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‘Los buenos negros de Bolsonaro’: una charla con Candida Ferreira

«Esos que están armados, que son traficantes y son peligrosos, son otros. Yo soy el negro bueno, la mujer buena. Él [Bolsonaro] está hablando de las otras, de las malas, de las sinvergüenzas, del malandro, no está hablando de mi.»

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No es NoЯmal


05.11.2018

Entrevista por: Amalia Uribe*

María Candida Ferreira es profesora del Departamento de Humanidades y Literatura de la Universidad de los Andes desde 2008. Coordina el grupo Estudios comparados de artes en el cual desarrolla investigaciones sobre la literatura y las artes visuales. Además, es conocida por su clase de ‘Estéticas queer’ y lleva a cabo otras investigaciones sobre  la materialidad del libro, y el arte y la política del cuerpo.

¿Cómo y por qué se llegó a Bolsonaro?

«Porque se movió un imaginario muy fuerte de desigualdad naturalizada. El candidato movió sin mover. Por ejemplo, si pensamos en la política colombiana, esto es mucho más visible: aunque hay un racismo muy grande aquí, nosotros nunca tuvimos a una senadora como Piedad Córdoba: negra. Tampoco tuvimos a un senador como Martínez, un paraco del Chocó. Me parece muy divertido porque fue condenado y salió de la cárcel para hacer política…¡pero el tipo es negro! No hay comprensión de los lugares de privilegio de algunos sujetos.

El PT se movió, pero nunca tuvo cuadros negros como estos sujetos que están en el poder en Colombia (tanto en la izquierda como en la derecha). O sea, movió sin mover. Yo estoy muy enojada porque el representante más votado en Rio de Janeiro por la derecha, por el partido de Bolsonaro, es una persona negra como Martínez. Ahora habría que preguntarle: ‘señor, ¿qué va a hacer con el asesinato de jóvenes negros?’ La gente no sabe quién es él…cuando los electores de Bolsonaro publican cosas racistas, me dan ganas de decirles ‘señor, ¿sabe? ¡el candidato de su partido es ese señor! No es el guardaespaldas de Bolsonaro’.

Pero esta persona negra puede hacer la diferencia, ¿no? De pronto no van a hacer un discurso de empoderamiento negro, pero sí nos hacen caer en cuenta de que los sujetos negros no tienen que estar en un lugar de subalternidad, no tienen que ser guardaespaldas de esta mierda de candidato. ¡Y ahora, en las elecciones, haber elegido a la bestia más bestia posible! Yo creo que hasta Pachito Santos no era tan bestia.

Ese discurso de que escogieron a Bolsonaro porque querían un cambio es mentira, porque el tipo está en el partido con mayor número de condenados por corrupción. No hizo nada en 27 años, entonces es mentira. Lo que está haciendo es luchar por la defensa de los privilegios, ¿no? Para que no nos toquen lo que es el Brasil, para que no toquen esas desigualdades segmentadas. Pero también hay una cantidad gente que sí tiene un deseo sincero de cambio: salió una estadística que dice que el 59% las mujeres y las mujeres jóvenes en general votaron por Haddad.”

Teniendo en cuenta los comentarios que Bolsonaro ha hecho con respecto a la “ineptitud y pereza de los negros” y  las violaciones de las mujeres, entre otros, ¿qué efectos crees que va a tener esta elección en el país?

“Mira, aunque la elección fue el domingo, ya está el tipo que fue golpeado por la policía. Se piensa que, como ahora el presidente va a ser Bolsonaro, pues se le puede pegar a un negro. Y parece que el negro les gritó: ‘¡pero es que yo voté por Bolsonaro!’. Y ellos le respondieron: ‘no importa, usted sigue siendo negro, compañero’.

¿Sabes qué es más grande? Nuestros países son tradicionalmente asesinos de negros, mujeres, homosexuales, travestis. Siendo un poco optimista no creo que esto vaya a empeorar, y creo que el gobierno va a fracasar porque el tipo es una bestia: nos vamos a dar cuenta de que ese neoliberalismo no funciona para América Latina.

Una cosa de nuestra ambigüedad es que la gente no se siente aludida cuando se hacen comentarios racistas o machistas. La gente cree que el negro criminal es otro, y que ‘yo soy una persona buena’. Y hay una tendencia a disociar esa experiencia, o aceptarla y no enfrentarla. Porque es que la población negra en Brasil es mayoría, entonces podría quebrar todo lo que quisiera.

Esos que están armados, que son traficantes y son peligrosos, son otros. Yo soy el negro bueno, la mujer buena. Él [Bolsonaro] está hablando de las otras, de las malas, de las sinvergüenzas, del malandro, no está hablando de mi.

Es muy fuerte esa disociación en la cultura Brasileña.

Por eso yo creo que hay que estar detrás de este congresista negro de Bolsonaro, porque ¿qué va a pasar? Va a ser el negro negro negro súper negro que va a entrar en este Congreso. Todos los días el señor de seguridad no lo va a reconocer y posiblemente le va a preguntar que qué quiere, que qué está haciendo ahí. Todos los días se tiene una puerta de adelante y una de atrás, unos ascensores diferenciales para los trabajadores, que son en general negros, entonces, todos los días le van a decir que entre por el otro ascensor.»

¡¿Hay ascensores diferenciados?!

«Sí, aún hay ascensores diferenciados. Hay una migración fuerte de brasileños a Portugal, ¿no? Y en las nuevas construcciones los arquitectos portugueses no entienden por qué hay que construir dos ascensores. Se llaman la “entrada del servicio”. Y esto es muy fuerte en nuestra sociedad.

¡Pensar que ahora el negro va a entrar al Congreso por el ascensor de los diputados y no por el del servicio … representando a Bolsonaro!»

¿Cómo ha sido ser mujer en Colombia y en Brasil? ¿hay alguna diferencia?

“Felizmente es muy parecido. Es muy cómodo para nosotras blancas, bien económicamente, etc.. circular en ciertos espacios académicos. En eso las mujeres negras, las feministas negras tienen razón: según el imaginario, a una mujer negra siempre la van a tocar sin importar la edad, su cuerpo siempre estará al servicio del placer del otro, no importa la clase social en la que esté.

Hubo un periodo muy tenso en el que tuvimos que enfrentar el discurso fuertísimo de la democracia racial de Brasil: ese de ‘no, Brasil es un país mestizo, aquí nadie es blanco, todos somos mestizos (…)’. Siempre me acuerdo de un chiste de Jimmy Carter: ‘Si en un bus todos somos verdes, para organizar el bus vamos a poner a los verdes claros adelante y a los verdes oscuros atrás’. Era un chiste, pero hablaba de la realidad, ¿no? Supuestamente todos somos mestizos, pero para organizarnos vamos a poner a los blanquitos en un lado y vamos a dejar a los negros atrás.

Entonces tocaba pelear con un imaginario que estaba socialmente organizado y que nadie cuestionaba. Fue una pelea durísima. Yo creo que la derrota del PT en estas elecciones tiene mucho más que ver con que movió esas estructuras tan arraigadas de las defensas de los privilegios que con las acusaciones de corrupción y todo eso.»

¿En qué parte de Brasil naciste? Y, para ti, ¿cómo fue vivir siendo mujer y feminista?

“Yo nací en Minas Gerais, que es un Estado muy parecido a Colombia: es católico, la comida es muy parecida…Sin embargo, yo siempre me moví por muchas partes. De hecho, Bogotá es la ciudad en la que he vivido más tiempo seguido en mi vida… yo creo que Bogotá es mi ciudad. Yo hice parte del pregrado en Minas Gerais, fui a Mato Grosso, volví, concluí el pregrado, fuí otra vez a Mato Grosso e hice la maestría y volví e hice el doctorado en Minas Gerais.

Mi papá era ingeniero, vivía construyendo carreteras y por eso siempre viajaba. Y mi mamá dejó de trabajar cuando se casó, como solía hacerse antes. Yo soy de la generación que se crió en los 70s, entonces creía que el feminismo ya era una causa ganada ¿no? Y como éramos una familia de cinco mujeres y un hombre, y mi hermano era mucho menor que todas nosotras, no fue sino hasta mucho después que me di cuenta de las diferencias de trato.

Cuando mi hermano cumplió sus dieciocho años y yo tenía como veintiocho, él se ganó un carro. Nosotras no, ninguna de nosotras ¿cierto? Pero entonces yo ya era mucho mayor para darme cuenta de que no estaba previsto que el trato fuera igual. Si mi hermano hubiera sido dos años o tres años mayor que yo, tal vez habrían sido más visibles estas diferencias.

Sin embargo, seguí sin pensar mucho en el tema feminista hasta que empecé a ver los graffitis de las chicas en las calles. Me encontré con un libro de grafittis de mujeres que estaba lleno de muñequitas rosadas, haditas, eso. Y me pareció muy raro que las mujeres estuvieran haciendo arte sobre esto, que no tuvieran temas más importantes de los que hablar, que el feminismo se hubiera vuelto este cliché absurdo. Y como en ese momento ya era profesora les dije a mis estudiantes que cómo así, que íbamos a tener que volver al feminismo porque las causas todavía no estaban ganadas.

Recuerdo cuando Hillary perdió con Obama: pensé ‘¿será que ellos son más machistas que racistas?’. En un lugar donde el racismo es tan violento, que hubieran elegido a un hombre negro, pero no a una mujer blanca, me impresionó muchísimo. Me dije: ‘hay que llegar con armas y libros y volver a reflexionar sobre el feminismo’.»

¿Cuál es la relación entre tu vida académica y el feminismo?

“Yo viví diez años en Bahía antes de venir acá, y allá me involucre mucho más con los temas raciales que con el feminismo. Salvador de Bahía es un estado muy negro. Cada vez se discute y se señala más el racismo y este, al igual que el feminismo en otras partes, es una causa que no es puesta en evidencia en los discursos académicos, en los discursos políticos, etc… Entonces en esta época yo me dediqué a estudiar y a pensar mucho más acerca del racismo que del feminismo.

Cuando llegué a Colombia, en un principio había mucha gente interesada en mis cursos de literatura negra y en mis investigaciones, pero después de un rato ya nadie se interesó más. Por eso comencé a invitar a muchos estudiantes a hablar de otros temas de discriminación: hubo uno que se interesó en el feminismo, otro en discapacidad y otro en LGBTI.

Un día, en una reunión, Javier, el de la maestría de género, empezó a hablar de ‘interseccionalidad’. Entonces yo dije: ‘¡Ah, yo hago esto!’. Como muchos habíamos empezado a hablar de las discriminaciones en general, y la gente que quería tratar esos temas había venido a estudiar conmigo, tuvimos que discutir sobre nuestros puntos en común. Cuando empezaron las discusiones sobre estudios culturales, [Martín Jesús] Barbero me habló de esto: caímos en cuenta de que estábamos haciendo estudios culturales antes de que el nombre existiera. Lo mismo me pasó con la interseccionalidad.»

¿Cómo se vivían esas luchas en la política de Brasil? ¿Cómo han cambiado a lo largo de tu vida?

En Bahía, cuando empecé a militar, el tema era la lucha de clases. Yo estaba en el Partido de los Trabajadores [PT] y la respuesta era siempre la del discurso materialista. No fue sino hasta más tarde que me di cuenta de que el tema de la lucha de clases en Brasil pasaba por el tema de género y el tema étnico.

En las primeras elecciones libres después de la dictadura, los contextos culturales donde yo vivía y las luchas de las que participaba en estos momentos (en Mato Grosso con las ONGs ecológicas y en Bahía con los grupos de movimientos negros) el feminismo no era una prioridad.

Ahora son muchas luchas, ¿no? Muchas al tiempo y estamos perdiendo todas…la de la ecología,  la del racismo, la del género.

Es que yo ya viví mucho, ya peleé mucho, ya perdí mucho...

* Amalia es antropóloga en proceso y feminista (de esas furibundas).

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