[Editorial] Triple lesbicidio en Argentina

Reproducimos aquí el editorial de nuestro más reciente Niusléter sobre el asesinato de tres mujeres en Buenos Aires por ser lesbianas. El pasado 6 de mayo, a ellas y a otra mujer que sobrevivió un vecino les prendió fuego mientras dormían en un hotel en Buenos Aires. El gobierno de Javier Milei niega que haya crímenes de odio.

por

Lina Vargas Fonseca


27.05.2024

Estaba leyendo El día que apagaron la luz, la novela de no ficción de la escritora argentina Camila Fabbri que gira en torno a lo que ocurrió el 30 de diciembre de 2004 en Buenos Aires. Esa noche, durante un concierto de la banda de rock Callejeros que empezó pasadas las 10 en un local del barrio de Once llamado República de Cromañón, una bengala que alguien encendió adentro dio contra una lona de plástico ubicada en el techo y provocó un incendio. Con el techo prendido fuego cayéndose a pedazos en una noche ya de calor insoportable, las y los asistentes intentaron salir del lugar, pero la puerta de emergencia estaba cerrada con candado y cadenas. La luz eléctrica se cortó. Un total de 194 personas murieron ese y los días siguientes, en su mayoría a causa de la inhalación de gases tóxicos. Otras 1.432 resultaron heridas. 4.300 sobrevivieron. Este diciembre se cumplen 20 años.

Digo que la novela de Fabbri gira en torno a Cromañón, pero es sobre mucho más. El del 30 de diciembre fue el último de los tres conciertos que Callejeros dio en ese mismo local donde se propuso tocar su discografía entera. “El miércoles 29, la noche anterior al desastre, estuve ahí”, escribe Fabbri y emprende una conversación con personas que también estuvieron o cuyos familiares y amigos estuvieron, y que va y viene, gravita y se suspende en esa noche, en las noches anteriores y en las que siguieron en el transcurso de dos décadas. Porque, al igual que Fabbri, muchos de los que aparecen en el libro hoy tienen entre 30 y 40 años, pero entonces tenían 14, 15, 16, 17 y eran sus amigas, novios y compañeros de colegio. La autora vuelve un poco para estar ahí, en parte recordar, y en parte preguntarse de manera colectiva qué hacer con todo aquello. Muchas voces suenan. Y es tan hermoso escucharlas, incluso da alegría. Yo me imagino a esas chicas y chicos a la salida del colegio, hablando de cosas importantes, escribiendo letras de canciones en cuadernos, con sus flequillos y tenis de lona, prestándose indumentaria de bandas argentinas que en Colombia no sonaban mucho y que tal vez les hablaban, les decían eso urgente que ellos y ellas necesitaban oír. Mientras leía y escuchaba canciones de Los Gardelitos quise ser su amiga también.

Pero luego, el fuego.

Entre el 6 y el 12 de mayo de 2024, Andrea Amarante, una mujer lesbiana de 42 años, pasó los últimos seis días de su vida en coma, internada en un hospital con el 75% de su cuerpo quemado. La madrugada del lunes 6 de mayo, un hombre arrojó un artefacto inflamable de fabricación casera al interior de la habitación de un precario hotel en el barrio de Barracas, también en Buenos Aires, donde dormían cuatro mujeres: Pamela Cobbas, de 52 años, su pareja, Mercedes Roxana Figueroa, de la misma edad, Sofía Castro Riglos, de 49, y su pareja, Andrea Amarante. La única que sobrevive es Castro Riglos. Cobbas murió de inmediato y Figueroa, dos días después. Ambas pagaban la habitación de 16 metros cuadrados de la antigua casona en otro tiempo majestuosa y luego convertida en pensión con 20 habitaciones, baño y cocina comunes, regentada por una mujer de 90 años. Desde hace un mes, Cobbas y Figueroa compartían la vivienda con sus dos amigas por solidaridad en tiempos de crisis, porque ellas no tenían a dónde ir. En una nota para el periódico Página 12 sobre el ataque lesbofóbico y triple lesbicidio —que, de hecho, tuvo poca cobertura mediática en Argentina— las periodistas expertas en género Marta Dillon y Euge Murillo escriben:

“Lo que vio el primer testigo cerca de la una de la mañana fue a Pamela y a Roxana correr hacia el baño, los cuerpos en llamas, los rostros ya desfigurados. Atinó a tirarles una toalla seca, para apagarlas. En el piso quedaron retazos de tela encendidos. El agresor forcejeaba con Sofía, intentaba tirarla sobre esa hoguera. Insistía en matar. En la media conciencia de un ardor que las quemaba, Roxana y Pamela se metieron bajo la ducha; Andrea ya estaba en el baño”.

Andrea Amarante era sobreviviente de Cromañón.

El agresor, hoy detenido, es Justo Fernando Barrientos, un mesero de 67 años que era vecino de las víctimas a quienes ya había amenazado. Dice la nota de Página 12 que tras el intento de homicidio, Barrientos trató de cortarse el cuello con una pequeña sierra.

“Les prendieron fuego por lesbianas. Les prendieron fuego por lesbianas pobres. Les prendieron fuego por lesbianas pobres haciendo comunidad”.

“Las quemaron por lesbianas”, escriben las periodistas. Después, en los últimos días y en contraste con un plantón organizado frente al hotel donde se gritó: “Les prendieron fuego por lesbianas. Les prendieron fuego por lesbianas pobres. Les prendieron fuego por lesbianas pobres haciendo comunidad, haciendo refugio”, vino la crueldad acostumbrada del gobierno libertario de Javier Milei. Que todo el mundo sufre, no solo las lesbianas. Que los crímenes de odio no existen. Que las relaciones entre personas del mismo sexo son como salir con un elefante o tener piojos (para insinuar que son elecciones raras, pero respetables). Todo eso lo han afirmado funcionarios del gobierno. En un comunicado, la organización Human Rights Watch citó a la Defensoría LGBT de la Ciudad de Buenos Aires para señalar que desde la campaña presidencial se construyó un clima de segregación, rechazo y discriminación que constituye un terreno fértil para la violencia contra colectivos vulnerables.

Andrea Amarante era sobreviviente de Cromañón, insisto. Y murió el 12 de mayo de 2024, después de haber sido quemada mientras dormía. 

Ese 30 de diciembre de 2004 tendría 21 o 22 años. En los siguientes 20 años nunca recibió atención para su salud mental ni reparación económica. Yo no sé cómo era, pero la imagino en un concierto, en otro, de chica, sentada en los hombros de alguien, aullando, agitando los brazos con la fuerza de una marejada que rompe todo. 

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