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La encrucijada de la Primera Línea

Desde que los escudos azules hicieron su primera aparición en el Paro Nacional, la actitud positiva con la que fueron recibidos ha ido mermando. Estas son las dificultades que han encontrado y las diferencias con las primeras líneas de otros países que sí han logrado contrarrestar los abusos de la Fuerza Pública.

por

Tania Tapia Jáuregui


29.01.2020

En la Universidad Nacional de Bogotá, la marcha del 21E empieza con una división.

El grueso de los marchantes, los estudiantes, saldrán por la calle 26. Es la ruta que acordaron con la Alcaldía. Otro grupo, sin embargo, tiene otro plan: salir por la carrera 30 y marchar hasta al norte. La mayoría de este segundo grupo lleva casco, máscaras de gas y gafas de protección. Y llevan unas tablas. Unas tablas delgadas y pintadas de azul que deberían hacer las veces de escudos.

—Si ustedes se van por la 30 nadie de derechos humanos se va a ir con ustedes—, dice un joven de chaleco café a varios de los que sostenían los escudos azules de madera que han identificado a la llamada Primera Línea.

Parecen soldados de una guerra improvisada: un escuadrón armado con tablas, casos de bici y gafas de protección compradas en alguna ferretería. Se preparan para un tropel en el que su protección principal es una valentía que parece ingenua.

Se preparan para enfrentarse al ESMAD: a sus casos y sus armaduras y sus armas. Un cuerpo de fuerza entrenado entrenado contra unos 20 chicxs de universidad. Un mar negro que se precipita contra cuerpos escuálidos.

—Ustedes no nos tuvieron en cuenta en la asamblea. Lo que dijimos no salió en la relatoría—, responde uno de ellos, aún con la cara cubierta. De un lado, un mar de cuerpos formados en el entrenamiento militar, en el otro, jóvenes armados con cascos y escudos de cartón.

Media hora después, alrededor de 100 personas, lideradas por los escudos azules, marcharon por la calle 45 hacia la carrera séptima. Su destino, al menos en un principio, era el Monumento a los Héroes. El resto de la marcha de estudiantes de la Nacional salió por la 26 hacia Banderas. La segunda fue la que intervino el ESMAD unas horas después.

“Ojalá se puedan organizar mejor .. gracias por resistir 🔥🙌”, escribió una usuaria de Instagram unos días después en una publicación del perfil de Escudos Azules.

“Dejen tanta foto, organícense y parense duro como en 🇨🇱. Si uds demuestran que podemos aguantar 20 cerdos del ESMAD, no nos para nada. Un abrazo combativo!”, dijo otro comentario en la misma publicación.

Sobre la 1:30 de la tarde del 21 de enero —justo cuando se empezaron a caldear los ánimos en el Monumento a las Banderas— la Primera Línea tomó la decisión de devolverse e ir hasta allá para acompañar al resto del grupo. Nunca llegaron: a las cuatro de la tarde, cuando ya el ESMAD había dispersado a los manifestantes en el sur, los escudos azules decidieron abandonar el plan inicial y llegar a la Plaza de Bolívar. Fue muy cerca de la Plaza donde finalmente se encontraron con la Fuerza Pública.

Nace La Línea

En Colombia no existe solo una Primera Línea: hace un año surgió una en la Universidad Nacional de escudos con la bandera de Colombia y, desde que inició el Paro Nacional, han ido surgiendo otras independientes por fuera de esa universidad. Sin embargo, la de los escudos azules ha sido definitivamente la más mediática.

La primera noticia de la aparición de esta Primera Línea —o Escudos Azules, como también se llaman a sí mismos— fue a inicios de diciembre, casi dos semanas después de que arrancó el Paro Nacional. El 4 de diciembre hicieron su debut en las calles. Varios medios de comunicación replicaron el manifiesto con el que se hicieron conocer:

Somos la Primera Línea y estamos conformados por ustedes, colombianos. No tenemos banderas. Ni líderes, ni voceros. No tenemos colores. No tenemos representantes. No tenemos rostro ni identidad.

(…)

Apagamos y disolvemos los gases.

No provocamos.
Repelemos a la policía mientras protegemos la retirada del manifestante.
Auxiliamos al que se queda atrás.
Enarbolamos la legítima defensa.
Garantizamos que el ciudadano se pueda manifestar en paz, sin temor a ser asesinado.
Existimos sólo para dejar de existir.

Las fotos y los mensajes de apoyo en redes sociales se hicieron virales.

Nao, uno de los integrantes de la Primera Línea, le contó a El Espectador que la iniciativa surgió, en parte, por el asesinato de Dilan Cruz, cuando en grupos de Facebook empezó a discutirse la idea de hacer una versión local de lo que estaba pasando en otros países: grupos de manifestantes que se ubicaban a la cabeza de las manifestaciones, con las caras cubiertas, para proteger a los marchantes de la represión de la Fuerza Pública.

A medida que pasan los días, la actitud positiva que rodeó a la Primera línea en sus inicios se ha desdibujado.

“A partir de ese miedo, de esa zozobra, de pensar que no podíamos ir a marchar porque iba a estar el ESMAD ahí esperándonos, empezó a rotar la idea en muchas redes sociales, también a partir de lo que ha pasado en Chile y Hong Kong, de crear una primera línea”, le dijo el joven El Espectador.

(Cerosetenta buscó a los integrantes de la Primera Línea pero hasta la publicación de esta nota no recibió respuesta de su parte).

Pero, a diferencia de lo que pasa en Chile y en Hong Kong, la Primera Línea que nació en la Universidad Nacional se declara pacífica. No atacan al ESMAD. Y aseguran que su único propósito es defender al manifestante sin provocar ni agredir a la Policía ni al ESMAD.

Sobre esa característica también habló Nao en El Espectador: “Todos los que hemos estudiado en universidad pública conocemos a los tira piedra de toda la vida y sabemos lo que es un tropel, pero también sabemos que ese tipo de lucha violenta no ha llegado a nada y no ha significado mayor cosa en la coyuntura colombiana”.

La decisión, también, despertó aplausos en redes sociales.

https://twitter.com/ElJuliSastoque/status/1202280565505953793

Pero a medida que pasan los días y la protesta del 21N baja en intensidad, la actitud positiva que rodeó a la Primera línea en sus inicios se ha desdibujado. En redes sociales y al interior del movimiento estudiantil han empezado a aparecer cuestionamientos tanto frente a su papel en la protesta, como a su toma de decisiones y qué tanto éxito han tenido en cumplir sus objetivos.

La prueba es el desacuerdo que dividió las marchas el pasado 21 de enero.

https://twitter.com/dacar95/status/1219685661797646338

“Es una iniciativa válida, y necesaria, pero no se articula con las iniciativas que ya existían del movimiento estudiantil”, dice Dennis Gómez, integrante del Observatorio de Derechos Humanos Iván David Ortiz y de la Red Universitaria Distrital de Derechos Humanos que ha acompañado todas las marchas de estudiantes con un chaleco café. “Es decir, a la hora de enfrentar la represión del ESMAD, no solo se trata de formar a unos muchachos con escudos de madera y con cascos que salgan a confrontar. También tiene que involucrar a la gente que esté haciendo cosas de derechos humanos, de apoyo de salud, de apoyo jurídico, porque ahí es donde se pueden hacer cosas de verdad para garantizar la integridad y el derecho a la protesta”.

Ella también es estudiante de la Nacional. Dice que el grupo de la Primera Línea no ha establecido diálogo con las demás iniciativas que llevan años atendiendo a la protesta dentro de la Universidad. Por el contrario, asegura que se han mantenido en una posición rígida en la que priorizan sus propias decisiones sobre la marcha.

Aunque Nao explicó que, por ejemplo, cambiar los destinos de las marchas tienen que ver con adoptar la estrategia “be water” (una frase de Bruce Lee que traduce ‘ser agua’) de las protestas de Hong Kong, Gómez cree en la versión criolla la dinámica se ha traducido en abandonar la manifestación, en dejar solos a los estudiantes. Justo como pasó el 21E.

Foto por Mateo Rueda.

“Ya nos ha pasado varias veces”, insiste. “Ellos son los que dicen ‘no, vamos a hacer la ruta por allá’, cuando se sabe de antemano que en el movimiento estudiantil hemos planeado con antelación las rutas para protegernos, para prever escenarios de conflicto, rutas de evacuación, porque es un escenario peligroso”.

Dice que para ella esas decisiones tienen que ver con una “ausencia de cualificación política a la hora de entender cuál es el rol que ellos juegan en la movilización”. Y que, en su opinión, su postura debería privilegiar defender la protesta, estar donde están los manifestantes. “Si eres parte de un cuerpo de defensa debes estar en función de lo que diga la manifestación. Puedes dar sugerencias, claro, pero no siento que tengas la potestad de decir: vámonos por allá”.

Agrega un ejemplo que, según ella, muestra cómo la Primera Línea ha creado escenarios que han puesto en peligro a los manifestantes.

El 10 de diciembre “hubo un tropel súper espontáneo porque ellos querían salir a hacer una demostración para atraer opinión pública. Lo que pasó fue que el ESMAD llegó a confrontar y se armó una situación compleja. No digo que ellos tengan enteramente la culpa, pero sí se podría crear una red o al menos una articulación más eficaz para prevenir estas situaciones. Además ellos también quedan expuestos”, asegura Gómez.

La escena en la que 20 escudos azules se alinean al frente del ESMAD quedó grabada en video.

En cuestión de segundos unos siete agentes del ESMAD los desarman. Retienen a dos, uno de ellos es oprimido contra el suelo por el pie de un agente y la rodilla de otro. El escudo azul queda entre el manifestante y los agentes. El resto entra a buscar refugio en la Universidad con los demás manifestantes.

“Ese fracaso les tiene que servir para empezar a operar de otras maneras”, asegura uno de los integrantes de la página de Facebook Mr. Universitario que cubre los enfrentamientos entre capuchos y ESMAD en universidades de Bogotá, Cali y Medellín, principalmente. “Si con el primer ataque del ESMAD la Primera Línea ya se repliega, se ve que no está funcionando bien. Pero eso es un proceso evolutivo. Toca ver cómo se adapta esa Primera Línea a las condiciones de Colombia”, afirma.

Ambos insisten en que la discusión sobre la efectividad de la Primera Línea empieza por la desproporcionalidad de fuerza que hay entre ellos y el ESMAD. Entre un cuerpo entrenado y armado que cuenta con recursos del Estado y unos estudiantes armados solo con cascos y escudos de madera hechos por ellos.

“Tú no le puedes ir a decir al ESMAD: oye, es que ellos no están acá para confrontarlos a ustedes, sino que están defendiendo la Universidad, la están protegiendo. No, para el ESMAD cualquier demostración es motivo de dispersión, de confrontación”, dice Gómez. “Por eso la Línea no logra contener al ESMAD. Nadie logra contener al ESMAD”.

“Luchar contra un Estado que tiene recursos casi ilimitados, que tiene un cuerpo como el ESMAD, que tiene tanquetas, lacrimógenos y herramientas muy superiores, es complicado. Nadie se le para de frente al ESMAD para defender a los manifestantes, sin embargo eso es justamente lo que ellos se esmeran en hacer. En la mayoría de casos son muchachos con mucho carácter”, agrega la fuente de Mr. Universitario.

Líneas paralelas

Hay varias diferencias entre la Primera Línea que nació en la Nacional y las que la inspiraron.

La primera tiene que ver con la masividad y la unidad de las marchas.

En Chile, por ejemplo, la marcha del 25 de octubre, que fue llamada “la más masiva desde el retorno de la democracia a Chile”, reunió a 1,2 millones de personas en la Plaza Italia, en el centro de Santiago de Chile. En Colombia, el 21N fue mucho menos nutrido: 446 mil personas según cálculos de El Espectador (el Gobierno de Iván Duque fue muy criticado por decir que solo salieron 132 mil personas).

Foto por Mateo Rueda.

“En Chile el escenario político es diferente: toda la gente está en la calle, toda la gente está pidiendo cambios sociales. Acá no. En Colombia tenemos escenarios un poco más fragmentados. Y claro, cuando la lucha se fragmenta es mucho más difícil entrar en esos espacios de confrontación y tener una proporcionalidad que te permita ganar o al menos defenderte en igualdad de condiciones. El escenario no lo permite”, asegura Gómez.

Por eso, aunque la diferencia en el número de manifestantes es contundente, no se pueden olvidar un par de detalles: el primero es que en Chile las protestas se concentran en Santiago, particularmente en un solo punto de la ciudad: la Plaza Italia, que se ha rebautizado como la Plaza de la Dignidad. En Colombia no. Además, en Chile hay una suerte de calendario para protestar –cada viernes desde octubre—, algo como lo que se presentó en Francia con los chalecos amarillos.

Es justo ahí en la Plaza Italia donde la primera línea chilena se despliega y es el único punto en el que actúan.

“Ellos están ahí todos los días en la zona roja (…) y a las cinco de la tarde empiezan siempre los enfrentamientos con los pacos (policías)”, dice Carolina Rojas, periodista chilena que ha cubierto de cerca a la primera línea de su país. “En el fondo, lo que en algún momento tratan de hacer es ganar espacio en esa zona roja después del ‘copamiento preventivo’ de la fuerza pública. Muchos de ellos comenzaron a organizarse ahí, diciendo que tenían que ver cómo defendían a la gente y a su derecho a manifestarse”, cuenta.

El “copamiento preventivo” del que habla ocurrió el 20 y 27 de diciembre cuando los carabineros chilenos ocuparon la zona para impedir las manifestaciones en el lugar —una medida denunciada por la CIDH—. Para varios manifestantes, fue gracias a la Primera Línea y la presión que le hicieron a la Fuerza Pública de ese país que las manifestaciones se pudieron volver a abrir paso en el sitio.

Foto por Mateo Rueda.

Algo similar ocurría en Caracas, Venezuela, en 2017. Entonces, las manifestaciones iniciaron cuando el Tribunal Supremo de Justicia, cercano al chavismo, le quitó facultades a la Asamblea Nacional. Los dirigentes de oposición convocaron marchas de protesta hacia el centro de la ciudad. Dos semanas después surgió una versión de la Primera Línea que se conoció como La Resistencia, que acompañó durante los cuatro meses que duraron las manifestaciones a los marchantes que como en Chile, tenían rutas claras definidas por los opositores de gobierno y que se localizaba en espacios específicos.

La Primera Línea de la Nacional, en cambio, surgió en un contexto de manifestaciones que se convocan por varias rutas durante un mismo día. Y en el que, además, los estudiantes suelen cambiar sus recorridos para llevar la marcha hacia partes de la ciudad que no están preparadas en un intento por sorprender y –justamente– protestar. Eso, de entrada, significa un reto distinto.

La gente a menudo alimenta a los jóvenes de la Primera Línea chilena, muchos de ellos son habitantes de calle y jóvenes marginales.

Otra diferencia fundamental es el nivel de represión y de violencia con que la Fuerza Pública ha respondido a las manifestaciones en Colombia y otros países. Si bien en Colombia se pueden contar al menos 200 heridos y 4 muertos atribuibles a la Policía Nacional, según datos de la Campaña Defender la Libertad, las cifras en países como Venezuela y Chile son mucho más escandalosas.

“La gran mayoría de los muertos de esas protestas de 2017 fueron jóvenes. Uno de los primeros muertos, por lo menos en Caracas, tenía, si no me equivoco, 18 años. Yo puedo recordar al menos 10 muchachos asesinados entre los 18 y los 25 años que obviamente estaban en la Primera Línea”, cuenta Iván Ernesto Reyes, reportero gráfico venezolano que estuvo presente en las manifestaciones de ese año.

Foto por Mateo Rueda.

En Venezuela —donde entre abril y julio de 2017 se registraron 163 muertos en medio de las protestas— el cuerpo que reprimía a los manifestantes, además de la policía, era la Guardia Nacional, un cuerpo militar que no solo contaba con tanquetas como las que usa el ESMAD sino con vehículos blindados que disparaban aturdidoras y se desplegaban para crear barricadas entre los manifestantes.

Lo mismo en Chile: según el Instituto Nacional de Derechos Humanos de ese país, hasta el 15 de enero se contaban 3.649 personas heridas y 29 muertas en medio de las protestas. Se han registrado además 158 denuncias por violencia sexual, 21 por lesiones, y 770 por por tortura y tratos crueles.

“Acá los carros policiales se han llevado a la gente, la han abusado sexualmente, la han violado. Los casos de violación a derechos humanos están por las nubes”, asegura Carolina Rojas. “Si te atrapa la policía, en realidad, es bien difícil arrancarte de los piquetes (escuadrones)”. Dice que ella ha sido testigo de esa represión: “una de mis compañeras que es fotógrafa perdió el ojo izquierdo en la noche de Año Nuevo. Ese es el nivel de represión que existe acá”.

Por eso, las Primeras Líneas de esos países han recurrido a la violencia como forma de abrirle paso a la protesta y proteger a los manifestantes. En esos dos países, y también en Hong Kong, las Primeras Líneas no solo se forman entre la Fuerza Pública y los manifestantes con escudos, sino que lanzan piedras, devuelven o apagan gases lacrimógenos y usan bombas molotov. El uso indiscriminado de la fuerza por parte del Estado ha resultado en un creciente apoyo de los manifestantes a las Primeras Líneas, a que los defiendan como una medida necesaria en las protestas precisamente porque se ubican en la línea de ataque.

“La gente apoyaba muchísimo a estos muchachos”, cuenta Reyes sobre La Resistencia venezolana. “Cuando ellos llegaban a las marchas, la gente los aplaudía, les decía héroes. Si podían les daban dinero, les daban arepas, galletas y unas loncheras preparadas para que tuvieran para para el día”.

Foto por Mateo Rueda.

Lo mismo en Chile. Carolina Rojas cuenta que la gente a menudo alimenta a los jóvenes que hacen parte de la Primera Línea pero, dice, se debe en parte se debe a que muchos de ellos son personas que vienen de las periferias de Santiago: habitantes de calle y jóvenes marginales que habitan en el Parque Forestal, la zona próxima a la Plaza de la Dignidad.

“Hay muchos adolescentes y jóvenes que han sido marginados del sistema. En los vídeos tú puedes ver que son estudiantes, algunos de clase media alta pero también ves muchos chicos que están en situación de calle a raíz de una crisis institucional que hubo respecto de los hogares del Estado, del Servicio Nacional de Menores. Esos chicos que estaban en la calle han conformado la primera línea. De manera espontánea se sienten parte de ese lugar”, dice la periodista.

Lo mismo pasó en Venezuela: Reyes asegura que varios de los que hicieron parte de La Resistencia en ese país eran jóvenes habitantes de calle.

Es decir, en esos países las Primeras Líneas estaban conformadas por jóvenes que no tenían mucho que perder y que en medio de las protestas encontraron un espacio de pertenencia y comunidad. Otra diferencia con lo que ha pasado con la Primera Línea de la Universidad Nacional.

Y aún así, en esos países las Primeras Líneas tampoco se han salvado ni de las críticas ni de las crisis.

“Con el tiempo empezó a haber gente que les comenzó a quitar apoyo sobre todo para quitarles responsabilidad a estos muchachos que de verdad sentían que tenían un rol importante en las protestas, pero que a la hora de ser detenidos o de ser heridos casi nadie los ayudaba”, asegura el periodista venezolano. “Les hicieron un llamado a los manifestantes a los dejaran de llamar héroes y los bajaran del pedestal, porque eso realmente no los ayudaba sino que los terminaba exponiendo mucho más”.

Foto por Mateo Rueda.

Además, cuenta, que la misma precariedad de las herramientas que usaban los ponian en peligro a ellos y a los manifestantes. “Se confiaban, se ponían detrás de un escudo de madera y un proyectil lo atravesaba y terminaban heridos. Tenían otras cosas que llamaban morteros (unos tubos de plástico o de metal a los que les metían pirotecnia) que disparaban hacia los funcionarios. Eso también generó muchos heridos del lado de los manifestantes. También nos tocó ver muchachos que lanzaban bombas molotov de botellas y trapos a los que el combustible se les caía en la mano”, asegura.

En Chile, dice Rojas, está pasando algo similar porque la represión chilena ya cobró la muerte de un miembro de la Primera Línea: Mauricio Fredes, el 27 de diciembre. También hay preocupación por la forma en que sectores chilenos han usado a la Primera Línea como ejemplo para criminalizar la protesta y quitarle importancia a otros temas.

“Hay una parte de la derecha que está en contra y que habla solo del daño que ha habido a la propiedad privada, a los paraderos, etcétera. En el fondo, como se pone tanto énfasis a las pérdidas y los saqueos, se ha terminado criminalizando mucho a la primera línea para tapar las denuncias a las violaciones de derechos humanos”, asegura.

Muy parecido a lo que está pasando en Colombia y donde el primero que defiende ese discurso es el Presidente.


El futuro de La Línea

Para Mr. Universitario, por el momento, lo que le falta a la Primera Línea es tiempo: tiempo para entenderse y tiempo acoplarse a las dinámicas de la protesta en Colombia.

“Es un grupo creado para defender y que se ha construido como una figura pacífica, pero tienen que llegar a un punto en el que sepan que pueden contrarrestar a la fuerza pública para estar presentes en las manifestaciones como una figura de defensa y no como una imagen publicitaria. Para que en realidad puedan defender a los manifestantes”, dice.

Foto por Mateo Rueda.

Reconoce que esa no será una tarea fácil ni para ellos ni para nadie. “Depende siempre de los manifestantes, de qué tipo de protesta será, si es una protesta pacífica o es una protesta que estará a otro nivel”, asegura.

Gómez por su parte, agrega un ‘mea culpa’: “También creo que es un error de la misma Universidad y del movimiento estudiantil que no hayamos tenido la oportunidad de abrir esos espacios de diálogo en donde todas las personas converjan y que construyamos algo entre todos. Tampoco ha pasado porque, hasta ahora, las voluntades no han existido”, asegura la defensora de derechos humanos.

Por ahora, la Primera Línea habita más o menos el mismo limbo en el que se encuentra el Paro Nacional: aún no se sabe muy bien qué sigue. O si sigue.

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