“Seguiremos peleando porque estas tierras le pertenecen a nuestro pueblo”: Gonzalo Ararat, líder afro del Norte del Cauca.

Gonzalo Ararat es un líder afro del norte del Cauca. Su historia, que influenció a figuras clave como la de la actual candidata presidencial Francia Márquez, representa las décadas de lucha por el territorio y los derechos de sus habitantes.

Gonzalo Ararat, o Don Gonzalo, habla en parábolas. Todo lo pone en ejemplos, bien sea bíblicos o sobre la vida del campo y de todos extrae una enseñanza moral. A punto de cumplir  80 años, está sentado a la sombra de un árbol, al que le dicen Tambor, mientras mira hacia la represa de la Salvajina, un mega proyecto energético ubicado en el Norte del Cauca, en el municipio de Suárez, que significó el desplazamiento suyo y de cientos de personas más de la zona.

“Nosotros no queríamos ese proyecto, porque las tierras buenas estaban en la ladera del río. Pero usted sabe que esa gente no respeta nada. Ahí ganó la plata y terminamos nosotros en las tierras malas. Igual, hemos peleado y seguiremos peleando por lo nuestro. Porque estas tierras le pertenecen a nuestro pueblo”, asegura. 

Él, que ha sido declarado por su comunidad como ‘la memoria viva de su pueblo’, lleva 60 años liderando los procesos de los pueblos afro de la región para proteger sus territorios y se ha convertido en un faro de conocimiento. En el camino ha sido mentor de muchos líderes afro e indígenas en el departamento, en un país que, además, ha perdido más de 1.200 líderes sociales desde la firma de los Acuerdos de Paz, hace 5 años. Ha sido, también, uno de los mentores políticos de lideresas como Francia Márquez. 

Llegó quince minutos antes a la entrevista. Venía vestido con una camisa verde claro impecable y un sombrero de ala café. En su muñeca tenía un reloj grande, dorado, que contrastaba con sus manos llenas de callos y peladuras, producto de años cultivando el campo.   

Cargaba, también, una mochila tejida en la que llevaba las cartillas y publicaciones en las que ha sido protagonista: la primera edición de la revista de la Asociación de Consejos Comunitarios del Norte del Cauca (ACONC), y una cartilla en la que se explica la historia de las luchas afro, indígenas y campesinas en el norte del departamento. 

“A nosotros un día nos dijeron que vendiéramos las tierras, que porque eso lo iban a llenar todo de agua para hacer una represa. No les creíamos. Nos dijeron que iba a ser muy bueno para la región, que eso nos iba a asegurar energía eléctrica y trabajo para todos”, recuerda. La represa se planeó desde los años 40 ‘s, con el objetivo de contener el río Cauca para que las tierras del Valle del Cauca, en la que se cultivaba caña, no se inundaran. 

“Pero nosotros éramos campesinos, lo que necesitábamos era tierra para cultivar, por eso no queríamos que hicieran esa represa. Al final, ni energía ni trabajo. Nos sacaron hacia las colinas, nos pagaron muy poco por nuestras tierras y nos relegaron”. 

Años después, y luego de varios procesos legales, Don Gonzalo considera que aún no han llegado a ver justicia ni reparación por los daños que les causó el megaproyecto: “cuando nos desplazaron ahí fue cuando yo dije que eso no era posible, que teníamos que hacer algo”. 

Décadas de liderazgo

“Para mí, Don Gonzalo es la representación de las luchas afro del territorio. Él nos enseñó la resistencia y la manera en que los pueblos negros debemos defender nuestras tierras”, asegura la candidata presidencial Francia Márquez. Hace algunos años compartió con él cuando iniciaba su carrera política, y lo recuerda como una de las personas que le enseñó sobre la lucha colectiva y organizada. 

Recuerda, entre otros episodios, la marcha del 86 de Suárez hacia Popayán, un recorrido de 128 kilómetros por carretera. Caminaron por todo el norte del departamento hasta llegar a la capital para reunirse con las autoridades que propiciaron y construyeron la represa, como la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), que fue creada para la construcción de la represa, y la Gobernación del Cauca. 

En esa reunión, lograron concertar algunas garantías, entre ellas la construcción de una carretera que rodeara la represa para garantizar la movilidad de la comunidad, puestos de salud y promoción de la educación. De acuerdo con Julián Trujillo, el actual abogado del caso y quien además representa a uno de los Consejos Comunitarios que rodean la represa, a pesar de que el acta del 86 ha tenido cumplimientos formales, la realidad material es otra: 

“Persiste un incumplimiento que fue estudiado por la Corte Constitucional y que al día de hoy sigue sin honrarse. La construcción de la carretera marginal y que, según la Corte, le corresponde cumplir de manera articulada a diferentes entidades del Estado y a Celsia (actual operador de la represa). Este incumplimiento tiene que ver con una de las consecuencias más graves que generó la represa en las comunidades: el aislamiento y las dificultades en movilidad”.

Estos procesos han derivado no sólo en un profundo retraso en la infraestructura de la zona, que se refleja en falta de acceso a internet, medios de transporte, puestos de salud y escuelas, sino que además ha causado que muchas personas deban acudir a economías ilegales para lograr subsistir, pues las plazas de empleo son reducidas y las tierras que les quedaron están ubicadas en terrenos empinados, lo que dificulta los procesos de cultivos. La coca y la minería ilegal son dos de los impactos más fuertes que, además, han atraído la presencia de grupos armados ilegales que controlan buena parte del lugar. 

“Nosotros hicimos esa marcha porque el Gobierno nos tenía por completo olvidados. Ellos asumen que por ser campesinos, y negros, no merecemos lo mismo que los demás. Pero si no la hubiéramos hecho, habría sido peor. Fueron tres días seguidos de caminatas, fue muy fuerte, pero finalmente logramos que nos oyeran”, asegura Don Gonzalo. 

“Siempre es la misma guerra”

Pero la del 86 no fue su primera batalla. Don Gonzalo hizo parte de la primera línea de combate de las Fuerzas Armadas desde 1961 como soldado activo del Ejército. Y, hasta hizo parte de la unidad de inteligencia que llegó hasta Marquetalia, en las montañas del sur del Tolima, para intentar acabar con los fundadores de la guerrilla de las FARC en 1964. 

“Nosotros llegamos a esa zona, perdimos a muchos compañeros y al final terminamos perdidos entre el monte. Fue una batalla perdida por nosotros, porque esas personas conocían muy bien el terreno y nosotros no teníamos idea de lo que estaba pasando. Nos mandaron al frente sin conocimiento y sin elementos suficientes para ganar”, asegura. 

Recuerda que estuvieron tres días caminando, expuestos a los ataques de los combatientes que habían tomado control de la zona. También que, cuando por fin lograron salir, tuvieron que retirar en helicópteros a los pocos que sobrevivieron. 

A él, que le habían ofrecido hacer carrera militar, le insistieron en que se quedara. Pero no quiso: “vi cosas muy fuertes para mí en esos días. Apenas salimos yo todo lo que quería era regresar a mi casa. Desde esa época he vivido aquí en Suárez. Pero ahora nuevamente lo vemos todo invadido por guerrillas y otros grupos”. 

La reconfiguración del conflicto armado ha sido muy fuerte en el Norte de este departamento. De acuerdo con la Fundación Pares, la omisión de la implementación de los Acuerdos de Paz ha permitido que se rearmen varios de los grupos que se habían desmovilizado previamente y que, en la actualidad, hayan perpetrado al menos 62 asesinatos a líderes y 17 masacres. El municipio de Suárez está bajo el control de la columna móvil Jaime Martínez de las disidencias de las FARC. En la zona hubo una masacre el 25 de mayo de este año en el corregimiento de Mindalá, en la que asesinaron a tres hombres. En este mismo corregimiento Don Gonzalo tiene una finca. 

Mientras busca entre su billetera la libreta militar que le otorgaron hace ya 5 décadas, asegura que: “aquí si usted no se mete con los Martínez, no hay problema. Ellos no se meten con uno. Pero sí toca ajustarse al orden que se va imponiendo. Hay zonas a las que es mejor ya no ir y también es mejor no criticar mucho lo que hacen, así no nos guste. A mí me respetan, porque respetan a los líderes viejos, pero es muy difícil para nosotros, ya tan viejos, ver que nuestras tierras se llenan de guerra otra vez”. 

Foto por: Julián Trujillo

Los liderazgos se renuevan

En la marcha del ‘86 estuvieron quienes, hoy en día, son los mayores de su pueblo, quienes además esperan no morir sin antes haber visto algo de reparación para sus familias y comunidades. Son, además, figuras esenciales para su comunidad. Así lo considera la antropóloga Alhena Caicedo, profesora asociada de la Universidad de los Andes y quien desde hace más de 10 años se ha especializado en trabajar con las comunidades que componen el municipio de Suárez. 

Para ella, la importancia de historias como la de Gonzalo es lo que ha permitido que, hoy en día, puedan existir candidaturas como la de Francia Márquez: “sin este tipo de liderazgos previos, habría sido muy difícil que personas como ella y otras más que ahora están en la política, pudieran tener el reconocimiento que tienen actualmente”. 

Las luchas en el Norte del Cauca han sido, mayoritariamente, para defender la tierra y el modo de vida. Dada su fertilidad, son tierras que son muy apetecidas para los monocultivos, la extracción minera y la siembra de cultivos ilícitos. De acuerdo con Caicedo, los pueblos afro, indígenas y campesinos han tenido que organizarse para garantizar la soberanía sobre sus propios territorios. 

Contrario a otras zonas del país, en donde los liderazgos se han concentrado en causas más diversas, Caicedo señala que en el Norte del Cauca las luchas se caracterizan por tener un énfasis comunitario donde la gente sabe organizarse para girar en torno al trabajo, la relación con la naturaleza y la familia: “y eso está relacionado con que son comunidades que han construido formas de autonomía importantes. En pocos lugares hay tanto reconocimiento a las formas de autoridad que representan los mayores, por ejemplo”. 

Esa es, justamente, la importancia de Gonzalo Ararat: “figuras de liderazgo como el de Gonzalo, y el de otros de los mayores de la zona de Suárez, son el resúmen de muchas décadas de trabajo constante por parte de estas personas. Son organizaciones que se han venido consolidando con los años y que son un faro para las luchas afro e indígenas de todo el país”, asegura Caicedo. 

Para Gonzalo, una presidencia de Francia sería un sueño cumplido, aunque aún lo ve lejano. Considera que incluso muchas personas de la misma región no la apoyarán por su propia apatía hacia la política y porque algunas comunidades la reconocen como una opositora política, por su pelea contra la minería de la que aún depende mucha gente. 

A pesar de su apoyo, Gonzalo todavía espera la visita de Francia para compartirle sus ideas para la campaña y plantearle una hoja de ruta para las comunidades del Norte del Cauca: “es una mujer muy guerrera, como muchas de las que crecen en nuestros municipios. Yo sé que es muy difícil que ella llegue a la presidencia ahorita, pero al menos está abriendo muchos espacios con los que antes de todas estas luchas no contábamos”.

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