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Parteros del siglo XXI

Partos caseros, cero cesáreas y  nada de programaciones. Estos son algunos de los servicios que ofrecen estos profesionales que combinan tradición y nueva era. 

por

Gabriela Gutiérrez Villa


03.07.2012

Foto: andrewmalone @ Flickr

Una pareja llega a Auromira, un centro de hospedaje y meditación vía Arcabuco, en las afueras de Villa de Leyva. Buscan un aceite para curar el sarpullido que le salió a su hija en el cuello. Jorge Borda lleva a Siloé en brazos, una pequeña de 40 días. Son una pareja joven, Jorge es un carranguero y profesor de colegio de profesión. Lleva unas alpargatas blancas, un sombrero y viste todo de blanco. Su mujer, también de blanco, se sirve una infusión de menta y canela y se sienta en una silla cerca a la puerta. La casa es de adobe y el techo de tejas de barro, arquitectura típica del lugar. Las paredes son blancas y en el centro una mesa de madera.

Carolina Montes, una huésped de Auromira, le pregunta a la madre sobre la bebé. Las mujeres empiezan a hablar mientras Jorge busca un aceite adecuado. La conversación de las mamás se convierte en un dialogo íntimo sobre el nacimiento de Siloé y las experiencias del parto de Magnolia. Ambas habían tenido partos en casa. Carolina había tenido a sus dos hijas con Mauricio Espinoza, con Procrear- la autoridad de partos en casa de Bogotá. Magnolia, la mujer de Jorge, había acabado de tener a su segunda hija en casa, con la ayuda de una abuela partera de las veredas de Villa de Leyva.

Entre su cama, y otros espacios de la casa, el trabajo de parto de Magnolia duró 19 horas. La abuela partera le preparaba infusiones de agua para calmarla y le hacía masajes en la barriga de vez en cuando para acomodar al bebé. «La respiración y la paciencia son claves», le contaba Magnolia a Carolina, «yo estaba preparada para tener un parto con placer, como había leído, pero realmente esto del parto es mucho dolor». La partera sólo estaba en los momentos más difíciles, de resto se desaparecía en la cocina o conversaba con Jorge para distraerlo. Fue largo, dice Magnolia, pero fue una experiencia que le hizo darse cuenta del poder que tiene como mujer: «haberlo hecho casi sola me hace sentir que soy capaz de cualquier cosa».

Un llamado al estado

En Colombia existe una carencia de información y de formación en partería. A pesar que muchos países Latinoamericanos tienen más historia de parteras que países europeos, son éstos los que han acogido las prácticas de partería con más seriedad y profesionalismo. Más que por tradición, Carolina Zuluaga, partera urbana de Bogotá, opina que lo han hecho para acatar decretos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) que postulan actas a favor del parto respetado y humanizado desde 1985. De hecho, en Europa hay varios países en los que la partería es una profesión reconocida.

En España, por ejemplo, existen cursos y másteres en partería y Holanda es un país en donde el 30% de los nacimientos se practica en el hogar. En Suiza y Holanda, mamá y bebé son considerados una unidad y en los hospitales no se pueden separar, agrega Carolina. En Colombia esto no es tenido en cuenta y el bebé recién nacido se lo llevan a la unidad neonatal de 10 a 45 minutos. Por otro lado,  al bebé lo dejan hospitalizado y a la mamá la mandan a la casa. En Alemania, cuenta Mauricio Espinosa, médico partero fundador de Procrear, el lugar de nacimiento queda anexo a la clínica. Es un espacio con lazos para sostenerse durante el trabajo de parto en el que se ofrece la opción de tener un parto en agua o en cuclillas.

En México se formó la Escuela Nacional de Parteras en Guanajuato en 1997. «Desde entonces se han graduado 58 profesionales», informa la partera y directora Maricruz Coronado. Empezó como una escuela privada pero daba servicios gratuitos y ahora es una escuela pública reconocida por el estado, dice Braulio, un papá Mexicano que quiere tener su hijo con Procrear. Ecuador y Argentina son otros países que practican la partería profesionalmente. En Argentina se promulgó en el 2004 la ley Nº 25.929 que protege los derechos de padres e hijos durante el proceso de gestación y nacimiento. Brasil y Argentina también ven a bebé y mamá como una unidad y en estos países, por ley,  no se les puede separar en los hospitales.

Levantando la voz

En Colombia se están empezando a mover las primeras fuerzas para seguir los pasos de Argentina. En el 2009, la senadora Dilian Francisca Toro pasó un proyecto de ley que aún espera ser aprobado. En busca de que el parto y los tratos hospitalarios sean más acordes a las recomendaciones dictadas por la OMS, se siguen impulsando estas  iniciativas. Uno de los colectivos encargados de este movimiento es Artemisa, la primera escuela de partería informal de Bogotá. De todas maneras la batalla legal implica mucha energía y riesgo, dice Carolina Zuluaga, una de las fundadoras, y agrega que esa energía la necesita para consolidar a Artemisa y en un futuro seguir con las luchas. “Estamos en un limbo rarísimo, puedes atender un parto si eres médico o si eres de una comunidad indígena o afro”. Las parteras rurales no somos reconocidas por el estado, dice Carolina.

«No existe una mirada seria por parte del estado frente a los niños que nacen por fuera del programa de salud» reitera Carolina. El problema más grande radica en que el certificado de Nacido vivo, un antecedente para el registro civil, solo puede ser llenado por un profesional de salud. Las parteras como Carolina no están legalmente autorizadas para hacerlo. Por eso, los niños que nacen en casa deben ser registrados con una declaración de parto extra hospitalario. El problema es que con este extra juicio es probable que la licencia de maternidad sea negada.

 Parteras urbanas

Carolina Zuluaga es una mujer joven, lleva su pelo negro en dos trenzas. Sus ojos bien abiertos de un brillante oscuro, en su dedo anular un anillo de plata y tiene puesto un pequeño collar de conchas blancas. Carolina está mirando su computador. Gran parte de su trabajo lo hace por internet. «La red es un medio de trabajo», dice ella. Le sirve para acompañar a las mamás y su proceso. A Carolina le gusta seguir presente después del nacimiento de sus pacientes, comenta las fotos de las mamás en facebook, les envía correos y actualiza su sitio web. Ese día ella tendrá que hacer visitas en casa a las mujeres que está acompañando en su proceso de gestación, hacerle manteo –una especie de masaje– a una mujer en gravidez y dictar una clase de yoga para mamás y papás. El PBB, su centro principal de trabajo, es la sede de Unkay, (una asociación de parteras urbanas de la que ella es una de las fundadoras), se encuentra en el norte de la ciudad por los lados de la 100 con 15.

Estando en la sala del PBB (Parent, Babyes & Beyond) Carolina cuenta su caminar hacia la partería. Fisioterapeuta del Rosario, Carolina conoce las clínicas y su ambiente pues realizó su práctica en Teletón, en el Hospital Roosevelt y en la Fundación Neurológica Colombiana. Trabajando en estos lugares, ella se dio cuenta de que «son ambientes de jerarquías, egos y agresiones y los que en últimas reciben todo esto son los pacientes». Por esto decidió dejar de trabajar en hospitales y empezar su propio camino.

Empezó haciendo cursos de ayurveda y de drenaje linfático. Luego realizó cursos de acupuntura, de terapia neural y finalmente de osteopatía. Pero el curso más importante y el que la encaminó de forma contundente a volverse partera fue su propia maternidad. Realizó su proceso de gestación con Mauricio Espinosa en Procrear y trabajó con él durante tres años, después de los cuales salió y decidió empezar algo nuevo. «Mi idea no es competir sino crear más alternativas para las familias» dice Carolina. Junto a Laura Leongómez, Alejandra Montes y más recientemente Camila Barrera, Carolina ha creado una comunidad de aprendizaje, de estudio y de servicio de partería «desde una forma más femenina de hacer las cosas».

Carolina lleva casi dos años por su cuenta, con Unkay y Artemisa de la mano. Estando en Procrear asistió 350 partos y ahora en Unkay lleva 60 lo que le da 5 años de mucha experiencia. Ella y sus compañeras son parteras empíricas y no le importa no estar acreditadas. Desde el principio sabían que iban a ser las pioneras. Empezar de cero es duro, pero siempre es necesario que alguien dé los primeros pasos, y en este campo de parteras urbanas, nos tocó a nosotras, dice Carolina. «Así estamos ayudando que Colombia cambie» afirma ella. Es muy triste que nadie levante la voz frente a los abusos del sistema médico y de salud. Generando una alternativa, Unkay y Artemisa están haciendo su propia revolución.

Procrear

En el segundo piso de la torre II de los edificios del Parque Central Bavaria, se encuentra la oficina de Procrear. Es el centro de Bogotá y el ruido del tráfico se escucha por la ventana. Mauricio recibe parejas, hace consultas y realiza clases de acompañamiento para familias en proceso de gestación. Esa mañana de abril recibe a una pareja que busca información acerca de Procrear y lo que esta institución ofrece. Primero Mauricio les pregunta a que se dedican. Natalia, hasta hace 20 días que llegó a Bogotá, estaba en la Guajira realizando un mapa cultural del departamento. Tiene una barriga de 24 semanas y la consiente con su mano mientras habla de su trabajo. Braulio es coordinador de la Universidad de México y se conocieron hace siete años en un encuentro de geógrafos. Están esperando un niño y le quieren poner Darién, que significa sorpresa en Nawa. Fueron a Procrear porque no quieren tener a su hijo en un hospital y una amiga les habló de Mauricio. Muchas mamás prefieren ir a Procrear porque Mauricio es médico ginecólogo obstetra y ese título les da mucha seguridad, al menos eso dice Natalia, mientras le coge la mano a Braulio. «La idea es conocernos y esto es lo que nos orienta para el proceso que vamos a tener» dice Mauricio «lo otro es secundario».

Mauricio Espinosa se presenta como un seguidor de una obstetricia diferente a la que existe hoy. Como su padre, estudió ginecología en la Universidad Nacional de Colombia. Describe su profesión con las palabras de su papá:  la mezcla entre “ciencia, conciencia y mucha paciencia”. Mauricio es bajito, de pelo grisoso tirando a blanco y se deja bigote. Viste un pantalón de pana azul y un saco rojo. Se acuerda de aquella época en la que su padre y sus compañeros médicos esperaban a los pacientes en los hospitales por la noche. Hoy en día «en este mundo de la velocidad, el poder y el dinero» dice Mauricio, los médicos ya no se sientan a esperar en los hospitales por la noche. Tampoco esperan 18 horas de un nacimiento. Lo hacen en 2 horas o hasta en 15 minutos con una cesárea. Ahora casi todos los partos son programados, insiste Mauricio, antes de Navidad o Semana Santa es increíble la cantidad de cesáreas que se practican.

En la gestación, como en todo, también hay maremotos, le advierte el médico-partero a la pareja: el proceso se puede complicar. Para estos casos debemos agradecer que vivimos en el siglo XXI y gracias a los avances científicos existen las cesáreas, los fórceps o el pitocin- un medicamento que sirve para inducir el parto-. Para Mauricio, «una cesárea bien hecha es un nacimiento natural», pues cuando hay complicaciones lo natural es que los conocimientos se apliquen. Sin embargo, según Mauricio, en instituciones pertenecientes a las EPS, el 55% de los partos son por cesárea. En los hospitales públicos las cifras de cesáreas son de un 40% y en los hospitales privados el índice oscila entre el 70 y el 90%. Estas cifras son preocupantes, pues una cosa es necesitar la cesárea y otra muy diferente es usarla para salir de forma rápida de un parto. Con Procrear los partos pueden durar todo lo que sea necesario, «y siempre estamos preparados para trasladarnos al hospital cuando si hay complicaciones», concluye Mauricio.

El acompañamiento pre-parto

En la sala de conferencias de uno de los edificios del Parque Central Bavaria, temprano en la mañana, las ventanas están cubiertas con blackout y 32 ojos miran una pantalla. Eran ocho parejas que asistían a un curso prenatal y estaban mirando la película de «Parir y Nacer», dirigida por Karin Berghammer, comadrona y directora de cine austríaca. En una esquina del salón una mujer joven y muy atractiva está recostada contra la pared y mientras mira las imágenes del video sus ojos brillan y una lágrima resbala por su mejilla. En su pierna está acostado un joven de Medellín, alto y delgado que la consciente mientras sonríe. Tanto ellos como las otras siete parejas están allí como parte de su preparación para poder tener a su bebé en casa con Procrear.

Después de la película entra a la sala Mauricio Espinosa. Comenta la película y dicta un pequeño curso de anatomía. Dibuja la vagina y los músculos pubo-coxígeos, las membranas ovulares, el himen, la placenta  y el cuello uterino. Luego explica las fases del parto. Las contracciones frecuentes e intensas son los que inician el trabajo de parto, explica Mauricio. Gracias a las contracciones se da el proceso de dilatación y puede llegar a durar de 2 a 3 días. «Inducir el parto es la cosa más estúpida del mundo» reitera Mauricio, este proceso natural es perfecto en sí mismo y al igual que para una carrera, es necesario empezar calentando y estirando para después no terminar lesionado. Por último se da la expulsión o el alumbramiento en la cual el bebé desciende y sale por la vagina, termina explicando Mauricio mientras las mamás preguntan y hacen comentarios. En últimas «sentir el cuerpo y aceptar sus procesos es lo que nos va a llevar a tener una vida plena y consciente» concluye.

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Gabriela Gutiérrez Villa


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