Anatomía de un poeta: Jaime Jaramillo Escobar X504

Murió uno de los grandes no representantes del Nadaísmo, movimiento literario de vanguardia en Colombia, y un hombre esencial en la poesía Latinoamericana: Jaime Jaramillo Escobar, conocido por su seudónimo X504, quien dejó una obra más grande que su fama.


Ilustradora: Ana López | CABIZBAJA

Jamás huir. ¿Por qué hay que estar siempre huyendo? Si el lobo os alcanza y os devora, saboread al lobo pero no huyáis. Que vuestro placer de ser comidos sea más grande que el del lobo.

Existe esa perversa costumbre de escribir homenajes póstumos repletos de bondades que son atribuídas a quien ni siquiera puede hacer algo con ellas. Un hombre como Alberto Aguirre, cuando uno de sus grandes amigos le preguntó “Si te morís, Aguirre, ¿dónde querés que arrojemos tus cenizas?”, contestó: “’Haceme un favor: tiralas por el sanitario»’. Un deseo campechano que no pierdo nunca de vista porque mi padre lo repite siempre con una coda: “y cuando vacíen, pueden decir: aquí se fue esta mierda”. En un tono desternillante quería hacernos ver la finitud y bagatela que es nuestro paso por este reino. Todos los homenajes, además, son una letanía con un derroche de pasmo por la dificultad de aceptar el ciclo natural de lo que somos. Como escribió Jaime Jaramillo Escobar – X504: Contra la Muerte no cabe nada, ni siquiera disfrazarse. Y hasta sus 89 años la afirmó, como escribió, con sus doce pares de costillas. Aquí presentamos 24 datos, una caja torácica sobre su vida y obra:

1. Hijo de vanguardias

A Jaime Jaramillo Escobar – X504 lo conocí personalmente en mayo de 2014. Estaba por cumplir 23 años y trabajaba como pasante del diario El Tiempo, en Medellín, y él aceptó recibirme en su casa. Raro.
Es en un barrio que antiguamente se llamaba ‘Mierda Caliente’, ya no me dijo al teléfono, y luego se rió.
Sacaba adelante la serie Plumas de Antioquia en la que cada semana sobresalía alguien de las letras de esta región prolífica, y me sorprendió para ese momento su laxitud, pues tenía fama de odiar la prensa.
Esa no fue la primera vez, sin embargo, que me acerqué a su poesía. Eso se lo agradezco a Reinaldo Spitalleta quien nos llevó a leer la Balada trivial de los 13 Panidas, escrita por León de Greiff, que dice:

Músicos, rapsodas, prosistas,
poetas, poetas, poetas,
pintores, caricaturistas,
eruditos, nimios estetas;
románticos o clasicistas,
y decadentes —si os parece—
pero, eso sí, locos y artistas
¡Los Panidas éramos trece!

De esos trece, ninguno fue X, sino hijo de esa generación de la que hizo parte, entre otros, el caricaturista Ricardo Rendón y el maestro y filósofo de Otraparte, Fernando González. Un movimiento de vanguardia en Colombia que abonó el camino para la versión latina del existencialismo: el Nadaísmo, del que X siempre se destacaría como uno de sus grandes exponentes. 

«Podemos hacer siempre el paraíso alrededor nuestro donde quiera que nos encontremos. Para eso solo se requiere estar desnudos», X504. Fotografía de Juan Fernando Ospina para el reportaje El poema llega solo de Fernando Mora Meléndez.

2. De Nadaísta, nada


X504 nació en Pueblorrico (Antioquia) en 1932. Quince años atrás, en 1915, Los Panidas publicaban su gaceta, sólo diez números que circularon durante cinco meses, entre febrero y junio. Y cuando X504 cumplió diez años, se despidió de este plano otro de los grandes nombres de la poesía en la región: Porfirio Barba Jacob, un hombre que escribía sobre tapia con un clavo. X, a su edad, permanecía todas las tardes en la biblioteca municipal en la que aprendió a leer y en donde convirtió el lenguaje en una sana obsesión. Más tarde, cuando entró a bachillerato en Andes, otro pueblo, conoció a Gonzalo Arango, ese sí, máximo representante del Nadaísmo, periodista y responsable de uno de los más bellos manifiestos que se haya escrito:

Prohibido suicidarse

«A pesar de todo, no vamos a matarnos. El Nadaísmo es un vitalismo que limita para este tiempo y para este mundo todas nuestras posibilidades de fijación histórica. Sólo se vive una vez, y sólo una vez se muere. La existencia es un gran acontecimiento. No vamos a negarla. Esta no es una filosofía de la desesperación ni de la muerte, sino una conducta de la vida».

Dos grandes historias alrededor de su amistad tienen que ver, primero, con un día en que Arango llamó desde Bogotá a X y le rogó una entrevista, diciéndole: “Si no me la das, no voy a tener con qué comer este mes”. Y X le contestó: “Entonces sí, pero sólo por eso”. El reportaje empieza: Pago con la cabeza al que le saque un reportaje al poeta nadaísta X-504. Y fue entonces cuando se empezó a construir un misterio legendario alrededor del hombre.

Muchos años más tarde, en una mesa en la que estaban el poeta Darío Jaramillo Agudelo y X504, recuerda el director del Teatro Matacandelas, Cristóbal Peláez, que el cuarto hombre sentado dijo: “Si en este momento cae una bomba, la poesía colombiana se vería en aprietos. Tener aquí al poeta del amor y al gran poeta Nadaísta, es un exceso”. Peláez recuerda que Agudelo se volteó y dijo, de manera muy libre: “ese cuento de que Jaime es Nadaísta es solo eso, un cuento. Nunca lo ha sido, eso era puro amor por Gonzalo”. Y Jaime, con su sonrisa de solapado, en palabras del dramaturgo, no dijo nada. Se quedó en silencio. “Agudelo siguió como si hubiera dicho una gran verdad y al otro día que regresaba con él a Medellín, en la sala de espera, le dije: Jaime, ¿si es cierto esto que de Nadaísta nada y que era solo amor por Gonzalo?, y me respondió medio calladito, agazapado, tres horas después: ‘es que estudiamos el bachillerato juntos’. Y nos reímos”. 

En otra entrevista aclaró: “El Nadaísmo es un caso parecido al de Dios. Todo el mundo habla de Él y después se pregunta si verdaderamente existe”. 

3. A Darío Jaramillo Agudelo


Después de terminar la secundaria, X504 viajó a Medellín, luego estuvo entre Cali, Barranquilla y Bogotá. Pero más tarde, errante y sin un peso, recibió una llamada del poeta Darío Jaramillo Agudelo, en ese momento subdirector cultural del Banco de la República en Bogotá, quien le decía que regresara a Medellín a dictar un taller de poesía en la Biblioteca Pública Piloto. El mismo que dictó con sagrado juicio durante 35 años. 1.500 sesiones. 3.000 horas de poesía.

Solo durante seis meses, en 2013, este taller tuvo una anormalidad: X lo dictó completamente gratis. Pasó que cuando la Contraloría le hizo un exhaustiva revisión a los manejos fiscales del Banco de la República en el período de Juan Manuel Santos, hallaron que durante 25 años esa institución sostuvo un contrato con la misma persona llamada JAIME JARAMILLO ESCOBAR y, al menos Agudelo, se cansó de explicar de quién se trataba. Para entonces debieron cancelar el contrato. Pero un día, cuando el entonces alcalde de Medellín Aníbal Gaviria se sumó a un comentario de Hillary Clinton que para ese momento era Secretaria de Estado de EE.UU., ya que reconoció avances en seguridad en Medellín, Alberto Casas Santamaría, desde la W Radio, entrevistó al Alcalde y le pidió un momento en privado. Casas Santamaría, un lector confeso y manifiesto, le pregunta cómo es posible que no puedan auspiciar un poeta. Ahí es cuando lo nombran Asesor del Sistema de Bibliotecas. A Darío Jaramillo Agudelo, gracias por no haber desperdiciado tiempo en explicar lo que pensaba sobre Jaime Jaramillo, “el hombre que menos materia necesita para existir”. 

4. A Alberto Casas Santamaría


Gracias por eso. Y gracias por haber leído ese poema Los desaparecidos, hasta entonces inédito, que Fernando Araújo y por supuesto X me permitieron publicar en El Espectador bajo el título De la poesía un crimen y del crimen un tentempié y que usted leyó en horario prime, gracias, con la cadencia exacta, como lo hizo el día de su muerte con Alheña y azúmbar, uno de sus grandes poemas de tierra caliente.

5. Despejando la X 

Esa entrevista en el barrio Mierda Caliente fue una de las más difíciles que he tenido. Estaba deslumbrada ante un personaje mítico al que incluso llegaron a juzgar de “misógino” y “cascarrabias”, he dicho, pero él no tenía nada de eso, ni de artificio. Más gentil y dulce no podía ser. Y calmo. Gonzalo Henao, uno de sus grandes amigos, dice que las conversaciones con Jaime exigían aprender del silencio, “porque podía haber espacios de diez o quince minutos o más en que nadie decía nada”. Y ese día, en esa entrevista, lo comprobé. A sus 82 años reía sin parar con cada pregunta que le hacía y yo debía esperar espasmos de mutismo para obtener un poco de respuestas ante mis inocentes dudas. Él tenía una rinitis alérgica que cuando le pregunté a qué, me dijo: debe ser a la poesía. Y rió.
Y ese día, contra todo pronóstico, quise comprobar lo que Gonzalo Arango había escrito: un artista con nombre de placa de carro. Eso es un juego, me dijo. “504 son los primeros tres números de mi cédula, y X es la incógnita permanente, la ecuación, puede ser cualquiera”. Sobre ese seudónimo se construyó una leyenda que a veces superaba al mismo Jaime Jaramillo Escobar. Había personas que se aprovechaban de ese anonimato para enviar poemas con el mismo apelativo y hasta se convirtió en uno de los sellos pintorescos del mismo Nadaísmo. Ante lo mismo, él solo decía: “No tiene ningún misterio”.

¿Qué ha hecho usted por el nadaísmo?
Hice de la poesía un crimen perfecto. ¿Le parece poco?

6. X505

Cristóbal Peláez supo de X504 por el reportaje que escribió Gonzalo Arango. “Pero el temor que tenía de conocerlo, como decía Roland Barthes, es que en la obra literaria el autor es un convidado de piedra”, dice. Era un poeta al que le tenía absoluta admiración, y cuando Gonzalo Henao, amigo suyo, conoció a X, a éste le provocó también. “Solo por lo que había escrito Arango, yo lo veía como un poeta inaccesible, de unas discusiones muy intrincadas y resultó que era un tipo elemental, sencillo, de una simpleza absoluta, era un hombre de pueblo, criado en la naturaleza y a la vez una especie de dandy”.


Entre más lo conocía, más le asombraba no sólo la forma en que este poeta cuidaba su cuerpo, y su vestuario, también porque era un hombre absolutamente cauto en los gestos, en la forma de hablar y en su composición que solo se tambaleaba para la risa. “No era un personaje teatral, sino un hombre muy vívido, de un carácter y una personalidad genuina. A pesar de ser un hombre que daba sus recitales, teatralizar sus comportamientos y el manejo de los objetos era lo suyo”, cuenta Peláez. Su teatro, además, fue un escenario donde Jaime leyó su poesía y al que pidió ser integrante, mas aún cuando el perro schnauzer que recién recibían fue bautizado por idea de los actores Diego Sánchez y Buñuelín como JAIME JARAMILLO ESCOBAR X505.

La primera obra que el poeta vio en el Teatro Matacandelas fue Velada Metafísica sobre Fernando González, pero con esa no lo conquistaron, fue con Pinocho. Jaime adoraba tanto a Pinocho que mandó hacer a un artesano uno del tamaño de la mitad de su cuerpo, que le costó casi 1 millón de pesos, y lo tuvo cinco años en su casa antes de regalarlo al Matacandelas, donde todavía está. “Fuimos estrechando la relación de muchas formas y nosotros demostramos el afecto así: como el perro anterior se llamaba Guillermo Vélez Mejía, en homenaje a Memo Vélez (el pintor con que acompañamos este reportaje en 070 sobre el Pielroja”), entonces decidimos que el nuevo se llamaría igual que Jaime y que en el carnet de vacunación debía firmar el poeta y reconocerlo”.

Peláez recuerda que X504 tenía una relación muy especial con los animales. En las conversaciones nunca hablaba de estos, ni de ecologismo, pero siempre estaba en permanente contacto con la naturaleza, bien dándole maíz a las palomas sobre las mesas o estando quieto y viendo los pájaros posarse en su mano.

7. Sobre Pinocho

Por supuesto que la primera vez que estuve en su casa, cuando el poeta tenía alergia a su oficio, descubrí muchísimos muñecos con nariz alargada además de innumerables libros. Esa era la cuarta biblioteca que X armaba en su vida y tenía fama de ser un catador excepcional de libros, no solo eso, dice Gonzalo Henao, que lo conoció desde los 65 hasta los 89 años en que muere, que él era un excelente lector. “Y nadie tenía en esta ciudad su biblioteca porque a él le gustaba estudiar sobre la belleza del lenguaje y la belleza de lo que fuera y la poesía sobre la belleza”. 

En otra oportunidad en que le visité, encontré pequeños objetos propios de un hombre curioso y cándido. En ellos traslucían sus luces de inocencia. Señaló a un Pinocho y empezó a explicar que la marioneta llegó a ser más universal que el Quijote de la Mancha. “Todo aquel a quien se le pregunte por un padre carpintero, Pepito Grillo y la tendencia de un niño a la falsía, puede dar razón del asunto; si a cualquiera, en cambio, se le mencionan los molinos o la lunática idea sobre una tal Dulcinea, puede no ser tan astuto con el acertijo”. Su belleza era simple. Me hablaba de la locura y la mentira con la suspicacia de un niño. 

Fotografía: Juan Fernando Ospina

8. En honor a la verdad

Jaime Jaramillo Escobar reconoció que él era el hombre detrás de X504 cuando pensó que alguien debía hacerse responsable de lo que decía y también de lo que escribía. En ese tiempo apareció alguien en El Espectador que firmaba como X505 y luego apareció X506, pero al único que le toleró suplantarlo fue al perro del Matacandelas. “Cuando se publicó el primer libro que lo hizo Tercer Mundo, Los poemas de la ofensa (1968), yo ya le quise poner Jaime Jaramillo Escobar y el editor me dijo que no, que debíamos conservar el pseudónimo porque mucha gente sabía quién era X504 y nadie quién era Jaime Jaramillo Escobar”, me contó aquel día para El Tiempo. Este siempre fue un hombre que, pese a todo, le importó más dejar obra que tener fama.

“De vez en cuando, como hoy, resulta el caso de atender a alguien que quiere hablar con uno sobre literatura y uno lo atiende por cortesía y, porque si una persona está interesada por la razón que sea, uno no puede ser tan maleducado de estarse negando para todo», me explicó. «No lo busco ni me interesa y me mantengo muy desprevenido con relación a ese tipo de cosas porque me parece una bobería, pero yo sé que la mayor parte son así, quieren figurar. Muy sinceramente. Estamos en sociedad y si tú me llamas, yo no te puedo desatender porque sería un acto desagradable y una cosa poco cortés. Pero en ningún momento en mi vida me he preocupado lo más mínimo por atraer prensa”. 

9. El falso cascarrabias

A Jaime lo recuerdan sobre todo por una actitud de asceta. Era llamado un monje, impecable y espartano, pero con algo de misántropo. “Esa era su conciencia frente a gran parte de la sociedad, porque a él le gustaba estar solo, en su casa, en silencio, desnudo, en sus asuntos”, dice Henao.

¿Qué importancia tiene en su vida la soledad?
Para mí no hay mejor compañía que la de Jaime Jaramillo Escobar.

Era un hombre que no le sacaba gusto, según su amigo, a las reuniones sociales o a las conversaciones en las que la gente busca destacarse. Dice Henao que no era una persona que tenía mucha intención de estar en las élites intelectuales; era un hombre muy sencillo, básico, aunque no en su poesía, que amaba los temas sobre la simpleza de la cotidianidad: hablar de pájaros, de bicicletas, de la alegría. ”No tenía una afición especial por los vicios ni por el licor ni por la comida, era un hombre que estaba muy tranquilo. No tenía juicios sobre nada y sobre nadie”. 

10. El monje

Sí, Jaime Jaramillo Escobar no comía. O no mucho. Y dormía en el suelo. Y andaba desnudo. Todo esto es cierto. En la práctica de un estilo de vida austero, no vivía en el derroche ni en la abundancia, aunque hay vértebras de su personalidad que lo desmienten. Jaime tenía de todo para ofrecerle a sus amigos, pero él nunca consumía de lo que ofrecía. Cuenta Cristóbal Peláez que una de las cosas que más le impresionó fue un día en que iba a recitar en el teatro y no le metió absolutamente nada al cuerpo: ni comida, ni agua. “Iba a leer sus poemas a las 10 de la noche y el rigor era absoluto. Se compraba hasta un traje que uno le decía: Jaime, te estamos pagando 300 mil por leer poesía, ¿y te comprás un traje de 1 millón de pesos?”, ríe. Un traje blanco con el que parecía humedecido en leche de monte.

Y ese monje tomó una vez un computador por lento y lo arrojó a la basura y dijo que se compraría otro mejor, porque ese ya no le servía, y ese mismo monje se bajaba los pantalones en el callejón Las Ramírez del Teatro Matacandelas, enseñando entre amigos las perforaciones que él mismo se hacía.

11. El traje blanco

Con ese traje blanco, Jaime Jaramillo Escobar lucía como un ser de otro mundo. Y no lo usó solo la noche del 29 de agosto de 2017, cuando publiqué de su recital un poema, sino años de su vida. Con una boina oscura y un buzo cuello alto, inmaculado, con sus zapatos lustrados, de corbata, ojo alicaído y el bigote siempre fileteado, él leía al ritmo de su alma. Pero cuenta la anécdota que su más noble sombra, Verano Brisas, a quien conoció desde la juventud, le dijo una vez: “Llévame esta cartera negra. Me daña la composición del vestuario, quiero estar impecable”.

12. Verano Brisas

Verano Brisas, seis años menor que Jaime, fue nadie más y nadie menos que el primero en inscribirse al Taller de poesía de la Biblioteca Pública Piloto. Se caracterizaba por levantarse las cejas como un bigote de manillar, el famoso moustache. Algo que le daba una cierta expresión de contentura a su mirada. Y fue un marinero, poeta y uno de los hombres más amados por Jaime. “Ambos eran del Suroeste antioqueño, Verano de Salgar. Y era una persona más aventurera que Jaime, más conversador, más intelectual (en el sentido cotidiano). Fue una persona arriesgada, que había viajado mucho y que viajó más con Jaime después, siendo para él una energía muy provocadora”. 

Verano Brisas y Jaime estuvieron en San Andrés con Simón González, hijo del Mago de Otraparte, quien fue intendente de la isla en el gobierno de Betancur (82-86) y, más tarde, por elección popular, fue elegido gobernador. También viajaron al Chocó y hay fotos hermosas, cuenta Gonzalo Henao, “en donde están Jaime y Verano sobre el Río Atrato con pantaloncitos cortos, hermosos. Se querían mucho y Verano fue la persona en que Jaime más confió y a quien más quiso”, dice. 

13. La gran apuesta

“De todas maneras esa era una pareja de amigos conflictiva”, dice Henao. “Verano vivió en Bahía Solano mucho tiempo, aprendió de marinería, hizo un barco. Era un gran poeta y gran lector de poesía y tenía el mismo concepto ampliado de la amistad que tenía Jaime”, explica. A Verano lo desplazaron los paramilitares, le quitaron su predio para siempre y viajó a Bogotá a vivir de la escritura y, como dice su amigo, solo malvive. “Cuando Jaime lo vio tan mal, lo trajo para Medellín y allí logró una mayor estabilidad, pero se quedó cumpliendo un papel de sombra, y lo sabíamos tanto que por eso nosotros mismos decidimos publicar su antología poética como reconocimiento a su obra”.

Murió en 2019, poco después de la publicación. Y perdió una apuesta: Jaime Jaramillo Escobar le había dicho desde hacía mucho tiempo que no sería él mismo quien moriría primero. “Hay una anécdota muy bonita, y es que Verano siempre estaba tratando de proyectar mayor vitalidad que Jaime. Cuando este vivía en un tercer piso, las escalas eran muy empinadas, y Verano subía corriendo mientras que Jaime lo hacía despacio y cuando lo alcanzaba, le decía: ¿usted para qué corre si yo soy el que tengo las llaves?”, cuenta Henao, escena que cree define su relación, como el destino de esa apuesta. “Verano se aventajó, como con la muerte, pero Jaime siempre abría la puerta”. 

14. El lunático

Peláez recuerda una noche en que le escuchó decir a una espectadora antes de una función de O Marinheiro, de Fernando Pessoa, cuando vio a Jaime Jaramillo Escobar recitando sobre el escenario: “Mira, no camina, levita”. Y dice que él lo miró y sí, estaba levitando. “Y me pregunté: ¿cuál es el contacto que este man tiene con la tierra?”. 

Me han dicho —a modo de crítica— que vivo en la luna.
Les he dicho —a modo de crítica— que viven en la Tierra.

Vivía en la luna frente a todo: la forma en que concebía las relaciones, por ejemplo. Peláez lo recuerda con un espíritu infantil que lo llevó a preferir la poesía lúdica, todo lo trascendental, de altos contenidos, de lo inasible. “Vivía en lo elemental: con todo lo que cabe en esa definición de ELEMENTAL. Se instala en la ciudad y nunca se desprende de su espíritu”. 

15. No dar consejos nunca

Si algo caracterizó a X504 fue su enorme sentido hacia el concepto de la amistad. Y es difícil describirlo, como dicen sus amigos, porque todo aquel que gozó de su confianza sentía que hacía parte de una logia. La mayoría hombres, muchos jóvenes y bastante leales. “La amistad para él”, dice Henao, “tenía todo el peso del lenguaje. Sentía que era el primer acto de respeto hacia el otro y a sus pocos amigos siempre les dijo: no doy consejos nunca”. 

16. Su nudismo 

A Jaime le gustaba andar desnudo. Dice alguien que la suya era una desnudez en términos de comodidad, de sentirse en casa, de liberarse. «Un asunto sin pretensión de simbolismos, una actitud corporal muy genuina. Le gustaba, simplemente, estar sin nada, pero en su casa”. Esta persona desde los 16 años comenzó su amistad con el poeta y le era absolutamente indiferente el gesto de quitarse la ropa en su espacio privado. “Nunca tuve ni vi una insinuación de parte suya hacia mí y hacia nadie”. Las preferencias eróticas de Jaime Jaramillo Escobar han sido tan ocultas en su poesía como en la de Borges. Y no debería importarnos, pero su amigo aún insiste en un detalle: “Jaime era un hombre muy viejo, con otra capacidad de observación y de sensibilidad muy superior a las discusiones del prejuicio”.

Dice que para el poeta eso hubiera sido sencillo de manifestarlo, pero le preocupaba que para la gente no era fácil de asimilar. “Jaime no tenía ningún juicio sobre ningún asunto. Siempre opinaba desde una perspectiva lejana, nunca avasallando, nunca estando sofocado por todos esos vicios de juzgar que se te van metiendo en el cuerpo. Era un hombre racional, de ciencia, muy divertido, de humor negro espléndido, que gozaba mucho de su soledad y gozaba mucho del silencio. Y de estar desnudo”. 

Y si Jaime siempre tuvo predilección por los hombres, nunca participó de esa discusión.

17. No existe misoginia 

En algún momento se llegó a decir que al poeta no le gustaban las mujeres. Madame Claire y Gloria Palomino, directora durante muchos años de la Biblioteca Pública Piloto, fueron dos de sus grandes amigas. Lo cierto es que el poeta se sentía menos cómodo con su desnudez frente a las mujeres, un poco le gustaba evitar a toda costa tener la sensación de vulnerar a quien fuera, y por eso pasaba más tiempo con sus amigos. Unos cuantos pocos amigos y Verano Brisas. Gonzalo Henao detalla que es exagerado juzgarlo como misógino, además, porque cree que tuvo que ver más con la timidez su relación con las mujeres y hasta con cosas prácticas, en sus palabras, tal como pasó con su mala relación con la poeta María Mercedes Carranza (por algunos asuntos de clubes de Bogotá) que al final fue deshaciendo. 

“Jaime en uno de sus talleres en la Biblioteca Pública Piloto, porque asistí a la mayoría, hizo una mea culpa de eso: dijo que los problemas personales le impiden a un lector leer la obra de otra persona en sano juicio. Hizo una selección de Carranza y le dedicó dos horas en las que admitió que ella era una gran voz de la poesía colombiana”, cuenta. Sí tenía una cierta repelencia con las mujeres y si los amigos le presentaban a sus parejas, él no estaba del todo cómodo, pero eso fue cambiando. Fue volviéndose más sociable, con el tiempo, aunque sensible siempre y también a lo femenino, porque lo que puede llegar a considerarse como femenino, aunque sea una fábula, en él era abundante por dentro.

18. Cuando muera


Fragmento del poema Cuando muera Jaime Jaramillo Escobar (versión del Cuando muera Nicanor Parra de Víctor Bascur Anselmo) escrito por Santiago Rodas`
[…]
Cuando muera Jaime Jaramillo Escobar váyanse a la mierda todos, guárdense sus lamentos, sus frasecitas metafóricas sobre la triste partida, el sensible fallecimiento y la vida que se marchitó junto a Brisas. Cuando se muera Jaime Jaramillo Escobar seremos todos menos colombianos, seremos todos menos capaces, menos benditos y sobre todo seremos más desdichados. Cuando se muera Jaime Jaramillo Escobar Dios nos libre, Dios nos libere.
[…]
Cuando muera Jaime Jaramillo Escobar morirá dos veces
Cuando muera Jaime Jaramillo Escobar todos los artefactos serán pocos
Cuando muera Jaime Jaramillo Escobar los que no tienen voz la perderán otra vez
Cuando muera Jaime Jaramillo Escobar no resucitará entre los muertos
Cuando muera Jaime Jaramillo Escobar morirá todo excepto Jaime Jaramillo Escobar.

19. El publicista camuflado

Esta historia también la han escrito al revés. Pero aquí quedará tal como lo dijo la fuente: Jaime montó en Bogotá una agencia de publicidad y por una crisis económica muy fuerte, en la que se dio cuenta demasiado temprano que solo las empresas grandes tendrían cómo sobrevivir, vendió la suya y se gastó su dinero en Cali. Allí se dedicó, entre otras, a escribir e ir a las piscinas públicas o clubes, sitios de nudismo masculino con fama en la Sucursal del Cielo. En Barranquilla, más tarde, se conectó con la agencia de publicidad de Plinio Apuleyo Mendoza y muchos de los jingles más famosos en la radio colombiana de Cerveza Águila o de marcas de café de los 70 y 80, son de su ingenio. 

En Cali compartió sobre todo con el poeta Jota Marío Arbeláez, también Nadaísta, con quien fundó un movimiento más asociado a la música que al cine, porque el Nadaísmo era más cercano al Rock & Roll que a la salsa. 

20. Su pasión por el cine 

Jaime tuvo una colección de películas en discos láser, del porte de un LP, pero eran CDs., una tecnología de los 80. En ese formato vio a Fellini por primera vez su amigo Gonzalo Henao. “Tuvimos también un cine club con Pilar Gutiérrez, directora de Tragaluz, que le publicó más de un libro a Jaime, y al que fuimos alrededor de dos años cada semana”, cuenta. Después tuvieron otro cine club con Verano Brisas, los martes, en el que proponían ver películas de grandes obras literarias interpretadas por varios directores de cine. Por ejemplo, cinco versiones de Hamlet de Shakespeare. “En el último momento en que estaba conversando conmigo, un día antes de morir, me dijo: La literatura se acabó, lo que sigue es el cine. Todos esos textos que se escriben son muy precarios con respecto a lo que puede lograr ese otro lenguaje”. 

21. Un cambio de número

Jaime Jaramillo Escobar estuvo llamando desde su teléfono fijo, como siempre lo hacía, la tarde antes de la noche en que murió. Alcanzó a decirle a Gonzalo por teléfono que el cambio de la Comisión de Regulación de Comunicaciones para marcar en Colombia no le dejaba llamar a sus amigos. Los estaba invitando a almorzar al día siguiente. “Ese día preparó el taller de la Biblioteca Pública Piloto para el sábado, completamente lúcido, y dos semanas antes estuvo en el Matacandelas celebrando su cumpleaños 89”.

Recuerda Cristóbal Peláez que esa noche en su teatro le preguntó a Jaime: ¿Vamos para el cumpleaños número 90?, y él dijo: “No. Me estoy preparando ahora mismo para la fiesta de los 100”. Ese día, sentado sobre una banca, una perrita del teatro se le echó al lado. “Nosotros nos quedamos mirando e indudablemente pensamos que hace parte de un magnetismo animal y espiritual telúrico que él siempre supo manejar, antecediendo que nunca hablaba de la importancia de su ser”. 

22. El poeta del punk

Jaime odiaba las discusiones de intelectuales. Odiaba que lo metieran en temas de coyuntura. Nunca se pronunció. No le gustaba ni que hablaran mal de los políticos, porque él consideraba que el problema no era de alguien, sino de la humanidad. No hablaba mal de nadie. Nunca. Le preocupaban otras cosas. A Peláez le dijo desde que lo conoció: “Yo soñé toda mi vida con ser parte de un teatro. Un teatro es un lugar donde hay mucho juego, conversación y comida”, y oficialmente pidió ser integrante del Matacandelas. 

Peláez recuerda que cuando inauguraron El Cantadero, el teatro auxiliar dentro del gran salón, invitaron a un grupo de punk. Jaime Jaramillo abrió los telones recitando poesía y el público lo sacó al final casi que en hombros. Los enloqueció. “Y un punketo me dijo: ese man es mas punketo que todos nosotros”. Cuando se hizo ese concierto de Sodom en 2012, Peláez le dijo a Jaime que había llamado el Secretario de Gobierno a decirle que el ESMAD iba camino al Matacandelas por el desmadre de los metaleros. “Y Jaime se quedó mirándolos a todos, y me dijo: ¿por qué le tienen tanto miedo a la juventud?”.

 23. Una obra con vida propia


Ese día en que lo entrevisté por primera vez para el diario El Tiempo le dije que iba a su taller de poesía. Y que me había encantado su recomendación de Una defensa del anonimato, la carta que el escritor George B. Moore recibió de José Emilio Pacheco para negarle una entrevista, y que él leyó con éxtasis después de que Verano Brisas repartió copias y copias entre los asistentes a la Biblioteca. No sé por qué razón antialérgica me preocupaba que él supiera que mi presencia en ese espacio era recóndita. El mismo Peláez me lo dijo: eso solo lo logra Gonzalo Arango o alguien que ame profundamente la poesía. 

[…]
No tengo nada que añadir a lo que está en mis poemas,
no me interesa comentarlos, no me preocupa
(si tengo alguno) mi lugar en la “historia”.
Escribo y eso es todo. Escribo: doy la mitad del poema.
Poesía no es signos negros en la página blanca.
Llamo poesía a ese lugar del encuentro
con la experiencia ajena. El lector, la lectora,
harán (o no) el poema que tan sólo he esbozado.
[…]

Ese día me lo repitió hasta el cansancio: “No soy yo quien importa”.

24.  Viniste del futuro 

A Jaime lo encontró en su casa un alma celestina, el taxista que se encargó de sus asuntos cotidianos durante los últimos cinco años de su vida. Gonzalo Henao y Ronal Castañeda, dos de sus grandes jóvenes amigos, se ocuparon de arreglarlo para llevarlo a la Biblioteca en que pasó su sepelio. Peláez dijo que fue un espectro del futuro que vino por algo. Pero X no tenía sentido de la propiedad. En palabras de Cocteau, pasó invisible por ser poeta entre los hombres.

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