Lxs niñxs en el país de las feministas: un nuevo boom de literatura infantil

Niñas salvajes, niñas hartas del rosa, niñas con sombra de niños, niños que quieren ser princesas, princesas que se tiran pedos, niñxs que sueñan con convertirse en sirenas, sirenas que van a la universidad, hombres musculosos que tejen croché, mujeres que cambiaron la historia. Hablamos con niñxs que leen los libros con temática feminista y de género que hoy llenan las librerías.

por

Lina Vargas Fonseca


16.02.2023

Ilustración: Nefazta
Alicia en el país de las maravillas con un fondo de letras.

“¡Estaba harta!”, se lee en Salvaje, el libro-álbum sobre una niña a la que obligan a usar vestidos, zapatos y un moño alto. En una ilustración se la ve hincada sobre la mesa del comedor, devorando un filete de carne con las manos. Antes ella vivía en el bosque junto a osos, pájaros y zorros y su pelo estaba entrelazado en lianas. Hasta que un día llegaron unos humanos que la miraron con desorbitada extrañeza y la llevaron a una casa llena de reglas. “Ella no los comprendía y no era feliz”. 

El libro, escrito e ilustrado por la autora hawaiana Emily Hughes y publicado en español por Libros del Zorro Rojo, está en Babel Libros, una editorial y librería especializada en literatura infantil en Bogotá, en un estante que tiene el rótulo de feminismo. A su lado aparece Lejos, lejos de casa, escrito por la canadiense Rachel Woodworth y hermosamente ilustrado por la artista china Zhu Miaomiao, sobre una niña a la que a veces le gusta irse lejos, al bosque salvaje de su imaginación. Y dice: “Hay días en que sonrío de oreja a oreja, ¡qué feliz soy! Y otros días, estoy furiosa, triste y feliz, todo a la vez”. En ese mismo estante se ve una biografía ilustrada de la aviadora Amelia Earhart, otra de la científica Marie Curie y Malena Ballena, del autor suizo Davide Calì y la ilustradora rusa Sonja Bougaeva, sobre una niña a la que no le gustaba nadar en la piscina: “Ocurría que Malena pesaba mucho, y todas las niñas se burlaban de ella. Cuando la veían cerca del agua, siempre repetían: ¡Malena es una ballena!”. 

En la sección infantil de la librería Lerner, la librera Marta Merchán apila una decena de libros a los que cataloga como feministas o de género: el bellísimo En tus zapatos (Océano, 2021), en el que la mexicana Valeria Gallo cuenta a partir de imágenes sin texto la historia de un padre y su hijo. El padre usa tacones, aretes rosa y una carterita, lo que ocasiona que algunas personas lo miren mal. Entonces, quizás porque cree que su hijo se avergüenza, se pone un pantalón gris y corbata, pero el niño lo ve triste y decide que lo mejor es que el padre se vista como quiera. A su lado está Sirenas, de la estadounidense Jessica Love. El protagonista es Julián, un niñx que vive con su abuela en Nueva Orleans y que un día, al ver a unas mujeres disfrazadas de sirenas, sueña con ser una sirena también. 

La lista de libros con temáticas similares es larga: La hora de los padres muestra las distintas formas que adoptan la paternidad y maternidad, mientras que Oliver Button es una nena, ¡Vivan las uñas de colores!, Princesa Kevin y Héctor, el hombre extraordinariamente fuerte tienen protagonistas que no suelen hacer lo que otros esperan del género masculino. Lo mismo ocurre con protagonistas niñas o mujeres que se salen de los estereotipos de género femeninos en La princesa espadachina, Daniela pirata y Las princesas también se tiran pedos. Hay una variedad de libros que reinterpretan clásicos: en La sirenita: mi verdadera historia, el cuento de Hans Christian Andersen se transforma en la historia de una chica que quiere ser bióloga marina, aunque su padre la obliga a estudiar canto. Por último, muchos títulos son biografías de mujeres: Las chicas son de ciencia: 25 científicas que cambiaron el mundo, El libro de las hermanas: biografías de las hermanas más increíbles de la historia, Mis pies tienen raíz: mujeres del mundo de habla hispana, Mujeres en el arte: 50 intrépidas creadoras que inspiraron al mundo, Mujer es ciencia: 20 pioneras colombianas y latinoamericanas

Incluso en un supermercado cualquiera se puede comprar Valientes: mujeres que abrieron brecha, originalmente publicado en inglés.

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“Sí hay un boom”, dice Carolina Venegas, gerente de Literatura Infantil y Juvenil del Grupo Planeta. “Eso está bien y está mal”, agrega y advierte que, aunque ese boom podría sugerir una instrumentalización con fines comerciales de las ideas feministas, también es un primer paso para visibilizarlas. “Pero sí hay una sobrepoblación de libros con esas intenciones, unos mejores que otros. Hay de todo. Hoy recibí el catálogo de literatura infantil y juvenil para la Feria de Fráncfort [la más importante feria de libros del mundo] y la mayoría de sus protagonistas son mujeres”. 

Juliana Capasso, autora e ilustradora, integrante del comité editorial de Señor Zorro Edita y profesora de Literatura Infantil y Juvenil, señala que se puede hablar de un auge de libros para niñxs con temática de feminismo y género —en aumento desde hace unos diez años hasta llegar a la explosión actual—, pero que eso no significa que sea un género literario como, por ejemplo, la novela gráfica. Para ella, que tantos títulos recientes lleven la etiqueta de feminismo es consecuencia del momento histórico de lucha por los derechos de las mujeres, más que una novedad literaria. 

Capasso menciona a Matilda y Pippi Calzaslargas, las protagonistas que dieron título a los libros del inglés Roald Dahl y la sueca Astrid Lindgren, publicados, respectivamente, en 1988 y 1945. Según cierta interpretación ambas son niñas feministas: fuertes, transgresoras. “Matilda es una maravilla”, dice Capasso al referirse a ese personaje que ha leído todos los libros de la biblioteca pública y que, además, puede mover cosas con la mente, lo que le sirve para sobrevivir a su mediocre familia y a la malvada Tronchatoro, directora de la escuela. 

“Por eso se dice que con Alicia hubo un antes y un después en la literatura. Y es supremamente importante porque el primer libro de placer estético para niñxs tiene una protagonista muy feminista» — Juliana Capasso

Sin embargo, en su momento Matilda no fue catalogado —ni vendido— como un libro de género o feminista. Tampoco, de hecho, el libro que en 1865 inauguró un nuevo tipo de literatura infantil y cuya protagonista es una niña que no acepta lo que se le impone. Hasta la publicación de Alicia en el País de las Maravillas,  lxs niñxs leían o se les leía para ser educados y adoctrinados, en particular aquellos pertenecientes a la nobleza. Nunca lo hacían por gusto, dice Capasso. Recién en el siglo XV la humanidad había entendido que no eran adultos en miniatura, sino personas que debían ser formadas y por eso la literatura destinada a ellas y ellos se ocupó de transmitirles conocimientos o enseñarles moral. A esas dos corrientes —que hoy mantienen una notoria influencia en la literatura infantil— se sumó una tercera: libros que no buscan educar en nada, escritos únicamente para despertar el placer estético de quien los lee. El primero fue Alicia. “Por eso se dice que con Alicia hubo un antes y un después en la literatura”, explica Capasso. “Y es supremamente importante porque el primer libro de placer estético para niñxs tiene una protagonista muy feminista. Alicia es cosa seria, no come cuento, va en contra de las reglas, cuestiona lo que la rodea”. 

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Julia tiene siete años y en su casa, junto a un acuario donde viven unos renacuajos de cuya metamorfosis lleva estricta nota, muestra su edición de Alicia en el País de las Maravillas, publicada en 2017, pero con las ilustraciones originales de John Tenniel. Dice que su personaje favorito es el gato sonriente que aparece y desaparece a voluntad para hablarle a Alicia de cuestiones filosóficas. “Me gusta mucho el gato de Cheshire, me gusta esta parte de la historia en la que están el gato y un bebé que se puede convertir en cerdo. Y el conejo también me gusta. Alicia baja por la madriguera, pero ella quería regresar a su casa y para eso necesitaba la ayuda de todos ellos. Todo le pasó en realidad, aunque ella ya había soñado con eso”. 

Elena tiene diez años y en su casa, sobre una mesa, dispone sus libros feministas. Ella prefiere los libros físicos a los digitales, le gusta subrayar erratas en lo que lee, tal vez influenciada por su madre que trabaja en el mundo editorial y con quien lee siempre en voz alta y sobre todo en la noche. También le gusta el color negro. Ahora menciona Harta del rosa, de la autora francesa Nathalie Hense, sobre una niña que no entiende por qué las niñas deben jugar con muñecas y no con grúas. “Hay algo que ella dice que me parece muy chévere”, anuncia Elena sobre una definición que la protagonista hace de sí misma: “dice: es como una tela de araña y una telaraña, se parecen, pero no son lo mismo. Yo soy una tela de araña, me parezco [a otras] pero no lo soy”. 

Martín es un niñx trans no binarix, tiene ocho años. Ahora apoya los brazos sobre la mesa del comedor de su casa, se balancea un rato y luego entona la voz para leer e interpretar uno de los cuentos que seleccionó para esta entrevista: Princesa Kevin: “Kevin es una princesa y le importa un pepino que los demás se burlen de él. Kevin es una princesa y punto. Su hermana le ha prestado un vestido y unos zapatos de tacón y a su madre le ha tomado prestado el maquillaje. ¿Quién ha dicho que solo las chicas pueden disfrazarse de princesas?”. 

Curiosamente entre los libros de Elena y Martín —muchos casi recién publicados— hay algunos clásicos. Martín lee una colorida edición de Ferdinando el toro, la historia que el autor estadounidense Munro Leaf publicó en 1938 sobre un toro que prefiere oler las flores a ir a las corridas y que se convirtió en un referente de la literatura antibélica. Elena, por su parte, lee La historia de Julia, la niña que tenía sombra de niño. Publicado por el francés Christian Bruel en 1976 y editado en español por Babel Libros en 2007, es un libro poético y triste sobre una niña a la que sus padres suelen regañar por andar despeinada y no guardar silencio hasta que una mañana se despierta y observa que tiene sombra de niño. “Vete y déjame tranquila, yo no soy como tú. ¡Yo soy una niña!”, le grita Julia a la sombra. Pero la sombra, al menos por un tiempo, no se va. 

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Hubo una época en la que las Alicias, Matildas y Pippis se esfumaron de la literatura infantil, dice Juliana Capasso. De repente todo fue teñido con el suave tono rosa que Disney dio a las reinterpretaciones de relatos como Blancanieves o La cenicienta en los que ellas siempre son salvadas por el príncipe. Entonces, sigue Capasso, puede ser que alguien se haya preguntado ¿qué pasó con esas otras protagonistas? ¿Por qué las perdimos? “Fue una persona que vio un vacío, se dio cuenta de que por alguna razón esa literatura ya no se estaba moviendo y quiso hacer algo”. Ese pudo haber sido el comienzo de un boom en uno de los mercados, el de la literatura infantil, que más vende. “Pero detrás de una idea noble y original llegan quienes se aprovechan y es ahí cuando empieza a haber libros no tan logrados”. 

Porque no necesariamente cantidad es sinónimo de calidad. La pregunta es: ¿en la enorme lista de libros feministas y de género cuáles son buenos y cuáles malos? Las respuestas varían.

“Un libro te puede cambiar la vida, puedes aprender de él, pero a partir de tu lectura y no porque alguien te diga qué pensar” — Juliana Muñoz Toro

María Osorio, editora de Babel Libros, dice: “El problema es que la confusión es muy grande por la cantidad de libros. Se trata de inundar el mercado y seguir modas: si alguien está hablando de eso hay que producir mucho. Digamos que hay un auge de esos temas, pero muchos son libros que podrían haber sido programas de televisión. Son libros por accidente”.

La escritora Juliana Muñoz Toro y la editora Carolina Venegas concuerdan en que un libro infantil malo busca trasmitir un mensaje, moralizar: “Un libro te puede cambiar la vida, puedes aprender de él, pero a partir de tu lectura y no porque alguien te diga qué pensar”, comenta Muñoz Toro y Venegas añade que, como editora, le cuesta encontrar autores y autoras que escriban libros pensados para que lxs niñxs disfruten. 

“¿Vas a hacer un libro informativo, vas a enseñar moral o buscas generar un placer estético?”, pregunta Capasso. ¿Qué tiene un buen libro? Para ella, dos cosas: la primera que no subestima al lector llenando la narración de diminutivos, o con imágenes que usen “todos los colores del arcoíris” o idealizando la realidad de la infancia como si en ella no hubiera crueldad. La segunda es que cuenta una buena historia. 

Elena, de diez años, lo resume así: “Me gusta que te meta en la historia y no te diga ‘Él era el malo’, sino ‘Él tenía una mirada sospechosa’. Que no quede todo tan claro para que te den más ganas de seguir”. 

PD: [¿Son verdaderamente feministas estos libros? ¿Cuál es su calidad literaria? ¿Qué va a pasar con las princesas? ¿Hay que dejar de leer los cuentos de hadas? En nuestra próxima entrega, la respuesta a estas preguntas más la historia del libro feminista para niñxs que estalló el mercado editorial]. 

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