La sustitución se quedó en promesa. Los cocaleros piden que les cumplan

María Alejandra Vélez visitó el municipio de Piamonte, en el Cauca, donde cocaleros le apostaron a la sustitución voluntaria de cultivos que prometió el Acuerdo de Paz con las Farc. Cinco años después siguen esperando que les cumplan, al menos para restituir la confianza en el Estado que, ahora en cabeza de Gustavo Petro, ha prometido no erradicar forzosamente sus cultivos.

por

María Alejandra Vélez

@MajaVelez

Profesora de la Facultad de Economía y Directora del Cesed de la Universidad de los Andes


29.08.2022

Fotos: María Alejandra Vélez

Para llegar a Piamonte, en el piedemonte amazónico, hay que recorrer la “marginal de la selva” desde Florencia hasta que se vuelve trocha y se llega al Cauca. Pasar por todo el suroccidente de Caquetá: Morelia, Belén de los Andaquíes, San José de Fragua, y un montón de veredas y quebradas que de vez en cuando inundan la carretera y hay que esperar a que baje el agua para cruzar. También se puede llegar por el Putumayo, pero aún no hay puente sobre el río Caquetá así que la carretera se interrumpe y los carros o motos deben cruzar amarrados en canoas.

Piamonte es un municipio, pero no parece. Todas las calles están sin pavimentar y se siente como un lugar de paso. Hay muchas motos y comercio, todo el mundo viene a comprar mercancías para llevar al monte. Piamonte es del Cauca, pero es como si no lo fuera.  No tiene nada que ver con Popayán que queda a  más de 9 horas de distancia, e implica pasar por 3 departamentos. A Piamonte los separa la cordillera del resto del departamento del Cauca. Culturalmente es caqueteño o del putumayo.  Un pueblo de campesinos, hijos de colonos del Huila, de Nariño, de Putumayo, del mismo Caquetá, que quieren mejorar su calidad de vida.

En esta región, como en otras, el gobierno de Iván Duque les incumplió con el programa de sustitución (Pnis), y el proyecto productivo prometido para supuestamente reemplazar la coca, nunca llegó. Aunque el programa es necesario repensarlo, la gente que erradicó su coca si quiere que el nuevo gobierno termine de cumplir lo pactado. La palabra del Estado está empeñada y antes de empezar cualquier cosa es necesario cerrar este tema y restablecer la confianza. 

“El gobierno Duque nos dejó metidos para que Petro pagara, pero no le vamos a cobrar a él. Lo vamos a ayudar. Que pague los 19 millones y cerramos este tema"

Eso no será posible solo con reuniones sino con los 19 millones de pesos prometidos por hogar, que faltaron. En este municipio 950 familias firmaron acuerdos voluntarios con el Pnis y según nos explicaron, ninguna recibió el proyecto productivo. La atención llegó hasta la seguridad alimentaria y la asistencia técnica.

Sin embargo, a diferencia de otros lugares del país, aquí el operador Pnis fue local. Una asociación de campesinos se alió con una organización de Florencia que cumplía los requisitos legales y eso hizo la diferencia. En otros lugares del país las críticas sobre la calidad de los insumos y mala asistencia técnica ofrecida por los operadores son recurrentes. Aquí la gente a pesar de que se quedó esperando el proyecto productivo, no tuvo quejas sobre el componente de asistencia técnica ni con el de soberanía alimentaria. Al ser operador local y sus miembros incluso beneficiarios, se ejerció veeduría para que los recursos y productos de buena calidad se entregaran. Un aprendizaje quizás para nuevos programas.  

De todas maneras, los cocaleros de por aquí, son conscientes que así difícilmente se erradicará la coca de la región. En muchos casos lo que pidieron hay que revaluarlo. Algunos ya están viejos y no tienen la energía para un nuevo proyecto. En este punto ya quieren una pensión. Los que tienen energía para nuevos emprendimientos son claros. Sin vías y puentes ningún proyecto tendrá futuro en la región.  Sustituir un producto por otro sin una solución integral no funcionará. Prefieren que la plata del PNIS llegue en efectivo, pues los insumos con los precios del programa salen mucho más caros que a lo que ellos los pueden conseguir.

El nuevo gobierno tiene mucho que pensar para el rediseño del programa actual y para la intervención en los territorios cocaleros. Las necesidades sobrepasan el alcance de un programa. Aquí lo que se necesita son muchas instituciones al mismo tiempo, incluyendo las encargadas de proveer seguridad, salud, educación y tierras. 

Las voces de algunos cocaleros de la región con quienes conversé ilustran mejor sus experiencias de vida y expectativas con el programa (por seguridad he cambiado sus nombres y las de algunas veredas). Quien asuma el programa tendrá que oírlos. Yo aquí doy sólo algunos ejemplos. Como me dijo un campesino: “usted sirva de mandadera”.  

Clara, vereda La Perdida

Es una mujer fuerte, frentera. Dice lo que piensa, sin rodeos. Nació en San José de Fragua, al suroccidente de Caquetá, en una familia de 18 hermanos (¡del mismo papá y mamá!). Vivían en una casa con techo y piso de chonta. De ahí salieron desplazados por la guerrilla para el Huila, regresó con 4 meses de embarazo a una vereda de San José de Fragua.  Llegaron los paras y la cosa se calentó. Se desplazaron de nuevo, esta vez a la vereda la Perdida, que ya es Cauca. Ahí se establecieron en el 2010, pero la finca el marido ya la había trabajado antes. Tiene papeles de compraventa.

La Perdida, dice ella, ahora resultó un Parque Nacional, pero ella no sabía. El marido se fue y los hijos ya están grandes. Ella vive sola, tiene 54 años.  Raspa coca donde le digan. También tiene un poquito de coca. Entró al PNIS como cultivadora y erradicó lo que tenía en un predio (3/4 de hectárea): “pero yo si tuve estrategia y dejé un poquito en otro predio, porque desconfié…”

Quizás hizo bien. Como a los demás, solo le dieron los primeros 12 millones en pagos desordenados los primeros años y los insumos para la “Huerta”. A ella le dieron gallinas y tejas de zinc.  Lo que le prometieron para el proyecto productivo nunca llegó. Ella pidió dos novillas, un toro y una nevera. Eso sumaba los 19 millones. Según Clara, el ejército se comprometió también a hacer puentes y nada…

Cuenta que ahora dicen que como el predio está en un parque no puede tener vacas, sino abejas. Es el Parque Nacional de los Churumbelos pero allá jamás ha visto un funcionario, y ella quiere sus vacas. Además de la coca, siempre ha tenido maíz, cebolla, gallinas y marranos. Y un jardín de flores. Dice con mucha emoción que sus flores no pueden faltar. Su papá también era cocalero.

Aquí la gente cumplió erradicando. Pero hay gente nueva sembrando más coca, cuenta Clara.

“El gobierno Duque nos dejó metidos para que Petro pagara, pero no le vamos a cobrar a él. Lo vamos a ayudar. Que pague los 19 millones y cerramos este tema. Así no se soluciona lo de la coca, pero si se arregla la confianza.”

Jorge Luis, vereda El Futuro

Se demoró en llegar 5 horas al punto de encuentro en la cabecera “urbana”. Nació en el Huila. Luego migró al Caquetá, después al Putumayo y finalmente llegó a Piamonte. Aquí lleva 12 años con papeles de compraventa. Siempre ha sido cocalero y lo han fumigado muchas veces. Por eso se fue del Putumayo.

Jorge, es beneficiario del PNIS como cultivador. Erradicó 2 hectáreas y UNODC verificó. También tiene marranos, plátanos y ganado. Le dieron los primeros 12 millones y para lo de seguridad alimentaria le dieron los materiales para el corral porque marranos ya tenía. La capacitación técnica para el proyecto productivo también la recibió, pero el proyecto nunca llegó. Pidió ganado, terneros y una planta solar. Pero la verdad, hace 6 meses volvió a sembrar.

Para el 2016 este municipio tenía 1.458 hectáreas de coca y en el 2020, según UNODC, terminó con 867.

También está en el proyecto de Visión Amazonía. Le hicieron planificar el predio y le dieron una cerca eléctrica para conservar unos potreros y semilla para sembrar. Lo más importante, según Jorge, son las vías de acceso. Lo dijo en varias ocasiones en la entrevista y en el taller. Sin eso nada será comercialmente viable. Me cuenta que pidió un crédito en el Banco Agrario para comprar vacas. Se lo dieron, pero ya está atrasado en el pago (se ríe): “estoy en mora”.

Isaura, vereda La Meta

Sus papás eran de Barbacoas, Nariño. Llegaron para hacer minería de oro al Putumayo, a Puerto Limón. Allá hay mucha gente de Nariño. Luego llegaron a Piamonte. Isaura nació en la vereda La Meta, Piamonte. No tiene hijos ni marido. Vive con unos sobrinos.

Hace parte de un Consejo Comunitario de Comunidades negras, pero aún no los reconoce el Ministerio del Interior. El primer consejo comunitario de Piamonte fue el de ORCONEPIAC que se fundó en el 2002. “Todos se reunían, los indígenas, los colonos y los negros no. Así que nos organizamos siguiendo a los de Puerto Limón”.  De ORCONEPIAC salieron dos nuevos consejos, el de Llaves de Futuro en el 2008, y el de Nueva Esperanza, hace 5 o 6 años. En Llaves de Futuro hay como 67 familias y 10 hectáreas. “Queremos que las titulen colectivamente”. Todos los Consejos quedan en la misma vereda.

Isaura cuenta que desde que se organizaron en el Consejo, la Alcaldía los ha ayudado con recursos: para la fiesta de la Virgen del Carmen, para los arrullos. “Ahora nos tienen en cuenta”.

Su papá tenía en la finca plátano, yuca y hacía minería de oro en la loma. Al PNIS se inscribieron como Consejo, pero los compromisos son individuales. Isaura arrancó dos hectáreas que era lo que tenía con un sobrino.  Sembró piña. “Arranqué y se demoró la plata en llegar”. Llegaron 12 millones, dos millones cada 3 o 4 meses. Para la huerta le dieron 11 hojas de zinc, malla para el corral de las gallinas, alambre, 7 bultos de purina y 18 gallinas. “Yo empecé a vender los huevos porque ¿cómo me iba a comer toda esa cantidad?”.

Luego se enfermó y tuvo que vender las gallinas, una señora le está guardando la plata. Dice que ahora que se siente mejor las va a volver a comprar.

Isaura cuenta que la capacitación del PNIS era para revisar qué podían hacer en el predio. Ella pidió 3 novillos, 1 torete, estacionaria (maquina para fumigar), guadaña, alambre y ladrillos.  “Que cumplan con los 19 millones que quedaron pendientes”, exige. 

Todos piden lo mismo. 

Campesinos que se desplazan varias veces y vuelven a empezar con la coca. El incumplimiento sistemático del Estado –a través del PNIS y del acceso a vías, entre otras–,  y el olvido evidente del departamento han sido la constante en este municipio del Cauca. Vivir al día. La conservación de los bosques no es prioritaria y de la institucionalidad de Parques Nacionales y de los predios ubicados en reserva forestal (lo que se conoce como los baldíos de la Ley 2da) se enteraron con el PNIS (como en el caso de las familias beneficiarias en Guaviare y Putumayo) y lo cierto es que por la coca están tumbado más bosque para seguir sembrando. Para evitarlo se deben diseñar estrategias específicas, el bosque no puede pagar la cuenta de la ilegalidad.

Aquí están ilusionados con el nuevo gobierno. Para comenzar, al menos en el discurso, no los van a tratar de criminales sino “por las buenas”. Ese es el primer paso, decía otro cocalero que ahora es recolector. La seguridad ha mejorado para sus estándares, dice, pero igual hay toques de queda después de las 6pm. 

–¿Y el ejército?–, pregunté. 

–Ellos están cuidando los pozos petroleros, no a las personas–, me respondió uno de los campesinos. 

Ese será otro reto para el nuevo gobierno: orientar la fuerza pública a la protección de las comunidades y que estas vuelvan a creer en una institución que los ha violentado,  fumigado e incumplido los acuerdos por décadas.

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María Alejandra Vélez

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