En marzo de 2022, Gabriel Boric se convierte en Presidente de Chile. Irina Karamanos, su polola, cuestiona el rol de primera dama pero lo asume. Desencanta a quienes le exigen honrar el carnet feminista. Es que ella tiene un plan meticuloso: transformarlo. Politizarlo. A fin de año, lo ejecuta: les quita a las primeras damas una silla ubicada en el centro del poder, la conducción de seis fundaciones que abarcan áreas sociales claves. Deja atrás los banquetes lujosos, salta el cerco de la beneficencia y habilita el acceso a cargos públicos por concurso. Entiende que sin idoneidad no hay democracia. Por eso la derecha se le viene encima: su decisión enfrenta a los imaginarios que normalizan la cultura del privilegio, el clasismo, la colonia y el patriarcado. Ni las peores pesadillas conservadoras pensaron que el término esposa iba a quedarse corto, que una polola terminaría con el lugar de primera dama.
por
Ileana Arduino, Romina Reyes Ayala y María Belén Medina
*Esta crónica se publicó originalmente en Anfibia Chile.
—La cartera viene atrasada, hay un taco.
Dice Irina Karamanos con una sonrisa que pide permiso.
En esa cartera -su cartera- lleva un cuaderno amarillo, libros y maquillajes. La acaba de olvidar en la Universidad Alberto Hurtado, donde participó de un conversatorio sobre innovación institucional con académicxs. Al terminar, en un mediodía frío como nunca en noviembre, junto con su equipo liberó a la chofer presidencial y caminó hasta La Moneda para participar de un acto de despedida de empleados estatales que se jubilan.
A Irina Karamanos (33) le encanta perderse por el centro de Santiago. Esta flâneuse lo atraviesa siempre que puede -con Norberto, su escolta, a dos metros por detrás- y con ese aire tan Apruebo Dignidad: traje de dos piezas, zapatos bajos y polera de pabilo rosa pálido; jeans y zapatillas; outfit con toque flúo si se trata de tacos altísimos. Son nueve cuadras. En el trayecto, esta vez nadie la saluda ni le entrega un papelito con recados para Boric. Nadie vocea: “¡Cuide al presidente!”. Solo le echan miradas. Irina le pide a su CM que la capture cruzando el puente. Serán de las últimas fotos de una primera dama chilena, el rol que empezó a transformar. En marzo de 2022, Irina Karamanos asumió el cargo con la decisión política tomada. Con un punto de prensa, el jueves 29 de diciembre a las 9 de la mañana, en un acto transmitido por el canal oficial, comunicó el proceso de cambio que le ha llevado todo el año: cinco de las seis fundaciones que dependen de la dirección sociocultural de la presidencia pasan a estar bajo el ala de ministerios. “Con esto nos comprometimos al inicio de este gobierno y con esto cumplimos hoy: con la salida mía, con el cierre de la coordinación sociocultural”, anunció acompañada por Nataly Rojas, directora de Integra, y Gabriel Boric.
Llega a La Moneda. Hace escala en su despacho, que ocupa gran parte del ala norponiente, de cara a la plaza de la Constitución por calle Morandé. Dispone del segundo piso; tiene un escritorio, un sillón de tres cuerpos, una mesa de centro con libros de Levinás, Las Tesis, Rebeca Solnit y Faulkner (en griego). Una bandera. Y un comedor para veinte personas rodeado de salones dedicados a poetas con manuscritos y objetos de Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Nicanor Parra y Gonzalo Rojas, clásicos elegidos por Cecilia Morel, la ex primera dama. Allí no se siente cómoda.
—Mi oficina es más lujosa que la del presidente.
Irina Karamanos llegó hasta acá con ese plan meticuloso: asumir la histórica posición que han ocupado en Chile las primeras damas para, una vez dentro, transformarla. Transformarla tanto como sea posible para que las parejas de los presidentes queden sin esa silla en el centro del poder, un lugar que la cultura del privilegio les venía garantizado hasta ahora. El rol central de esta figura seguirá siendo, por ahora, acompañar al presidente en actividades dentro y fuera del país. Ya no más, a su cargo, la dirección de organizaciones que abarcan áreas enormes: desarrollo de la mujer y de las infancias, música, artesanías y sustentabilidad digital.
Durante diciembre, Anfibia Chile registró la ejecución de esta acción que podría devenir memorable para la historia de la democracia y de los feminismos. Compartimos con ella cuatro días de trabajo: actos protocolares, reuniones vecinales, momentos de descanso, sus viajes de una actividad a otra, en su auto o a pie. La entrevistamos dos veces. Conversamos también con militantes, con ex compañeros de trabajo de sus tiempos de garzona, con directores e integrantes de las fundaciones que estaban bajo el mando de las primeras damas chilenas. Queríamos descifrar quién es ella, por qué lo hace, qué implicancias imagina que tendrá este gesto de asumir un cargo para desmontarlo. ¿Qué es esto de ocupar la casa para robustecerla y luego partir, sin que en el proceso se pierdan cosas importantes? Y sí, también queríamos saber si está separada. Es que el tema de su estado civil parece importar tanto como el índice de inflación.
—No hemos terminado y no vamos a terminar.
En sus declaraciones iniciales, al asumir el cargo, fue contundente. Dijo que es un espacio clasista y conservador. Que más que una concesión caprichosa a las damas de turno es una herramienta para mantener la construcción social sobre el rol y el lugar que deben ocupar las mujeres en el palacio presidencial y en la vida. Van tras el deseo, la suerte y el poder masculino indiquen. El tema suele ser activo o déficit de las campañas presidenciales: muchos aspirantes a La Moneda han tenido que ostentar esposas y familias para participar con mejores posibilidades en la vida política. “Entonces, si quien impuso el cambio es ella, ¡no puede ser una decisión!” “¿Estará tapando la ruptura del vínculo?” “¡Se va porque se separan!” “Tienen una relación abierta, ¡que lo diga!” “Ella no vive en Yungay”. Cosas así se escuchan una y otra vez: el gesto no logra ser interpretado como parte de su gestión, es leído como una maniobra para ocultar que ya no son pareja.
Los debates en torno a la figura de la primera dama vienen siendo analizados con el énfasis puesto en su anacronía en tiempos feministas desde la perspectiva de género. Una referencia regional es Beatriz Gutiérrez Müller, escritora y compañera del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, que también hizo pública su mirada crítica a este rol, a quien Irina visitó y con quien comparte la reivindicación de la trayectoria y el legado de Gabriela Mistral. Otra, Ecuador, donde el carácter sexista del cargo fue el motivo invocado por Rafael Correa para eliminarlo de manera pionera en la región (aunque luego él mismo fue un factor de obstáculo para el avance de políticas como el matrimonio igualitario y la legalización del aborto). El foco que pretende darle Karamanos, en cambio, parece hacer pie en aquello de que sin el feminismo no se puede, con el feminismo solo no alcanza. Se trata de la democracia, de lo que el pueblo necesita y de las estructuras que para transformar la vida de las personas se necesita mantener o erradicar.
Los feminismos también objetan el plan. Karamanos insiste en que no es un cargo representativo de la forma de hacer política que su espacio propone.
—Las formas son muy importantes, además del contenido. Las formas también estructuran. O cambiamos la forma para que la política nueva se pueda hacer o dejamos todo como está. La parte de primera dama es algo que le pesaba al instrumento para ser más democrático, es un lastre para lo que el gobierno vino a hacer. El instrumento está para el pueblo. Si funciona pesado y alguien no sabe qué pasa ahí o cómo se toman las decisiones, está mal, hay que cambiarlo.
Un taxista al que se le conversa sobre la “mujer” del Presidente, corrige exaltado: “Boric no tiene mujer, tiene una polola. ¿A qué va a renunciar si ellos no están casados?”. Le sigue una diatriba que mezcla las decisiones personales de la vida de dos personas con “la avanzada comunista que casi no pudimos parar a tiempo”. Cuando se le pregunta a qué se refiere con esa avanzada repite una serie de lugares comunes del abc de la reacción conservadora en América Latina y le suma una invitación a leer el texto constitucional rechazado el 4 de septiembre.
Irina Karamanos llegó hasta acá con ese plan meticuloso: asumir la histórica posición que han ocupado en Chile las primeras damas para, una vez dentro, transformarla.
La ilegitimidad es el punto de contacto entre lrina Karamanos y el taxista, aunque con implicancias distintas. Él reprocha la falta de credenciales morales suficientes porque al no estar casada no es suficiente. El problema es ella y sus circunstancias, es personal. Ella sostendrá como un mantra que, democracia mediante, el rol no tiene que ser. Comparta la vida con quien la comparta el Presidente, esa no es razón para ocupar un cargo. “Aunque parezca irrelevante en el horizonte inmediato, es un asunto profundamente político”, dice.
—Evaluaste la opción, por ejemplo, de irte a la punta del cerro… ¿Para qué asumir?
—Podría haber sido, pero no se trataba solo de mí. Había ahí un conjunto de fundaciones, trabajo, proyectos, trabajadores implicados. Que lo presidiera alguien por el solo hecho de ser la pareja del Presidente no era el único problema de esos lugares: tenían dificultades salariales, de objetivos, de rendición de cuentas, de idoneidad. Había desconexión con la política pública, que es responsabilidad de los Ministerios. Y no asumir no habría sido transformador. Lo asumí como una servidora pública, como una militancia, lo decidimos colectivamente. No asumir, quizás, hubiese sido menos incómodo, pero qué es la vida sin incomodidad, ¿no?
El martes 21 de junio de 2022, el tradicional gabinete de la primera dama fue renombrado gabinete Irina Karamanos. El revuelo público alcanzó críticas transversales en el mundo político. La oposición aprovechó el impase para instalar la idea de que el gobierno de Boric no paraba de improvisar. Meses después, Irina elude la autocrítica y apunta a otro lado. A su juicio, la polémica sirvió para entender lo ilegítimo del cargo. En octubre anunció el comienzo de un proceso de transformaciones que se cristalizarían en remozamiento de autoridades y cambios estatutarios en las seis fundaciones que preside mientras siga ocupando el cargo.
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La jornada, un martes a mediados de diciembre, comenzó a las 7 am. Cerca del mediodía, Karamanos –otra vez blusa rosa y una pollera estilo Mad Men– regresa a la Moneda. Se la nota contenta, vuelve del Museo Interactivo Mirador (MIM), en La Granja. Lleva meses impulsando un proyecto para que el Museo se extienda hacia el espacio verde que lo rodea, una isla de vegetación en un barrio que satura cemento. Cree que es importante plantar un bosque de nativas de cinco hectáreas. Parece haber un paralelo entre la decisión política de plantar un bosque y el plan para transformar su oficina: hay que hacerlo, no importa si se ve. Nadie inaugura un bosque ni asiste a un cambio cultural, pero hay que hacerlo.
Se ríe y dice:
—Ta, te lo voy a explicar con un dibujo.
En el cuaderno amarillo que la acompaña a todos lados dibuja su plan, va al dibujo al que piensa regresar después de su partida del rol primera dama. Flechas, palabras y recuadros trazan una reforma institucional que se propone ser más que una decisión administrativa. Busca volver más eficiente, transparente y democrática un área clave de la planificación y ejecución de políticas sociales. Las anotaciones planifican también cómo seguirá su vínculo con Boric post cargos y protocolos.
–Yo quedaría aquí, fuera del dibujo de la estructura. Y allí, Gabriel.
–La única línea sería el teléfono.
–Y el amor —agrega mientras dibuja un corazón.
El plan de Irina Karamanos plantea cambios de todo tipo. Uno de ellos: por primera vez quien presida la fundación de orquestas juveniles será un músico que integró el equipo. Cómo lo ha pensado: llegar a cada fundación, hacer el trabajo todas las veces que haga falta, visitarlas con frecuencia. Esto que podría parecer una obviedad -ir a trabajar- es resaltado una y otra vez por quienes llevan años en esas fundaciones. Nunca antes una primera dama los acompañó tanto con presencia y entusiasmo.
Karamanos se ubica en las antípodas de Cecilia Morel, esposa de Sebastián Piñera. En ocho años, Morel sólo una vez visitó Integra, fundación que emplea a 27 mil personas de las cuales un 97% son mujeres. Desde que Irina llegó, dice Miguel Farías Vásquez, compositor y Director Ejecutivo de La FOJI, “el directorio dejó de ser un espacio protocolar y ahora se discute, se trabaja, se hace política pública”. Tanta presencia generó intranquilidad en algunos funcionarios designados durante otros gobiernos. Lleva dignidad, en cambio, a los trabajadores, a los niños y a sus familias que encuentran que la apuesta por una dirección profesional es también una oportunidad para saltar el cerco de la beneficencia y dejar atrás los tiempos en que las primeras damas se concentraban en organizar lujosos banquetes para conseguir limosnas que apenas permitían alguna que otra gira excepcional. Nadie ni en sus peores pesadillas conservadoras habrá pensado que el término esposa iba a quedarse corto, que una polola terminaría con el lugar de la primera dama.
Esta Dirección fue creada durante el gobierno de Michelle Bachelet y tuvo como objetivo institucionalizar las actividades que acumulativamente se habían ido generando por quienes ocuparon el rol de primera dama. El cargo fue ocupado por una referente política y rápidamente por su hijo. Esto último da cuenta de que el esfuerzo modernizador en esa vuelta convivió perfectamente indiferente con la herencia colonial de garantizar acceso a lo público por el hecho de ser familiar de quien ocupa el poder. Allí se concentraron un conjunto de fundaciones que se ocupan de los más diversos temas: Fundación para la Promoción y Desarrollo de la Mujer (PRODEMU), Chilenter, Artesanías de Chile, Tiempos Nuevos, el Museo del Mirador (MIM) y las Orquestas Juveniles e Infantiles. ¿Y de dónde salieron esas fundaciones? Del decisionismo de cada primera dama de turno, quizás del buen tino o criterio pero se gestaron paralelas a la política pública estatal, aunque sí reciben presupuesto público.
“Conocer a los sindicatos fue lo primero que hicimos. Escuchar su visión, si se perfilan o no los cargos, cuál es la situación de sus derechos laborales, cómo se toman decisiones sobre contenidos, cuáles son los énfasis y programas. Indagamos con una mirada política, de derechos, de sectores y social, la mirada que debe verse beneficiada por estos espacios”, detalla Irina Karamanos.
La conexión entre las condiciones laborales y las institucionales no funcionan bien desacompasadas. Cómo se lleva adelante una política de cuidado infantil si les trabajadores del sector están desatendidos. “Había mucho dolor entre las trabajadoras que este diálogo permitió evidenciar”, cuenta Nataly Rojas Seguel, Directora Ejecutiva de Fundación Integra, desde donde se garantiza acceso a educación inicial gratuita para unos 82.000 niños y niñas en todo el país.
Esclarecer el objetivo de cada fundación fue una misión clave, como encontrar el punto central del caleidoscopio, lo que cada una es: un conjunto de escenas cambiantes con posiciones fijas que las sostengan. Es imposible gestionar sin flexibilidad pero tampoco se puede avanzar sin un objetivo que oficie de timón.
Mientras dibuja, Karamanos muestra cómo en la conversación que abrió con todos los sectores se propuso identificar genuinamente qué entendían como objetivo común y desde ahí evaluar hacia dónde ir.
—Cuando llegamos con esta gestión al MIM tenían planificado un programa para mujeres rurales que no preveía el transporte hasta Santiago.
Habla de la centralidad del objetivo pero dibuja una fecha, un vector que articula todas las decisiones: qué tipo de dirección, qué condiciones laborales, qué líneas de trabajo, con qué recursos, bajo qué autoridad. Estas preguntas se responden o deberían responderse según dibuja Irina, pasando por el tamiz del objetivo.
La apelación a la idoneidad y la elección meritocrática de quienes conducen las fundaciones es otro punto de apoyo del proceso. Sin idoneidad no hay democracia. Por primera vez en la historia de la fundación, los directores y directoras regionales fueron escogidos en base a un concurso público, basados en sus antecedentes, favoreciendo un proceso de reclutamiento a nivel regional. Son personas que conocen los lugares en los que van a trabajar. El concurso como instrumento se propone dejar atrás el mecanismo de elección vigente hasta 2021, puramente discrecional, y habla de cuotas políticas como criterio de designación. Hasta entonces, había tantas cuotas políticas como cajas pagadoras. En las regiones también funcionaba la réplica de la primera dama a través de la esposa del gobernador o de la autoridad local.
Diciembre 2022. El mismo día que Chile bate récord histórico de calor, Irina llega hasta un hotel céntrico de Santiago. Allí trabajan flamantes directores y directoras, junto a sus planificadores en base a una carta de navegación institucional construida con un relevamiento de necesidades que incluyó la voz de niños y niñas que asisten a los jardines y un registro de los alcances de la política para la migración haitiana. El informe especifica que muchas respuestas están en creole.
Es mucho lo que hay que ordenar, y muy diverso. Este proceso también parece implicar que lo que se engloba en el genérico “fundaciones” reclama una diversidad de estrategias y procesos con puntos en común -hablar con los trabajadores, transparentar los cargos, volverlas más republicanas, transparentes porque reciben fondos públicos- pero también ductilidad para que el cambio tenga sentido. Estos cambios reclaman modificaciones estatutarias que permitan que en lo sucesivo las autoridades ministeriales de cada sector designen a sus presidentes. De todas formas el ministerio competente no siempre será uno solo -podría ser Cultura, Educación, etc-; la articulación busca asegurar la coexistencia sin perder autonomía, lidiar con recelos de quienes se identifican con el sector privado y temen quedar atrapados en la macropolítica sectorial.
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El debate por la transformación del rol de primera dama queda lejos de las preocupaciones cotidianas y vitales de chilenos y chilenas. Podría pensarse que como no interesa no debe ocupar tiempo ni gestión. Karamanos entiende que el desinterés, en realidad, está cargado de información. Y que esa apatía es señal de cuán profundo es el arraigo de los imaginarios a remover porque normalizan la cultura del privilegio, la discrecionalidad, el clasismo, la colonia y el patriarcado.
—Esto que vamos a hacer, ¿mueve la aguja? —se pregunta en voz alta y despega masividad de relevancia. Prefiere “lo colectivo en serio” a la trascendencia social.
El gobierno que Irina integra pero del que está saliendo se autoaplica la etiqueta de feminista. En ese escenario, que Irina asumiera el rol fue, cuanto menos, desconcertante.
En el cuaderno amarillo que la acompaña a todos lados dibuja su plan, va al dibujo al que piensa regresar después de su partida del rol primera dama. Flechas, palabras y recuadros trazan una reforma institucional que se propone ser más que una decisión administrativa.
Como en zig-zag, en sintonía con quienes señalan que en política nunca se avanza en línea recta, Irina cuestiona el cargo pero va y lo asume. En el mismo movimiento en que apunta a su existencia naturalizada decide “habitarlo”. No demoniza ni pierde de vista que desde entonces “se le ha pegado al cuerpo un halo de ilegitimidad” del que personal y políticamente necesita desprenderse tan planificadamente, como quien se empeña en demostrar que asumir no es sinónimo de validar. En estos días también lee sobre otras que llegaron antes, remarca la paradójica invisibilidad a la que la historia y la propia vida del Palacio de La Moneda las ha condenado, aún cuando les ofrece amplias comodidades e instalaciones mientras dura la tarea de sus maridos. Marca esa dependencia subalterna para la posteridad y desliza comentarios sobre proyectos futuros dirigidos a revertir esa opacidad.
El tema un poco transita entre las fallas biográficas que mortifican al taxista -¡pero no están casados!- y el desencanto que produce a quienes le exigen honrar el carnet feminista: ¿Va a asumir ese rol accesorio, antigüo y patriarcal? ¿Una buena feminista no debía abjurar y resistir, interrumpir individualmente la tradición, con un No rotundo? Teresa Valdez, directora del Observatorio de Equidad de Género, apenas conocido el anuncio dijo: “Yo hubiera esperado que se eliminara el cargo (…). Esto nos preocupa porque es un poco como contradictorio. Pero la verdad que nos importa la propuesta global de transformación, donde incluye, por supuesto, la transformación feminista”.
Karamanos entiende las oposiciones feministas. Afirma que son inevitables y dice saber que optó por ocupar un espacio no autorizado por el movimiento -sin dejar de advertir que las posturas esencialistas también deben ser revisadas porque “la esencialización de todo al final impide la transformación”-. También recuerda que en abierta oposición, aunque por carriles distintos, la expresan sectores que militan en el conservadurismo patriarcal apuntando implicitamente que no necesariamente el rechazo de la posición es la única forma de construir de manera feminista.
“En Chile la figura de la primera dama no tiene el peso que en otros países -dice Pierina Ferretti, Directora Ejecutiva de Nodo XXI-. Desconozco si esto va a tener impacto. Apostaría que a nivel social al mundo feminista pequeño le molestó que asumiera el cargo. Va a servir para decir un par de cosas lúcidas sobre el rol y que por lo tanto es extemporáneo”. Sabe que tensiona el campo feminista pero desafía una y otra vez con que es un espacio en el que el feminismo nunca pensó.
La tensión con el feminismo tampoco se le escapaba a Don Francisco en aquella primera entrevista. Ella empezó a contestar, pero fue interrumpida. ¿Por problemas de transmisión? No. Fue su compañero, el Presidente, quien en esa oportunidad, aunque la pregunta iba dirigida a ella, muy patriarcalmente pidió al otro hombre -y no a ella- permiso para interrumpirla. Acto seguido le contó a la audiencia que Irina era muy trabajadora y que en tiempo record había organizado una actividad en La Moneda. Ese subrayado que el Presidente ofreció sin que nadie se lo pidiera, además de ser un gesto claro de micromachismo, le da sentido a lo que plantea ella cuando señala que el proceso es necesario, precisamente, porque la existencia de su rol es producto de la naturalización de formas varias de subalternización, que conviven con privilegios nada aceptables en términos republicanos.
Vicky Quevedo repasa las historias del feminismo chileno –que contribuyó a construir desde sus inicios- y encuentra radicalidad en lo que ella está haciendo. Entiende que es una manera práctica y cotidiana de desarmar el cargo e inscribe el momento en una línea de tiempo: “No encuentro relación con nuestras conversaciones de los feminismos de los 80 (…). Seamos honestas, la cuestión de la primera dama no pasó por nuestras cabezas, salvo para despotricar contra la vieja esa”. Se refiere a Lucía Hiriart Rodriguez de Pinochet. Como ha mencionado alguna reseña sobre la biografía que de ella hizo Alejandra Matus, se mantuvo miserable de espíritu pero se volvió opulenta desde la posición de primera dama a la que accedió tan ilegítimamente como su marido lo hizo al cargo de Presidente.
“Nunca antes se había politizado el cargo de primera dama. Irina lo hizo. Por eso se le vino la derecha encima y le empezaron a dar y dar”, agrega Quevedo. “¿Cómo lo va a enfrentar ella? Asumiendo un lugar incómodo: haciendo lo que se comprometió. Dicen que su gabinete es muy caro. La derecha se especializa en robar y en acusarte a ti de ladrona, así que yo en eso no entro”.
Basta recorrer las redes para ver cómo le disparan incesantemente con munición de grueso calibre sexista y misógino. Para Karamanos leerlos es clave, le permite entender a dónde se dirigen, otra vez, estructural y colectivamente, sin desconocer el impacto individual que le producen.
—¿Cómo impactan los ataques que llegan vía redes sociales?
—Me impresionan con qué adjetivos se busca ofender, lo sexualizados que están esos mensajes, la homofobia, la violencia, qué significa que me describan como hombre, que pongan en duda que soy su pareja. Me afecta porque queda claro que ese tipo de discriminación y odio está presente y se despliega así. En un plano más subjetivo afecta porque es tu nombre y tu cuerpo puestos a disposición del proceso de cambio. Por dentro estás tú. Pero es más importante analizar las dinámicas masivas, cómo inciden, cómo se normalizan ciertos tipos de ataque, ciertas violencias que deshumanizan.
Cuando la pregunta es por el futuro, dice no fantasear con erradicar el rol. Reconoce el peso de las tradiciones y asume este proceso como un primer paso para desinflar su vigencia. “Estoy evaluando más pasos que refuerzan el desanclaje institucional de la primera dama. Esta figura tiene una parte muy cultural. Puedo conversar, visibilizar, pero no puedo cambiarlo y ya. Teniéndole respeto a la historia y a las personas yo no puedo asegurar que le coloque un candado a esto.”
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Karamanos tiene el gesto de amarrar y desamarrar su pelo, que a veces se le enreda con los piercings del lóbulo izquierdo. Baja sus manos a la cadera, estira las piernas, desarma una postura que nunca terminará de ser protocolar. Ni trivial. Ni relajada. Prefiere reunirse en bares para evitar perder el tiempo con los protocolos de ingreso al palacio al que casi no va, como acompañando el progresivo proceso de salida que encaró. Es una lectora voraz de Twitter. Si le preguntan por las críticas a los pitillos del presidente, contesta que esos comentarios le permiten entender las ideas que esconde una parte de la sociedad. En las cosas que dice, y en su forma, se nota un esfuerzo por no parecer cuica ni frívola, por mostrar una vez más que ella está en lo importante, en la estructura. Su humor es -según ella misma- amargo. Dicen que sabe mucho de café (seguramente por su época como camarera y cajera en un bar de Lastarria). Que es una máquina trabajando. Y que no se enamora de las causas. A veces habla como si no fuera parte de este gobierno, al fin y al cabo un instrumento. Toma Coca clásica, porque a la versión sin azúcar le siente gusto a jabón. Su vaso es el único de la bandeja que es alto y de cristal tallado.
—Acá siempre encuentran la forma de marcar la diferencia.
Unos minutos antes y entre risas con el garzón, Irina bromea sobre los adornos de navidad que habría dejado el gobierno anterior. El garzón reduce la discusión política a una cuestión generacional: “qué es pesada esta cabra chica”.
“La polola del presidente, la primera dama, la coordinadora sociocultural de Presidencia”, la presentan en el Patio de Las Camelias. Allí, los nuevos jubilados, sus parientes y un grupo de música folclórica, vestidos de huaso y huasa. Homenajean por su jubilación como gobierno a trabajadores que han estado allí desde que ellos eran niños. Un gobierno que encuentra en su juventud una oportunidad pero también se les vuelve en contra cuando, como sostiene Pierina Ferretti, la bandera de lo generacional es ondeada para quitar peso a la gestión y sus posiciones, en un contexto donde la derecha busca todo el tiempo aplanar la potencia política infantilizando o criminalizando las revueltas y la convulsión social. Está parada en diagonal al presidente. Levanta una copa. Cada tanto se miran. Ella tiene otitis -sensibilidad que arrastra desde sus tiempos de telemarketer- pero igual sonríe.
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La primera vez que apareció en público fue en el programa más visto de Chile, cuando Don Francisco entrevistó a Gabriel Boric antes de las presidenciales de diciembre de 2021.
Antes de Las caras de la moneda, era reconocida militante pero no un personaje popular.
Don Francisco, que sabe de rating, le preguntó si estaría dispuesta a ocupar ese lugar.
—No soy ni primera ni dama. Es un rol a repensar —respondió.
La frase se viralizó. La polola de Boric se volvió Irina Karamanos.
Me impresionan con qué adjetivos se busca ofender, lo sexualizados que están esos mensajes, la homofobia, la violencia, qué significa que me describan como hombre, que pongan en duda que soy su pareja.
Irina y Gabriel están juntos desde 2018. Se habían conocido antes, pero ninguno de los dos estaba disponible. Fue un coqueteo que avanzó bien de a poco. En 2019, se mudaron juntos. Boric, entonces, era diputado por Magallanes. Karamanos trabajó en la campaña presidencial, en el diseño de la franja televisiva y en las animaciones en stop motion.
El 11 de marzo de 2022 él asumió como presidente de Chile.
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Irina Sabine Alice Karamanos Adrian creció en Santiago muy apegada a su padre, locutor, que era quien se quedaba con ella mientras su mamá iba a trabajar al Instituto Goethe. Los días se dividían entre sus clases en un colegio Montessori y las tardes en casa.
—Jugábamos a las sorpresas y nos dejábamos notas debajo de los platos de comida.
Los juegos familiares incluían desafíos con preguntas y música griega de fondo, herencia de sus abuelos inmigrantes que al llegar a Chile se dedicaron a fabricar guantes y zapatos de cuero. Cuando tenía 8 años, el tiempo lúdico le hizo jaque mate: a su papá le diagnosticaron cáncer y los roles de cuidado se invirtieron. “Dejé de ser su hija, pasé a ser su fiscalizadora.” Bastante temprano tuvo que planificar, organizar cierre de etapas. Le llevó su tiempo entender la profundidad irreversible de lo que había sucedido: “A mis 8 años y durante mucho tiempo todo el mundo esperaba que me sintiera peor de lo que me sentía. Recién a los 13 me di cuenta, hablando con un amigo”.
—¿Cómo fue eso?
—Le conté mi vida pasada y se puso a llorar. A mí me molestó. ¿Por qué lloras?, le dije. Y me explicó: es que me parece triste. Yo le dije: ¿qué cosa? Y me volvió a decir todo lo que le había dicho. Recién ahí, el espejo me hizo ver que en realidad no iba a tener más experiencias con mi papá. Ahí empecé una etapa más de conciencia.
—Como de empezar el duelo, que a lo mejor había quedado demorado…
—Si, fue una etapa bastante depresiva. Yo trataba de hacer cosas para llorar, como ver películas, lo que sea.
Irina guardó aquellas notas, esos papelitos, y al mismo tiempo mantuvo la práctica. Volvería a hacerlo con sus personas favoritas en un departamento del barrio Bellas Artes, lo sigue haciendo hasta hoy con el Presidente:
—Le dejo dibujos en su mochila, y notitas en sus lentes.
Durante la Revolución Pingüina de 2006, cursaba la media en el Colegio Alemán, fundado en 1891. Irina caminó los mismos pasillos que José Antonio Kast Rist y más acá en el tiempo, que el autoproclamado paleolibertario Johannes Kaiser.
–Si éramos un colegio de élite, como ellos mismos decían, no podíamos estar ajenos a lo que pasaba.
Ningún otro estudiante apoyaba la protesta. Karamanos podría haberse amotinado o rebelado sola. Ya asomaba su carácter: ¿para qué romper si se puede articular, gestionar tensiones, empujar la estructura?
Organizó un paro reflexivo. Primero convenció a la dirección del colegio y ejecutó su estrategia; rompió con el aislamiento de los cursos por edad, los puso a dialogar y terminaron redactando una carta para el Ministro de Educación. Así se plegaron a la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), un primer referente de la lucha por cambiar la Constitución de 1980. Tres años después esa ley fue derogada, al menos la parte que refería a la educación escolar. Aún quedaba pendiente hablar del costo de la educación superior, el tema de la protesta estudiantil de 2011, con Boric como líder. Todas las manifestaciones lograron reformas. La gratuidad llegó, pero al menos un millón de jóvenes que pasaron por la educación superior se jubilarán pagando créditos estudiantiles, la calidad a la que se accede sigue siendo despareja y, en cierta forma, la política continúa asegurando enormes transferencias al sector privado. “Allí radica un nudo que aún con cambios se aseguró durante la concertación. Es un desafío pendiente para soltar amarras con el neoliberalismo”, dice Pierina Ferretti.
Durante la adolescencia Irina tomó clases de pintura y dibujo con Carmen Silva Rojas. La artista chilena exiliada en Ecuador le contagió también su sensibilidad social. Luego durante un año estudió Artes en la Universidad de Chile, algo que dejó pendiente porque cuando lo combinó con Filosofía otra vez apareció el interés por las estructuras, conectar aquello que creía era cómo el mundo debía ser según su educación Montessori y la constatación de lo que el mundo era.
Y se fue a Alemania, aprovechando que tenía la doble nacionalidad por parte de su mamá y que hablaba el idioma, acceso a educación y posibilidades de trabajo en una condiciones que no existen para las mayorías en Chile:
—Sentí que el arte no se me iba a escapar pero la urgencia que observaba socialmente sí, se me iba a escapar. El arte podía esperar. Tenía mucha sed de aprender sobre estructuras, sistemas, formas de análisis.
Estudió educación en la Universidad de Heidegger, Berlín, estimulada por su impronta muy Escuela de Frankfurt. Luego postuló a un máster en Santiago sobre Sociología y métodos de investigación en la Universidad Diego Portales.
—Me fui pensando en volver.
La aceptaron. Regresó. Buscó espacios donde militar. Le interesó Nueva Democracia por sus escuelas militantes dispersas por todo el país, pero leyó la declaración de quiebre de Izquierda Autónoma y le pareció convincente, por la multiplicidad de frentes y por la amplitud con que proponían debatir. El espacio se partía y se sumaba a construir. No le resultó fácil contactarlos, a muchos de sus mensajes por Facebook le dejaron en visto. Siguió buscando la forma de sumarse. Así llegó a una convocatoria para apoyar la campaña de una concejala en Nuñoa.
Durante el primer encuentro con la organización, le explicaron:
—Somos el movimiento de Gabriel Boric.
—Pucha, son más que eso. ¿Por qué eso es lo primero que dicen? —preguntó.
***
Una blusa cuelga en su percha junto a la puerta del auto, Irina Karamanos la corre para subir. La oficina rodeada de poetas no es su único despacho: cuando el auto oficial la traslada de un lugar a otro, desde el celular responde correos y manda mensajes por Whatsapp, revisa sus apuntes, lee desde el Ipad. Puede empezar a las 7.30 de la mañana y no parar hasta después de una cena protocolar. El cansancio le gana solo de a ratos y en la intimidad de su equipo. No se lo confiesa a nadie. Diciembre ha sido agotador, y aunque el cuerpo joven le reclama, continúa sin freno. Se ha tenido que tender durante quince minutos para despejar el malestar y volver al ruedo cumpliendo con los entre cinco y seis compromisos diarios. La semana comienza los domingos a la noche, cuando repasa con su equipo los días que vendrán.
Hay tiempo aún para llegar a la siguiente cita. “Norberto -dice a su escolta-, hagamos una protesta.” “¿Por el calor?”, pregunta el hombre con el pelo a ras de cuello que en su termo lleva una chapita: la bandera chilena con el escudo de Carabineros. Norberto va adelante, en el copiloto, y gira la cabeza en 90 grados. Irina se toma del asiento: “por la falta de sueño, pero por eso también”.
No le molestan los compromisos. “Lo que me molesta son las moscas”, dice señalándose la cabeza, en referencia a los pensamientos que le aparecen en estos momentos de calma, sus pendientes, las cosas que tiene que organizar. Por ejemplo, dónde estarán ella y el presidente esta noche. ¿En una cena o en el recital de la orquesta juvenil? Irina mira su celular y se queja de la gente de Presidencia que enreda la agenda. “¿O fui yo? -duda. Y se responde-. Si fui yo voy a estar en problemas.”
Llama a su pareja.
“Hola mi amor, ¿cómo estás? … yendo a una actividad… Sí, te amo… te amo… Me comí un churrasco y te amo, jajajá -repite-. Oye… te agendaron mal el recital o me confundí yo, no sé.» Y se confundió ella: vuelve a escuchar un audio donde pide que le agenden un concierto que no era en diciembre. Una vez arreglado el asunto, baja la ventana y suspira.
Cada semana, Irina recorre las instituciones que hoy ha traspasado a la estructura del estado. Le toca Chilenter. Creada por Luisa Durán (esposa de Ricardo Lagos), con la misión de reducir la brecha digital, y ahora se dedica a reciclar computadores y aparatos electrónicos en desuso para alumnos de escuelas públicas.
Dos autos estacionan en Compañía 5635, su sede. Irina baja del primero con Norberto. La recibe Matías González Pacheco, el director de Chilenter. Es mediodía y en la televisión transmiten el mundial de Qatar. Mientras van hacia su oficina se corre la voz: “Llegó la Iri”.
Durante la Revolución Pingüina de 2006, cursaba la media en el Colegio Alemán, fundado en 1891. Irina caminó los mismos pasillos que José Antonio Kast Rist y más acá en el tiempo, que el autoproclamado paleolibertario Johannes Kaiser.
Bajo el sol y con las manos en la cintura, mira las instalaciones -dos galpones llenos de residuos tecnológicos- y reconoce que no ha pensado cómo seguirá su vínculo con las y los trabajadores de las fundaciones que deja: emprendedoras, artesanas, técnicos… Este trabajo de ser primera dama y deconstruirlo al mismo tiempo no le permite proyectar el futuro más allá de fin de año.
Karamanos tiene un entusiasmo especial por Chilenter. Le gusta reparar cosas, y ahí tuvo la oportunidad de armar su propio computador. Además, como artista, le encanta la visualidad de la basura tecnológica, cajas con miles de tornillos, discos duros y placas de memoria.
En estos días también piensa en un proyecto que recoja las experiencias de las primeras damas de la Democracia: Desde Leonor Oyarzún pasando por Adriana Delpiano (una de las primeras en no ser pareja o familiar del presidente), hasta ella. Remarcará la paradójica invisibilidad a la que la historia y la propia vida del Palacio de La Moneda las ha condenado. Dejará claro que existen porque existen los varones de quienes dependen. Una expresión concreta y naturalizada del contrato sexual que implica que para acceder a la vida pública, a los derechos y al reconocimiento, las mujeres necesitan un varón de salvoconducto, y si ellos ya no están, ellas ya no tienen con qué ni por qué.
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Cat eyes, pelos decolorados, zapatillas de lona y pañuelos verdes es la moda, y se nota. Son las Tremendas, un grupo de activistas feministas sub 25 que esperan a la primera dama en la biblioteca de PRODEMU. Una biblioteca feminista, pública, donde se inscribió Irina. La primera dama se sienta al centro, irónicamente enfrentada a la foto del presidente que se cuelga en toda institución del Estado.
Las jóvenes no están para entrevistarla ni para pedirle detalles de su relación. Esta misma mañana el presidente firmó el acuerdo constitucional. Es el tema del día. Ellas piden más espacios para las niñas y adolescentes en la toma de decisiones. Irina trata de dirigirse a todas; algunas murmuran, quizá impresionadas de estar frente a una primera dama, incrédulas, o pendientes de su polera negra de plush.
Una de ellas dice que hay que darle espacio a la centralidad de la experiencia, rescatar los conocimientos de las mujeres rurales, de las pescadoras, dar cuenta del sentir de aquel feminismo que quedó afuera del gobierno. Se refieren a luchas que no están enamoradas de Boric, que recuerdan majaderamente que la interpelación feminista no se agota ni se limita a debates sobre la institucionalidad y el rol, y que ven con cautela cómo se construye el “gobierno feminista” de Apruebo Dignidad.
—¿Por qué no nos incluyen? ¿Cuáles son las voces y los conocimientos autorizados? ¿Qué es un experto? –pregunta la activista.
Irina Karamanos ya sabía el contenido del acuerdo constitucional: que sería escrito por una cámara mixta, con consejeros electos por votación obligatoria y por una comisión de expertos, paridad y cinco escaños reservados. Que se conformará una cámara más pequeña que trabajará en menos tiempo para evitar los errores del texto rechazado en septiembre.
—Tenemos que pensar juntas cómo relacionarnos con el poder, o quién debería tener el poder —dice Irina—. Tenemos que revisar el concepto de experto.
Los celulares de las chicas la enfocan. Suben sus videos a Tiktok e Instagram, la etiquetan.
Irina integra el gobierno o mejor dicho “lo habita”, como suele decir de su cargo. Pero usa un nosotros que no necesariamente lo incluye. Ella, la que no se enamora de las causas, recoge la interpelación y lanza:—No hay que enamorarse del gobierno ni de la Constitución: son instrumentos.