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Gracias a Dios por el Vicky periodismo

Omar Rincón, director del Centro de estudios en periodismo de la Universidad de los Andes, analiza el escándalo y las reacciones de los periodistas en torno a la comunidad del anillo. Su propuesta: reinventar el periodismo en Colombia.

por

Omar Rincón


14.03.2016

Foto: elpalpitar.com

Vicky Dávila ha sido una figura polémica como presentadora con su cosa política y su se mueve se mueve, su uribismo en tiempos de Uribe y su santismo en tiempos de Santos pero fue con la publicación del video que tumbó a un viceministro, a un general y la auto-eliminó a ella misma que se convirtió en identidad Colombia y marca país. Gracias a este escándalo donde sexo diluye corrupción y periodista es más importante que la realidad, el periodismo colombiano, por fin, entró en auto-crítica. He aquí lo que se ha dicho, y unos apuntes sobre el periodismo colombiano.

1,2,3

1. Vicky Dávila como periodista no debería haber renunciado, su periodismo es necesario y válido. Se necesitan muchas y todas las formas del periodismo porque de eso es que va la libertad de expresión.

2. Tampoco RCN debería haberla renunciado con un falso dilema ético cuando esa empresa ha venido haciendo prácticas poco éticas con respecto a la defensa de sus negocios propios, su impudoroso uribismo y su actitud mezquina contra la paz por intereses íntimos.

3. Mucho menos se puede aceptar que el presidente pida o exija o presione para expulsar a un periodista o un tipo de periodismo.

Ñapa 1: Mal y perversa la hoguera pública de las redes digitales que se convirtieron en esas hordas de éticas extrañas medievales para poner en el escarnio moralista una manera de hacer periodismo.

Ñapa 2: Qué cosa esto de que en Colombia somos tan conservadores y tan pacatos que sexo mata corrupción, y es peor cometer pecados de la carne que robar a la nación. Qué mal habla de nosotros este triunfo de la moralina del procurador y Uribe por encima de la ética de las libertades y los derechos.

El caso Vicky caso en perspectiva periodística

Se dijo mucho, se escribió más, se juzgó demasiado… hasta que Vicky Dávila se convirtió en identidad nacional.

Una periodista de largo aliento y prestigio como María Isabel Rueda la defendió porque “sin el video de Vicky” todo ese escándalo hubiese quedado olvidado, y ella reconoce que “en mi vida profesional cosas que podrían ser consideradas peores” como publicar un video de un militar del Bloque de Búsqueda infiltrado por “una dama” del narcotráfico, el video del narco-escándalo de Samper, la bajada de pantalones de Mockus. Y pone “el selfi del Defensor del Pueblo” publicada en una columna de Daniel Coronell. Y afirma que ese Vicky-video es lo mismo porque ayudó al cambio del rumbo del país y representa un periodismo íntegro.

Una periodista económica y ahora columnista de El Tiempo, Paola Ochoa afirmó que “en ningún otro país del mundo habrían botado a Vicky Dávila”, y que “lo que le hicieron a Vicky Dávila es infame”, ya que “por más pornográficos, obscenos, grotescos, morbosos, atroces, sanguinarios, despiadados y desalmados que sean. Siempre la prensa está en plena libertad de reproducir el material que le apetezca”. Y hace un listado de los video-periodismos más famosos y que documentan su eficacia informativa porque “se trata de figuras públicas y de altos funcionarios del Estado, de cuyo carácter y criterio depende el destino de todo un pueblo”. Y concluye que lo que pasó es que Colombia es una republiqueta sub-desarrollada y que “Vicky es una periodista de verdad, con una mentalidad de reportera del primer mundo. Lástima que le haya tocado nacer y trabajar en Colombia, el único país en el planeta en el que se castiga la verdadera libertad de prensa”.

La profesora María Paula Martínez de la Universidad de los Andes afirma en Cerosetenta que “a este ejercicio caliente con tintes de tragicomedia y argumentos moralistas le hace falta un análisis frío sobre censura y libertad de expresión. A la Fiscalía le corresponde investigar la red de prostitución y los homicidios asociados, y al periodismo, hacer un debate sobre la censura, la presión y la libertad de expresión. En entrevista con Julio Sánchez Cristo en WRadio, el presidente Santos se refirió al episodio de las llamadas desde el Ministerio de Defensa a los directivos de la Organización Ardila Lulle diciendo que es normal dentro del proceso periodístico de verificación y de contrastación. Pero no lo es. En Colombia parece una práctica habitual, lo que no la hace normal”.

El caricaturista Daniel Samper Ospina en Semana comenta que “Esta es Colombia. A instancias del procurador, un video íntimo e inocuo tumba en simultánea a un general, un exviceministro y una periodista” y se refiere a Vicky Dávila como “valiosa colega”, “que en un instante pasó de ser periodista, periodista, a desempleada, desempleada”. Y en su siguiente columna remata el asunto cuando afirma que “a estas alturas del escándalo, pues, ya vamos en que es normal dar quejas de periodistas a los dueños de los medios; en que Hassan es la nueva sangre del periodismo nacional y en que Vicky Dávila es nuestra Oriana Fallaci. No sería raro, como epílogo, que la misma Vicky dirija la emisora de la Policía; Ányelo anuncie el lanzamiento de un disco de baladas y Carlos Ferro y su mujer participen en la próxima edición de Bailando por un sueño”. Y sugiere que “para la próxima edición de los Oscar mandemos el video de Ferro: no solo representa mejor lo que somos, sino que tiene los elementos de aventura, sexo y poder que premian en Hollywood”. Y termina con una buena caricatura: “Hassan Nassar es la versión nacional de El renacido: finalmente, tanto él como Leonardo Di Caprio protagonizan la historia de un hombre desgreñado que, de oso en oso, se llena de resentimiento”.

El portal pulzo.com documenta que Vicky Dávila le reclama a La W por no ponerla al aire al mismo tiempo con Santos. O sea, que el asunto ético se resuelve en bronca al aire donde un periodista es tan importante que está a la altura del presidente. La verdad es que tenemos demasiado ego los periodistas.

El portal Cerosetenta afirma que “podríamos tener mil discusiones de si deberíamos cubrir o no este tipo de historias, de si la vida privada de nuestros dirigentes tiene algún valor periodístico. Justo después de la publicación del video, La Silla Vacía publicó una nota sobre el asunto que retomamos en nuestras redes como una manera de adherirnos a lo que habían dicho: el video no constituye una prueba real de nada, no hay una sola mención a algo que pueda significar un crimen. Además existen dudas sobre la fecha real en la que se hizo, lo que hace tambalear aún más cualquier indicio de que el video fuera material periodístico. Y sin embargo, su publicación tuvo efectos muy reales: la renuncia del viceministro Carlos Ferro, del General Rodolfo Palomino y de Vicky Dávila, directora de La F.m., uno de los medios que más ha cubierto el tema y que recibió un premio del Círculo de Periodistas de Bogotá por ese trabajo.  La renuncia de Dávila, quien recibió críticas hasta del presidente Santos, debe asumirse como un mea culpa, como un reconocimiento a un error periodístico importante. Dávila fue víctima de una de las viejas maldiciones del periodismo: creyó tener una chiva, y en el afán de sacarla, no supo ponerla en contexto”.

 

La verdad periodística es que así como estamos haciendo el oficio, no lo estamos haciendo bien. Se hace urgente una re-invención del periodismo

 

La crisis del periodismo colombiano

Mas que el periodismo a lo Vicky Dávila, lo que debe ser pensado y reflexionado es el periodismo a la colombiana. Ya es un lugar común constatar que a los periodistas nos va muy mal en la sociedad porque hemos perdido la legitimidad pública, lo cual ha llevado a que la ciudadanía nos odie y no nos crea porque sabe que mentimos por negocio, política y ego. Un poco de autocrítica y mucho de cambio en los modos de hacerlo nos haría muy bien.

Y en la auto-crítica no andamos mal. La Silla Vacía hizo un excelente mapa en el que los periodistas mas referenciados dijeron cosas muy atinadas:

— “No puede mezclar el oficio con la amistad. Tiene uno que marcar una línea que nos permita ser críticos frente al poder”, Vicky Dávila, La FM.

— “Uno de los pecados es creerse que son amigos de los poderosos de turno y defender camisetas y no oficio”, Martha Soto, El Tiempo.

— «Esa línea gris de que los periodistas son amigos de los congresistas, de los ministros, de los políticos y van a fiestas juntos tiene que acabarse. Pero en esta aldea eso es difícil», Camila Zuluaga, W radio.

— “Extraño el periodismo que no acepta silencios como respuesta. Nos convocan y es para leer un comunicado. Daría lo mismo mandar un robot, una cámara o una grabadora sola”, Claudia Gurisatti, RCN TV.

— «Entre los males habría que anotar, de entrada, su cercanía con el poder: hay mucho lagarto. Y a veces monotemático: parece como si en Colombia, país tan diverso, solo hubiera un tema», Juan Carlos Iragorri, RCN Radio.

— “Siempre estamos alrededor de los mismos temas y falta construir una agenda más independiente”, Martha Ruíz, Semana.

— «Nos conformamos con el comunicado oficial. Y otra autocrítica es wikipedia. El hecho de que existan este tipo de basureros le da la idea a la gente de que ahí está la información», Ignacio Gómez, Noticias Uno.

— «Los medios cayeron en manos de los conglomerados y la autocensura reina por lo que no se dice la verdad.Perseguimos al que recibió sobornos de US$300 mil pero no a los «prohombres» que saquearon US$4.000 mil millones de Reficar. Hasta ahora señalamos al que recibe pero no al que paga. Nuestro trabajo es incompleto», Héctor Mario Rodríguez, Primerapagina.com.

— «Se pierde el rigor en medio del mar de información que cada vez más se maneja a manera de rumor con vocación de revelación. La fuente oficial marca la agenda informativa de los medios y muestra nuestra incapacidad para llevarle a nuestras audiencias voces, ideas nuevas y puntos de vista «, Diana Calderon, Caracol Radio.

— «Los medios deberían ser rentables, ricos para ser independientes, propiedad de los periodistas y gastar dinero en reporteros. Eso murió», Salud Hernández, El Tiempo.

— «Hay una falta de editores que controlen y verifiquen la veracidad y la validez de la historia y no solo revisen puntos y comas», Fernando Alonso, La Patria.

— «La información se limita con frecuencia al registro de los datos, sin análisis, contexto ni profundidad», Rodrigo Pardo, Semana.

— “No hay análisis, no hay contexto”, María Elvira Samper, RCN Radio.

— «El 80 por ciento de las veces la información que sale no tiene el contexto ni los argumentos… trasfondo», Martha Isabel Cifuentes, Casanare.

— «Hay demasiada farandulización de la carrera. Hay un descuido casi intencional hacia las regiones que son las que viven los problemas gruesos y los problemas de guerra. Los medios están demasiado cerca del poder y lo vigilan demasiado poco «, Néstor Morales, Blue Radio.

— “Contamos historias a medias como si fueran verdades completas… y con poca resistencia a la crítica”, Oscar Montes, El Heraldo.

— “Hace falta una mayor dedicación a la elaboración de un buen producto informativo que le ofrezca al lector todos los ángulos, toda la información que necesita para tener un juicio”, Marco Schwartz, El Heraldo.

— «Pensar que tenemos privilegios y no responsabilidades es error frecuente que no nos permite ver más allá. Otro problema es no entender antes de publicar. Falta leer más, buscar más fuentes, escuchar otras opiniones, ir más allá», Yolanda Ruíz, RCN Radio.

— «El furor de las redes sociales, los videos y las cámaras de seguridad están generando pereza», Pacho Romero, Alerta Bogotá.

— «La libertad de expresión debe empezar a buscarla el periodista desde adentro de sí mismo», Hugo Mario Cárdenas, El País, Cali.

Como se ve, la autocrítica de los periodistas es muy coherente: demasiada cercanía al poder y las fuentes, bajo nivel de independencia, falta de rigor periodístico, abandono del contexto, agenda homogénea, ausencia de editores, demasiada arrogancia del periodista, poca responsabilidad con la libertad de expresión. Pero, ¿por qué si lo saben, no hacen un periodismo otro? Bien de diagnostico, pero ¿por qué no se mejora en la práctica?

Una respuesta está en que la solución mediática ante esta crisis no está en intentar el oficio ético del contexto y el sentido, y la práctica narrativa de hacer buenas historias, sino acudir a lo tecnológico y convertir el oficio en convergente, hipertextual, interactivo y transmedial. “El mal no está en el tipo de periodismo que se hace, sino en las tecnologías”, este es el pensamiento de los dueños de los medios. Y es lógico porque los medios están más interesados en la plata que en el oficio y la democracia; eso no tiene nada de malo ya que tienen todo el derecho de pensar como empresas, pero como se trata de la información pública deberían tener el horizonte la producción de una democracia de calidad. Los mercaderes son así: billete mata responsabilidad pública.

La periodista María Jimena Duzán fue de las pocas que se sinceró en Semana cuando escribe “ser periodista en Colombia hasta hace poco era un oficio aprestigiado, así no fuera ni bien pago, ni la mejor manera de hacer amigos. Sin embargo, de un tiempo para acá, esa aureola respetable con que la sociedad nos ungió en años pasados se nos ha ido evaporando en la medida en que la opinión pública, que no es boba, se ha dado cuenta de que el periodismo que se practica hoy en Colombia es sinónimo de soberbia, de likes, de arrogancia y de genuflexión ante los poderes económicos y políticos, y que valores como la independencia y la ética son parte ya de la prehistoria”. Y constata que “ese repudio y hastío frente al papel que desempeñan los periodistas y los medios (…) sobrepasaban incluso las críticas a la corrupción en los partidos políticos y en las instituciones gubernamentales”. He invita a atender “ese mensaje” que con el caso de Vicky Dávila la sociedad nos “está mandando y que no deberíamos hacer a un lado con la soberbia que siempre nos caracteriza”. Y testimonia que “hace rato el periodismo en Colombia perdió su dignidad porque se comenzó a ejercer con los mismos estándares éticos con que se hace política en el país. Hay periodistas corruptos que han convertido el periodismo en un negocio; trafican con la información y se aprovechan de su condición de periodistas para acceder a lugares con el propósito de engordar sus bolsillos, mover procesos o conseguir dádivas (…) Hay columnistas que no declaran sus conflictos de intereses pero sí tienen el coraje de exigírselos a los políticos y a los ministros que denuncian (…) Y también hay periodistas que investigan no para descubrir la verdad de los escándalos sino para tumbar a funcionarios, a ministros o a presidentes y nutrir de esa forma su egoteca y su rating”. ¡Mejor imposible este retrato de la actualidad del periodismo!

La respuesta del mejor periodista de la actualidad, Daniel Coronell, está en hacer periodismo de calidad y con conciencia de país cuando afirma que “la meta del periodismo no es tumbar funcionarios” sino ejercer efectivamente “el control social” e informar “a los ciudadanos para que sepan lo que está pasando y así puedan tomar mejores decisiones”. Recuerda que el oficio del periodismo tampoco es “impartir justicia” sino “ser un contrapoder”, ya que el periodista está para averiguar lo que no le conviene al poderoso y publicarlo”. Por eso el valor más importante es “la independencia” y el “preguntar lo que la gente necesita saber”.

Y también se puede culpar el cinismo de las fuentes y del poder como lo explica Ricardo Silva en El Tiempo: “la calumnia es una costumbre nacional; la justicia colombiana da miedo y habrá que acatarla cuando exista; el protagonismo ha dado a los jueces el desprestigio de los políticos, y el montealegrismo del Fiscal solo es comparable con el ordoñismo del Procurador”. Todo mal, empezando por la desvergüenza de empresarios, políticos y el poder. La paradoja es que la que pagó los escarnios públicos fue la periodista, los otros siguen en su descaro de robar y llamarse a sí mismo buenos y dignos.

Hacia la re-invención del periodismo

Más que el escándalo, busquemos cómo devolvemos el periodismo a la democracia. Nos vendría muy bien recordar que medios independientes y periodismo con rigor son necesarios e imprescindibles para la calidad de la democracia.

Lo primero que debemos concordar es que el mal está en nosotros, los periodistas. Lo que dice Duzán y Coronell desde el periodismo y con base en sus experiencias son excelentes puntos de partida en cuanto auto-crítica y propuesta. Ya nuestro periodista más famoso del mundo, Gabriel García Márquez, lo había dicho: “el periodismo perdió el mundo”, por eso es que hemos dejado de contarlo. A otro para mirar como referente es a Ryszard Kapuscisnki, el periodista más importante del siglo xx, y recordar que él afirmó que “este oficio no es para cínicos” (¡aunque pareciera que en Colombia sí!). Desde otra experiencia Marcelo Franco, director de la Maestría en periodismo del ICESI de Cali, cuenta que hacemos mucho pet-periodismo o periodismo mascota, o sea bonito escrito, bien reporteado, pero inocuo frente al poder: no molesta a nadie, y recuerda que el buen periodismo debe molestar a los poderosos.

La verdad periodística es que así como estamos haciendo el oficio, no lo estamos haciendo bien. Se hace urgente una re-invención del periodismo. Volver a saber que para ser buen periodista se necesita:

— Pensar con la propia cabeza, escuchar a la realidad y tener mirada propia.

— Buscar otros modos de narrar ya que habitamos contextos tecnológicos que obligan a contar en convergencia y transmedia en complementariedad narrativa, interactiva y de negocio.

— Experimentar e intervenir los modos cómodos y sumisos de producción y enunciación del mensaje.

— Los periodistas debemos demostrar que la libertad de expresión es nuestro mayor valor democrático y que, por lo tanto, debemos ejercerla intensamente.

Debemos imaginar un periodismo como tejido social desde abajo, para el diálogo y la producción de confianza. Por ahora, no somos los periodistas que requiere este momento del país: uno que imagina un nuevo mundo.

 

* Una versión previa se publicó en Razon Pública, Febrero 29, 2016.

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