocarse demasiado en el árbol, es decir, el Departamento de Arte, y no en el bosque, es decir, la universidad, es la importancia de resaltar cómo el arte puede contribuir al proceso de transformación educativa que toda institución educativa necesita.

Juan Antonio Roda, quien dirigió la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de los Andes por más de 10 años entre 1962 y 1973, mencionó en un informe inicial la importancia de agregar una línea de Artes Editoriales y otra de Artesanías al programa. Sin embargo, nada de esto fue posible; el arte en la universidad estuvo contenido dentro de los límites de una unidad menor, más direccionada por las directivas a una escuela de Bellas Artes que a un programa universitario integrado a la universidad. Cuando un grupo amplio de estudiantes y docentes comenzó a participar en movimientos de protesta a finales de los años sesenta, utilizando el arte en sus acciones, haciendo obras de teatro, «happenings», publicaciones, pancartas, consignas y uniéndose a movimientos comunitarios y obreros, las directivas de la universidad optaron por cerrar esta apertura cancelando el programa de arte como ejemplo de que ese tipo de uso del arte y de la crítica no eran tolerados dentro de la institución educativa.

Casi treinta años después, en 2006, la UNESCO publicó un informe que puede ser relevante para cualquier persona interesada en la educación y su cruce con el arte. En su Hoja de Ruta para la Educación Artística, la UNESCO planteó las siguientes preguntas: «¿La educación artística sirve solo para apreciar el arte o se debe considerar como un medio para potenciar el aprendizaje de otras materias?», «¿El arte debe enseñarse como disciplina por su valor intrínseco, por el conjunto de conocimientos, habilidades y valores que transmite o por ambas razones?», o «¿La educación artística debe dirigirse solo a unos pocos alumnos especialmente talentosos en disciplinas muy específicas o a todos los alumnos en general?».

Da la impresión de que la comodidad y la amplia dotación de recursos que ha disfrutado el arte en la universidad en los últimos 20 años poco ha hecho para el arte vaya más allá de su cómodo espacio departamental y donde su filosofía, tanto a nivel interno como externo, sigue siendo la producción de «obras de arte» y la producción de diplomas para «maestros en arte» que certifiquen a sus graduandos ante el mundo del «arte contemporáneo».

Como complemento a esa dirección, y bajo un horizonte amplio como el que planteó Roda o la UNESCO, he creado cursos como Arte y Medicina, Arte y Cárceles, o Arte y Arquitectura. Estos ejemplos se pueden sumar a otros de muchos colegas bajo esa misma filosofía pero, para avanzar desde ejemplos aislados hacia una política educativa integral, es crucial adoptar enfoques más audaces, arriesgados y rápidos y multiplicar este tipo de iniciativas. El Departamento de Arte y su programa educativo podrían ejemplificar este cambio para el resto de la universidad y contribuir a mejorar la educación y la vida universitaria.

Mis propuestas y acciones en la universidad están enmarcadas en un horizonte amplio, no me considero profesor de un «área», un énfasis, un departamento o una Facultad, soy alguien que habita el espacio universitario buscando un juego para el arte ahí. Responder de forma proactiva a las preguntas de esa hoja de ruta para la educación artística dentro y fuera de una universidad es el camino a seguir: la educación artística es un medio para potenciar el aprendizaje de otras materias; el arte debe enseñarse como disciplina por su valor intrínseco y por el conjunto de conocimientos, habilidades y valores que transmite; la educación artística debe dirigirse a todos los alumnos en general y ser una de las partes fundamentales del relato institucional con el que la Universidad de los Andes pretende diferenciarse de otras forma de educación.


4 citas de cierre

«La universidad es una institución cruel. Coge a los mejores y más brillantes, les promete el mundo y luego echa a la mayoría de ellos a los perros. La inmensa mayoría de los académicos comienzan como profesores auxiliares recién acuñados, de ojos frescos y cola tupida; su carrera llega a su punto álgido cuando se convierten en profesores asociados titulares; y a partir de ahí su capital humano disminuye constantemente por razones que en su mayoría no están bajo su control. Como resultado, hay mucha amargura y resentimiento flotando en las cabezas de los profesores titulares [o más próximos a su jubilación]. Si el problema moral resultante no se aborda adecuadamente, se interpondrá en el camino de la renovación intelectual porque el profesorado frustrado obstruirá los procesos de toma de decisiones colectivas de la universidad. Una universidad bien diseñada recoge a su profesorado quemado y lo traslada a otras actividades de las que pueda sentirse orgulloso, como la enseñanza o la administración.»

Medicina Darwiniana para la Universidad, Susanne Lohmann ver el texto completo en inglés en > https://bit.ly/3pEbQl4

«Esta “capacidad instalada” de lo académico permitirá que la persona que ocupe la próxima decanatura se pueda dedicar más a la universidad y a los estudiantes (de pregrado y de posgrado), a convencernos de que son el centro de nuestra actividad, a acompañarlos no solo en su vida académica sino en su vida universitaria: en su vida económica buscándoles becas y apoyos, en su vida administrativa cuando hacen pedidos de “ajustes razonables”, en su vida política cuando marchan y paran. / La labor de la decanatura es darles confianza para que puedan arriesgarse a “desarrollar una filosofía significativa de la vida” sin que les gane el temor a ser unos“pauperes scolares”. Este acompañamiento se extiende a los equipos de trabajo administrativo, a un trabajo de colegas en lo laboral y horizontalidad bajo la comprensión de su vulnerabilidad económica y las dificultades propias de una ciudad adversa. / Nuevas ideas y tonos narrativos pueden alimentar la práctica de la comunicación de lo que pensamos y hacemos, de todo eso que nos hace academia, pero, sobre todo, y ante todo, comunicar que somos una universidad abierta al juego y al riesgo de lo público. Programas como Narrativas Digitales nacen de esa apuesta, maestrías como las de Patrimonio y la de Humanidades Digitales tienen un emplazamiento sólido en lo público, y unidades como el Laboratorio de Estudios en Artes y Patrimonio y el portal Cerosetenta han mostrado que el “campus de acción” no se limita al territorio físico y mental que nos marcan los torniquetes de las porterías».

—¡Ay, si yo fuera decano! > https://cerosetenta.uniandes.edu.co/ay-si-yo-fuera-decano/

“Pues bien: una de las tesis centrales de este discurso es que a las universidades les hace falta sexo. Pero no es lo que están creyendo. Pensando en los profesores de una universidad como especie, un mecanismo de reproducción intelectual de los maestros serían sus estudiantes. O, más generalmente, la manera en que una disciplina académica logra reproducirse, pensada como ser vivo, es mediante los estudiantes que se gradúan de ella. Pero las disciplinas en las universidades en general se recubren de una camisa de fuerza llamada currículum que prescribe todo lo que el estudiante debe hacer mientras está en la universidad”.

—El discurso sexual del vicerrector académico de la Universidad de los Andes > https://cerosetenta.uniandes.edu.co/el-discurso-%E2%80%9Csexual%E2%80%9D-del-vicerrector-de-la-universidad-de-los-andes/

«Cuidado con los abismos y con las gargantas, pero cuidado con los puentes y con las barreras. Cuidado con aquello que abre a la Universidad al exterior y a lo sin fondo, pero cuidado con aquello que, al cerrarla sobre sí misma, sólo crearía un fantasma de cierre, la pondría a la disposición de cualquier interés o la convertiría en algo totalmente inútil. Cuidado con las finalidades, pero ¿qué sería una Universidad sin finalidad?”

Las pupilas de la universidad: el principio de razón y la idea de universidad, Jacques Derrida

«El Fundador ya lo había predicho: la enseñanza universal no crecerá. Sin embargo, había añadido:
es verdad, pero no morirá.»

El Maestro Ignorante, Jacques Ranciere


FINAL, FINAL, FINAL…

1. «Con menos protagonismos y más proyectos colectivos»

Estimado Lucas, 

Buenos días. Muchas gracias por su voluntad de trabajo y la detallada preparación de su propuesta. El comité la encontró muy completa, una muestra clara de su conocimientos del departamento y de su lugar en la universidad. Hay muchas ideas e iniciativa muy valiosas que esperamos pueda implementar de la mano de la nueva dirección. Su aprecio por el programa y la universidad es central en estos momentos de siembra colectiva. 

Sin embargo en este momento creemos que el departamento necesita un relevo generacional en los puestos directivos y por esa razón su postulación no continua en el proceso. 

Estoy segura de que ese relevo será valioso para todos y que necesitará de su apoyo, su conocimiento y sobre todo de su capacidad de vincular estudiantes y sector externo en nuestra labor. El trabajo del siglo XXI es colaborativo, con menos protagonismos y más proyectos colectivos. Sus habilidades para comunicar y crear lazos son esenciales para el éxito de estos objetivos. 

De nuevo le agradezco mucho este trabajo y espero que podamos incorporar sus ideas y capacidad de trabajo en esta nueva etapa de nuestro departamento de Arte. 

Saludo cordial, 

Andrea Lozano-Vásquez

Decana

Facultad de Artes y Humanidades

2. «Dice Heidegger…»

Estimados colegas,

Lamento la tardanza en esta noticia pero debíamos realizar paso a paso dedicando la atención que este proceso merece. 

Les cuento que el puesto será ocupado por la profesora asociada Carolina Cerón, desde le próximo 1 de marzo. Agradezco mucho a todos los profesores participantes en la selección. La lectura de sus propuestas no solo nos llenó de ideas y de posibilidades para su departamento y nuestra facultad sino que me permitió entender más y mejor sus dinámicas. Estoy segura de que podrán esa capacidad creativa, crítica y toda su fuerza de trabajo al servicio del departamento para, de la mano de Carolina, hacerlo el departamento referente de nuestra región. 

De Carolina, agradezco su consciencia sobre la importancia del colegaje, su deseo de fomentarlo, su entusiasmo y su mirada transversal, tan acorde con lo que nos exigen los nuevos tiempos: colaboración sin fronteras disciplinares. Le deseo todo el éxito posible y sepa que cuenta conmigo para trabajar abrazo partido por su departamento. 

A Mylu, la extrañaré. Su calidez, su ecuanimidad, su profundo conocimiento de su departamento, de la universidad. Estos cuatro tumultuosos años hubieran sido de pesadilla sin esa delicada tranquilidad. Dice Heidegger que solo entendemos el ser de los entes cuando estos se echan a perder; no apreciamos las fuerzas que los sostienen, la naturaleza especial que ellos entrañan. Sé que no apreciamos suficiente su presencia no ostentosa.

Su departamento, nuestra facultad y yo misma cuento con esa permanencia, con su trabajo lleno de mística y dedicación para todo lo que nos falta por recorrer. 

Gracias Mylu. 

Saludos

Andrea Lozano-Vásquez

Decana

Facultad de Artes y Humanidades

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