Espacio Odeón: una década de arte experimental e independiente

Hace diez años se inauguró este escenario de pensamiento con menos del 30 % de aforo. Hoy tienen consolidado un discurso transgresor respaldado por un público amplio y diverso que, junto al arte, ha sido tratado con generosidad por esta arquitectura.

En los años cuarenta, sobre la esquina de la carrera 5 con calle 12 en el centro de Bogotá, se levantó la sinuosa construcción de Cinema Odeón, una de las primeras salas de cine de Colombia clausurada después de los disturbios provocados el 9 de abril de 1948 con El Bogotazo.

Esta construcción insigne pasó a albergar a jóvenes del Teatro el Búho, del Grupo de Teatro de la Universidad de Las Américas, entre otros, y en 1963 llegó a manos de Jorge Alí Triana, quien lideró allí durante treinta años el Teatro Popular de Bogotá TPB y abrió el telón de par en par a una generación promisoria para las tablas, para la televisión y el cine nacional. Bajo su liderazgo, el edificio tuvo una ampliación arquitectónica, se construyeron las escaleras helicoidales, camerinos y hasta un espacio de grabación. Fue cuando estiraron su fachada hasta la Avenida Jiménez pero el TPB quebró, en 1997, y el edificio quedó bajo custodia del periódico El Tiempo, que ubicó en él las oficinas de Citytv antes de llevarlas hasta la carrera séptima. En su posterior abandono, Odeón se volvió refugio de habitantes de calle y de la vegetación que insiste en embellecerlo al crecer entre sus grietas de barro y cemento.

Archivo TPB – Diners

Hubo intereses de convertir esos cerca de 2,000 metros cuadrados en un centro comercial, intereses que no fueron satisfechos gracias al Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.  En 2010, cuando El Tiempo decide vender el edificio emblemático porque por temas financieros no encontraron una relevancia con su objetivo editorial, aparece un grupo privado de inversionistas que lo adquiere y que solía invertir en arte y en cine, mismo grupo que comisionó su dirección independiente a Tatiana Rais, tras graduarse de la Universidad de Tufts con una licenciatura en Historia del Arte.

En 2011 se fundó Espacio Odeón en ese magnífico ambiente, ahora un centro de arte contemporáneo que llega a sus diez años. Entrevistamos a Rais, quien identificó entonces un vacío en la escena artística local y se puso sobre hombros consolidar un escenario para la experimentación en la creación artística y la convergencia de muchas disciplinas. Cuando lo adquirieron y consolidaron como fundación sin ánimo de lucro, entre varias mujeres se dieron cuenta de que el reto más grande sería el sostenimiento. Aunque no pagan un arriendo exorbitante, toda la gestión de los recursos para hacer el programa, mantener un equipo, dejar para costos administrativos, no es nada sencillo. 

Desde que empezaron a tocar las puertas de los patrocinadores notaron la dificultad de acceder a recursos públicos porque para ganar ciertas becas se requiere experiencia de mínimo tres años. ¿De dónde sacarían el resto? Esa ha sido y seguirá siendo una pregunta ineludible para sostener este proyecto en el tiempo y ahora, como dice su directora, el discurso de la economía naranja no la deja más fácil. Pero abrieron hace diez años con menos del 30 % de aforo, que se triplicó, y hoy tienen consolidado un discurso transgresor que lo respalda un público amplio y diverso que, junto al arte, ha sido tratado con generosidad por este espacio.

1. ¿Cuál fue el mito fundacional de Espacio Odeón? ¿Qué concretaron, hace diez años, que debía ofrecer este espacio que ningún otro ofreciera en la ciudad?

Nuestra idea, desde un comienzo, y creo que de alguna manera se ha mantenido, fue inculcarle al espacio desde un comienzo un carácter inédito. Que en Odeón se desarrollarán proyectos que, por diferentes razones o motivos, no se hayan desarrollado en otros proyectos dispositivos. Esto aplicaría tanto para trabajo con artistas pero también cuando tuvimos programación de teatro. Pensamos en que Odeón, más allá de un lugar de exhibición, fuera un productor de proyectos. Eso se ha mantenido en el tiempo y de hecho se ha consolidado mucho más. En un comienzo todavía no estábamos muy seguras de qué significaba eso, pero creo que desde la primera exposición que tuvimos en el espacio estaba esa idea: permitir que en el espacio se mostraran proyectos que por el contenido, por la escala, no se habrían podido desarrollar en otros lugares. 

2. ¿Cuál, además de su posición en la ciudad y la consecución de recursos, sigue siendo el desafío más grande para ustedes?

Es un desafío más en términos curatoriales o de producción: el espacio mismo. Odeón es un edificio de 2000 metros cuadrados, es enorme, y está dividido en siete pisos. Nuestra pregunta fue cómo poner en escena, cómo habitar este espacio, cómo hacemos que dialogue con las obras y los proyectos que se exhiban. La gente llegaba y le prestaba más atención al edificio y a su arquitectura que a la exposición. 

Ese también ha sido un reto que a lo largo de los años hemos ido superando y encontrando beneficios, poder destinar ciertos espacios y darles otros usos. Al principio fue muy difícil incluso para los artistas, porque realmente es un espacio que no es solamente grande, sino que también tiene una arquitectura muy, muy única. No es un espacio neutro, no es una sala de museo ni una sala de galería donde todo es blanco una bodega enorme que se puede intervenir. El edificio tiene su historia, que está en toda la arquitectura del lugar y eso hace que el proceso de construir y desarrollar el proyecto sea un enorme desafío. 

3. El sector expositivo es muy dinámico, lo digo por la aparición y posterior cierre de galerías, algo que da cuenta de que sostener en el tiempo un proyecto de arte no es sencillo. ¿Pensaron en la inclusión de determinados proyectos y artistas que usualmente no tenían espacio? Porque Odeón ha otorgado visibilidad, por ejemplo, a muchas mujeres y propuestas que no son del interior del país. 

Eso no surgió tanto como una contestación, sino a partir de muchas conversaciones que parten, sin duda, de nuestros intereses (los míos, de las curadoras y de las diferentes personas que han pasado por el equipo). Claramente ha habido un enfoque en poder visibilizar otras narrativas, eso es cierto. 

Teníamos preguntas de cómo salirnos de los artistas que exhiben en toda la ciudad y, de hecho, varias veces tratamos de no repetir, de buscar otras posibilidades. Sobre todo en los últimos años, esa búsqueda ha estado aún más vigente. Siempre que nos sentamos para hablar de una exposición colectiva o una nueva muestra, tratamos de ser muy conscientes en temas de representación. Y para Odeón sí es muy importante que se puedan no incluir, porque no nos parece que es un tema como de cuotas, sino realmente trabajar en proyectos con diferentes personas que tengan unos discursos que no necesariamente están alineados o que no necesariamente tienen vitrinas en otros espacios más oficiales. Ahorita acabamos de hacer el intensivo “Cuerpos en emergencia” con la artista María Buenaventura, de Medellín, y otros agentes, específicamente sobre el estallido social.

Hay que decir que el equipo de Odeón ha estado conformado por mujeres, en su mayoría, y sin duda eso se nota: nosotras nos reímos porque cuando estamos organizando exposiciones colectivas, lo que sea, descubrimos que nos faltan hombres, pero nos parece un buen síntoma. Como decía, somos muy conscientes de que las exposiciones hablan desde la multiplicidad de voces, perspectivas y relatos que usualmente no están en un escenario que ha sido hegemónico.

4. Todas han sido mujeres: las curadoras y el equipo… ¿Esto lo plantearon hace diez años como un propósito? ¿Es su columna vertebral?

La primera curadora o directora de proyectos que tuvo Odeón fue María Fernanda Currea, con quien co-fundamos el espacio junto a Juliana Steiner. Luego llegó Vanessa Adatto, quien estuvo a cargo del programa de teatro y luego trabajamos con Ximena Gama. Actualmente, la curadora es Alejandra Sarria, coordinadora del programa público, que se volvió muy importante en los últimos años. Como coordinadores de ese programa también estuvieron Diana Cuartas, Laura González y Juan Pablo Pachecho, el único hombre que ha trabajado en Odeón. En el área de producción nos han acompañado Marcela Calderón y Mariela Silva. Pero realmente nunca fue como un propósito trabajar entre mujeres, eso se fue dando de manera espontánea u orgánica en la medida en que organizamos nuestros intereses.

5. ¿Cuándo y por qué Odeón se propone ampliar su alcance de exhibición artística y empieza a promover procesos pedagógicos?

Hemos tenido un interés constante en hacer un programa paralelo a las exposiciones o a los otros procesos que, de alguna manera, sirva como una plataforma de formación alternativa. Desde que comenzamos, tuvimos esa intención, pero nos demoramos un poco en entender de qué manera podría ser más allá de una charla con un artista o una visita guiada. Es en el 2015 que empezamos a estructurar el programa académico y en ese momento con tres ejes: exposiciones, artes escénicas y el programa público. Este último debía empezar a desarrollar una serie de actividades enfocadas en acercar al público a los diferentes procesos que abordamos en las exposiciones o en las obras de teatro. Entonces, de esa manera, empezamos a hacer también diferentes tipos de talleres y ampliar las conversaciones, y ya no era solo un encuentro con un artista que estaba exhibiendo, sino que buscábamos a un agente de alguna otra disciplina que de pronto estuviera trabajando en temas parecidos y pudieran debatir. Hoy por hoy, el programa público ha ido creciendo con tanto impulso que las exposiciones trabajan en este componente como uno esencial. Es decir, esos diferentes agentes, las diferentes organizaciones comunitarias hacen parte de una construcción compacta con los artistas.

En esa medida empezamos a trabajar con antropólogos, sociólogos, etc., que en sus propias investigaciones tocaban temas afines a los de nuestras exposiciones y grandes proyectos. Ahora es nuevamente un solo un eje, el público, que se concentra en pensar el arte y no solo en hacer que circule.

6. ¿Podría enumerar unos tres hitos de estos diez años en Odeón? 

Hay muchos, pero creo que uno muy grande fue la producción de “13 sueños (o solo uno atravesado por un pájaro)”, una obra de teatro que se produjo en el espacio y en la que el público lo atravesaba encontrándose con un montaje distinto, una historia distinta, una escenografía distinta. Con esa exposición inauguramos formalmente Odeón, en el sentido en que lo que habíamos hecho antes era específicamente sobre arte y, con esta obra, Odeón se volvió más masivo. 

En 2018 hicimos un evento en colaboración con la librería NADA llamado “Quiero un presidente”, un evento que hicimos en el espacio público e invitamos a diferentes agentes culturales a escribir un poema basado en el homónimo de la artista, feminista y activista queer estadounidense Zoe Leonard, quien concluye que su presidente será una mujer negra. La idea era leer y reinterpretar ese poema y se hizo en vísperas de las elecciones del 2018 en Colombia. Fue un evento muy importante porque nos permitió empezar a tener injerencia fuera de Odeón. Fue también una de las primeras veces que empezamos a trabajar de manera más evidente con procesos políticos, a tener un discurso. 

Destacaría también “Espacio Odeón Intensivo”, un evento de manifestaciones experimentales, críticas, inmateriales y no-comerciales, que se hizo por primera vez en el 2018, y es un hito porque fue un año de transición en Odeón, porque decidimos dejar de hacer una feria de arte contemporáneo (que la llevábamos haciendo casi siete años y que de alguna manera era como el eje central de Odeón pues era lo que nos ayudaba a sostener el espacio) y, en el momento de cerrar la feria, nos empezamos a definir sobre cuál era nuestro rol dentro del circuito de arte. 

Y me gustaría mencionar otro hito, el proyecto multimedial “Cuatro actos” de Tania Candiani y lo destaco porque fue una exposición que se fue construyendo en el tiempo desde su apertura. Estuvo atravesada por una serie de performances en colaboración con otros agentes, como músicos e investigadores, que hicieron de esa exposición una mezcla de disciplinas muy interesante.

7. En 2020, cuando todavía permanecía cerrada la oferta cultural en la ciudad, Odeón vistió su fachada con un letrero gigante que decía: OTRA VICTORIA ASÍ Y ESTAMOS PERDIDOS, una provocación de la artista Ana María Montenegro. ¿Se referían a lo que vivimos? 

El 2020, obviamente, fue un año muy difícil para todas las instituciones. Personalmente, además de la pandemia, atravesé un proceso de salud muy complicado. Por todo esto, el proyecto se frenó. Y la exposición de Ana María Montenegro, “Otra victoria así y estamos perdidos” estaba prevista para inaugurar el programa Odeón en abril de 2020. Por todo lo que pasó, sin embargo, nos tocó ir aplazando, aplazando y aplazando… pero era importante. El pendón se colgó en la fachada en agosto de 2020 y seguían los cierres por localidades en la ciudad, pero con alguna movilidad. Poner este pendón en la fachada era entonces una manera de decir: aquí seguimos. La exposición, además, parte de un dicho después de una guerra en la que unos soldados ganan la batalla, pero lo que dice quien los comanda es que se pierden tantos soldados al ganar una batalla, que de tener otra victoria semejante, no existiría ninguno… Nos vamos a acabar. Eso era un poco como haciendo referencia al proceso de paz, una victoria del sí, pero que ha sido completamente atropellada, con obstáculos y la pregunta que nos deja es: ¿De qué victoria hablamos? ¿Cuál fue esa victoria? 

La exposición parte del asesinato de Rafael Uribe Uribe en 1915, pensando en este como uno de los primeros magnicidios en Colombia, en donde surgía toda esta duda de quién es el actor intelectual versus quién es el actor material, porque las personas que metieron a la cárcel eran los actores materiales, pero hay una investigación que hace Marco Tulio Anzola Samper mostrando que efectivamente había muchas fuerzas interesadas en el asesinato de Uribe Uribe. La exposición, entonces, parte de una de las primeras películas de cine colombiano hecha por los hermanos di Doménico, al año del asesinato de Uribe Uribe, en donde lo recrean. Esa película ya no existe, se mandó a destruir, pero Ana María Montenegro hizo una investigación muy detallada de artículos de prensa y clips que sobrevivieron, y recrea la película y deja la pregunta de: ¿Quiénes fueron? ¿Quiénes son? Y nos pareció muy relevante por nuestro contexto: la cantidad de líderes sociales asesinados, de ex combatientes asesinados, estudiantes, etc. y nunca se sabe quiénes son o fueron las personas detrás de esto. Y aunque sepamos los actores materiales, seguiremos buscando a los actores intelectuales. 

Ana incorporó un componente digital que fue la plataforma Quiénes son, en donde se desarrolló un dispositivo que enviaba derechos de petición a la Unidad de Investigación de la Fiscalía preguntado por cuáles eran los procesos avanzados para determinar quiénes habían sido los autores intelectuales de los asesinatos de los excombatientes y de los líderes. En total, se mandaron 1600 derechos de petición y eso hizo parte de la exposición. Al final se imprimieron los derechos de petición y se ubicaron en una de las partes del espacio. En ese sentido, destacaría que esta exposición reivindicó una voz y una posición que Odeón ha buscado tener durante todos estos años y ese hacerse preguntas difíciles así como otras que iluminen temas en los que diferentes instituciones artísticas tan solo prefieren guardar silencio.

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8. Odeón, recién inaugurado, no tenía un discurso público y político como el que sí ha buscado posicionar en los últimos años. ¿Por qué decidieron asumir una postura?

Es imposible no sentar una posición con lo que estaba ocurriendo en el país. Sin embargo, en diferentes exposiciones que tuvimos desde el comienzo abordamos temas relacionados al territorio, a la identidad, a los derechos humanos. Con la llegada de Alejandra Sarria como curadora en el 2016, las exposiciones empezaron a tener aún más estos intereses y preguntas que no necesariamente eran políticas y se podían manejar como lo hacen todas las instituciones artísticas. Pero luego, sobre todo en el 2018 con las elecciones presidenciales, y en el 2019 con el paro nacional, sentimos que si Odeón estaba generando estas discusiones, no podíamos nosotros mantenernos callados o en la neutralidad del arte, que no existe, porque también puede ser complicidad. 

9. Odeón le otorgó un espacio importante al performance, a la presencia escénica y, sin duda, con esto convocó a las disidencias sexuales. El cuerpo reemplaza el objeto de arte. Y sentaron posición sobre la inclusión social. ¿Fue previsto? 

Me gustaría pensar que sí, aunque reconozco otros antecedentes en Bogotá, como Mapa Teatro, que le otorgó un espacio importante a las artes vivas y ha estado haciendo este tipo de procesos desde hace muchísimos años. En NS Arte, también, en 2017 hicieron una exposición en donde era solo el cuerpo y no había nada exhibido. Lo que hace Odeón único es que le ha dado ese énfasis y sobre todo ahí es donde entra como el tamaño y el tipo de espacio en el que estamos. Permite jugar con el cuerpo desde otros alcances pero sin olvidar el proyecto de investigación que Odeón propone. Eso hace que el discurso sea más potente, porque no es como que de la nada hay un taller de voguing en un museo, sino que detrás está la construcción de un programa en donde realmente este tipo de acciones hacen parte de la estructura hasta del espacio. Y donde reflexionamos cómo podemos permitir que esos cuerpos y esas voces, que han sido silenciadas o que han sido oprimidas, puedan encontrar un lugar para darse a conocer, expresarse y no sentirse instrumentalizadas. 

10. ¿Cuál es el mayor aprendizaje de esta década y cuáles creen que sean los principales desafíos en perspectiva de futuro?

El mayor aprendizaje ha sido la paciencia y el relacionamiento afectivo. Y al espacio agradecerle su generosidad. Siento que, en la medida en que he ido entendiendo Odeón no solo como una institución de arte que invita, sino que busca ese otro perfil en donde uno puede dialogar con el público, dialogar también con los artistas que están exhibiendo, ser un espacio que realmente cuida, es un aprendizaje muy importante hacia el futuro. 

El principal desafío de cara al futuro es el mismo con el que empezamos hace diez años: cómo seguimos manteniéndonos, cómo seguimos sacando el dinero… Siento que esas preguntas no solo no se han resuelto, sino que se han vuelto aún más complejas. Este discurso de economía naranja es problemático para espacios como Odeón, que son sin ánimo de lucro, que no tenemos ningún producto y que además tenemos como un discurso, digamos, un poco transgresor, y es muy difícil entender cómo entra Odeón dentro de esa bandera de gobierno. Cuando uno ve hacia dónde empiezan a estar dirigidas las becas y hacia qué tipo de proyectos, entonces están interesados en apoyar es a las empresas, al sector privado y demás, y da un poco de miedo porque uno no sabe cómo seguir existiendo en el tiempo y resistiendo a esa lógica de mercado. 

Lo segundo es que queremos que Odeón siga siendo vigente y la escena artística ha cambiado durante diez años, ahora con la pandemia más, entonces de qué manera seguiremos actualizados es una duda constante. Y tenemos también que responder, en esa medida, a la pregunta por la intersección entre el activismo político y la práctica artística. 

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