La protesta no ha elegido caudillo

En medio de este pulso por ver quién lleva más personas a la calle en oposición o apoyo a los textos de reformas —que todavía no se conocen—, en 070 hablamos con el académico Mauricio Archila, quien ha investigado la movilización social desde los años 50 y es investigador del Cinep. A él le preguntamos cómo leer una movilización social convocada desde el Gobierno Nacional, si la protesta puede ser un espacio de debate y pedagogía y cómo entender que la protesta social esté siendo un mecanismo cada vez más usado por sectores de la derecha política.

por

Diego Forero


13.02.2023

Con las dos patas de su caballo en el aire, como estatua de prócer muerto en batalla, se ve al que parece ser Gustavo Petro liderando una multitud con puños al aire. Al fondo una ciudad del futuro, con naves voladoras, enmarca el escenario de una protesta social. Se trata de una imagen producida por una Inteligencia Artificial publicada por una cuenta de Twitter petrista y que el Presidente retuiteó. Sobre la imagen el texto: En defensa de la PAZ. ¡A LA CALLE! ¡14 DE FEBRERO Y 1 DE MAYO!

Fuente: Twitter Gustavo Petro

Esa es solo una de las imágenes que viene compartiendo el Presidente Petro desde que comenzó este 2023, invitando a la gente a sumarse a una movilización para debatir las reformas que adelanta su gobierno. “La juventud no nació en Colombia para ser encarcelada o morir en una trocha sino que nació para el estudio, el arte, la libertad y la vida. Porque la sociedad debe discutir las reformas los invito a acompañarme en la plaza pública este 14 de febrero y el 1 de mayo”, escribió en su Twitter. 

Este llamado a las calles comenzó a finales de enero luego de que el senador Miguel Polo Polo y algunos líderes de la oposición convocaran a una marcha en contra del Gobierno y sus reformas para el mismo 14 de febrero. Pero rápidamente, al ver la iniciativa del Presidente, los líderes de la convocatoria decidieron modificar sus planes, acusando a Petro de intentar desinstitucionalizar al congreso

A menos de 24 horas del inicio de las marchas convocadas por el Gobierno, el Presidente presentó, en un acto simbólico este lunes 13 de febrero, el proyecto que busca reformar la salud del país y que asegura, será debatido en las calles. La convocatoria para las marchas del 14F es en todas las plazas públicas del país, frente a clínicas y hospitales y terminará con un discurso del mandatario desde el balcón de la casa presidencial en la Plaza de Armas. La manifestación ya cuenta con el apoyo de algunos sindicatos como la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la Confederación General del Trabajo (CGT), la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC) y Fecode. 

Por su parte, la oposición se está preparando para marchar este 15 de febrero desde diferentes lugares como el Parque Panamericano en Cali, la intersección de la avenida Oriental con avenida la Playa en Medellín y en Bogotá desde el Parque Nacional hacia la Casa de Nariño. En otras ciudades del país se han sumado al llamado  figuras como Andrés Escobar, quien disparó un arma traumática hacia un grupo de manifestantes en Cali durante el Paro Nacional y actualmente está siendo investigado por la Fiscalía. 

En medio de este pulso por ver quién lleva más personas a la calle en oposición o apoyo a los textos de reformas —que todavía no se conocen—, en 070 hablamos con el académico Mauricio Archila, quien ha investigado la movilización social desde los años 50 y es investigador del Cinep. A él le preguntamos cómo leer una movilización social convocada desde el Gobierno Nacional, si la protesta puede ser un espacio de debate y pedagogía y cómo entender que la protesta social esté siendo un mecanismo cada vez más usado por sectores de la derecha política.

Que un gobierno haga un llamado a la movilización social, ¿ha pasado antes? ¿Qué ha significado eso y qué ha pasado?

No es lo ideal. Normalmente las protestas ocurren contra el gobierno, pero ha ocurrido. El 4 de febrero de 2008, por ejemplo, el gobierno de Uribe convocó a una manifestación contra las FARC muy nutrida. Participaron algunas ONGs y sectores de la sociedad civil. Santos también convocó a una marcha sin mucha trascendencia en Urabá por las épocas de la negociación de la paz. Esto no suele ocurrir mucho en Colombia ya que los partidos tradicionales no movilizan mucho a la calle. Es más frecuente a nivel local y regional en donde los alcaldes o gobernadores convocan manifestaciones. Entonces sí, se ha dado.  

¿Y eso le quita la autonomía a la movilización? 

Hilando delgadito uno podría decir que sí. No es un movimiento muy autónomo cuando el Gobierno es el que convoca, pero la gente tiene derecho a decidir si sale. Todavía, por fortuna, no es un gobierno dictatorial con el ejército o policía pasando de casa en casa diciendo que hay que marchar. Entonces es una participación voluntaria en muchos sentidos y no una cosa obligatoria. Eso sí ha ocurrido en Colombia, por ejemplo, cuando los paramilitares en el gobierno de Pastrana convocaron a las marchas de Asocipaz en contra del despeje que negociaba con el ELN en el Magdalena medio. Los paramilitares pasaron por las casas diciendo que salieran y creo que las FARC también pudieron haber presionado marchas de cocaleros. Entonces sí hemos visto movilizaciones coaccionadas en el país. En la que convocó Uribe, yo supe que en los ministerios y oficinas públicas, el jefe de personal le decía a la gente que saliera, algo bastante coactivo. No sé cómo va a ser esta de Petro, me imagino que si la convoca el Gobierno va a ser por el estilo. 

¿Qué deja ver que los políticos convoquen a la gente a la calle para demostrar apoyo electoral? ¿De dónde viene eso en Colombia? 

Yo creo que la democracia puede exigir o suplicar movilizaciones ciudadanas. Los sectores de izquierda, antes del Frente Nacional, fueron los que comenzaron a movilizar. López Pumarejo movilizó mucha gente. El 1 de mayo de 1936, por ejemplo, hubo una gran movilización que terminó en el Palacio de Nariño y el Presidente se dirigió a la gente desde la tribuna con los líderes sindicales al lado. Luego en su segundo mandato, hubo mucha movilización porque la oposición era tremenda e hicieron un golpe de Estado en el 44. Gaitán, por poner otro ejemplo, también movilizó gente. Eso se pierde con la violencia y sobre todo con el Frente Nacional. Con la modorra que dejó el acuerdo los partidos tradicionales dejaron de movilizar a la gente y limitó la participación ciudadana solo al voto. 

¿Qué opina de la forma en que el gobierno Petro se está relacionando con la manifestación y cómo cree que debería ser esa relación?

Lo que hemos registrado en la base de datos de luchas sociales del Cinep, es un incremento impresionante de protestas en lo que va del gobierno de Petro. Eso era de esperarse, yo no veo ilógico que un gobierno que genera expectativas a la gente propicie la movilización. Realmente hay un número creciente de protestas, muchas de ellas de carácter pequeño y local. No hemos registrado grandes protestas y no lo preveo, por lo menos en el corto plazo, pero sí una cantidad infinita de conflictos que se han destapado en parte por las expectativas que hay. 

Creo que él era consciente de que eso iba a ocurrir y ha tratado de responder, en muchos casos sin éxito porque no hay recursos o no se puede y eso genera molestias. Pero hay una respuesta en general responsable y llama la atención una cierta prontitud en hacerlo o por lo menos más proclividad a responder que el gobierno de Duque, que fue particularmente sordo a los reclamos populares, o al de Uribe o Santos. En el caso de Petro hay una actitud más dialógica y eso juega en favor de la participación ciudadana. 

Cuando el Presidente Petro hizo la convocatoria, algunos sectores señalaron que se sentía un intento de liderar la movilización. ¿Qué lectura podemos darle a ese gesto?

Hay que hacer un balance ponderado porque la democracia es una cuestión representativa y electoral, pero hay una democracia en la calle y eso no quiere decir que el Gobierno se cruce de manos y no pueda hacer nada. Yo creo que puede convocar movilización, aunque no creo que el escenario definitivo para debatir una reforma sea ese. Es importante escuchar el clamor de la gente, pero hay instituciones como el Congreso, que son las instituciones llamadas a definir. Espero que no se esté pensando en una democracia plebiscitaria, que esté llamando continuamente a la calle con el fin de aprobar una ley con votación de plebiscito o referéndum. Espero que no, pero yo veo con buenos ojos la participación en la movilización ciudadana en general.

El llamado a la movilización de este 14F del Gobierno Petro tiene que ver con la pedagogía y el apoyo a las reformas que se adelantan y que han despertado polémica. ¿Cómo lee esa invitación? ¿Puede ser la movilización un espacio de pedagogía y de apoyo a iniciativas gubernamentales?

Apoyo a iniciativas gubernamentales puede ser. En otras partes del mundo los gobiernos llaman a que los apoyen en la calle y eso me parece legítimo. En el caso de Uribe, el 4 de febrero del 2008, él no estaba a punto de sacar una ley contra las FARC, pero sí quería legitimar su política antisubversiva. Ahora, no creo que en la calle se pueda debatir mucho. Sin embargo, no me parece tan irracional como quieren presentarlo sectores de derecha. De hecho, cuando uno se va a sumar a una marcha, se entera un poquito. 

Lo que es paradójico es que se están apoyando o rechazando reformas sin conocerlas. La oposición te llama a la calle sin conocer el texto y el gobierno, sin difundirlo, pide apoyo. Eso no me parece muy pedagógico. 

El hecho de que varios de los reclamos que históricamente han motivado a la gente a las calles parezcan hoy acogerse por el gobierno y la institucionalidad, ¿ha transformado la cara de la movilización social en Colombia? ¿Cómo ve estos nuevos llamados a la movilización por parte de sectores de derecha?

Se tiende a asociar la protesta con la izquierda, e incluso en muchas épocas con la insurgencia. Cuando uno mira su dinámica, evidentemente tiende a inclinarse hacia causas de izquierda, porque está asociada a las carencias de la gente. Pero la derecha también se moviliza en América Latina y mucho. En el mundo también, sin ir muy lejos Trump propició una cierta movilización, incluso obrera y con ciertos rasgos, no diríamos populares, pero sí de clase media y sectores obreros. 

En Colombia la derecha no ha contado con mucho apoyo porque no tiene una tradición de movilización. Uno no se imagina a María Fernanda Cabal llamando a protestas. En cambio, Petro sí viene de esa tradición y muchos de los que lo acompañan han sido gente de movilización. Pero la derecha en este tiempo no ha tenido una contundencia ni una visibilidad muy grande, aunque puede ser que con el tiempo crezca. Ahora, ellos están viendo si en una dinámica de protesta logran deslegitimar o quitarle apoyo al Gobierno y el Gobierno responde llamando a la calle. Ahí puede llegarse a lo que yo llamo una sobrepolitización o partidización de la protesta y no lo veo con buenos ojos.

La invitación del Gobierno se originó luego de que la oposición convocará a una marcha el 14 de febrero en contra de las reformas. La decisión de Petro de convocar ese mismo día se sintió como un pulso por ver quién convocaba más gente, aunque lo argumentó diciendo que el objetivo era debatir las reformas. ¿Pueden los políticos llamar a la gente cuando quieran esperando que sirvan como indicador de apoyo electoral? ¿No le están quitando al ciudadano el acceso a un mecanismo como la movilización social al instrumentalizarla por intereses políticos? 

Un excesivo llamado a la movilización, en pro o en contra de un gobierno, le resta autonomía. La protesta tiene razones profundas y tiene connotaciones políticas, pero surge de una dinámica de reclamo inmediato de la gente —que es el tipo de protesta que se ha desbordado en el gobierno Petro, no tanto la protesta política—. Lo que pasa es que la derecha suele ver [la protesta] como política y la izquierda, a veces, atribuye o responsabiliza al otro sector de estar intentando desequilibrar el Gobierno. Pero la protesta muchas veces no transcurre por el canal politiquero, electoral o de apoyo a los partidos, sino que tiene que ver más con las carencias en las regiones, en los territorios o en los barrios. Entonces una excesiva politización de la protesta, o partidización, creo que no sería muy positiva.  

En una entrevista con este medio en 2020 usted hablaba de que en Colombia estamos ante un nuevo modelo más horizontal del liderazgo en la movilización, sin la figura del gran líder o lideresa. ¿Cómo podemos leer el rol del Presidente Petro en ese modelo y en su intento de llamar a la gente a las calles para que apoyen sus reformas? 

Yo sostengo que ese modelo se mantiene. Lo que pasa es que sí hay una novedad con relación al 2020, que no vislumbraba en ese momento, y es que sí hubo ciertos vasos comunicantes entre la protesta y el proceso electoral. Hasta ese momento leía la protesta como una presión extra institucional y sigo pensando que es así, pero no estaba muy convencido de que Petro fuera a tener algún apoyo notorio en las elecciones, y fue así. Eso no quiere decir que los muchachos de las primeras líneas lo consideren su dirigente, además porque tienen su horizonte en el punto de resistencia, en el barrio o en la barra. Entonces, esa idea de la dirección vertical sigue estando ausente en gran parte de la protesta. 

Ahora, eso sí ocurre con actores más tradicionales como el sindicalismo. Ahí puede haber un poco más de liderazgo, pero en muchos sectores de la protesta, que son además tremendamente heterogéneos, yo creo que la horizontalidad sigue. Apoyan a Petro porque le dieron la posibilidad, pero eso no es un cheque en blanco. Yo no veo aquí todavía fenómenos de un caudillismo. Puede ser que Petro tenga algunos elementos y cierta tendencia populista, pero no veo un caudillismo en muchas cosas de su gobierno, en sus reformas, en cierto intento de mediación y de diálogo. No quisiera que se hiciera una lectura de que la protesta ya eligió a su caudillo y que vamos a ser como un chavismo venezolano o una especie de castrismo cubano.

N. de la E.: después de publicar esta nota se agregó una respuesta por petición de la fuente.

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