“La Revolución Cubana venía con fecha de caducidad”: Carlos Manuel Álvarez

Mucha gente se siente incapaz de alejarse del relato afectivo y geopolítico de la Revolución, pero sus habitantes se sienten secuestrados por una ideología que no garantiza lo mínimo y muestra lo peor de su decadencia: hambre y muerte. Entrevista con el periodista cubano.


Foto: Marcos Evora, fotógrafo y colaborador del diario El Toque de Cuba.

La gente está masivamente en las calles de Cuba. El régimen político, independiente de lo que promulga ideológicamente, está asfixiado.

Para entender lo que está pasando hablamos con el periodista cubano Carlos Manuel Álvarez, fundador del diario El Estornudo que, desde una perspectiva que rechaza la izquierda ortodoxa, habla del agotamiento al que han llegado a causa de un modelo que resultó ser neoliberal y que muestra ahora lo peor de su decadencia. La gente grita libertad, padece hambre y no se entregará fácilmente al esquema de gobierno que busca perpetuarse amparado en la Revolución y la Guerra Fría, pero apoyado en el establecimiento corporativista occidental. 

La Revolución y el embargo estadounidense son excusas usadas frecuentemente para justificar la pertinencia del modelo económico, político y social de la Isla, ¿es el mismo que hoy rechazan?

Sí. Hay penurias económicas, un hartazgo político y una demagogia galopante del aparato de propaganda: un cóctel muy nocivo que finalmente ha estallado. Y la razón principal de ese agotamiento viene, precisamente, de la deficiencia del espacio donde se dirimen las garantías de derechos y deberes ciudadanos para con el resto. 

Hay una larga acumulación de causas muy profundas y algunos catalizadores que provocaron estas manifestaciones masivas: por un lado, la crisis sanitaria de la pandemia, por otro, la escasez material sistémica que ya no hay modo de justificar.

Foto: Marcos Evora, fotógrafo y colaborador del diario El Toque de Cuba.

¿Hubo algún gesto o hecho específico que hizo que la gente saliera a las calles?

El hambre y las muertes por Covid. Pero no hay un solo catalizador, sino un collage compuesto por un sistema de salud que no funciona, una crisis económica aguda y la ausencia absoluta de liderazgo político en un país que está completamente descabezado.

Todo tiene fecha de vencimiento. En un país con 60 años de Castrismo, ¿podría decirse que el pueblo se siente secuestrado en esa ideología? ¿Caducó? ¿La asfixiaron?

Absolutamente, primero porque se sigue leyendo a Cuba dentro de un esquema de la Guerra Fría y al régimen le conviene que sea así. Ese es un modelo que pertenece a un escenario geopolítico completamente extinto, pero con el que todavía insisten. Y hay una incapacidad enorme de actualizar nuestra relación desde otro lugar distinto al de los afectos con la Revolución, por lo que también mucha gente se siente incapaz de ver la deriva autoritaria operante que nos dejó ese capítulo en Cuba. 

Hay que reconocer, además, que ese no es un modelo que se pueda importar ni exportar. Cada vez que ha intentado copiar el Castrismo a pie juntillas en el país, ha terminado siendo un desastre, sobre todo para la izquierda que es la que ha pagado el precio más alto ya que sigue prestando su nombre a un movimiento político reaccionario y conservador. 

La pandemia provocó una tendencia al autoritarismo tanto en gobiernos de izquierda como de derecha con la imposición de un orden restrictivo mediante el monopolio de las armas. En Cuba, la policía está reprimiendo civiles, lo mismo que pasó en Colombia. En últimas, ¿están demostrando la flaqueza o ausencia de sus ideologías liberales y garantistas?

Sí, pero habría que hacer una salvedad: Cuba ya no tiene un gobierno de izquierda. Y eso no quiere decir que cuando lo tuvo, su modelo no era represor, también lo era. 

Lo que pasa hoy es que, detrás de toda esa carcasa o fachada retórica convencional de un sistema estanilista como el cubano, se filtran cada vez más estructuras económicas lógicas dentro del capitalismo de Estado, que es lo que hay en Cuba: unas diferencias de clase cada vez más pronunciadas, los derechos y servicios públicos restringidos y el acceso a víveres cada vez más cifrado por la adquisición del dólar, y eso no tiene ninguna relación directa con el trabajo o con la producción del país, sino con el envío de remesas desde el extranjero y cosas de ese tipo. 

Entonces, se crea una economía paralela y subterránea, que es la que define al final la vida social, absolutamente todo se gestiona por fuera de los márgenes del Estado. En ese sentido, no estamos hablando de un Estado fuerte sino completamente ausente y que funciona a mi juicio como funciona una corporación. Tenemos un Estado extractivista.

Foto: Marcos Evora, fotógrafo y colaborador del diario El Toque de Cuba.

El sistema político cubano está en deuda también con sus minorías, ¿reconoce en su país una marginalidad profundizada? ¿No es esto un antónimo a su sistema que se proclama social y que hoy está en decadencia?

Justamente lo curioso de todo esto es que toda la resistencia poética en Cuba se estaba llenando de un lugar que es mucho más cercano a otros contextos de la región, a otros países, se puede leer desde una órbita que se escapa, que saca a Cuba de toda la excepcionalidad en la que se ha leído el diferendo cubano en los últimos 60 años, que es básicamente la relación bilateral entre Washington y La Habana. 

Son peleas que se están librando en el resto de Latinoamérica que ahora tienen una respuesta social de una magnitud inédita, pero esto se viene incubando de muchas maneras. Una de ellas es que a la policía política se ha enfrentado más, en los últimos años, personas de barrios pobres, afrodescendientes, negros; personas que pertenecen a comunidades LGBTIQ+; mujeres y todas las fuerzas políticas y sociales que se mueven por fuera de un estado patriarcal blanco, básicamente. Que sigue siendo igual esa forma de poder que parece típica de la naturaleza oligarca y que es exactamente la misma del socialismo real o del comunismo. 

Todas estas resistencias en Cuba están llevando a cabo personas que se mueven en una zona periférica dentro de ese sistema de relaciones.

Estados Unidos es un país que actúa de una manera bipolar: como defensor de DDHH o como extractivista y agresor militar, por decir lo menos. En esta coyuntura, ¿cómo juzga su papel cuando el presidente Biden anunció que intervendría en caso de ser necesario?

Yo nunca he esperado nada de los gringos, pero inevitablemente, hay que contar con ellos. La historia de Cuba está muy atada a la relación con esa fuerza gravitacional. Esa bipolaridad, como dices, se trata de una coherencia con los intereses económicos. Hay una condena de la ausencia de derechos humanos en países donde no tienen negocios fuertes, y el caso de Arabia Saudita es evidente, aún así no podemos desconocer que Estados Unidos es principal en el escenario geopolítico y va a incidir sobre el destino de Cuba. 

Hay algo que fragua alrededor del convencimiento de que lo que no podemos hacer, en ningún caso, es entregarnos pasivamente a la decisión de Washington, sino que tenemos que hacernos cargo nosotros mismos con esa fuerza con que venimos. Lo que nos corresponda, lo que tengamos que hacer, de ahí que tenga una relación vigilante y tensa con lo que venga de Washington. 

Por otra parte es curioso que ese régimen cubano es sumamente neocolonial y le hace mucho más caso a lo que puedan estar diciendo potencias primermundistas como Estados Unidos que a lo que pida o exija la gente, entonces en ese sentido, hay que atender a lo que dice porque logran presionar de muchas maneras el poder político en Cuba, algo que los ciudadanos no podemos, lo cual habla de la naturaleza colonizada de ese proyecto supuestamente emancipatorio. 

Foto: Marcos Evora, fotógrafo y colaborador del diario El Toque de Cuba.

Cuba es el ejemplo recurrente para hablar de censura, opresión a la libertad de opinión y expresión y de falta de garantías para ejercer la prensa. ¿Ya estuvo bueno?

Sin duda. Los gritos de la gente son libertad en muchas vías: la abducción del internet y otros medios han permitido contrarrestar en un ejercicio crítico a la prensa tradicional del Estado. El engaño es manifiesto y la gente se cansa de no ser escuchada. 

Un medio tradicional colombiano tituló las protestas en nuestro país como “vandalismo contra la policía” y las de Cuba como “denuncian violencia policial”, haciendo caso omiso a la represión nuestra con un saldo de muertes que es devastador. ¿Cree que la prensa internacional parece apoyar mediáticamente la ruina del sistema político cubano y se apoyan en el agotamiento social?

El modelo de prensa occidental es un modelo liberal, por una parte y, por otra, es un modelo donde los grandes medios están secuestrados por las corporaciones. En ese sentido, es mucho más fácil que dentro del mismo esquema de pensamiento que ellos producen puedan emitir juicios de valor sobre Cuba, porque se supone que Cuba está afuera de ese modelo de prensa. Están configurados esos medios, justamente, para hacer una propaganda. Y estoy de acuerdo con que hay un agotamiento social total de un modelo político neoliberal que trae consigo la fecha de caducidad de las otras propuestas que se inscriben dentro de ese mismo marco histórico: la supuesta alternativa que hay en Cuba. 

Es decir, no solo el modelo predominante está en crisis sino también los modelos de resistencia que ese modelo creó. Todo se va por el mismo caño. Y la diferencia de la prensa es básicamente esa: desconocerla. Está muy claro que está configurada para ejercer la complicidad con lo que puede pasar en Colombia y con otros países y hasta sacar los dientes con lo que sucede en Cuba, pero esas falsas estructuras se pueden descontar de otros canales de comunicación: medios alternativos, redes sociales, como en Colombia cuando la prensa tradicional le dio la espalda. Esto se encuentra por fuera de los conglomerados de información y eso es un punto en común del carácter subversivo de todo este movimiento.

Foto: Marcos Evora, fotógrafo y colaborador del diario El Toque de Cuba.

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