1 de julio. Día 26.
“Me dieron el resultado de la prueba. Dí positivo”, dijo asomado desde la puerta de su cuarto uno de mis compañeros de casa. Primero la incredulidad. Después, risas nerviosas. La noticia, entonces, se volvió preocupación: “¿Y ahora?”
Las llamadas a la EPS acompañaron el desayuno. “Marque 1 para orientación en Covid, 2, si necesita apoyo psicológico para llevar el aislamiento, 3, si requiere asistencia para el levantamiento de un cuerpo”. Tres llamadas después me dijeron que sí, que por vivir con una persona que había dado positivo me podía hacer la prueba y que tendría que esperar otra llamada para programar la visita a mi casa. Podrían llamarme al otro día, me dijeron, pero también era probable que me llamaran cinco días después. De cualquier forma tenía que estar aislada los siguientes 14 días.
Serían 27 días más los que tendría que esperar para tener una respuesta definitiva sobre si tenía el virus o no.
En total, 53 días de incertidumbre.
5 de junio. Día 1.
Empezó con un dolor de cabeza. Ese viernes Juan* se fue a dormir más temprano. No se sentía tan bien, dijo desde detrás del tapabocas que esta vez no se quitó cuando volvió de la calle.
Al día siguiente anunció por WhatsApp que no saldría de su cuarto, que tenía fiebre y que ya había hablado con su EPS. Nos contó que le habían dicho que sus síntomas eran leves y que hasta no tener más síntomas no le harían la prueba. También que ya había separado platos y cubiertos para su uso exclusivo.
—Ahí te dejo— le dije poniendo una bandeja con su desayuno sobre el piso, afuera de su cuarto.
—Gracias— respondió desde el otro lado.
8 de junio. Día 4
Juan es el que cocina. Sin él no nos habríamos puesto tres kilos adicionales desde que arrancó la cuarentena. Ese lunes nos dio las instrucciones para hacer un pollo en salsa bechamel por WhatsApp.
—Pónganlo a fuego lento. Me avisan y les saco mi platico debidamente desinfectado.
12 de junio. Día 8
—Les cuento que me fue bien con el médico, aunque aún no me descartan sin la prueba del Covid. El ritmo respiratorio está perfecto y las vías también, despejadas— nos escribió Juan después de su primera visita médica, una semana después del primer dolor de cabeza. Que tenía 93 de oxigenación, dijo, y que seguía pendiente de que le hicieran la prueba, que aún la EPS no le daba razón de cuándo vendrían a la casa. No lo supe en ese momento, pero en el aislamiento en su cuarto, además de fiebre y flema, Juan había tenido noches enteras de insomnio y un par de ataques de ansiedad. Su cuarto se había vuelto un espacio ajeno a la casa en la que antes convivíamos los cuatro, un espacio del que poco sabíamos.
14 y 16 de junio. Día 10 y 12
Aún sin razón de cuándo la EPS de Juan le haría la prueba. Él, entonces, decidió ir a un laboratorio particular. Dos veces fue y dos veces se devolvió sin resultados: la cantidad de gente esperando turno lo asustó. Quedarse era un riesgo, si no tenía el virus era probable que se pudiera contagiar en el tumulto del lugar.
Fue a un laboratorio de los 80 que, a corte del 21 de junio, el Ministerio de Salud había autorizado para hacer diagnóstico de Sars-Cov2 en el país. Es uno de los 20 que hay en Bogotá. No todos realizan la prueba directamente, algunos solo procesan las muestras que les envían. Otros ofrecen la toma de forma particular.
Ofrecen dos métodos: una prueba de sangre que detecta la presencia de anticuerpos al virus que, de ser encontrados, indica que probablemente tuviste Covid-19. El ‘pero’ es que la prueba no indica si el virus sigue o no en el cuerpo. De hecho, si la prueba se hace en momentos muy tempranos de la enfermedad es posible que aún no haya anticuerpos y la prueba salga negativa así el virus esté presente. Los laboratorios cobran entre 60.000 y 70.000 pesos por esa prueba.
El segundo método es el que sí detecta la presencia del virus y que se realiza con un hisopo que se introduce por la nariz y recoge material de la faringe. Esa prueba también se conoce como PCR (Reacción en cadena de la polimerasa por sus siglas en inglés). Por esa, los laboratorios cobran entre 200.000 y 300.000 pesos.
En los dos casos, los resultados se entregan en cuestión de horas o hasta tres días después. En la mayoría de los laboratorios exigen tener una orden médica para realizarse cualquiera de los dos procedimientos, algunos incluyen el servicio de una cita médica para obtener la orden en el precio del examen; otros cobran entre 5.000 y 30.000 pesos por esa cita.
18 de junio. Día 14
Conversación de WhatsApp:
—Buena música, people.
—Te extrañamos, Juan 🙁
—Es por el bien de todos. No soy capaz de cargar con el hecho de contagiar a alguien de algo que no sea amor. Jajajaja.
19 de junio. Día 15
“Parce, me metieron un hisopo casi hasta el pecho”, escribió Juan el día que le hicieron la prueba. Llevaba 15 días solicitándola. Quince días aislado en su cuarto. La funcionaria que se la tomó trabaja en un laboratorio asociado a la Secretaría de Salud. Advirtió que los resultados tardarían entre 10 y 15 días hábiles y que, al paso que iba todo, era posible que se recuperara sin tener certeza de que tenía Covid-19. También le dijo que el pico viral apenas estaba llegando.
De nuevo esperar. Esperar y especular. En cada cita virtual o telefónica los médicos le decían a Juan cosas distintas: que sus síntomas no eran de Coronavirus, que sí; que podía tomar antibióticos porque lo suyo parecía ser infeccioso y no viral, que no podía tomar nada hasta no tener el resultado de la prueba; que los primeros 10 días de la enfermedad son los de contagio y que en este punto ya no infectaba a nadie, que siguiera aislado hasta tener el resultado.
Descifrar las recomendaciones era una odisea camaleónica. Empezando por las del propio Gobierno Nacional: a la fecha hay al menos 29 documentos, entre decretos, resoluciones y guías, emitidos por el Ministerio de Salud a propósito del virus. Son nueve los decretos y directivas emitidas desde la Presidencia de la República. Casi todos los ministerios han emitido sus propios lineamientos para enfrentar la crisis. También instancias como la JEP y la Policía Nacional. Eso sin contar los decretos que cada ciudad y municipio implementa y que cambian cada cierto tiempo.
Lo que se sabe del virus también ha ido cambiando. Un reportaje de Science News, un medio de periodismo científico, detalla cómo en seis meses de pandemia se ha descubierto que, por ejemplo, los síntomas no son solo respiratorios, también pueden incluir diarrea, pérdida del olfato y del gusto y puede afectar otros órganos además de los pulmones, como el cerebro. Y lo peor: la lista de lo que no se sabe del virus sigue siendo mucho más larga que la de los hallazgos.
La única certeza era que habían pasado más de los 14 días de aislamiento recomendado y que solo Juan tenía síntomas. Él empezó a salir esporádicamente del cuarto, siempre con tapabocas y nunca a menos de dos metros de distancia de nosotros. Era el día sin iva (o sin IvaN, como el meme).
1 de julio. Día 26
El esperado anuncio llegó casi un mes después. “Me dieron el resultado de la prueba. Dí positivo”, dijo asomado desde la puerta de su cuarto.
***
En Colombia se han realizado 1.647.395 pruebas PCR de Covid-19, según las cifras del Instituto Nacional de Salud. De esas, dice el INS, el 23,06 % han salido positivas y solo el 0,3 % han sido muestras no procesadas por “incumplimiento del protocolo”.
Pero a medida que crece el pico de contagios, crecen también las quejas de pruebas que no se hacen, muestras que se pierden, resultados que llegan meses después o que nunca llegan. El pasado 25 de julio, la Contraloría anunció que iniciará indagaciones fiscales contra las EPS por las demoras en la entrega de los resultados. La Contraloría asegura que hay una falta de coordinación entre las EPS y sus laboratorios, lo que en algunos casos resulta en una demora de hasta 72 días en la entrega de resultados.
Dos días después, la Procuraduría se sumó a las denuncias e hizo un llamado de atención a la irresponsabilidad de las EPS y de los laboratorios. “Así no puede funcionar un cerco epidemiológico, así no puede funcionar el rastreo y seguimiento a los casos, ni se puede prevenir la pandemia”, dijo el procurador Fernando Carrillo.
Hubo susto al otro lado del teléfono, también algo de solidaridad, una reacción que no apareció en los escenarios hipotéticos que construí.
Al día siguiente, el 28 de julio, el superintendente de salud Fabio Aristizábal aseguró que unas 30.000 pruebas en el país estaban represadas y muchas se procesaron sin el nombre del paciente porque fueron rotuladas con marcadores borrables. La Superintendencia además anunció que tiene los ojos sobre 15 EPS por las más de 34.000 quejas de ciudadanos, relacionadas con la atención a Covid-19, registradas entre el 1 de marzo y el 27 de julio. Cinco EPS (Coomeva, Medimás, Ambuq, Savia Salud y Convida EPS) ya están en investigación para ser sancionadas.
Un informe de la misma entidad, con corte al 30 de junio, aseguraba que los laboratorios en el país contaban con una capacidad de procesamiento de casi 20.000 muestras diarias pero utilizaban solo el 75% de esa capacidad.
El Ministerio de Salud, por su parte, aseguró el mismo 28 de julio que ya había 100 laboratorios disponibles con una capacidad de realizar 35.000 pruebas diarias.
***
1 de julio. Día 26
A pesar de no tener síntomas, podía hacerme la prueba por compartir casa con un positivo. La entidad encargada de hacerme la prueba era la Cruz Roja, ese era el convenio que tenía mi EPS. Ahora solo era esperar la llamada, que en realidad terminarían siendo tres: una para confirmar mis datos y decirme que un médico de la Cruz Roja me iba a llamar, otra del médico preguntándome si tenía síntomas, y una tercera para programar la toma de la muestra en mi casa.
Luego comenzó la zozobra. Tenía afán por resolver pronto el asunto, un afán que no nacía de la preocupación por tener el virus, sino de la necesidad de poder decirle algo más concreto a las personas con las que había tenido contacto el mes pasado: mis padres y unos cinco amigos. Esa noche les di la noticia a la mayoría de ellos. Con otros decidí esperar, no sé si fue la decisión correcta pero sentía que esparcir la noticia sin mesura podía sembrar más pánico del necesario. Así que por el momento decidí dejar para después el aviso a las personas que sabía que no estaban tanto en riesgo o que vivían solas y que no se estaban viendo con otras.
La conversación con mis papás fue tranquila, ninguno tenía condiciones de salud que los hiciera vulnerables al virus, tampoco le tenían mucho pánico al tema, y en los más de 14 días que habían pasado desde la última vez que los había visto no habían tenido ningún síntoma. La mayor preocupación estaba en los papás de dos amigos que tenían las mismas condiciones de salud que una y otra vez se han clasificado como factor de riesgo (hipertensión, asma, bajas defensas).
Esa noche, después de ensayar por horas cómo dar el golpe, les di la noticia. Les hablé de Juan, de las opiniones médicas contradictorias, de cómo ninguno de nosotros tenía síntomas, sobre el aislamiento juicioso y sobre lo que me había dicho mi EPS. Hubo susto al otro lado del teléfono, pero también algo de solidaridad, una reacción que no había aparecido en los escenarios hipotéticos que construí.
Se sentía la comprensión de que esta era una situación que a todos se nos escapaba de las manos, en la que no había mucho lugar para señalar o asignar culpas. Aún así me sentí mal, les pedí perdón, les aseguré que estaba haciendo todo lo posible por tener la prueba y su resultado pronto.
Las llamadas terminaron con la misma conclusión: ahora, de nuevo, solo quedaba esperar.
2 de julio. Día 27
Me enfrasqué en buscar todas las formas posibles para hacerme la prueba. Supe que la Universidad de los Andes estaba haciendo pruebas gratis en el parqueadero de Unicentro: se trataba del Proyecto Covida, una campaña que priorizaba población en riesgo como taxistas, domiciliarios y conductores de servicio público. Llené el formulario sabiendo que probablemente no iba a volver a saber de ellos. Así ha sido hasta hoy.
Conversación de WhatsApp:
—Ya estoy averiguando con la universidad. ¿Cómo estás? ¿Quedaste preocupada?
—Pues siéndote sincera, no tanto. Si no le ha pasado nada a nadie alrededor no debe ser tan grave. Ojalá te salga negativo.
—Qué bien. Eso me tranquiliza un montón. Lo que más me angustia es dar la noticia.
—Claro. Yo no sé si contarle a mi novio. Jajaj. Prefiero estar segura.
La opción que quedaba era ir a los laboratorios particulares. Ese día, con la lista del Ministerio de Salud en mano, llamé a unos cinco laboratorios que además de ofrecer las dos pruebas, la rápida de sangre y la de PCR, en algunos casos ofrecían tomar la prueba en carro a través de un Drive Thru. Les conté a mis otros dos compañeros de casa sobre las opciones y los precios y nos decidimos por uno. Acordamos que los tres iríamos al día siguiente y cada uno le invertiría 200.000 pesos a tener un resultado pronto.
Esa noche, mucho antes de lo que esperaba, me llamó el médico de la Cruz Roja a pedirme mis síntomas y a confirmarme que pronto me llamarían a programar la visita para la toma de la muestra.
3 de julio. Día 28
Tuve una consulta virtual que había pedido el día anterior como parte de la frenética búsqueda de opciones, con una médica de la Universidad. Después de contarle la historia y de decirle que no tenía síntomas, me dijo que la Universidad no estaba haciendo pruebas a sus empleados y que mi segunda opción era ir a un laboratorio. También me dijo un par de cosas que ya sabía: que son muchas cosas las que no se saben del virus, que había casos de falsos positivos, que si después del tiempo que había pasado nadie en riesgo había presentado síntomas (como los papás de mis amigos) era probable que no hubiera habido contagio, que las pruebas se estaban demorando y que muchas personas estaban recurriendo a los laboratorios directamente para hacerse la prueba.
Al final me dio la orden médica que pedían los laboratorios para hacer la prueba. Ya solo quedaba ir.
—Gente, va a venir una médica a hacernos el examen a todos— dijo Juan desde el pasillo. Una hora después, sentada en una de las mesas del comedor, con la mirada clavada en el techo, una mujer forrada en un traje blanco a la que escasamente se le veían los ojos me introducía un “copito” largo hasta la garganta. Allá, en el fondo, lo hizo girar, lo sacó y lo puso dentro de un tarro que llevaba mi nombre, cédula y el nombre de mi EPS. Con los ojos llorosos me levanté de la silla y le pregunté qué seguía.
—Tu EPS se comunica directamente contigo para darte el resultado.
—¿Por ahí en cuánto tiempo?
—En unos cinco días, más o menos, pero pueden ser más.
Los cuatro pasamos por el mismo procedimiento. Fue un golpe de suerte: a Juan iban a hacerle una segunda prueba para confirmar o descartar el resultado de la primera, y en la interacción previa que tuvo con la médica que vendría a hacérsela se dieron cuenta que ya se conocían: ella era una twittera con la que él, otro twittero, alguna vez había interactuado. El reconocimiento dio paso a la cercanía y luego a acceder a hacernos la prueba a los cuatro de una vez. En últimas, no importaba quién hiciera la prueba o qué laboratorio la procesara, el sistema, explicó ella, era que el resultado se hacía llegar a la EPS y eran ellos los encargados de dar la noticia.
8 de julio. Día 33
Me llamaron de la Cruz Roja para programar la visita a mi casa para la toma de la muestra. Dije que ya me la habían tomado. Me dijeron que entonces estuviera atenta a la llamada para conocer los resultados.
9 de julio. Día 34. Seis días después de la toma de la prueba
“Buenos días, mi nombre es Tania Tapia Jáuregui, mi cédula es xxxxx. El pasado viernes 3 de julio me tomaron la prueba de Covid. Me informaron que el resultado estaría disponible en mi EPS cinco días después que por calendario se cumplieron ayer miércoles 8 de julio. Estoy atenta a cuándo podría tener el resultado. Agradezco su atención y quedo atenta a su respuesta.
Cordialmente,
Tania Tapia J”.
10 de julio. Día 35. Siete días después de la toma de la prueba
“Como Empresa Promotora de Salud, uno de nuestros principales objetivos es brindar un excelente servicio, satisfaciendo las necesidades y expectativas de nuestros usuarios.
Actualmente se generó el escalonamiento a la Secretaría de Salud quien de acuerdo al lineamiento nacional, es el encargado de retroalimentar los resultados a las EAPB y a la fecha aún dicho resultado NO ha sido informado a esta EPS, por lo que sugerimos al ingresar a la página de la Secretaria de Salud (Bogotá) http://covid19.saludcapital.gov.co/resultados con su cédula y número de celular donde podrá descargar el resultado. Recuerde que puede consultar sus resultados, después de 5 días (hábiles) a la toma de la muestra”.
En la página de la Secretaría de Salud no había ningún resultado registrado con mi cédula.
Esa tarde, uno de mis compañeros de casa nos mandó un documento por WhatsApp que le llegó de su EPS: Detección de Covid-19 por PCR: NEGATIVO.
17 de julio. Día 42. 14 días después de la toma de la prueba
“Buenos días, escribo porque ya han pasado más de 5 días hábiles desde que me hicieron la prueba de Covid. Quiero saber si ya tienen alguna información de parte de la Secretaría de Salud (en su página tampoco me salen los resultados) o qué tendría que hacer para gestionar esta información.
Les agradezco y quedo muy atenta”.
No hubo respuesta.
18 de julio. Día 43. 15 días después de la toma de la prueba
Sábado. Minicrisis de desespero e impaciencia. A continuación la evidencia en una conversación de WhatsApp con otro amigo:
—¿Finalmente supo el resultado?
—Se supone que hoy ya estaba listo. Acabo de llamar a mi EPS y no me dan razón y me dicen que esté pendiente en internet. Estoy muy emputada. Todo es ineficiente, todo es una mierda. Entonces para responder a su pregunta, no, todavía no sé.
—La entiendo un resto. Son puras acciones como para cumplir el requisito, que no son nada, no sirven para ni mierda y solo obstaculizan más todo.
—Exacto. Todo es una mentira y una burocracia insensible. Como si el problema fuera un ente autónomo y no dependiera de ninguno de los eslabones con los que uno habla. Entonces no hay a quien pelearle porque es que nadie tiene la culpa, solo es así.
—Eso es lo más frustrante de todo.
***
Si el panorama es desesperante en las capitales, en las regiones del país que históricamente han tenido sistemas de salud aún más débiles la situación es alarmante.
“La última vez que me comuniqué con el Hospital Divino Niño de Tumaco me dijeron que había más de 400 resultados represados de más de un mes de espera” aseguró Juan Useche Cruz, médico que hasta junio estuvo vinculado con Médicos Sin Fronteras e hizo parte de la misión de apoyo que esa organización tiene en Tumaco, Nariño. El mismo Useche está a la espera de los resultados de su propia prueba que se hizo en Tumaco el pasado 9 de junio y de la que aún, más de 50 días después, desconoce el resultado.
Sabemos que durante el pico no es posible esperar que todos los pacientes estén confirmados con una prueba porque no hay capacidad suficiente de los laboratorios.
Stive Hide, jefe de misión de Médicos Sin Fronteras en Colombia reconoce que, según la experiencia de los médicos de la organización en el terreno, hay problemas con la entrega de resultados en Tumaco que no es distinta a la crisis en muchos laboratorios del país sobrecargados de pruebas.
“[En Tumaco] no es tan difícil acceder a la prueba —las pruebas se realizan en el hospital— pero los resultados son el problema, se retrasan. Algunas personas no han escuchado sus resultados un mes después”, afirmó Hide.
Las dificultades que enfrenta Tumaco, y otras regiones del país en situaciones familiares, tiene que ver en parte con el difícil acceso a laboratorios especializados que analicen las pruebas de PCR. En el caso de Tumaco, Stive Hide contó que las muestras se envían a Pasto para su análisis. El transporte de las muestras a los laboratorios es aún más difícil en regiones como Timbiquí donde, según le contó un médico a Cerosetenta, en el camino se pierden las pruebas.
El problema en esas regiones apartadas no es ‘cuándo’ llega el resultado sino que ‘ojalá’ llegue la prueba a un laboratorio.
En Tumaco, aseguró Juan Useche, la presencia de grupos armados son otra dificultad para quienes buscan hacerse la prueba. “Una vez llegó un señor a consulta con síntomas y me dijo que quería hacerse la prueba pero no quería que nadie se diera cuenta. La razón, me dijo, es que en algunos barrios los grupos armados estaban amenazando a la gente diciendo que al que saliera positivo lo mataban. Había personas que agendaban la cita para tomarse la prueba en la noche, a las 9 o 10, para no ser vistos”. Historias como éstas se repiten en otras regiones como Putumayo, Guaviare y sur de Bolívar, donde el ELN decretó toque de queda “para contener la pandemia”.
Las dificultades propias del territorio le suman obstáculos a los lentos tiempos de respuesta en los resultados de Covid-19. Ante eso, Stive Hide aseguró que lo mejor que pueden hacer los médicos es asumir que si hay síntomas hay contagio y tratar a los pacientes en función de eso.
“Covid-19 es una enfermedad nueva, pero sabemos por nuestra experiencia con otros brotes que durante el pico no es posible esperar que todos los pacientes estén confirmados con una prueba porque no hay capacidad suficiente de los laboratorios. En este momento sabemos que es probable que muchas personas estén infectadas. Por esta razón, el personal de salud debe tratar a los pacientes en función de sus síntomas y asumir que es probable que tengan Covid-19 si muestran los síntomas relacionados con la enfermedad. Este es un enfoque basado en la precaución y sensatez”.
***
23 de julio. Día 48. 20 días después de la toma de la prueba
Todavía no hay respuesta en el correo. Tampoco ningún certificado en la página de internet de mi EPS ni en el de la Secretaría de Salud.
Llamé a la Cruz Roja para pedir que me hicieran la prueba ellos directamente. La otra, asumía, tendría que haberse perdido o embolatado por el camino entre laboratorios, secretarías y EPS.
—En el sistema aparece que su muestra aún no se ha procesado —me dijo quien me contestó. Al menos parecía haber un sistema unificado en el que se reportaba lo que estaba pasando con mi prueba— Y hasta no tener el resultado de esa prueba no se puede hacer una segunda.
—Es decir, tengo que seguir esperando.
—Sí. Igual como usted no ha presentado síntomas, los nuevos lineamientos nacionales es que así dé positivo ya no se le hace una segunda por la alta demanda de pruebas.
—¿Entonces qué hago si me sale positivo?
—Pues como usted ya esperó más de los 14 días recomendados de aislamiento, en este momento ya no es un riesgo de contagio para otras personas.
—¿O sea que da lo mismo si me sale negativa o positiva?
—En este punto, sí.
—¿Y todo este tiempo que he esperado mi prueba es normal? ¿No será que se perdió?
—Sí, es normal. Los resultados están demorados. Hasta ahora están saliendo muchos de los resultados de pruebas que se tomaron a finales de junio. Si su prueba se perdió la llama el laboratorio a decirle que se la tienen que hacer otra vez.
—¿Y entonces? ¿Seguir esperando?
—Sí, esperar.
27 de julio. Día 52
A Juan lo dieron de alta en un correo:
“Por medio de la presente me permito informarle que, acogiéndonos a los Lineamientos para el uso de Pruebas Moleculares RT-PCR (…) usted cumple los criterios de clasificación de paciente RECUPERADO (…) Usted ha cumplido con las medidas de aislamiento obligatorio (…) No es necesario que se tome una segunda muestra a pesar de haber sido reportada la anterior como positiva (…). Ya puede llevar a cabo su reingreso laboral y social”.
28 de julio. Día 53 y último día de incertidumbre. 25 días después de la toma de la prueba
“Cordial Saludo. Emitimos el resultado del laboratorio con fecha de recepción el día 06/07/2020 y con fecha de cargue de resultado el día 25/07/2020 el cual es evidenciado en el aplicativo del Instituto Nacional de Salud, quien es la fuente oficial de resultado de laboratorio para las EPS”.
En adjunto un documento con membrete del Instituto Nacional de Salud y del Ministerio de Salud. “Resultado: NEGATIVO”
El anticipado resultado no cambió mucho, a estas alturas un positivo o un negativo significaban lo mismo. Al menos pude llamar a quienes había llamado 27 días antes para decir “dí negativo”.
*No es su nombre real.