Los sospechosos argumentos de siempre

Escuchamos las declaraciones de Víctor De Currea-Lugo tras ser acusado de violencia sexual y nos preguntamos si sus argumentos coinciden con los usados por otros profesores universitarios también acusados. ¿Hay algún patrón? ¿Qué significa? Cuatro académicas feministas, defensoras de derechos humanos o que han liderado procesos contra la violencia sexual en universidades nos ayudaron a analizar un discurso que parece ser el mismo.

por

Lina Vargas Fonseca


27.01.2023

Ilustración: Nefazta

Hasta hace unos días la hoy inexistente cuenta de Twitter de Víctor De Currea-Lugo tenía, en lugar de su habitual foto de perfil, un círculo negro.

“Esta cuenta entra en vacaciones indefinidas”, escribió el profesor poco después de que, tras el anuncio de que sería nombrado como embajador de Colombia en Emiratos Árabes Unidos, circularan en redes sociales y medios testimonios de mujeres que lo acusan de acoso y abuso sexual cometido cuando daba clase en universidades, unos 10 años atrás. En uno de los últimos tuits, De Currea-Lugo declina al cargo de embajador y anuncia que “la lucha contra la inquisición sigue”. Entonces apareció el dramático círculo negro en la foto y un aparente silencio que no fue tal porque De Currea-Lugo habló. Habló bastante. Primero en una columna publicada en su página web y luego en el podcast A fondo, en el que por espacio de 40 minutos se refirió a los señalamientos en su contra. 

En Cerosetenta hicimos el ejercicio de escucharlo y hallamos que muchas de sus declaraciones coinciden con otras dadas, en su momento, por profesores universitarios también acusados de acoso y abuso sexual.

Como señalan las investigadoras María Ximena Dávila y Nina Chaparro en el libro Acoso sexual, universidades y futuros posibles (DeJusticia, 2022), la violencia sexual en el entorno universitario apenas salió a la luz hace menos de diez años. Dávila y Chaparro escriben que, si bien los medios empezaron a cubrir más estos casos hace unos siete años —lo que a su vez llevó a que en 2016 la Universidad de Los Andes y la Universidad Nacional publicaran los primeros protocolos contra acoso, violencia y discriminación en el contexto de la educación superior—, todavía falta mucho. Falta que otras instituciones saquen sus propios protocolos y rutas de atención; falta que las que ya los tienen piensen en soluciones estructurales; falta que el Ministerio de Educación defina lineamientos; falta, sobre todo, que se reconozca al acoso sexual como una violencia basada en género enquistada en la cotidianidad y perpetuadora de un sistema en el que el 90 % de las víctimas son mujeres y el 98 % de los agresores son hombres. 

El acoso, explican en su libro Dávila y Chaparro, es un acto no deseado que tiene un carácter sexual y que produce efectos humillantes que atentan contra el proyecto de vida de las víctimas. Aunque puede ocurrir en otros espacios, para las investigadoras la universidad es uno propicio “pues allí emergen disparidades de poder en términos de género, orientación sexual y posición académica”. Para ellas hay un patrón en el desarrollo de estas situaciones: empiezan con una atención especial por parte del profesor hacia las cualidades académicas de una estudiante, continúan con invitaciones en lugares fuera de la universidad y finalizan con solicitudes de encuentros sexuales a cambio de algún beneficio. 

El patrón parece estar además en lo que algunos profesores replican cuando son acusados de manera pública. Por eso seleccionamos a cuatro de ellos: Alberto Salcedo Ramos, Fabián Sanabria, Adolfo Amézquita y Víctor de Currea-Lugo —con la salvedad de que la investigación penal o disciplinaria de cada uno está en una instancia distinta— y agrupamos sus declaraciones en cinco argumentos que suelen repetirse. A su vez, les pedimos a académicas feministas, defensoras de derechos humanos o que han liderado y acompañado procesos contra la violencia sexual en universidades que analizaran esos argumentos con la intención de saber qué significan y por qué se convierten en patrones. Estos son los resultados.  

Argumento 1: Yo no he hecho nada, que se presuma mi inocencia  

Comenta Silvia Serrano Guzmán (SSG), abogada, directora asociada de la Iniciativa de Salud y Derechos Humanos del Instituto O’Neill y profesora adjunta de Derecho de la Universidad de Georgetown. 

“Ustedes botan a la basura la presunción de inocencia, el debido proceso”. —Víctor De Currea-Lugo (Fuente: podcast A fondo)

“Si yo ya he definido quién es la ‘víctima’ a la que le creo, yo no tengo nada que discutir. Si le doy un micrófono al presunto victimario y a la presunta víctima eso es democracia. Pero si sé que la víctima por el solo hecho de ser mujer ya es víctima —y con esto no estoy negando que el inmenso porcentaje de las víctimas de violencia sexual son mujeres— ahí no puede haber una discusión democrática”. —Víctor De Currea-Lugo 

“No pido ningún privilegio, pero sí que se presuma mi inocencia, se me respete el debido proceso y, sobre todo, que no se me acuse a través de una investigación espuria y tan notoriamente manipulada”. —Alberto Salcedo Ramos (Fuente: Comunicado a la opinión pública

“Es importante hacer un llamado a la presunción de inocencia, a los derechos fundamentales al debido proceso, al buen nombre y a la honra de quienes son atacados”. —Fabián Sanabria (Fuente: canal personal de YouTube y Blu Radio

SSG: Por supuesto que tanto la Constitución como los tratados internacionales de los que Colombia es parte exigen que toda persona sometida a un proceso penal o disciplinario cuente con las garantías del debido proceso y la presunción de inocencia. Sin embargo, en el contexto del debate público donde no se imponen sanciones penales ni disciplinarias por parte de las autoridades competentes, es necesario matizar el alcance de la invocación del debido proceso y la presunción de inocencia. Considero que sería problemático que estos derechos impliquen que una persona que se considera víctima de acoso o violencia sexual no pueda contar su historia públicamente. 

Por otra parte, en cuanto al argumento del derecho a la honra, es necesario recordar que el mismo no es absoluto y debe ser ponderado con otros derechos con los cuales puede entrar en tensión incluyendo la libertad de expresión. Las historias de posible acoso y violencia sexual hacen parte del debate público y ello implica que quienes se consideran víctimas de esas conductas puedan contarlas, que los presuntos agresores puedan responder a ellas y que el público en general pueda opinar sobre dichas historias y sobre las respuestas dadas por los presuntos agresores. 

Si una persona se siente afectada en su honra como consecuencia de dicho debate público, puede acudir a las vías constitucionales para hacer valer sus derechos y allí se harán las ponderaciones necesarias entre los derechos involucrados. 

Argumento 2: Solo soy coqueto, me gustan las mujeres 

Comenta Diana Ojeda (DO), economista y doctora en Geografía. Profesora asociada del Centro Interdisciplinario para Estudios sobre Desarrollo (Cider) de la Universidad de Los Andes. 

“El problema es cómo uno se aproxima a una mujer sin que inmediatamente se vea eso como un acoso”. —Víctor De Currea-Lugo 

“Yo soy coqueto y me gustan las mujeres. ¿Cuál es el delito en que a mí me gusten las mujeres?”. —Víctor De Currea-Lugo 

“Las mujeres miran a los hombres y los hombres a las mujeres, eso es real. ¿Acaso hay que sacar un formulario para acercarse a alguien? Hemos llegado a niveles tales de amigos míos que dicen: ‘Yo no me subo a un ascensor si va una mujer porque me puede acusar’. Hay acusaciones contra mí que dicen: ‘Me invitó a tomar un café’. ¿Cuál es el delito ahí?” —Víctor De Currea-Lugo 

(…) me acercaré a la Fiscalía a entregar las pruebas de mi inocencia. En ellas se verá que Con Omaña y Castellanos tuve relaciones de adultos, y que nunca existió un vínculo de subordinación o una posición de poder que representara una amenaza para ellas”.  —Alberto Salcedo Ramos 

“Yo estoy escribiendo una novela que se llama El disidente y llevo 162 relatos de personas que en una universidad pública de Colombia han tenido relaciones de noviazgo, amantazgo y que se han casado con sus profesores. ¿Es esto un crimen de lesa humanidad? Pues estas personas dicen: ‘No, también fui seducida y seducido y me gusta’. Hay que escuchar también esas otras voces”. —Fabián Sanabria 

“Ella era muy gentil, muy amable y cariñosa conmigo y una noche me invitó a cenar a su apartamento indicando que su compañera de apartamento no estaba y sin ninguna razón aparente. Yo me equivoqué, pensé que tenía interés y la abracé”. —Adolfo Amézquita (Fuente: Entrevista a Cerosetenta)

DO: Muchas veces se piensa en la violencia sexual —que es una parte de la violencia basada en género, pero no la única— como un asunto de deseo y de atracción que al final sale mal. O esta idea de: «ella tenía 20 años y yo 40 y yo era su profesor, pero había consenso». Pues ahí no hay consenso. A mí me preocupa volver un asunto de deseo algo que, en realidad, es sobre el poder. De eso está hecha la violencia, de relaciones que no están en condiciones de igualdad. 

Hay que complejizar la idea de que la persona más joven es la que tiene más poder porque justamente se trata de ambientes académicos donde las jerarquías operan con la edad, la clase y el poder socioeconómico. De Currea lo voltea y dice: esto es pacatería, es una sociedad que castiga la seducción y la atracción. Pero es claro que eso opera dentro de unas relaciones de poder que son abismales y que uno podría asemejar con jerarquías de la iglesia o el ejército. 

Yo creo que la historia sería distinta si escucháramos a la estudiante que De Currea presenta como su novia porque muchas de las prácticas que caben dentro de un noviazgo juegan con “es que tú eres muy inteligente”, “nunca he tenido una estudiante como tú”, “yo puedo hacerte la carta de recomendación para ese doctorado al que quieres ir”. 

Hay un esfuerzo por separar al maestro de su obra. “De Currea es una eminencia, una persona prestante, y yo lo separo de su vida privada”. Pero una cosa no está separada de la otra porque estos grandes hombres construyen su prestigio y su carrera a punta de dejar cadáveres de mujeres y disidencias en el camino a través de otras violencias basadas en género que tienen que ver con disminuir a la otra persona, ridiculizarla, demeritar su recorrido profesional y méritos académicos. Todos los años se retiran profes y estudiantes que han sido víctimas de acoso sexual y de otras formas de violencia. Y ellos siguen limpiando el camino para volverse los únicos, los referentes, los expertos. 

Argumento 3: Quieren destruirme 

Comenta María Luisa Rodríguez (MLR), doctora en Derecho Constitucional y profesora de la Universidad Nacional. 

“La mejor manera de fastidiar a un hombre es decirle que es un acosador sexual”. —Víctor De Currea-Lugo 

“Hay un juego discursivo para destruirlo a uno”. —Víctor De Currea-Lugo 

“Hemos quitado la red horrible que significa la burka para las mujeres para ponérsela a los hombres”. —Víctor De Currea-Lugo 

MLR: De Currea no asume responsabilidad ni compasión por las víctimas. Desde su perspectiva las quejas son infundadas y la única intención de ellas es incomodarlo o destruirlo por ser hombre. Al identificarse con la cofradía masculina que desde su supremacía ha liberado a las mujeres, implícitamente desconoce los movimientos feministas y su lucha por los derechos.

“Ahora el acusado de un comportamiento inadecuado no solo es silenciado, censurado, arrinconado, se le excluye de su trabajo, se le violan sus derechos sino que debe esconderse o debe ser desterrado”. —Fabián Sanabria 

“Los linchamientos como el sufrido en estos días, las peticiones públicas para que mis empleadores me despidan, la muerte civil que han querido decretarme no hacen mejor el mundo para las mujeres”. —Alberto Salcedo Ramos

MLR: Los discursos de Sanabria y Salcedo coinciden en posicionarse como víctimas de una agresión que se les inflige colectiva e injustificadamente. No existe reflexión sobre sus responsabilidades individuales y no expresan solidaridad ni compasión con las víctimas. 

“Voy a usar todos los recursos legales a mi alcance para que se respeten mis derechos constitucionales y laborales. No se puede acabar con el nombre de una persona basados en la glorificación del chisme y el desdén por la evidencia. Menos en una universidad”. —Adolfo Amézquita 

MLR: El tono es, por una parte, combativo y, por otra, de crítica a la cultura de la cancelación. Niega las quejas como reclamos legítimos frente a las violencias padecidas para disminuir su importancia llamándoles “chismes”, algo que contribuye a reforzar estereotipos de género.

Argumento 4: Las nuevas inquisidoras 

Comenta Lina Morales (LM), abogada, especialista en Derecho Médico e integrante de la Red Jurídica Feminista. 

“Yo invito a las personas que quieran, pero no a hacer un tribunal de la inquisición. A eso no me voy a prestar”. —Víctor De Currea-Lugo 

LM: Lo que quieren es un tribunal a su medida (que es lo que históricamente han sido los tribunales de justicia) donde los testimonios de las mujeres víctimas no sean escuchados y no se pueda poner en duda eso que ellos mismos han llamado “acciones de hombres de su época”. 

“¿Cómo resolvemos esto? ¿Lo resolvemos a partir de tribunales donde si las feministas ganan salen a decir: ‘Otra cabeza que hemos cobrado’ y si pierden dicen: ‘La justicia es patriarcal’? Ese es un camino tortuoso y me parece torpe”. —Víctor De Currea-Lugo 

LM: Las mujeres y las feministas no queremos decir que “nos cobramos cabezas”, sino tener acceso a una justicia eficaz y restaurativa que no hemos tenido. Por eso decimos que la justicia es patriarcal, porque en los tribunales hemos sido revictimizadas e ignoradas. 

“Cuando alguien desde la superioridad moral viene a darme un discurso donde el hecho de tener pene o de ser varón heterosexual es motivo de vergüenza, nos jodimos. El problema es que está en juego el estado social de derecho. Parece que hay que ser LGBTI o negro o mujer para ser persona y nos jodimos”. —Víctor De Currea-Lugo 

LM: Reclamar derechos no es una cuestión de “superioridad moral” sino de justicia social y material. Es mentira que el reconocimiento de derechos a personas LGBTI y a las mujeres le quite derechos a los hombres que además han sido titulares absolutos de los mismos. 

“Estoy siendo víctima de lo que es el scratch, un procedimiento que inicialmente algunos grupos y movimientos sociales utilizaron contra políticos corruptos en el mundo, pero ahora se han apropiado de ese procedimiento algunos guetos para avergonzar, calumniar, vengarse, pasar por la justicia y estigmatizar a sus enemigos políticos”. —Fabián Sanabria 

LM: El escrache es apropiado por parte de feministas y colectividades de mujeres por la falta de acción de las autoridades del Estado para garantizar acceso a la justicia. Es una manifestación de la libertad de expresión como lo ha reconocido la Corte Constitucional y a diferencia de lo que dice Sanabria, no se ha usado únicamente contra “enemigos políticos”.

Argumento 5: Un debate con altura   

Comenta Lina Morales, (LM), abogada, especialista en Derecho Médico e integrante de la Red Jurídica Feminista. 

“El feminismo que yo he aprendido es el de la confrontación académica y seria”. —Víctor De Currea-Lugo  

LM: Decir que la única forma de feminismo es la académica es decir que hay un solo feminismo válido y es el que se da en las aulas. Este pensamiento clasista desconoce las manifestaciones populares del movimiento social y del feminismo. Sería como asegurar que la única izquierda válida es la académica y que la seriedad del movimiento social se encuentra únicamente en ensayos y debates en las aulas.

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