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“Si se satura el mercado con productos de García Márquez, estos tienden a perder valor”

Se acaba de publicar ‘En agosto nos vemos’, el primer libro póstumo de Gabriel García Márquez, fuertemente criticado por publicarse en contra de su propia voluntad así como celebrado entre varios lectores y críticos. Hablamos con el profesor Hugo Hernán Ramírez, estudioso de su obra, para entender el lugar de este trabajo en la historia y la obsesión que prevalece sobre el escritor más importante de Colombia.

por

Eduardo Santos Galeano

@edusantosg


15.03.2024

Arte por Alejandra Yates.

El pasado miércoles 6 de marzo, Gabriel García Márquez habría cumplido 97 años. Mientras tanto, su nombre es sinónimo de pueblos imaginarios, mariposas amarillas, caribe colombiano y personajes que habitaban los pequeños mundos que diseñó minuciosamente con palabras. Aún para la gente que no le ha leído una letra, García Márquez es un referente del folclor, el papá del “realismo mágico” –o sobrino si pensamos que Carpentier fue quien acuñó el término “real maravilloso– y el tipo que hizo que los de Disney decidieran hacer una película inspirada en Colombia –bien floja, hay que decirlo–. A sabiendas de que su leyenda nunca se agota y a 10 años de su fallecimiento, la editorial Random House cerró un trato con sus hijos y con el Harry Ransom Center de Texas –el lugar dónde se preserva su archivo de manuscritos–, para publicar En agosto nos vemos, una novela que quedó en el tintero y que el propio autor pidió que nunca viera la luz. 

Sin haberle llegado todavía al libro pero con un amplio conocimiento de la obra y la historia del Nobel, Hugo Hernán Ramírez, ex director de los departamentos de Lenguas y Cultura y de Humanidades y Literatura de la Universidad de los Andes y docente que ha investigado la obra de García Márquez a profundidad, nos dio su perspectiva de este nuevo acontecimiento literario global. Una charla en la que quedaron reflexiones precisas sobre el papel de las editoriales en la obra de un García Márquez enfermo, la obsesión que existe alrededor de su vida personal y la urgencia de leerlo por fuera de la gastada idea del “realismo mágico”. 

Más allá de preguntarnos por su contenido, hay un tema simbólico importante detrás de que se esté lanzando un nuevo libro firmado por el escritor más importante de nuestra historia. ¿Cómo recibe el lanzamiento de este trabajo? ¿Por qué debería ser o no un gran acontecimiento?

Gabriel García Márquez es el escritor más importante que ha dado Colombia y quizá uno de los más importantes del siglo XX en todo el mundo. Todo lo que tenga que ver con su obra es importante para el público general  y para los expertos. Tengo entendido que el libro saldrá simultáneamente en todos  los países de habla española, así como traducciones a otros 10 idiomas. Seguramente son millones de ejemplares y eso, para cualquier editor, para cualquier editorial, para los dueños de los derechos, es muy importante. 

Todos sabemos que desde finales de los años noventa García Márquez estaba enfermo –1999 se le diagnostica un cáncer linfático, luego la enfermedad de Alzheimer y la demencia senil–, eso no le resta mérito a todo lo que hizo ni a lo que tenía guardado, pero si obliga a leer con cuidado lo que haya salido después del 2000. Es decir Vivir para contarla (2002), la autobiografía de García Márquez (2002) y la novela breve Memoria de mis putas tristes (2004). El libro En agosto nos vemos ya se conocía por el archivo que está en la Universidad de Texas, porque la revista Cambio publicó en 1997 algo y porque él mismo había leído un apartado en público en Madrid en 1999. Algo se había publicado como un cuento. Lo importante es que esto que sale queda en ese grupo de obras finales, seguramente luego publiquen algo de correspondencia.

Todo lo que el autor hizo cuando comenzó a verse disminuido no se compara con lo que escribió desde 1945 hasta 1996. Son cincuenta años de producción narrativa, periodística y cinematográfica, con algunos bajones, pero en suma maravillosa.    

¿Cómo analizar entonces el contenido de sus obras a diferencia de lo que hizo de 1945 a 1996? ¿Son de menor calidad o qué es lo que ha identificado en ellas?

En el 2002 cuando sale Vivir para contarla, Gabriel García Márquez lleva tres años con cáncer y como ha dicho su hijo Rodrigo García, la quimioterapia lo ha enfermado y eso ha llevado a una disminución de su memoria. Un libro como ese está perfectamente escrito y tiene todos los giros literarios típicos de García Márquez pero es posible que la información propiamente dicha sea falseada, y eso que es el libro que menos problemas tiene. Le pongo un ejemplo: por lo que he escuchado de este nuevo libro y en Memorias de mis putas tristes, hay escenas eróticas, escenas que son muy explícitas y que uno sabe que García Márquez narró de manera mucho mejor lograda en otros libros. 

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En Cien años de soledad la iniciación sexual de Jose Arcadio, el hijo del viejo Jose Arcadio Buendía, es una cosa maravillosa. En general en esta parte de su obra hay escenas muy poderosas relacionadas al olor, al tacto y a los sabores, cosa que no se lee ya en esas últimas novelas. Desde el título, Memorias de mis putas tristes da la sensación de que se pudo jugar mucho mejor con el lenguaje. Uno sabe que ese tipo pudo haber logrado un mucho mejor título. 

Sobre este tema, algunas personas dicen que se trata de una crítica “capacitista” sobre un García Márquez con problemas de salud pero que seguía escribiendo. ¿Qué piensa de eso?

Más allá de criticar al autor por su edad o por sus enfermedades, es un hecho que los libros son sometidos a una lectura cuidadosa por parte de un editor. Y estando vivo el autor, o con buena salud, es mucho más fácil filtrar cosas porque así puede estar más pendiente de cuáles son los cambios que se están haciendo. Más o menos desde el ‘94 uno no encuentra la misma elaboración lingüística, ni siquiera a la hora de puntuar, de poner adjetivos, de postergar sustantivos o de postergar la identificación de los personajes, algo que incluso llega a ser burdo. 

Finalmente la industria editorial es eso. El autor entrega un libro y alguien comienza a corregirlo. La cosa es que antes, cuando él era más consciente, tenía un dominio sobre esa corrección. En Vivir para contarla era poca, en Memorias de mis putas tristes era muy poca. Él está muerto hace 10 años, o sea que para este libro fue cero. Sin embargo uno sabe que los hijos y el editor tampoco se van a arriesgar a publicar una pendejada, hay mucha plata en juego. 

¿Por qué cree que persiste esa obsesión por su vida privada? Pensando por ejemplo en este libro o los sacos que sus nietas pusieron a la venta en México. 

García Márquez como personaje histórico es una figura muy atractiva para la cultura, no solo colombiana sino también universal. Es normal que desde su muerte hayan salido un montón de mitos relacionados a su  familia, su historia, su ropa, su enfermedad y todo tipo de cosas. Otra cosa es la publicación de manuscritos. Yo supe de ese libro por ahí hace dos años y medio por una monitora de mi clase y cuando me puse a mirar en la web de la Universidad de Texas, en efecto ahí estaba y de hecho ya estaba circulando en PDF. Yo siendo un profesor y un investigador de su obra podía sacar una versión editada por Hugo Hernán Ramírez y listo, me hacía multimillonario.

O sea que según usted, ¿la familia sacó el libro para evitar que se siguiera rotando por ahí sin estar ganando plata?

Es algo de sentido común. Ellos vieron que eso estaba ahí, que estaba circulando y al ser público, era cuestión de tiempo para que alguien lo editara. Hoy en día uno entra a la página de la Universidad de Texas y aunque se encuentren manuscritos de muchas otras de sus obras, ya no hay rastro de En agosto nos vemos. Yo creo que lo que hicieron los hijos fue lo más razonable: sacarlo del ámbito de los especialistas y ponerlo a la mano del público general y de paso pues llegan unos millones de dólares que no está mal. Tengo entendido que intervino un editor que seguramente revisó, comparó versiones, definió un manuscrito y se publicó. Si ellos son los dueños, están en su derecho.

¿Por qué la obra de GGM termina en la Universidad de Texas y no en una de Colombia o México, los países arraigados a su historia? ¿Le dice algo en términos simbólicos?

¡Menos mal están ahí! Imagínese el encarte de tener esa vaina bien conservada. Para guardar ese tipo de manuscritos toca tener cuartos deshumidizados, cuartos donde se pueda garantizar que esos documentos van a seguir ahí después de 10,000 años. Obviamente es carísimo tener eso. Más que hablar de líos sobre lo simbólico, vale mencionar que García Márquez tiene una colección dedicada a él en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas, un lugar donde se conserva la obra de gente como Walt Whitman, Joseph Conrad o Edgar Allan Poe. También está la Biblia de Gutenberg, ¡que no es nada más que el primer libro editado en la historia! Eso dice mucho sobre lo que significa García Márquez para la humanidad, un tipo que acá María Fernanda Cabal lo mandó a pudrirse en el infierno.

Muchas personas han hablado de una supuesta traición de los hijos de García Márquez, que finalmente fueron quienes dieron luz verde para que se diera el proyecto. ¿Qué intereses cree que se habrían movido detrás de la publicación de una obra que él prefirió no publicar en vida?

Hay un libro de Milán Kundera publicado en 1994 que se llama Los testamentos traicionados. Son unas conferencias y allí cuentan la historia de varios escritores que fueron traicionados por sus herederos y gracias a eso conocemos la obra. El más famoso es Franz Kafka quien a punto de morir le pidió a su amigo Max Brod que por favor destruyera todos sus manuscritos. Después de las  promesas Brod no destruyó nada y por el contrario optó por publicar todo. Hoy conocemos a Kafka gracias a esa traición. No es el primero y no es el último. Publicar obra póstuma es muy normal, por ejemplo Los trabajos de Persiles y Sigismunda de Miguel de Cervantes también fueron publicados después de muerto el autor, los publicó su esposa Catalina de Salazar. 

Hay una cosa importante: uno a veces tiende a mitificar o romantizar la idea de literatura y pierde de vista que los libros finalmente son objetos que se venden, que se ponen en las vitrinas, que generan empleo, que pagan impuestos, que dejan regalías y si ellos [los hijos] son los dueños y podían hacerlo, está muy bien que lo hagan y que abran eso al público. El interés económico por los libros no es malo, mueve el negocio de los libros, no creo que alguien sea tan tonto para creer que esto suma o resta a la magnífica obra ya hace mucho consolidada de García Márquez. Y si este libro despierta el interés por otros libros del autor, despierta el interés por la práctica de la lectura, ¡pues bendito sea!

¿Cómo se encuentra el tema de los derechos de autor de la obra de GGM en este momento? ¿Es posible que salgan más libros como este?

No sé. Tengo entendido que los derechos son de la familia, de los hijos y de los nietos de García Márquez. Seguramente si en el archivo ellos tienen correspondencia, otros manuscritos, fotografías, entrevistas, cosas así, es posible que muchas cosas de esas salgan al mercado con el correr de los años; es normal, si ellos son los dueños y ellos pueden comercializar eso.  Hace unos años salió el libro Gabo y Mercedes: una despedida de Rodrigo García, que sin ser del autor también tuvo un interés anecdótico, comercial, uno de esos libros que ayuda a alimentar el mito. De todas maneras, como en todas las dinámicas de mercado, si se satura el mercado con productos de García Márquez tienden a perder valor. Es posible que después de cierto tiempo sepamos de un nuevo texto, unas cartas, unas nuevas fotos…

Los clásicos de GGM siguen teniendo toda la relevancia y actualidad posible. Sin embargo, esta novedad vuelve a poner su figura en medio del ojo público. ¿Nos hace falta detenernos más en seguir entendiendo su obra en vez de buscar nuevas maneras de acercarnos al personaje y mantenerlo “actual” a 10 años de su fallecimiento?

Un clásico trasciende el tiempo, perdura en el tiempo, desborda su mera condición histórica o geográfica puntual, influye en muchas generaciones, permite explicar o entender problemas profundamente humanos de hace mil años y de hoy y seguramente en quinientos años también… Yo creo que la aparición de un nuevo libro es la oportunidad para volver sobre los viejos libros. Leer todos los cuentos de Ojos de perro azul o de Los funerales o de La cándida Eréndida. También volver a La hojarasca del 1955 , a El coronel no tiene quien le escriba de 1961, a Cien años de soledad de 1967 o a El otoño del patriarca de 1975. Es la oportunidad de leer la obra periodística, las cosas que escribía sobre cine o volver a explorar la forma en que hizo grandes reportajes o entrevistas.

Volver a leerlo con gafas nuevas, descubrir las cosas que dejó en sus libros y hoy podemos explorar desde la perspectiva del racismo, el clasismo, el machismo o la aporofobia. Pensar las obras con perspectiva ecológica o intercultural, por ejemplo. 

¿Por qué ha sido tan difícil que las discusiones sobre la obra de GGM se abran a ese tipo de ángulos?

García Márquez es un autor canónico, está consagrado. En ese orden de ideas hay lecturas alrededor de su obra que también se han consagrado, siendo la más conocida la del “realismo mágico”, un tema que su propio hijo ha reconocido que está apenas en uno de sus libros, máximo dos. El problema es que eso se lo achacan a todo y yo creo que es cierto, lo que fue una perspectiva teórica alemana de los años 20 relacionada a la pintura, la fotografía y la pintura se la chutaron a García Márquez y se volvió la única lectura. Todas las demás no son validadas, no son reconocidas y no tienen prestigio. 

Conrado Zuluaga, profesor de la Universidad Javeriana, ha hecho unos trabajos muy bonitos, cogiendo por ejemplo los manuscritos de Cien años de soledad y comenzando a compararlos. De esa forma ha publicado artículos en los que ha analizado las variantes dentro de las mismas obras de García Márquez. Es un trabajo muy importante y muy filológico pero lastimosamente nadie sabe quién es Conrado Zuluaga ni por qué lo que ha hecho es importante. Luego sale cualquier persona a decir que En agosto nos vemos es “una gran expresión del realismo mágico” y ya quedó consagrado. 

¿El “realismo mágico” está entonces mandado a recoger? 

Lo que está mandado a recoger son las lecturas consagradas de Gabriel García Márquez que históricamente se hicieron sobre la base del “realismo mágico”. Cuando uno lee los libros con cuidado y los pone en contexto entiende por ejemplo la relación de El coronel no tiene quién le escriba con los años en que García Márquez está en Italia estudiando cine. Estaba conociendo a un montón de autores importantes como Vittorio de Sica o Cesare Zavattini y esto es clave porque el gran cine del momento era el cine italiano. La película Umberto D. de De Sicca tiene una trama superficial que es casi que perfectamente calcada con El coronel no tiene quién le escriba, pero de esa relación entre García Márquez y el cine italiano no se habla porque no entra en la sombrilla del “realismo mágico”. 

El trabajo que el tipo hizo en La hojarasca también es una vaina muy berraca. A los 25 años, sin saber inglés y está leyendo lo mejor de la literatura del momento como Virginia Woolf y William Faulkner. Es muy loco pensar que con esa mala lectura del inglés que él tenía, estaba paralelamente escribiendo una obra maestra que cambia la manera de escribir literatura en América. Es por eso que en vez de estar analizando su obra bajo el lente del “realismo mágico” se podría estar discutiendo la influencia de la literatura inglesa y norteamericana en su obra. 

Mi punto no es irme en contra de la publicación de En agosto nos vemos. Es que hay un montón de obras maravillosas y de posibles lecturas que están ahí y que sin embargo no se tienen en cuenta. 

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Eduardo Santos Galeano

@edusantosg


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