«Desmembraron y tergiversaron la historia»: Felipe Mercado, autor de ‘Se llamaban Los Billis’

La historia de Los Billis, la pandilla de jóvenes que aterrorizó el norte de Bogotá en los ochenta, está en furor gracias a la serie de Amazon Prime. Hablamos con el autor de la investigación original quien denuncia haber sido borrado de los créditos y haber sufrido afectaciones a su salud física y mental.

por

Eduardo Santos Galeano

@edusantosg


22.11.2023

Arte por Nefazta

Después de hacerle cacería durante un tiempo, hace unos meses llegó a mis manos el libro Se llamaban ‘los Billis’ de Unicentro, del escritor y músico, Felipe Mercado. Editado originalmente en 2020, este trabajo fue una suerte de mito urbano para quienes estábamos interesados en conocer la historia de la pandilla de gomelos del norte de Bogotá que hicieron y deshicieron durante los ochenta. Así conocimos a los personajes que recorrieron nuestras calles en otra era, como El Negro Tadeo, Esteban, Toya o el Negro Javier. Todo esto desde la mirada de Felipe, que en esa época era otro adolescente con ganas de encajar, jugando maquinitas en Uniplay o fumándose un bareto en alguna fiesta. 

Esperaba ver el nombre de Felipe en alguno de los créditos tras el lanzamiento de la serie Los Billis en Amazon Prime, pero no fue así. De hecho, me enteré por un conocido en común que había declinado una oferta para hacer parte del proyecto, que finalmente se hizo sin él. La historia está “inspirada” en los personajes de la vida real cuyas historias Felipe conoció de primera mano, investigó y publicó en su libro

Lo busqué para entender mejor este enredo y preguntarle sobre el impacto que ha tenido la serie tanto en su obra como en su vida personal. 

En el relato de Los Billis está muy presente la violencia y los golpes como manera de escalar socialmente dentro de estas tribus de jóvenes en los ochenta. En su trabajo, ha mencionado que tiene que ver con la influencia del cine y la televisión de la época y sin embargo, también podría ser un síntoma de una sociedad colombiana que estaba sumida en una de las épocas más crudas de violencia. ¿Cómo analiza ese paralelo? 

En nuestros comportamientos de adolescentes estaba la imagen viva del país que estábamos experimentando en aquella década. 

Habían asesinado por lo menos cinco o seis candidatos a la presidencia, entre ellos, Jaime Pardo Leal. Habían asesinado a Carlos Pizarro Leongomez, a Luis Carlos Galán, al señor Rodrigo Lara Bonilla, inclusive, al señor Enrique Low Murtra, que fue embajador. Era un país muy violento. 

Y entonces, esa realidad del narcotráfico enfrentado a la institucionalidad fue el escenario perfecto para que nuestras emociones hubieran sido suficientemente tocadas. Esto sumándole, claro está, a lo que dices: el modelo americano de solución de problemas que en las películas se presentaba a patadas y puñetazos y balazos y, en fin, todo tipo de violencia física. 

El libro de los Billis me llamó mucho la atención porque dentro de la literatura bogotana, no conozco muchos trabajos que hayan ahondado de esa manera en la juventud y en momentos históricos tan específicos. ¿Nos ha faltado narrarnos más como ciudad? ¿Tienen que pasar muchos años para que estos relatos obtengan cierto “valor” histórico?

Estas historias de Los Billis tenían ya unos seguidores. Tenían ya un grupo de gente interesada en saber qué había pasado con esos jóvenes. Aún así, yo me imagino que sí hay escritores que han contemplado la ciudad, por ejemplo, desde la salsa. O la ciudad desde el vallenato. Somos cosmopolitas hablando desde el punto de vista nacional, somos multinacionales y aquí ha faltado un poco la mano del Estado para apoyar a que se cuenten estas historias. La gente quiere saber cómo es la vida de los demás pero como dices, sí creo que hoy nos falta más narrarnos como ciudad y que en esa experiencia de vernos, expandir nuestros horizontes. 

En historias como las de Los Billis, sí tuvieron que pasar tres, cuatro décadas para que adquirieran el valor que hoy tienen. La nostalgia vende, llamémoslo así. Y hoy las personas que tenemos entre 50 y 60 años sentimos cierta melancolía. Nos genera melancolía resucitar nuestras experiencias. Si vivimos en el presente, tal vez descubrimos qué fue lo mejor del pasado o qué no fue tan bueno, pero podríamos explorar en todo lo que sucedió y tratar de no olvidarlo, de no olvidarlo para no repetirlo. 

Nuestro deber es también contar la experiencia para que otros se abstengan de ir por el mismo camino, en caso de que sea un camino equivocado. He ahí el valor de la literatura. 

La era que retrató en su libro muestra a un país completamente entregado hacia los valores y productos comerciales de la cultura norteamericana, donde los jóvenes daban todo por estos objetos de “culto” como tenis y videojuegos. ¿Eso se ha transformado hoy o seguimos igual? 

No creo que se haya transformado de ninguna manera la penetración de la cultura norteamericana en nuestra sociedad, inclusive, creo que se ha intensificado. Por nuestro país pasan miles de personas por el Tapón del Darién buscando el Norte. Y, en todas partes, los miles de personas que sufren en los hemisferios del sur buscan llegar a países del hemisferio norte, y eso se evidencia en nuestro país. 

“El sueño americano” ofrece un mundo sin problemas, donde hay dinero para satisfacer las necesidades principales y no solo mantenerse con vida, sino con el dinero suficiente para hacer más dinero y conseguir todo el dinero posible con el que se pueda ostentar. Si no volvemos a nuestras raíces, estamos condenados a vivir soñando con el paraíso norteamericano. Entonces yo no creo que eso haya cambiado en absoluto, por el contrario, se ha propagado de una manera enfermiza y crucial para la humanidad en estos momentos. 

Justamente la serie de Los Billis que está en Amazon Prime y en la que usted no quiso participar salió de una productora con oficina en Los Ángeles que trabaja desde Colombia debido a los beneficios tributarios que les ofrecen por grabar acá. ¿Ese tema tuvo algo que ver con que no quisiera involucrarse con la serie? ¿Cómo pudo haber afectado la manera en la que contaron la historia de Los Billis? 

Ellos quieren tener el mayor número de billetes en sus bolsillos, entonces proceden de esa manera. Me rehusé a firmar un contrato con los productores de esa serie debido a que pretendían hacer un contrato en el que yo debía sustraerme de la idea de que mis créditos aparecieran en el producto. Y, fuera de eso, querían un contrato a perpetuidad por un dinero irrisorio. Yo les dije que lo que querían era borrarme de la faz de la Tierra, porque ¿a quién le compran los derechos de autor para decirle que no va a aparecer en los créditos y fuera de eso, a perpetuidad?

Yo me sustraje de esa pelea, de esa negociación y no sé si cometí un error en revelar esto, pero fue así como sucedió. Y ellos decidieron seguir adelante, cambiar los nombres, cambiar los episodios, cambiar todo lo que quisieron, pero solo para utilizar el nombre “Los Billis”, que era lo que atraía de la historia, en realidad. 

Todas las demás pandillas que muestran, ninguna existió. Mencionan unas pandillas absurdamente ficticias y sonsas, esto no pareciera que fueran pandillas, sino como unos grupillos allí, unos grupúsculos inofensivos. Y yo creo que  las personas que hicieron esa historia que presentó Amazon están muy desorientados, tienen muchos baches. Se basaron estructuralmente en lo que yo produje, pero para burlar los compromisos legales que tenían por derechos de autor conmigo, hicieron un producto intrascendente, creo yo. 

Por eso es que se vuelve conveniente realizar un documental y estamos en ese proceso. Vamos a realizar un documental que nos muestre claramente que la historia que presentó Amazon no tiene nada que ver con lo que sucedió en los años 80 aquí, en Bogotá.

Justamente porque, como dice usted, se basaron estructuralmente en su investigación, se ven claro paralelos con los personajes de la vida real descritos en el libro. Este es un asunto que no tendría mayor trascendencia si hubieran mencionado en algún momento el libro. ¿Quién es el dueño de las historias? ¿Cualquiera que las escuche o el que las investiga y las narra? 

Los escritores están para detectar dónde están las historias y así se demore cuarenta, cincuenta o cien años en trascender esa historia, tarde o temprano, si el escritor estuvo en la ruta, ese relato se va a conocer. Y eso es lo que ha pasado con esta historia, nadie la había narrado, nadie la quería narrar, nadie se atrevió a narrarla, ni los que estaban por dentro, que fueron los que cometieron las travesuras y luego los delitos, ni los que estaban por fuera, que fueron las víctimas. Los que estuvieron cerca no se atrevieron porque en nuestra cultura no está bien ser sapo, es una cultura de la maldad, del delito, del oportunismo, del serrucho, de la corrupción. 

Creo que en el fondo, mi labor no fue arriesgada, arrojada o pendenciera, sino éticamente leal. Leal con la sociedad. Yo no podía quedarme callado con lo que pasó tan injusto. Porque lo que hicieron ellos rozó a todas nuestras familias, eso nos golpeó de alguna manera. 

Ahí están muchos Billis hoy en día insatisfechos, e inconformes porque los metieron en un mismo costal y hubo gente que era supremamente honrada. O sea, el 98% de los Billis eran personas formadas en una casa, en un hogar, donde valores como la honradez eran fundamentales. Entonces yo creo que lo que hizo Amazon ha sido un poco desobligante e injusto. Cada día veo que la historia le llega a más gente, pero más desmembrada, más tergiversada. La historia se deshizo, se desconfiguró, se desvaneció en estos días gracias a esa serie.

¿Cómo le ha impactado este intento de eliminarlo como creador de la historia por parte de los productores de la serie? ¿Legalmente hay alguna salida para lograr un trato justo con estas personas? ¿Le interesaría?

Yo estoy viviendo una especie de western, en el que te despojan de tu sombrero, de tu caballo y te mandan a pie bajo el sol, delante de todos. Es como si te robaran el celular en Transmilenio y tú, pues, qué puedes hacer. No se puede hacer nada. Un mundo de gente que no tiene los estudios y, así tenga estudios, no tiene la creatividad y tienen que ir a robarla como si fueran fleteros, fleteros de la cultura. Son hampones, digo yo. Sería ideal que reconocieran públicamente el daño que le han hecho, no solo a Felipe Mercado, sino a toda una generación de personas que se sienten supremamente ofendidas. Supremamente ultrajadas, desde el punto de vista moral, ético, social.

Yo no creo que esa gente esté dispuesta a reconocer nada, pero ellos probablemente van al litigio [si es que ocurre], porque saben que como son unos monstruos gigantes y tienen los abogados que quieran, se consideran inmunes. Están blindados y creen que que somos unos mosquitos que pueden estallar contra la pared y eso es lo que somos, hermano, pero eso no nos impide luchar por nuestros derechos. Yo, por mi parte, estoy en una clínica de reposo [sentido figurado]. Esta gente no sabe que nos atropelló muy feo. Y el daño ya está hecho, pero vamos a ver qué piensan los jueces y qué piensa la sociedad. 

¿El dinero sería suficiente para reparar el daño que siente que le han hecho?

El dinero nos daría la sensación de que ganamos algo, pero el daño que nos hicieron física, mental y emocionalmente ya está hecho. Toda una generación está metida en un video, todas las redes sociales estallan por todo lado. Todo el mundo comenta y todo el mundo se queja. Igual yo sé que esto acabará pronto, no tengas duda que ya mañana se acabó la serie y todo el mundo se olvida de los Billis hasta que pasen la serie por Caracol o algo así. Uno nunca sabe. El dinero es el dinero, hermano, toda esta sociedad funciona es por el dinero. 

En un mundo ideal, ¿cómo habría sido la serie de Los Billis trabajada en conjunto con Felipe Mercado? 

El escenario perfecto para realizar un audiovisual éticamente responsable era ceñirnos al bendito libro. Contar la historia que se contó haciendo de Unicentro el palacio, la catedral que era, que representaba. Mostrar lo que un niño vio pasando de un estrato a otro y la impresión que le causó un mundo lleno de lujos. Ese mundo que no conocía, lleno de cosas majestuosas, hermosas, finas, importadas, ese mundo mágico del narcotráfico también, que estuvo muy asociado a esa sociedad de consumo. Lo que yo buscaba era hacer una radiografía de nuestra sociedad y de nuestra generación, no tanto enumerar una serie de peleas y de puñetazos y de trompadas, eso era lo secundario.

Todavía guardamos la esperanza de hacer ese trabajo, aunque no hay expectativas. No tenemos expectativas de nada para no defraudarnos, pero sí guardamos la esperanza de que alguien idóneo y éticamente responsable venga y haga un largometraje de una historia que lo merece, de una historia fantástica bien contada en un libro que quisieron borrar de la faz de la tierra. 

Finalmente he visto que la serie ha encendido la “Billismanía” y varias personas que vivieron esa era han recordado a Esteban o al Negro Tadeo, mientras que muchos jóvenes se han interesado por primera vez en el tema. ¿Cómo ha vivido usted el impacto de la serie? Me imagino que han llegado más personas a pedir el libro y a las páginas de Facebook donde inició todo. 

Nunca ha pasado el interés por esa pandilla, por ese grupo de gente que en un principio fue tan sana y después un pequeño grupúsculo se volvió tan malo que terminó muerto, en la cárcel o en la calle. Aunque la verdad es que ahora que se despertó tanto interés por este tema, a mí me abruma. Nunca me preparé para entrevistas, por ejemplo, como esta que me está pasando. Todos los días llegan docenas, centenares de personas que quieren ser amigas mías o seguidores de la página y cosas así, pero yo trato de desentenderme. Hay gente realmente impresentable en las redes sociales que te insultan, te agreden, te amenazan. Y eso menoscaba tu salud mental, emocional, por eso yo huyo de esa vaina.

Hoy todo el mundo quiere ser famoso, todos creen que tienen el Factor X. Ya el ánimo no es ganar ni tener una meta. Lo que nos motiva es ser famosos y por ahí derechito, millonarios, influencers. Yo voy en contra de eso, hermano, yo no quiero influir en nadie y no quiero que nadie influya en mí.   

N. de la E. Algunas fotos que fueron usadas para ilustrar esta entrevista tuvieron que ser eliminadas por motivos de seguridad. Le extendemos una disculpa a nuestros lectores.

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Eduardo Santos Galeano

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