Animalistas: una lucha diaria

Con el regreso de las corridas de toros a La Santamaría regresaron también las voces de sus opositores. Piden la abolición total de la esclavitud y el maltrato animal. Para los animalistas la lucha es permanente, todos los días, toda la vida.

por

Juan Camilo Vargas


16.02.2017

¡Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, eso no es un gobierno, son los taurinos en el poder! ¡Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, eso no es un gobierno, son los taurinos en el poder! ¡Que lo vengan a ver, qué lo vengan a ver, eso no es un gobierno, son los taurinos en el poder!

 

Desde la reapertura de la plaza de toros La Santamaría, el centro de Bogotá no es el mismo. Los bloqueos entre la avenida Caracas, la carrera décima y la carrera séptima reflejan un operativo policial de choque que, a costa de la movilidad capitalina, le apuestan al regreso de la tauromaquia. Pero la ocupación policial no es la única. Frente a las rejas móviles, en la base del edificio Colpatria, se han venido reuniendo domingo a domingo quienes se oponen al toreo.

El ruido se escucha desde la calle 24 con Séptima. Las arengas antitaurinas agrupan entre 150 y 300 personas cada domingo. No van vestidos con ropa que los pueda identificar como colectividad. No se conocen entre sí. No abundan los carteles antitaurinos. No atacan a quienes salen de la plaza de toros. Lo que los une es una suerte de conciencia grupal en contra del maltrato animal, sus convicciones sobre la vida, sus gritos de inconformismo por el regreso de las corridas de toros.

En primera fila, en constante charla con las autoridades policiales y los veedores de Derechos Humanos, se encuentra Carlos Crespo. Lleva casi treinta años organizando campañas antitaurinas. En 1998 fundó la Organización Resistencia Natural (REN), hace parte de un colectivo de organizaciones que se llama Bogotá por los animales, participa activamente en la Organización Colombia sin toreo y es representante en Colombia de la Red Internacional Anti tauromaquia. Su función, descrita por él mismo, consiste en estar “haciendo lo que toque hacer”.

“La manifestación no es nuestro objetivo primordial; sin embargo, desde hace muchos años hemos estado acá. De hecho, mi organización fue parte de la logística de las manifestaciones por los derechos de los animales por cerca de seis años”.

Más allá de la logística de las marchas, el Colectivo Colombia sin toreo tiene como objetivo presentar un proyecto de ley ante el Congreso de la República cuya premisa es la abolición de la tauromaquia. Para esta iniciativa han contado con la asesoría de funcionarios del Ministerio del Interior, con quienes se han reunido constantemente desde principios de este año para la construcción y argumentación del proyecto. Consideran que este es el momento propicio para llevar a cabo su plan, ya que la Corte Suprema ordenó legislar sobre las excepciones en cuanto a protección animal.

Carlos cuenta orgulloso los logros a favor de los animales y la sociedad: la prohibición del uso de vehículos de tracción animal, la regulación del ingreso de niños menores de siete años a la plaza de toros, la negativa ante el consumo de licor al interior de La Santamaría y la salida de los circos con animales de la capital. Pero  su rostro cambia y ya sin brillo en sus ojos recuerda también los fracasos: “hace año y pico estuvimos a un mes de ejecutar la consulta antitaurina por Bogotá sin toreo. En eso duramos tres años, pero se cayó de la manera más arbitraria y absurda por culpa de los intereses del poder taurino y sus influencias en las altas cortes”, así fue como se instauró una sentencia que devolvía La Santamaría al poder de los taurinos.

“Ellos, los antitaurinos, sabían que iban a perder y movieron todas sus influencias para que no pasara. En este momento no debería existir ningún espectáculo de tortura animal pública porque, bueno, digamos que existe un acuerdo social sobre la abolición de los espectáculos cruentos con animales. Lastimosamente para ellos, no hay un acuerdo social que acabe con su explotación”, dice Carlos, quien rápidamente debe volver a las vallas. Hubo una rechifla para unos taurinos que erraron su camino.

¡Alerta, alerta, alerta que camina: la lucha antitaurina por América Latina! ¡Alerta, alerta, alerta que camina: la lucha antitaurina por América Latina! ¡Alerta, alerta, alerta que camina: la lucha antitaurina por América Latina!

 

Existen muchos grupos adscritos a Colombia sin toreo -la Organización nacional más visible-, pero en las barricadas policiales, poniendo la cara y manifestando su descontento, se encuentran en su mayoría personas no alineadas. La coordinación del plantón ha sido planeada en mesas de trabajo conjunto de Colombia sin toreo y la Administración Distrital, pero quienes le dan fuerza a la manifestación son los participantes espontáneos que se identifican con la causa. La idea es prevenir actos de violencia contra o desde los taurinos y la policía.

“En la primera marcha de este año, recién se abrió La Santamaría, se presentaron algunos hechos aislados que, a la larga, le dan mala imagen al movimiento. De alguna forma fueron exagerados por los medios, pero en realidad eran muy pocos quienes estaban recurriendo a actos violentos”, cuenta Laura García, quien desde hace casi veinte años ha hecho parte de colectivos y movimientos a favor de los animales.

“Para mí, el que respete a los animales es animalista. Yo soy un poco más radical porque soy vegetariana y no utilizo ningún artículo de origen animal. De todas formas, despertar conciencia es lo importante”, asegura Laura. Sin embargo, es sabido que los animalistas tienen algunas clasificaciones.

Carlos me explica que aquellos partidarios de los derechos de los animales pueden dividirse en dos grandes grupos: los bienestaristas, que buscan reducir el maltrato sin cuestionar la esclavitud animal y sin promover la abolición de su explotación; y los abolicionistas-antiespecistas, que no buscan regulaciones hacia el maltrato animal, sino que pretenden abolir la esclavitud animal por completo.

En su caso, Carlos no empezó siendo animalista, para él un animalista real es abolicionista-antiespecista, como él en este momento. “Tuve un tránsito en que me interesaban las cuestiones animales, pero no tenía que ver con ser animalista. Empecé como antitaurino solamente, haciendo campañas en mi universidad. Luego la cosa fue evolucionando”.

Tanto evolucionó el asunto que ahora Carlos —además de luchar por los derechos de los animales— es quien vela por los derechos de los manifestantes para que no se cometan irregularidades. Él sabe muy bien que a las manifestaciones públicas asiste todo tipo de público, por lo que muchas veces el carácter de la protesta puede verse alterado. “Eso no quiere decir que en la sociedad existan personas que no puedan hacer manifestaciones tranquilas, quiere decir que siempre hay algunos agitadores. El asunto es que en las manifestaciones y marchas no está el animalismo como tal, el animalismo se ejerce por vías pacíficas, hay un acuerdo en eso. Pero aquí normalmente se manifiesta la ciudadanía y en la ciudadanía hay toda clase de personas”.

En la primera fecha de la temporada taurina de este año en Bogotá, la ciudadanía salió a las calles, manifestó su ira, descontento e indignación. Según Carlos, la asistencia de ese día fue ejemplar, ya que normalmente a las marchas programadas asisten alrededor de 300 personas. La cifra no es pequeña, más bien nuestra sociedad no está acostumbrada a manifestarse. Como cuenta Carlos, “la gente prefiere estar en sus casas y desde allá repudiar un hecho. Es evidente que las personas están en contra de la tauromaquia y que aquí tenemos un conflicto social tenaz que se ve manifestado en cosas como lo que pasó con la consulta antitaurina: que se cierran las vías legales y ponen a la sociedad contra la pared. Eso termina derivando en actos violentos por parte de algunas personas, cosa que esperamos no pase”.

Se ha avanzado mucho en la preparación para esta clase de eventos. Carlos dice con orgullo que ya lograron que los Escuadrones Móviles Antidisturbios (Esmad) no hagan presencia en las inmediaciones de los bloqueos, pues es consciente de que es un ente provocador y que en muchas ocasiones ha sido el causante de los desenlaces más caóticos en las manifestaciones del país.

 

¡Piden paz y promueven la violencia, no son más que asesinos en potencia! ¡Piden paz y promueven la violencia, no son más que asesinos en potencia! ¡Piden paz y promueven la violencia, no son más que asesinos en potencia!

 

Los políticos del país saben que no es “políticamente correcto”, valga la redundancia, estar a favor de las corridas. Saben que la mayoría no participa de esos espectáculos y saben, también, que en función de sus votos es preferible que se manifiesten en contra de la tauromaquia o guarden silencio.

Hace mucho las plazas de toros dejaron de ser escenario de lobby político. A la fiesta brava ya no asisten reinas, actores ni periodistas porque dejó de ser un evento social. Ahora quienes asisten son señalados por gran parte de la sociedad y no sólo por los animalistas.

Sin embargo, los animalistas consideran que aún falta un largo camino por recorrer. “La meta es llegar al respeto total desde el consumo, el vestir, el pensar, el actuar. Cuanto tú has vivido un proceso de más de una década de lucha contra la sociedad, contra ti mismo, contra un Estado, contra una normatividad, te das cuenta que despertar conciencia es muy difícil, pero las masas se están uniendo y eso genera un cambio”, dice Laura.

Con la finalidad de establecer normativas nacionales de carácter permanente en favor de los animales, durante los últimos años se ha creado una gran cantidad de colectivos animalistas. Estos, además de trabajar desde el ámbito legal, promueven sus principios a través de talleres de música, pintura, teatro, plantones, y, sobre todo, muestras de solidaridad con los animales.

 

¡Mandato, mandato, mandato popular! ¡La Santamaría no es para matar! ¡Mandato, mandato, mandato popular! ¡La Santamaría no es para matar! ¡Mandato, mandato, mandato popular! ¡La Santamaría no es para matar!

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