Fernando Molano en la vida de sus lectores

Después de 21 años de la muerte del escritor Fernando Molano, tres lectores cuentan cómo la obra de este escritor ha trascendido las páginas de los libros

por

Andrés Camilo Torres

Estudiante de literatura de la Universidad de los Andes y miembro del semillero de Cerosetenta


02.01.2020

Cuando el escritor y profesor Fernando Jaramillo tuvo entre sus manos el manuscrito original de Vista desde una acera (2012), lo acercó a su nariz para olerlo. “Quise coger mucho el olor del cartón de la portada. Pegué la nariz pensando que alguna molécula que había pertenecido a Fernando se iba a quedar conmigo un segundito”, cuenta.

Las páginas de esa novela fueron redactadas por Fernando Molano en 1997, durante sus últimos días de vida, cuando un cáncer de pulmón le estaba pisando los talones. El manuscrito estuvo perdido por más de 14 años, hasta que en 2011 una amiga de Molano lo encontró—sin saber exactamente cómo llegó allí—, en la base de datos de la biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá. 

La novela cuenta la historia de amor entre dos personajes:  Fernando y Adrián. Eso incluye el pasado de cada uno; lo que vivieron antes de llegar a conocerse. Los primeros amores que no podían confesar, sus sueños truncados por el machismo y la pobreza, la homofobia, los hombres que desearon y todos los libros que leyeron.  Para el personaje de Fernando los libros son ese lugar en el que nos damos cuenta de que no estamos solos, “como una voz familiar tras la pared de una prisión”, dice.

La relación entre la obra de Molano y la propia vida de muchos de sus lectores ha llegado muy lejos.

Una vida paralela a los libros

La primera novela de Fernando Molano se llama Un beso de Dick y fue publicada en 1992.   En ella se narra la historia de amor entre dos hombres adolescentes que están en el colegio. Cuando el compositor y músico Sebastián Cardona la leyó en 2013, vio reflejada una parte de su vida. Le recordó a su primer amor, a dos hombres que exploraban su sexualidad sin tapujos.   

Pero en 2016, un libro de Fernando Molano le causó una marca imborrable. En ese momento vivía en Bogotá y trabajaba como profesor de música en un colegio.  Mientras leía por segunda vez Vista desde una acera (2012), su novela favorita de Molano, notó una serie de coincidencias.

 Fernando, el narrador de la novela, cuenta que creció en una casa construida por su padre sobre la calle 27 sur en el barrio San José. Sebastián vivía cerca de esa calle, en el mismo sector de la ciudad. También pasaba muchos días leyendo en la Luis Ángel Arango, un lugar que Fernando Molano frecuentó muchas veces durante su vida. “Fue un tiempo en el que estuve muy solo y disfrutaba esa soledad allá”, dice.

El dolor parecía compartido. Estaba destrozado, pero alguien me decía algo al respecto. Alguien me decía que más gente tenía muertos amados, maricas, que a nadie más le importaban. Eso fue lo que más alivió. Que mi dolor no existía solo en el mundo

Al ver tantas simetrías entre el universo de Fernando Molano y su propia vida, Sebastián pensó en una idea que viene del libro Las ciudades invisibles, de Italo Calvino (1972). “El narrador cuenta que Marco—el personaje— ve a un hombre en una plaza y ahí se da cuenta de que ese hombre pudo haber sido él si hubiera tomado otra dirección”.   Con esa segunda lectura de Vista desde una acera (2012), Sebastián se preguntó qué le hubiera pasado si no hubiera conocido a la gente que conocía hasta ese momento; cómo habría influido en su vida pasar una calle que nunca cruzó o plantarse en una acera en la que nunca se paró.

Esta no fue la única idea que la obra de Fernando Molano sembró en Sebastián. En 2018 ya había dejado Bogotá y comenzaba un doctorado en composición en Memphis (EE.UU). Para su debut musical como compositor en ese lugar, Sebastián estaba buscando un poema que se acoplara a una idea musical llamada bajo de lamento, en la cual las voces graves hechas por el piano van descendiendo de tono gradualmente. En la musicalización de Un cambalache con la muerte (1997), uno de los poemas escritos por Fernando Molano, Sebastián encontró esa idea:

“O tal vez—qué le parece

Por una despedida larga

En que tal solo él se vaya

Y yo lo espere para siempre”

 Más allá de esa forma musical, Sebastián cree que en ese poema está una idea de la muerte que en su vida tiene otro sentido: “El del amor. Una convicción que tengo es que el desamor es un duelo que uno hace. Casi como el de la muerte”.

 La muerte del amado

Después de que se quitara la vida el hombre al que él amó, Jhonny* leyó Vista desde una acera (2012). Desde la primera escena de la novela se lee la tristeza de Fernando porque su novio Adrián tiene sida y morirá pronto.  Jhonny lloró leyéndola, para él esta novela es sobre soltar la muerte del otro. “No se cuenta la posición del que se quiere morir, sino la del que tiene la pérdida. No es el deseo de morir, sino el de amar”, dice.

Jhonny veía a Verú—el hombre al que amó— en los personajes de la novela. Adrián y Fernando se desean y viven una sexualidad libremente que por momentos llega a ser violenta sobre sus cuerpos. Mientras leía, Jhonny pensaba en sus propios deseos y en cómo la sexualidad entre hombres muchas veces llega a ser violenta: “Él era muy abierto sexualmente. Representaba este tipo de masculinidad que se desea y que es una sexualidad desaforada. Para mí no tiene que ser la única forma de masculinidad. Yo lo veía a él en estos personajes. Es esta masculinidad dura, promiscua y de la cual uno termina enamorándose”.

“No es cuestionar el libro, es cuestionarse a uno mismo”, dice. Después de vivir su duelo, Jhonny prefiere tener otro tipo de relaciones en las que no salga herido. Verú permanece en su memoria como el hombre al que llegó a amar. Hoy en día, así le cuente a la gente cuánto lo quiso, él cree que nadie más entiende ese dolor. En Fernando, el narrador de la novela, Jhonny encontró un igual.  “El dolor parecía compartido. Estaba destrozado, pero alguien me decía algo al respecto. Alguien me decía que más gente tenía muertos amados, maricas, que a nadie más le importaban. Eso fue lo que más alivió. Que mi dolor no existía solo en el mundo”, dice.

*Jhonny es estudiante de literatura y dirige el fanzine Casa Barullo.

El camino de Fernando

Aunque el profesor y escritor Fernando Jaramillo no buscó a Fernando Molano, lo encontró. Él no está de acuerdo con el endiosamiento que se suele hacer con la figura de los escritores y de sus vidas—como, según él, ha sucedido con Andrés Caicedo—. Pero Fernando Molano, para él, es una excepción que ni él mismo sabe explicar.

A los 16, su primer amor le pasó el PDF de un libro que nunca terminó. Era un Beso de Dick (1992). Cuando ya estaba en la universidad, vio en una feria un libro llamado Vista desde una acera (2012). No dejaba de pensar en él. En el libro. En el autor. Un día volvió a ver el libro en una librería y tuvo que pedirle prestado dinero al amigo que lo acompañaba. Cuando leyó toda la obra de Molano supo que “había algo en mí que se había movido con leer a Fernando”.

Aspiraba a que su obra fuera leída dentro tres siglos cuando el amor entre dos personas del mismo sexo no tuviera nada de censurable. Supongo que se descubrirían ciertos valores que aspiro a haber dejado.

Un día, en un viaje a Bogotá, tocó la puerta de una de las casas en las que había vivido el autor. “Buenas, aquí vivió alguien a quien quiero mucho. ¿Puedo entrar?”, dijo cuando le abrieron. Venía acompañado pero solo le permitieron entrar a él.  Apenas pudo se asomó por la ventana de una de las alcobas de la casa, tal y como lo hacía Fernando Molano cuando vivió allí. 

Leyendo a Fernando Molano le sucedió algo que no le había pasado con otro autor. Era como ver las cosas por primera vez, dice. La distancia entre él y lo que leía no existía. La novela ponía a dialogar al lector con los personajes. Era una empatía que él quisiera lograr algún día como escritor de ficción.

***

En una entrevista radial de 1993, Fernando Molano contó que aspiraba a que su obra fuera leída dentro tres siglos cuando el amor entre dos personas del mismo sexo no tuviera nada de censurable. Supongo que se descubrirían ciertos valores que aspiro a haber dejado”. Un personaje de sus novelas dice que los libros son ese destino seguro cuando se quiere tener una conversación con uno mismo. Las historias de los lectores de Molano muestran que no fueron necesarios esos tres siglos para que esa frase cobrara sentido.  

*Esta historia fue escrita en la clase ‘Sala de redacción’ de la Opción en Periodismo del Centro de Estudios en Periodismo, Ceper, de la Universidad de los Andes.

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Andrés Camilo Torres

Estudiante de literatura de la Universidad de los Andes y miembro del semillero de Cerosetenta


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