La semana pasada finalmente se llevó a cabo el encuentro del ex jefe de las Farc, Rodrigo Londoño “Timochenko”, y el ex jefe paramilitar, Salvatore Mancuso, con sus víctimas en un diálogo público organizado por la Comisión de la Verdad. El encuentro estuvo marcado por la expectativa por la verdad que iban a revelar y porque se da justo cuando se acerca la fecha del cierre de la Comisión. Pero, como lo anticipamos aquí, el resultado fue agridulce: mucho de lo que dijeron ya se sabía y aunque hubo información novedosa, faltaron nombres y atribuciones directas a los responsables.
Aún así, hubo declaraciones importantes. Londoño, por ejemplo, expresó arrepentimiento frente a las tomas guerrilleras, y Mancuso habló de la complicidad de las instituciones estatales con las AUC en el genocidio de la Unión Patriótica. Ambos contaron cómo se involucraron en el conflicto armado, detallaron algunos capítulos de violencia en los que estuvieron implicados, reconocieron responsabilidades y aseguraron tener la intención de seguir trabajando por la verdad y la reparación a las víctimas.
Le pedimos a María Emma Wills, politóloga y exintegrante de la Comisión Histórica, y a Rosario Montoya, Secretaria Técnica en el Atlántico del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, Movice, y víctima de las AUC en Córdoba, que nos contaran qué significó para ellas este encuentro, que destacan de lo que se dijo y qué sigue haciendo falta para esclarecer la verdad sobre el conflicto.
Un archivo vivo que va a pasos agigantados: Maria Emma Wills
Lo primero que hay que decir cuando se evalúan estos eventos es que no son milagrosos. La gente tiene la expectativa de que ocurra algo que va a romper la historia en dos, en el que los responsables de los crímenes se derrumben y digan ‘lo que cometimos es terrible’, pero esa es una expectativa un poco ahistórica que no tiene en cuenta lo que ha pasado en otros países con transiciones similares. Por ejemplo, ningún nazi lloró y eso que ya estaban derrotados.
Eso no quiere decir que de vez en cuando no acontezca un derrumbe moral genuino de un alto mando pero la mayoría de las personas que han estado en la guerra, y que han tomado decisiones trascendentales en ella, van desarrollando una disonancia cognitiva, un esquema mental justificatorio, capas y capas de justificación. Es un esquema mental estratégico y político que tiene que ver con el deseo de defender su reputación ante otros; pero también es un esquema psicológico, un piloto automático si se quiere, para poder vivir con lo que han hecho.
En general, lo que hace el perpetrador es echar un rollo.
Pero hubo aspectos interesantes —y me voy a concentrar en lo que dijo Mancuso— que confirma, primero, que el conflicto armado colombiano fue un conflicto político. Es decir, que las autodefensas y el discurso que construyeron partió de un proyecto político económico que contó con todo el apoyo de los sectores de poder en los territorios.
Ellos no sólo van por tierra o para derrotar a la guerrilla, ellos van para dar forma a un modelo de desarrollo respaldado en un modelo político.
Él nunca niega que el Estado estuvo involucrado y que los apoyaron fuerzas de seguridad, políticos y altos empresarios.
Puede que el proyecto de las AUC haya comenzado por ese afán de apropiarse de más tierras de parte de narcos y empresarios, pero a medida que avanza la guerra, el conflicto se transforma y también sus actores. Y lo que veo es que este actor fue construyendo un discurso político y económico que da cuenta de una mirada de lo que “debe ser” el orden social en Colombia.
Es decir, los paramilitares no sólo van por tierra o para derrotar a la guerrilla. Ellos también buscan dar forma a un modelo de desarrollo respaldado en un modelo político. Y eso me parece poderoso y estremecedor. Sí, ya lo sabíamos, pero es la confirmación de que detrás de esas atrocidades, masacres y desplazamientos a sangre y fuego estuvo implicado todo el Establishment colombiano en los territorios. Eso no es de poco monta.
Había todo un enjambre de personas cumpliendo distintos roles y todos se beneficiaban, incluyendo a los políticos que se aseguraban de ganar las siguientes elecciones. Eso muestra que es un actor absolutamente imbricado en y por las sociedades regionales. El paramilitarismo no actuaba como una rueda suelta, y eso es aterrador.
Pero el discurso de Mancuso no le sirve a las víctimas. No sirve para reparar, resarcir o hacer un tránsito de una memoria traumática a una memoria liberada del trauma. Es, más bien, un discurso estratégico, político, militar y justificatorio de las AUC que le habla a historiadores, expertos o académicos, y a sus propios adeptos visibles e invisibles, pero no es un discurso reparador.
Para las víctimas era importante que esto se moviera más pero esto es un proceso que necesita más que dos encuentros. El espacio con las víctimas tiene que ser una culminación de un proceso larguísimo pero lo que pasa es que la Comisión ya no tiene tiempo.
Sí, todos sabíamos (…) pero él lo confirmó públicamente en un evento que cualquiera puede ver en YouTube. Se lo está diciendo al país y es difícil que alguien de la Policía o el Ejército pueda salir a decir que eso no ocurrió.
Aún así, lo que dice Mancuso implica a muchos y nadie queda limpio aunque no dé nombres. No lo hace porque quiere entrar a la JEP y por eso, muy inteligentemente, se presenta tantas veces como un comisario político. Esa es su carta de presentación a la JEP.
Aún así, no se puede demeritar lo que está sucediendo, que es como un espejo del horror que fue la guerra. Eso no es para nada menor: sí, todos sabíamos que había empresarios implicados en el conflicto y connivencia con la Fuerza Pública, pero él lo confirmó públicamente en un evento que cualquiera puede ver en YouTube. Se lo está diciendo al país y es difícil que alguien de la Policía o el Ejército Nacional pueda salir a decir que eso no ocurrió.
Sus declaraciones son un archivo vivo que se puede volver archivo histórico de memoria y empezar a ser usado en universidades, en colegios.
A veces nos falta ver las joyas excepcionales que están ocurriendo en el país, como las dos decisiones de la JEP sobre los falsos positivos. A Alemania le tardó 20 años dar un debate acalorado de qué fue lo que pasó y entender qué tanto el alemán de a pie había estado implicado en el nazismo. Acá estamos andando a pasos gigantescos. Lo que nos están diciendo es que nuestro conflicto no fue una cosa de actores armados sino que ahí estaba todo el mundo metido. Había unos uniformados más visibles, pero la sociedad estaba implicada.
Y lo paradójico es que aunque estamos viendo el horror de frente y se están confirmando cuestiones muy graves —que de todas formas ya se habían contado, en medios, en libros, en la academia— esto que está saliendo todavía no ha rasguñado o resquebrajado el poder de los sectores que estaban detrás del paramilitarismo.
Diálogos valiosos a pesar de las verdades a medias: Rosario Montoya
Hay cosas interesantes que se dijeron en el evento y que nos permiten tener algunas claridades frente al resurgir de las AUC, sobre cuál fue su estrategia y sobre quienes estuvieron involucrados.
Me impactó mucho que este señor Mancuso dijera que desde antes de 1995 ya venía en unas relaciones de información y coordinación de algunos actos violentos con el Ejército de Colombia. También es novedoso que dijera que entró a las AUC por la propuesta que le hace Carlos Castaño y ahí asume el rol de secretario político en casi todos los departamentos de la región Caribe para hacer los acuerdos y pactos que permitieran el avance de las autodefensas. Eso no se había dicho.
Y aunque ya lo sabíamos, es interesante lo que dice sobre quiénes eran sus aliados, a quiénes exterminaron y quiénes estaban involucrados en la financiación: la Fuerza Pública, el DAS, algunos políticos y alcaldías. Esas son verdades en las que él ya había avanzado en el proceso de Justicia y Paz que se dio en la negociación del gobierno de Álvaro Uribe Vélez con las autodefensas. Desde ese momento ya se había ordenado a la Fiscalía investigar varios hechos y hoy entendemos por qué eso quedó engavetado y no se abrió ninguna investigación: había una clara intención de ocultar verdades y de que la impunidad reinara en ese proceso.
Es decir, hay cosas que dijo que ya había dicho y otras nuevas. Pero después del evento a las víctimas nos queda una insatisfacción frente a la responsabilidad que tenía Mancuso con la verdad. Eso de decir que él organizó todo en el territorio del Caribe con sus amigos y no decir nombres, para nosotros es irse por las ramas, es no cumplir con su compromiso con la verdad.
Sabemos que detrás de lo que dijo (y de lo que no dijo) hay una intención de entrar a la JEP.
También dice que las AUC nacieron para ayudar a las poblaciones en el tema del desarrollo social, pero a uno le queda el sabor amargo y la pregunta de cómo así que su proyecto era impulsar el bienestar y el desarrollo cuando lo que hicieron fue masacrar, expulsar a gente de sus territorios, reclutar, violentar mujeres y niños. ¿Cómo puedes tener un discurso tan incoherente y seguir justificando estos actos de violencia?
Pero sabemos que detrás de lo que dijo (y de lo que no dijo) hay una intención de entrar a la JEP. Puede ser que se esté guardando los nombres porque cree que si se pone a dar datos ahora, podría impedir su acercamiento a la JEP de una u otra manera. En este sentido, me parece interesante que la JEP pueda abrir la puertecita para que este señor nos diga quiénes dieron la orden y quiénes son esos otros actores de la fuerza pública o políticos que estuvieron involucrados.
Como víctimas, creemos que ya no se pueden seguir yendo por la ramas. Necesitamos saber nombres, quiénes dieron las órdenes, qué aparatos económicos y políticos estuvieron involucrados. Necesitamos saber quiénes fueron las empresas, además de Chiquita Brands, que estuvieron involucradas en el caso de Urabá, por ejemplo. No queremos verdades a medias, las verdades deben ser claras. Y la verdad también tiene que tocar los puntos de la violencia sociopolítica que ha vivido el país. No es cierto que los paramilitares sean producto de una estrategia contrainsurgente, ya antes hubo otros hechos de violencia que obedecían a asuntos económicos y políticos.
Es bueno que la sociedad se entere de viva voz de uno de ellos de todas las atrocidades que cometieron, de la máquina de guerra que fueron los paramilitares en la región Caribe.
Respecto a Timochenko, lo vimos también muy parco con lo que han venido contando. Esclareció algunos hechos y vemos que tiene el compromiso de seguir adelante con su proceso, porque eso también les sirve a ellos: decir la verdad y comprometerse a pesar de todas las disidencias que han tenido y de los asesinatos que han sufrido los incorporados. Vemos una intención real de seguir en sus acuerdos y apostarle a la paz. Sin embargo, hay cosas en las que deberían profundizar. Pero creo que ambos tienen muy claro que la Comisión de la Verdad tiene una limitación (de tiempo y de dientes, porque lo que se diga allí no tiene efectos judiciales).
Aún así, nosotros felicitamos a la Comisión. Es bueno que se hagan este tipo de conversaciones y que por fin Mancuso le hable al país sobre cosas que de pronto la gente no entiende o que no ha llegado a sus oídos porque los medios no lo transmiten. Es bueno que la sociedad se entere de viva voz de uno de ellos de todas las atrocidades que cometieron, de la máquina de guerra que fueron los paramilitares en la región Caribe.
Nosotros tenemos una esperanza sentida, no solamente por lo que pasó con estos dos actores sino por lo que puedan seguir escudriñando estos diálogos. Lo que nos preocupa mucho es el tiempo que tiene la Comisión de la Verdad para esto. Ya prácticamente se van para el informe y nos van a quedar cosas por decir si no logramos que los tiempos de la Comisión se puedan alargar. Las víctimas estamos dispuestas a solicitar que, sí es el caso, pueda seguir funcionando la Comisión mínimo dos años más y así podamos seguir avanzando en las verdades y la claridad. Eso es lo que va a permitir la no repetición de los hechos.