Doris Sommer: la estética en el post-plebiscito

¿Qué papel puede tener el arte y las humanidades después del voto de Colombia por el NO? La literata y profesora de Harvard, Doris Sommer, reflexionó sobre este tema en su visita a la Facultad de Artes y Humanidades.

por

Ana Cristina Ayala


09.11.2016

Foto: Ana Cristina Ayala

La visita de Doris Sommer a la Universidad de los Andes coincidía con el día después del plebiscito en Colombia. Patricia Zalamea, Decana de la Facultad de Artes y Humanidades, creía que era una feliz coincidencia: “Una ocasión para celebrar el fin de la guerra y una oportunidad para hablar de las artes y las humanidades bajo ese contexto”. Pero ganó el NO.

Sommer, catedrática de literatura latinoamericana en la Universidad de Harvard, es autora de Foundation of fictions (1984) y The work of art in the world: Civic Agency and Public Humanities (2013). Ha participado en metodologías de líderes políticos «de-arriba-hacia-abajo», enfatiza Sommer, como aquella propuesta por Antanas Mokus durante su periodo como Alcalde de Bogotá. Y en metodologías de-abajo-hacia-arriba como la liderada por el educador brasilero Augusto Boal en su teatro pedagógico y de transformación social: el Teatro de los Oprimidos.

También es directora de Agentes Culturales, una propuesta que pretende reconectar la misión cívica de las Artes y las Humanidades con el mundo. Pre-textos es el nombre del taller que desarrolló bajo esta iniciativa y que vino a dictar a los Andes. Con este taller ha viajado por America del norte, central y sur, llevando el estandarte de la estética como agente de cambio social.

Pre-textos es un taller de lectoescritura e interpretación creativa. En primera instancia, es una forma de acceder a la literatura y a los textos de alta complejidad intelectual desde la sensibilidad, la emocionalidad y la creatividad. Pese a ser el día después del NO, la visita de Sommer seguía siendo muy pertinente.

Cartón, papel, lápices, marcadores, colbón, pegastick, escarcha, revistas, fueron los materiales con los que comenzó el taller de Pre-textos en Los Andes. Esta vez, Doris Sommer propuso interpretar la segunda de las cartas de Las cartas para la educación estética (1794) de Friedrich Schiller, discípulo de Kant.

«En 1794, en pleno terror de la revolución francesa, vino un mensajero y le dijo a Schelling —le acabaron de cortar la cabeza al rey— Schelling sintió que su corazón se deshacía. No porque el rey fuera su amigo. Sino porque hay muchas maneras de deshacerse de un tirano y cortarle la cabeza a un rey ya le anunciaba que muchas otras cabezas se iban a rodar. Con el corazón partido empieza e escribir: —Lo único que podemos hacer es eliminar a los opositores, pero después no tenemos programa. La única manera de llegar a la libertad política, sin sacrificar el objetivo (que es el hombre) es indiscutiblemente a través del arte». 

“Bajo esa urgencia escribe Schiller sus cartas para la educación estética”, dice Sommer.

Pre-textos

¿Qué es Pre-textos?

Pre-textos es usar cualquier texto como materia prima para hacer arte. Yo aprendí a hacer eso con una cartonera en Lima. Los limeños leen. Leen periódicos y anuncios. Pero no un poemario. Y mi labor es crear lectores. Un día una cartonera me dijo: «Señora, ¡hacer que lean no es tan difícil!». Uno usa un libro como materia prima y no como finalidad.

Un libro no-es-un-objeto-sagrado.

Uno usa un libro para minar palabras, expresiones, referencias, gramática y para que los niños hagan lo suyo con el material. Esa lección en crítica literaria ¡me cambió la vida! Por primera vez entendí que la buena literatura era material reciclado.

Uno no puede escribir sin palabras que no se hayan usado muchas veces. Esa es una lección de “Lingüística uno”. Las palabras tienen sentido porque se han usado muchas veces. En la crítica literaria aprendemos que un buen escritor toma prestada las palabras. Un excelente escritor ¡roba a mano libre!

¿Por qué dice que con pretextos el bullying desaparece?

En el bullying siempre hay jerarquías. Siempre existe el más fuerte, el más interesante el más inteligente. Se crean tensiones. Pero cuando todos somos artistas y no sabemos qué va a salir de alguien, todos se hacen interesantes e impredecibles. ¿Cómo vamos a querer eliminarlos? Sé que como promesa parece ser exagerado pero en la práctica lo he visto. En Pre-textos, después de una actividad, hacemos un círculo y decimos qué fue lo que hicimos. El más tímido suele hablar de último y termina por decir algo más interesante. Entonces, todas las jerarquías desaparecen.

¿Cómo aparece lo público y lo político en Pre-textos?

Creamos ciudadanos de base. En Pre-textos somos discípulos de Friegel. Él trabajaba con las comunidades de base en la teoría de la iluminación. Primero creamos interlocutores de base, con kinder, con escuelas, con colegios. Cuando nos sentamos todos y tenemos que mirarnos y ser vulnerables estamos creando una cultura de ciudadanía. Una de mis ambiciones es hacer un taller de Pre-textos con tomadores de decisiones. Para trabajar desde-arriba-y-desde-abajo.

Pero todos somos maestros y aprendices, todos podemos capacitar a los estudiantes a salir a los barrios más pobres y saber alegrar a los niños porque de repente saben leer a Shakespeare.

Tenemos una escena de Hamlet hecha por pandilleros en una escuela de El Salvador. Hicieron la escena de Shakespeare en donde ven al espectro del padre. ¿Cómo representan ahí el miedo? Ellos entienden mejor esa escena que muchos de nosotros. Se sienten inteligentes. Se sienten dueños de un capital cultural y empiezan a hablar con sus padres de otras posibilidades.

Así es que empezamos a crear las bases de los ciudadanos. Es como el trabajo de las hormigas, mínimo y frágil. Pero el trabajo de las hormigas es el que luego cambia a las águilas.

¿Cómo influye la belleza en la educación, en la política, en la sociedad?

La educación cívica es necesariamente estética.

Siento ser tan académica, pero la campaña que nos atañe tiene un abolengo en Kant. Kant hablaba simplemente de apreciar la belleza para alcanzar la libertad. Como él no era gran conocedor del arte, hablaba de la belleza natural. Si vemos una puesta del sol y nos detiene -como a veces nos detiene- uno tiene la oportunidad de juzgar si esta cosa es bella o no. Pero sólo luego del primer impacto. ¿Y qué tengo que hacer para “juzgar”?: tengo que auto-chequearme.

En la estética no hay deber. El deber siempre es condicional. En todas las demás filosofías hay deberes. Hay reglas sentadas. Pero en la estética no y si estamos en desacuerdo, eso no sólo es una oportunidad para persuadir o dejarse persuadir, también es una obligación.

Entonces, como no ganamos ni perdemos nada juzgando la belleza, lo único que importa es el cara a cara que tenemos con los demás. Es decir, el hablar es mucho más importante que lo dicho.

Si ustedes hablan con alguien y les pregunta que para qué sirve el arte, ustedes pueden decir sin pena y sin ruborizarse, que el arte sirve para realizar el proyecto de la ilustración. Sin belleza, sin arte, sin debates en torno a lo que no importa, estamos atrapados en la jaula de hierro de la razón y en la razón podemos morir como mártires:

A-m-p-u-t-a-d-o-s.

¿Cómo entiende usted la cultura?

Para alguien como Max Weber, sociólogo, la cultura era como una jaula que no lo dejaba respirar. Para un humanista Antonio Gramsci la cultura era su campo de batalla.

Yo cito la doble idea de cultura de Reymond Henry Williams. Para las ciencias sociales la cultura es un paquete. Una herencia. Es un mundo de creencias, prácticas e ideas compartidas. “Tal persona hizo lo que hizo por su cultura” diría un antropólogo. Porque es un sistema predecible y con cierta (poca) flexibilidad. Bajo esta definición nos soltamos de vez en cuando pero básicamente nos volvemos a amarrar a un paquete con todo su nihilismo.

Pero para el humanista y el artista la cultura es el campo de innovación, de riesgo, de cambios, de preguntas, de exploraciones. Es el arte y la interpretación.

Antonio Gramsci hizo una revolución cambiando la cultura pasito a pasito. Pidiéndole a los periodistas que escriban de otra manera, a los maestros que enseñen de otra manera, a los curas que moderen de otra manera. Cambiando la ‘ideología popular’ era posible enfrentarse a ideologías más represoras. Y es que cuando las reglas están establecidas no hay mucha libertad.

¿Puede uno pensar libremente en asuntos cognitivos o intelectuales? No: dos-más-dos-son-cuatro, no hay otra opción.

¿Tiene uno mucha libertad en asuntos sentimentales? ¡Tampoco!, lastimosamente.

¿Siente uno libertad con una iglesia que tiene todas las respuestas? […]

Entonces, la belleza es ese ramo de nuestras vidas en donde nos entusiasmamos lo suficiente como para ejercer la libertad de emitir un juicio sin estar atados.

¿Cómo se logra conciliar entre Gramsci y Weber, entre el creativo y el serio, entre la razón y la sensibilidad?

Para modernizarse hay que amputarse sentimientos, emociones, creatividad y hasta el amor por la familia. Como diría Weber, hay que entregar alma y cuerpo a multiplicar las riquezas de dios. Pero frente a ese pesimismo de la razón diría Gramsci, siempre va a aparecer el optimismo de la voluntad.

El ser humano es en sí una guerra civil ambulante: razón-pasión-razón-pasión-razón-pasión-razón-pasión.

¿Y por qué no nos aniquilamos? Porque tenemos una tercera pulsión. Nadie la menciona pero es la pulsión de jugar y crear. En alemán la llaman el Spieltrieb. En ingles, el play drive. Tengo un capítulo en mi último libro (The work of art in the world: Civic Agency and Public Humanities) que se llama: “Play drive in the hard drive” (impulso de juego en el disco duro). Digo en el disco duro porque es interno. Uno no se lo puede sacar. Uno no se puede sacar ni la razón ni la pasión ni el playdrive.

¿Qué pueden hacer los artistas en Colombia después del Plebiscito fallido?

El SÍ y el NO hablan de asuntos importantes que enfrentamos entre sociólogos y politólogos y economistas y todos. Cuando eso no funciona, lo único que tenemos —y lo tenemos en grande— es la vía cultural artística.

Debemos entrar lateralmente, amablemente. ¡Por sorpresa!.

Cuando alguien me pregunta ¿qué es el arte? Yo lo resumo todo a lo que he leído de los formalistas rusos. Digo: “es una sorpresa que se hace a propósito”. Cuando uno sorprende, uno está invitando a la conversación sin posiciones.

En cambio, si uno quiere agarrar la libertad política de manera frontal, va a terminar siendo un tirano. Mucha violencia.

Y además ni siquiera sabemos lo que quiere decir la libertad política porque no sabemos cómo se siente. Nunca lo hemos logrado.

Quiero invitarlos a ser los mejores portavoces, embajadores, forjadores de una paz duradera y como artistas, ustedes son la esperanza de un país. Lo digo de todo corazón.

 

Pero, ¿acaso no debería aprovechar mejor la libertad que me concedéis y ocupar vuestra atención con otro tema distinto al de las bellas artes? ¿No es cuando menos extemporáneo preocuparse ahora por elaborar un código para el mundo estético, cuando los acontecimientos del mundo moral atraen mucho más nuestro interés, y cuando el espíritu de investigación filosófica se ve impelido de modo tan insistente por las actuales circunstancias a ocuparse de la más perfecta de las obras de arte, la construcción de una verdadera libertad política? […]

[…] Espero convenceros de que esta materia es mucho más ajena al gusto de la época que a sus necesidades, convenceros de que para resolver en la experiencia este problema político hay que tomar por la vía estética, porque es a través de la belleza como se llega a la libertad. Pero no puedo daros prueba de ello sin haberos recordado antes los principios generales por los que se guía la razón para llevar a cabo una legislación política.

Fragmentos de la segunda de “Las cartas para la educación estética” de Friedrich Schiller.

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