El año nuevo siempre trae expectativas y quereres. Estas son las del profesor y crítico cultural Omar Rincón para la cultura, que espera que sea contra y no pro-sistema.
Quisiera que en el 2023 las tendencias culturales fueran los encuentros, las escuchas, los territorios, las ficciones, lo popular. Y sobre todo quisiera que la cultura volviera a ser contra y no mantenimiento del sistema.
Quisiera que lo cultural fuera habitar el encuentro de cuerpos. Dejando atrás la pandemia y huyendo del humo digital virtual, solo nos queda vivir con los otros, juntarnos, parchar. Lo digital triunfó, ya todos lo somos, pero su “social” no nos sirve, eso conecta, pero no nos encuentra ni nos suda. La tendencia es ir al encuentro con los otros en festivales, fiestas, carnavales, rumbas, conciertos, deportes, museos, bibliotecas, teatros, calles…
Quisiera que la cultura fuera sonora. Y para habitar lo sonoro, hay que escuchar y ser hijes de la cultura oral. Eso implica dejar de hablar y hablar. Dejar de estar en nuestra playlist, y comenzar a hacer parte del sonido ambiente de la vida. Dejar de hacer podcasts que hablan y hablan, y pasar a creaciones sonoras donde la palabra sólo sugiere, las historias mandan y los diseños de la experiencia oral triunfan.
Quisiera que la cultura fuera territorio. Lo lógico en este gobierno de Petro, sería dejar la burguesía cultural de habitar el cóctel de élite como celebración de lo simbólico y pasar a estar con la gente, promover que los ciudadanos se conviertan en las celebrities de la expresión y las artes, que la cultura habite los territorios en sus estéticas y gustos y no con teatros o músicas impuestas. Lo lógico sería la cultura de la gente, no de las élites.
Quisiera que la televisión pública fuera más ficción y experimentos estéticos cercanos y menos cabezas parlantes de estudio, que la televisión privada fuera más ficción y experimentación de formatos. Y todo porque ante la muerte de la información (70% huye de la tv de noticias), la ficción es donde mejor y más nos reconocemos.
Quisiera que dejáramos el clasismo cultural donde “hombres y mujeres y diversos” ilustrados y solemnes le subimos el gusto a la gente, donde queremos siempre educar a ignorantes y protagonizar shows para demostramos nuestra arrogancia de élite del gusto. Quisiera que comenzáramos a saborear, diversificar, criticar y expandir nuestros modos populares, esos del bailar, el reír, el narrar, el fiestear. Gozarnos en nuestros gustos, pero para ir a otras partes donde el humor sea menos machista y sexista, donde el bailar sea nuestra riqueza expresiva, donde las historias nos permitan existir con dignidad y donde el vivir sabroso sea posible como celebración de lo común y la vida.
Quisiera que la cultura fuera lo que la hace bella y poderosa, una que busca disentir, controvertir, inventar sentidos saliendo de los museos, galerías, universidades y la retórica que nadie entiende para buscar el encuentro con la vida cotidiana y los sentires y dolores de la gente. La cultura en Colombia siempre es la parte “farándula” del sistema, es el adorno a nuestro capitalismo clasista. Ojalá la tendencia fuera ser muy Antonio Caro, que se nos fue.
Todos estos son mis quisieras, pero la realidad es que el humo digital será tendencia para celebrar el yopitalismo, que no pararemos de hablar en las redes y medios sin escuchar a nadie, que la cultura de élites será la norma, que la televisión seguirá siendo el mismo aburrimiento de siempre, que a los pobres los odiamos por incultos, que la cultura será para “mantener” el sistema de élites y castas.
La tendencia muy a lo colombiche es no cambiar nada, mantener una cultura sin gente, hacer todos los años lo mismo
