La Lechuza

Por: Beatriz Ramos: futura economista y antropóloga, feminista ejemplar y furibunda ¡como tiene que ser! Hace unos días compartí una publicación de Facebook que denunciaba este meme sobre Eileen Moreno y, sin ninguna sorpresa, uno de los tantos hombres que piensan que la desigualdad de género es un chiste, le dio “me divierte”. Me dio […]

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No es NoЯmal


06.10.2018

Por: Beatriz Ramos: futura economista y antropóloga, feminista ejemplar y furibunda ¡como tiene que ser!

Hace unos días compartí una publicación de Facebook que denunciaba este meme sobre Eileen Moreno y, sin ninguna sorpresa, uno de los tantos hombres que piensan que la desigualdad de género es un chiste, le dio “me divierte”. Me dio mucha rabia. Así que decidí confrontarlo y empecé mi respuesta con un “malparido”. Sí, Malparido. No merecía menos. Su grado de empatía es tan bajo que ver una imagen que compara a una mujer golpeada con un pedazo de carne listo para comerse le suscita risa. Qué miedo, ¿no? En fin, en los otros comentarios de la publicación, yo le decía al tipo porqué él no podía explicarme cómo ser una buena feminista y él me decía que yo era violenta. Curioso. Yo era violenta por decirle malparido y machista, pero la imagen de Chompos era simple ironía. No era la primera vez que me pasaba: la mayoría de veces que le digo a alguien que es machista o racista me piden que me calme, que no sea agresiva y no lance palabras fuertes, que yo soy una persona pasiva y dulce.

Es una pena que mi publicación, en vez de generar indignación por el contenido irresponsable del grupo Chompos, causara conmoción porque yo, la niña, fuera grosera y violenta. Otras personas también me dijeron que yo daba miedo y que guardaba rencor en mi corazón. ¡Yo! la que denuncio imágenes que perpetúan la violencia de género y protesto contra aquellos machismos que impiden que las mujeres seamos consideradas dignas. Qué tristeza que esa deplorable imagen de Chompos no mereciese la indignación que causé yo, una mujer bocona.

Alguien que me diga porqué no puedo ser grosera, por qué no puedo usar un malparido cuando es merecido. Por ahí me dicen que no se debe justificar la grosería, que eso no lleva a nada. Pero, ¿cómo más puedo expresar aquello que solo el malparido me permite? ¿cómo más le puedo hacer saber a esa persona que está siendo más que un vil miserable? Estoy segura que ese malparido no hubiera causado tanta conmoción si un tipo lo hubiese dicho, y no yo, una mujer que sigue siendo considerada una niña. Qué conmoción tan grande siente la gente cuando ven a una persona romper sus expectativas de género. El uso del lenguaje no debe estar restringido por género y las groserías deberíamos poderlas decir cuando son merecidas sin entrar en controversias en caso de que una mujer sea quien las está usando.

De seguro soy bacana, y siempre intento no herir a las personas con conductas o palabras que atenten contra su dignidad, pero, eso no significa que sea pasiva y callada. Ese malparido que escribí en esa publicación no pudo ser más sincero y, además, exponía a una mujer rabiosa. ¿Cómo no serlo? ¿Cómo no voy a vivir con rabia si cada día veo más cosas que me hacen hervir la sangre de mi cabeza? No hay día que no vea algo que me indigne y me de furia. Sí, furia. Furia es lo que siento cuando veo publicaciones que muestran el deseo de que las mujeres funcionemos como controles remotos y así cocinemos, y dispongamos nuestros cuerpos, tiempos y bocas a los deseos de un macho. Furia es lo siento cuando veo una publicación más de otro feminicidio de aquellas mujeres que no pueden denunciar a su agresor, y que, si lo hacen, el delito igual queda en la impunidad. Furia me da cuando observo a mis amigas restringir su libertad sexual porque el mundo se les va encima y cuando veo que mujeres tienen que complacer a alguien más antes que a ellas mismas porque ese es su deber.

¿Cómo se atreve a llamar malparido a un hombre solo porque lo divierte este meme y todas las publicaciones relacionadas con feminismo? Que aprenda a decir las cosas con amor, que si va pelear y denunciar, que lo haga de forma pasiva, sin mayor furia. Que las niñas tiernas no deben usar estas grandes ofensas. Porque las mujeres histéricas sí que causan molestia.

Dejen de reclamarnos nuestra rabia. Es el derecho mínimo ante tanta violencia y desigualdad. Esa pasividad que nos piden cuando protestamos y denunciamos es injusta. En contraste, cuando se trata de justificar la violencia de género que atenta contra tantas mujeres, la rabia es la emoción perfecta: esa sí justifica la muerte de una mujer por ser infiel. No más. No nos pidan que protestemos tranquilas, con dulzura, sin alzar mucho la voz y con palabras suaves para sus oídos. La rabia ha sido motor de cambio social y ha sido un canal de manifestación contra muchas de las injusticias que han acontecido la humanidad. Así que no nos quiten el derecho a sentirla y expresarla. Nosotras no matamos ni violentamos a nadie en nombre de la rabia, pero esta sí ha sido la justificación para matarnos y violarnos.

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