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Los bosques que perdimos en Colombia

Con más de 50 mil especies de flora y fauna registradas, Colombia es considerada una de las 17 naciones con mayor biodiversidad del planeta. El país alberga más de 300 tipos de ecosistemas, incluyendo los de páramo, que aportan agua al 70% de la población. Pero, debido a su alto valor ecológico, la creciente deforestación de bosques primarios en Colombia pone en riesgo toda la biodiversidad del país. Entre 2001 y 2021, Colombia ha perdido una superficie de bosques primarios equivalente a 125 veces la ciudad de Medellín.

por

Sexta generación de la Red LATAM de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes y Mongabay Latam

@dlatitudes


30.05.2023

Cuando el defensor ambiental Felipe Henao, mejor conocido como Pipe Q-ida, tan solo tenía 23 años, fue víctima de un atentado disimulado. Los perpetradores buscaban silenciar su denuncia ambiental a través de amenazas, y así deforestar los bosques del parque nacional Serranía del Chiribiquete, una de las áreas naturales más extensas de Colombia y el parque de selva tropical húmeda más grande de América. 

Algunos años después, en ese mismo departamento de Colombia, en la localidad de San José del Guaviare, la periodista Sujey Rivera comenzó a dirigir un programa de radio que se emite desde la selva colombiana e informa a sus habitantes acerca del estado de sus bosques. El programa cuyo nombre es “Manguaré, voces y sonidos de la selva amazónica” se convirtió en una vía efectiva para generar conciencia acerca de la deforestación de la región, así como para compartir conocimientos sobre los procesos de conservación y protección de los bosques del Guaviare. 

Las historias de Felipe y Sujey son apenas una muestra de la resistencia ante la creciente deforestación de América Latina, una región que alberga más del 50% de la biodiversidad y los bosques primarios del mundo. La plataforma de monitoreo satelital Global Forest Watch (GFW) muestra que entre 2001 y 2021 América Latina perdió más de 39 millones de hectáreas de bosques primarios, una extensión equivalente a la destrucción de tres cuartas partes de Centroamérica o la desaparición de toda Alemania. 

Este es uno de los principales hallazgos de “Los bosques que perdimos”, una investigación regional sobre el impacto de la deforestación en América Latina y el Caribe realizada por cincuenta personas, entre periodistas, diseñadoras e integrantes de la sexta generación de la Red LATAM de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes, en alianza con el medio especializado Mongabay Latam.

A través de solicitudes de información a gobiernos, entrevistas con especialistas y datos obtenidos de la plataforma GFW, este equipo construyó dos bases de datos que reflejan el avance de la deforestación en doce países de la región entre 2001 y 2021. Una contiene información publicada o entregada por autoridades, con la que pudimos concluir, por ejemplo, que Colombia perdió hectáreas de bosque equivalentes a 125 veces la ciudad de Medellín en dos décadas. La otra engloba cifras obtenidas por GFW que muestran que la deforestación de bosques primarios en la región supera el territorio alemán. 

Además, la investigación demuestra que las autoridades tienen vacíos de información y datos incompletos que no permiten tomar medidas políticas para frenar la desaparición de los bosques. De los nueve países analizados, los únicos que brindaron datos concretos respecto a las causas de la deforestación fueron México y Colombia. Perú, Chile y Guatemala mencionaron las razones probables de la desaparición de sus bosques, pero no pudieron indicar la cantidad de hectáreas arrasadas que le atribuyen anualmente a cada causa de deforestación. En tanto, diagnósticos y estudios, citados en las respuestas oficiales, permiten identificar las posibles causas de la deforestación en Bolivia, Ecuador y Argentina, pero solo de modo enunciativo.

A eso hay que sumar que algunos gobiernos son poco transparentes respecto a las cifras relacionadas con la deforestación. También identificamos que cada país mide la pérdida de bosques a su manera, por lo tanto, los datos no son comparables, aunque sí reveladores. 

Por ejemplo, encontramos que hay países que han empezado hace muy poco a medir cuánto bosque pierden cada año. Colombia forma parte de este grupo. El primero comenzó a monitorear la superficie de sus bosques de forma anual recién desde 2013. Antes de ello, según la información entregada, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) registraba la deforestación cada cinco años. Sin embargo, sumando las cifras oficiales que van desde 2001 al 2021, tantos las aglomeradas por períodos de cinco años como las anuales, Colombia perdió alrededor de 4,8 millones de hectáreas boscosas. 

El Ideam atribuye las causas de su deforestación a la expansión de tierras para la agroindustria y sistemas ganaderos extensivos (praderización), así como al incremento de áreas para la infraestructura, los cultivos ilícitos, la minería ilícita y la tala ilegal. Solo a través de alianzas con organizaciones civiles, Colombia ha podido medir la superficie forestal arrasada por la cadena productiva de palma, la extracción de oro aluvial y por la expansión de sembríos de coca, pero en periodos acotados. Por ejemplo, de acuerdo con la información enviada por la institución, en 2015 la deforestación causada directamente por cultivos de coca alcanzó el 31 % (38 450 hectáreas) del total nacional.

“A la fecha no es posible realizar un cálculo sistemático y periódico de la deforestación atribuible a cada una de sus principales causas directas en Colombia”, respondió el Ideam. La razón, dijeron, es que necesitan cruzar sus datos con información cartográfica que producen otras entidades.

Después de consultar a cerca de cien científicos y expertos ambientales de toda la región, también identificamos 19 de las subregiones más afectadas por este problema en América Latina. Ubicadas entre el municipio de Guadalupe y Calvo, en el norte de México, y Moreno, en Argentina, estas subregiones albergan 258 territorios donde viven personas indígenas, uno de los grupos más golpeados por la deforestación. En Colombia, identificamos que dos de los lugares más afectados por la deforestación son el Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete y el Parque Nacional Natural Tinigua. 

Para profundizar en el análisis, investigamos los nombres de aquellos presidentes que gobernaron durante los períodos de mayor deforestación en cada país, así como las políticas y reformas legislativas de temática ambiental aprobadas durante sus mandatos. En particular, el momento más alto de pérdida boscosa que registró Colombia desde el inicio de sus monitoreos anuales estuvo marcado por el posconflicto, en la última etapa del gobierno de Juan Manuel Santos (2010 – 2018). En 2017, un año después de que se firmó el Acuerdo de Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), las cifras de deforestación se elevaron de 178 mil hectáreas a casi 220 mil hectáreas. 

Presidentes durante el pico de deforestación
Juan Manuel Santos Calderón e Iván Duque Márquez

¿Qué ocurrió durante ese año?
Dos años antes, en 2016, se firmó el Acuerdo de Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ante la ausencia de control armado, las tierras que antes fueron ocupadas por la guerrilla empezaron a ser tomadas por actores armados ilegales, bandas criminales y el narcotráfico. El exministro de Ambiente, Manuel Rodríguez, explica que la deforestación ganó terreno a favor de la ganadería y del acaparamiento de tierras en la Amazonía. Esto, impulsado por el propio acuerdo, que prometió la formalización de 7 millones de hectáreas de tierras, incrementando las acciones de tala y siembra ante expectativa de acceder a una titulación. Además, también aumentaron los cultivos de coca en el Pacífico colombiano y en la Amazonía, pues el programa de erradicación voluntaria fracasó y muchos agricultores volvieron a los sembríos ilícitos o empezaron a sembrar pasto para la ganadería.

Las tierras que antes eran ocupadas por la guerrilla fueron tomadas por actores armados ilegales, bandas criminales y el narcotráfico. A ellos se sumaron grupos de disidencias de las Farc que no se desmovilizaron. El exministro de Ambiente, Manuel Rodríguez, refiere que la deforestación ganó terreno a favor de la ganadería y del acaparamiento de tierras en la Amazonía. Por otro lado, el Acuerdo de Paz prometió la formalización de 7 millones de hectáreas de tierras, pero su mala implementación incrementó las acciones de tala y siembra ante la expectativa de acceder a una titulación. Se delimitaron grandes extensiones de tierras y se compraron parcelas por poco dinero. 

Tras el proceso de paz también aumentaron los cultivos de coca en el Pacífico colombiano y en la Amazonía, pues el programa de erradicación voluntaria fracasó y muchos agricultores volvieron a los sembríos ilícitos o empezaron a sembrar pasto para la ganadería. “Tengo mucha preocupación sobre la actual política de narcocultivos porque se ha bajado la guardia y los grupos al margen de la ley van a continuar con la deforestación”, dijo Rodríguez.

La investigación también incluye otras historias que, como la de Felipe y Sujey, narran las experiencias de poblaciones afectadas por la deforestación en todo América Latina,, entre ellas la resistencia de las mujeres indígenas waorani en la selva de Pastaza, Ecuador, y los esfuerzos de un profesor guatemalteco por preservar la Reserva de la Biosfera Maya a través de una escuela pública situada en medio del bosque. 

Por último, indagamos sobre buenas prácticas de reforestación y tecnologías para la conservación implementadas en los bosques de la región. Así encontramos información sobre el método Miyawaki, que ayuda a restaurar bosques de forma acelerada en Brasil, y sobre otros proyectos educativos y comunitarios similares en su objetivo. 

“Los bosques que perdimos” es un trabajo trasnacional y colaborativo que busca hacer públicos y accesibles los principales datos sobre la deforestación en América Latina y el Caribe, a la par que muestra las historias de quienes viven y resisten una de las peores amenazas que atañe a la región. En las últimas dos décadas, nuestro continente tuvo que despedir una capa boscosa capaz de cubrir la superficie de Alemania. Pero en cada rincón del territorio hay esfuerzos para defender la biodiversidad y evitar que sigamos contando historias sobre los bosques que perdimos.

“Somos las guardianas de los bosques. Las cortezas de los árboles sanan, de los árboles comemos, son nuestro hogar”, dice Silvana Nihua, líder indígena waorani. 

Sujey Rivera siempre quiso hacer radio desde el departamento del Guaviare, puerta norte de la Amazonía colombiana. Quería construir un espacio radial donde las mujeres, el campesinado y los jóvenes de la región, pudieran conversar de manera abierta, clara y sencilla, sobre las principales causas de depredación de las selvas y los bosques. Fue así como nació Manguaré: voces y sonidos de la selva amazónica.
Este podcast hace parte de la investigación: Los bosques que perdimos, una alianza de Distintas Latitudes y Mongabay Latam.
A los 13 años, Felipe Henao empezó a coquetear con la radio en su colegio, y años más tarde lo haría con la televisión en Calamar, Guaviare. En esa época no tuvo la menor sospecha de que esos acercamientos con los medios de comunicación, lo conducirían años más tarde, a la creación del movimiento juvenil Pipe Q-ida, un colectivo ambiental de comunicaciones.
A través del video en redes sociales, comparten su experiencia en el cuidado y conservación de la amazonia colombiana y el Parque Nacional Natural Serranía del Chiribiquete.
Este podcast hace parte de la investigación: Los bosques que perdimos, una alianza de Distintas Latitudes y Mongabay Latam.

Lee el especial completo en Los bosques que perdimos.

Esta es una investigación regional sobre el impacto de la deforestación en América Latina y el Caribe realizada por cincuenta personas, entre periodistas, diseñadoras e integrantes de la sexta generación de la Red LATAM de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes, en alianza con el medio especializado Mongabay Latam.

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