Opacidad en el mundo literario: el escritor ante el contrato

Como ante un artefacto literario, el escritor debería estar en la capacidad de comprender los mecanismos de un contrato. Pero el escritor inédito transita a ciegas hacia la realidad contractual, hacia ese abanico de cláusulas.

por

Giuseppe Ramírez


25.04.2024

Arte por Nefazta.

Existen diversos tipos de contratos editoriales, desde aquellos que implican gastos para el autor hasta los que cubren todos los costos de producción y ofrecen un anticipo. Es fundamental que los escritores emergentes se familiaricen con los términos contractuales, a pesar de la escasa atención que reciben estos temas en los programas de formación académica en escritura creativa.

Según el Centro Regional para el Fomento del libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), un contrato de edición en medios impresos es: “Un acuerdo de voluntades en virtud del cual un autor o titular entrega a otra persona una obra para que esta la publique, distribuya y difunda en medios impresos, bajo su propia cuenta y riesgo. Dependiendo del ordenamiento jurídico es posible que este contrato implique la cesión de derechos”. Según la cotización de una abogada especialista en derechos de autor, en 2023 el costo por la revisión de un contrato editorial fue de $250.000. En Colombia los derechos de autor de una obra artística, literaria o científica, están regulados por la ley 23 de 1982. Esta ley, compuesta por 260 artículos, señala las disposiciones sobre los derechos morales, patrimoniales, de reproducción, limitaciones de las traducciones, entre otras cuestiones sobre los contratos editoriales. 

Pudor artístico alrededor del dinero

Hay que partir de una premisa: hablar sobre dinero no afecta la calidad de la producción literaria. Se han producido grandes obras en precariedad y en abundancia, pero, como Hemingway anotó en una entrevista para The Paris Review, o Virginia Woolf en Una habitación propia, la comodidad económica y la buena salud son aliadas de la escritura (aunque saber sobre contratos y firmarlos no garantice necesariamente alguna de las dos). A Ricardo Piglia y a Cristina Rivera Garza les ha preocupado superar la pretensión de autonomía del arte, y pasar de las discusiones sobre la disposición “espiritual” para la creación a las discusiones sobre dinero; descender del prestigio minoritario de los premios, las becas y los agentes a la realidad de un trabajador raso de la escritura.

Es un hecho que los aspirantes a escritores carecen de información sobre los intríngulis del sector literario y sus condiciones materiales. El hermetismo, me parece, es síntoma de cierto aprovechamiento de la ignorancia. El pudor artístico al hablar de dinero, intuyo, es en realidad una marca de clase.  

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Lo cuestionable del pudor y el hermetismo es que el chisme, los sobreentendidos y los entredichos se constituyan como única fuente de información. Los programas académicos de escritura creativa deberían ser los espacios por defecto para discutir y problematizar la relación entre el trabajo escritural y la remuneración. Sin embargo, son datos que apenas sobrevuelan la consciencia colectiva, como rumores de pasillo, y que por ende carecen de una conexión genuina con la realidad de los aspirantes a escritores profesionales. Por supuesto esto no es exclusivo de los programas de escritura creativa; seguro los economistas, los médicos, los psicólogos, etcétera, reconocerían una desconexión entre sus procesos de formación y el mundo laboral. En todo caso, esta carencia es mucho más crucial cuando el trabajo de un escritor depende de las posibilidades de circulación del mismo, lo que implica un saber alrededor de la negociación. 

Desde mi experiencia en la maestría en escritura creativa del Caro y Cuervo, en la cohorte 2018, puedo decir que al programa le preocupa de alguna manera este asunto, y que este se abordó de una forma general en la asignatura “Exteriores de la escritura creativa”, pero que eché en falta algo más concreto: ejemplos de contratos, meterse al barro, a la mugre, al potrero contractual, ese tipo de asuntos prosaicos y necesarios para recorrer cualquier camino hacia la profesionalización. Una revisión del pénsum del Programa en creación literaria de la Universidad Central ofrece un panorama donde estos asuntos no están implicados directamente. Tengo la hipótesis de que los programas de escrituras creativas en Colombia tienen esta suerte de asignaturas donde se sobrevuelan las condiciones materiales del sector literario a través de entrevistas con escritores y editores, pero que nunca se analizan sistemáticamente sus características y vericuetos. 

La información contenida en los contratos de edición es confidencial. Sin embargo, un gremio se fortalece en la medida en que exista mayor acceso a la información: los involucrados tomarán mejores decisiones si están informados. Cuanto más se garantice ese acceso, se reducirá en mayor proporción la mitificación de la figura del escritor que ha generado tantos malentendidos aspiracionales. Este aspecto redundará en que los aspirantes imaginen producir literatura bajo condiciones reales.  

La angustia del escritor inédito

¿Cómo explicar el fetiche por el objeto libro? ¿Se debe al hecho de que es la principal instancia de validación social del escritor? ¿Existe otra vía para la legitimación? ¿Habrá escritores sin libros publicados? Tal vez los muertos que ordenaron la quema de sus manuscritos, pero cuya voluntad no fue respetada por los amigos editores. Muerto o vivo, el libro te valida.   

La autopublicación funciona en ocasiones como estrategia para hacer circular libros que no encuentran acogida en los canales tradicionales de la cadena del libro. Pero es un hecho que los escritores inéditos están ávidos por publicar, los recorre una angustia, y la autopublicación es la forma de satisfacer ese deseo. Hay que debutar cueste lo que cueste, parece cantar un corito barra brava interno y pretensioso. Sobre todo, si sos un escritor sin acceso al capital social que te conecte con los circuitos prestigiosos de publicación, sin tal vez la suerte o el talento que te permitan ganar un premio que facilitará la exposición en la vitrina. 

Desde mi experiencia en la maestría en escritura creativa del Caro y Cuervo eché en falta algo más concreto: ejemplos de contratos, meterse al barro, a la mugre, al potrero contractual

El escritor argentino Osvaldo Lamborghini asumía, no sin cierta ironía, el siguiente eslogan como estímulo para la publicación: “Publicar, después escribir”. Aunque la poética que encierra esta frase es mucho más profunda, radical y bella de lo que aparenta1, resumiría muy bien el afán del escritor inédito por salir del anonimato. Al parecer, el relieve del nombre propio se acentúa al ser impreso en una portada; en el libro el escritor alcanza su verdadera determinación. Dicho afán conduce en varias ocasiones a tomar la decisión de autopublicarse, decisión que tal vez esté guiada por la idea romántica del autor incomprendido (el genio) y por unos pocos ejemplos de excelentes autores que iniciaron su camino de esa manera en siglos pasados. 

Pero, a decir verdad, es una práctica desprestigiada actualmente. Para poner un ejemplo bogocentrista, en las convocatorias laborales o de estímulos del Instituto Distrital de las Artes (IDARTES) no se aceptan las autopublicaciones como evidencia de experiencia o de obra, quizás por la facilidad con la que alguien puede publicarse sin pasar por una revisión de pares, editores o un proceso riguroso que garantice una mínima calidad. Pero también hay que señalar que los portafolios de estímulos de algunas alcaldías y gobernaciones tienen convocatorias que otorgan recursos para la autopublicación. Al final, la autopublicación puede quedar solo en un ejemplar más de literatura gris, y ni siquiera como requisito funcional para hacerse a un contrato por prestación de servicios. Por supuesto, nadie escribe para ser contratista, pero si lo justificara, valdría la pena una mínima utilidad de dicho esfuerzo. 

Paréntesis testimonial

Para sumar a la discusión, incluyo el testimonio de un escritor sobre su experiencia con la editorial Fallidos Editores, y las respuestas de dos escritores emergentes que pasaron por programas de escritura creativa en instituciones educativas distintas, sobre el abordaje de los temas contractuales en sus respectivos programas.   

Miguel García. Ganador del Premio Distrital de cuento de IDARTES 2020 y autor de Madremonte (Fallidos editores, 2021)

Hicieron lo que prometieron, excepto publicar el libro digital en Amazon. Hay que tener claro qué es una empresa de servicios editoriales y qué es una editorial propiamente. Fallidos editores me ofreció servicios editoriales. Pero en el acompañamiento que uno busca como autor primerizo, siento que se quedan cortos. Estos modelos editoriales funcionan para ver realizado el libro impreso. Me parece bien que existan, pero siento que están disfrazadas; hay un espejismo con este tipo de editoriales. Uno no queda feliz completamente con el servicio, y siente que faltó algo. Me queda un sinsabor. Es necesario que mejoren el libro como producto físico.

Diego Peña. Programa de Creación literaria de la Universidad Central y Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de febrero (Argentina) 

Tuve una materia en el pregrado, edición, y ahí veíamos las distintas formas de contratos en dos clases. Más allá de eso no tuve más información al respecto. Ni siquiera en la maestría en escritura creativa que tomé en Buenos Aires. De hecho, entendí más del asunto cuando trabajé en el mundo editorial que en la universidad. 

Creo que es tremendamente necesario saber los términos de un contrato. Pero también pienso que si somos inexpertos empezando, difícilmente vamos a tener el poder de contradecir a una editorial. Además, si uno coge la fama de ser una persona muy complicada es muy posible que te bloqueen. Eso muchas veces nos lleva a quedarnos quietos ante los contratos.

Tom Sorner. Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia 

En la Maestría de Escrituras Creativas de la UNAL tuvimos una o dos clases (en un programa de dos años) sobre los procesos de publicación, pero eran más una suerte de entrevista con autores y editores; nunca fue una revisión minuciosa sobre los tipos de contrato, las regalías, ni del proceso mismo de la edición. 

Creo que es importante que se enseñe eso, pues la mayoría de los trabajos realizados en la Maestría quedaron en el repositorio de la Universidad, con todo lo que esto implica en cuanto a derechos. Además, siempre nos dijeron que nuestras tesis u obras de grado eran apenas un «edificio en obra gris» y que todavía faltaba mucho para un proceso de publicación.

Tipos de contrato

Es posible clasificar tres tipos principales de contrato a los que puede enfrentarse un escritor. Estas tipologías le permitirán al escritor inédito ingresar con una porción de conocimiento al campo literario. La información de la siguiente tipología la obtuve de un ofrecimiento que me realizó una editorial vía correo electrónico, de haber publicado un libro con otra y de información que consulté con un escritor de trayectoria. 

Tipo 1: Meterse la mano al dril

Existe un mercado editorial que se desarrolla a partir del dinero de quienes quieren ver su obra publicada, y no por el dinero obtenido a partir de la venta de libros. En esta clase de contratos la empresa ofrece servicios editoriales que el escritor debe pagar. Hay grandes y pequeñas empresas dedicadas a ello: ITA editorial (Colombia), Fallidos editores (Colombia) o Megustaescribir (Hispanoamérica), una red de edición gratuita que publica bajo el sello Caligrama, este sí con tarifas establecidas. Al estilo Amazon, construyen estrategias que esconden el verdadero objetivo: producen bases de datos de clientes potenciales. Realizan convocatorias supuestamente literarias; detrás de esos concursos lo que construyen, en realidad, es un método de identificación de personas ansiosas por publicar. Les comunican a los aspirantes a escritores que asumirán un porcentaje de los costos dada la “calidad” literaria de la obra. El escritor inédito, inevitablemente, se ve tentado ante el halago. Así, correo tras correo ofreciendo este estímulo, la base de datos va dando sus frutos: el autor inédito ansioso quizás desembolse el 40% solicitado (esta fue la propuesta que me hizo Fallidos editores en un E-mail en 2022 tras haber enviado un manuscrito a uno de sus “concursos”) que le corresponde. 

El escritor inédito debe plantearse un cuestionamiento ante este modelo, y es si al pagarle a estas “editoriales” va a haber un acompañamiento editorial serio, un trabajo juicioso para llevar el manuscrito a su mejor versión, o si en realidad lo único que ofrecen son servicios básicos que podrían encontrarse en cualquier cuadra de litografías de una ciudad latinoamericana (en Cali la encuentran en el barrio San Nicolás) por un menor precio: maquetación, diseño de portada e impresión. 

Las empresas más grandes ofrecen distintos paquetes. Por ejemplo, Caligrama ofrece los siguientes paquetes de autoedición asistida que oscilan entre los €850 y los €3.995: Pack poesía, pack publica, packtalento y pack talento plus. Estos precios incluyen la impresión a blanco y negro de obras de entre 7.000 y 80.000 palabras, y abarcan servicios como el diseño de la portada, la corrección ortográfica, la asesoría editorial y la distribución en librerías, hasta la organización de eventos promocionales, una nota de prensa, un curso de marketing para escritores y representación en ferias internacionales. 

En general, el pago por regalías se realiza en especie, es decir con un porcentaje del total de ejemplares impresos.  

Tipo 2: Asegurar la preventa

Este modelo lo ejecutan principalmente editoriales independientes2, aunque no todas. Aquí los escritores no deben usar sus propios recursos para costear la producción de la obra, pero sí deben comprometerse con su venta, incluso antes de que exista como objeto. Hablando en colombiano, hay que hacer vaca para garantizar el dinero que pagará la impresión. Esto cambia de editorial a editorial, y dependerá del tiraje proyectado, pero puede estar alrededor de los 100 ejemplares prevendidos. 

De nuevo, y como en el tipo anterior, el pago de las regalías se realiza comúnmente en especie. El escritor recibe alrededor del 10% del total de ejemplares impresos. Para algunos este tipo de pago puede ser más conveniente porque la espera se reduce para recibir el dinero respecto a un reporte editorial de regalías. 

Tipo 3: Apostamos por vos

En este tipo de contratación podrían agruparse editoriales con mayor músculo financiero (Penguin Random House, Planeta, Anagrama) y algunas independientes (Laguna, Himpar, Angosta, Rey Naranjo, Tragaluz, etcétera). 

Aquí, una editorial asume todos los costos de producción del libro. En estas, el escritor podrá recibir un anticipo o no recibirlo. En el caso de que lo reciba, este se descontará de las regalías futuras; cuando lo recaudado por las regalías salde el anticipo, el autor comenzará a recibir el pago por regalías, que se reporta semestralmente y oscila alrededor del 10% del precio de venta al público (pvp). 

Recomendaciones finales

Al revisar un contrato editorial, poner especial atención a lo siguiente: 

* ¿Se ceden o no se ceden todos los derechos patrimoniales? Ceder los derechos patrimoniales implica autorizar a un tercero para la explotación de la obra en distintas formas (traducciones, adaptaciones, ediciones electrónicas, etc).  

*Tiempo de la cesión de derechos (un tiempo prudencial, para un autor nuevo, estará alrededor de los cinco o siete años). 

*¿Hay anticipo? 

*Cantidad de ejemplares impresos. 

*Distribución de porcentaje ante productos derivados de la obra: traducciones, adaptaciones, etcétera (un acuerdo conveniente para una traducción es del 50% para el escritor). 

*Plazo del contrato. 

*Modo de pago de las regalías. 

*En qué países se explotará la obra. 

Los escritores no son los únicos actores del sector del libro, pero son su eje. La formación que tengan sobre las condiciones contractuales a las que pueden enfrentarse es clave para que tomen mejores decisiones y negocien según los propósitos de su carrera. Es necesario abordar estos temas sistemáticamente, sin pudores, y plantear conversaciones públicas y académicas que aclaren aspectos hasta ahora opacos en torno al sector del libro. 

Confío en que las imprecisiones y vacíos que contenga este texto sirvan como catalizadores de una futura conversación.

***

Giuseppe Ramírez: Escritor. Docente universitario. Magíster en Escritura Creativa del Instituto Caro y Cuervo. Autor del libro Formas de estar en la cama (Escarabajo editorial, 2023). Ganador del I Concurso Nacional de libro de cuentos Isaías Peña Gutiérrez.

  1.  El procedimiento de Lamborghini consistía en armar una portada trucha con su nombre y título propio, pegarla a la tapa de un libro ya publicado, y luego, según la creencia de que el arte propio debía desplegarse en el silencio del arte ajeno, escribía su libro en las entrelíneas del libro intervenido. Todo esto lo cuenta Sergio Chejfec en el artículo Fábula política y renovación estética, que puede encontrar en el libro El punto vacilante↩︎
  2. Actualmente la Cámara colombiana de edición independiente, creada en 2023, agrupa a 76 editoriales independientes del país. ↩︎
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