La muerte de Santiago Maldonado es política

Durante ochenta días, Argentina y el mundo se preguntaron dónde estaba Santiago Maldonado. Hoy, luego de que su hermano reconociera el cuerpo, la exigencia es justicia: ¿qué pasó con Santiago Maldonado?

por

Ana Muller


23.10.2017

Foto: Walter Piedras @Flickr

“Todo el caso Maldonado es evidentemente político”. El viernes 20 de octubre, Oreste Lucuero, el director de Radio Nacional Córdoba, otro de los “democráticos” funcionarios del macrismo, interrumpió uno de los habituales programas radiales en la ciudad metropolitana, conocida como la Docta. Con tono desafiante le exigía a una periodista (de quien es jefe) la máxima seriedad, tras la publicación de la entrevista a la madre de Facundo Jones Huala, líder mapuche detenido.  La detención de Huala en junio de este año provocó varias manifestaciones en las que su comunidad indígena pedía su liberación. Fue en una de estas manifestaciones, ante la represión del gobierno, que el 1 de agosto desapareció Santiago Maldonado.

“Es un hecho evidentemente político y lo que usted hace es periodismo militante, tendencioso y subjetivo. Tienen que achicar la grieta e ir a los hechos, ir profundamente a la fuente. La entrevista que usted hizo no es la posición de la Radio de Todos, hablen con la otra parte y si la ministra no la atiende, no saca a ninguna, tiene que tener siempre las dos campanas, es con la otra campana como siempre les pido que lo hagan. ¿Darle entidad a una persona desconocida cuando se ha visto?”, dijo Lucero.

El regaño público y al aire lo cerró con una frase provocadora, que brota de la incomodidad que les genera el continente y la democracia: “Los gobiernos que están hace 30 años en América Latina todavía son democráticos aunque no le guste”.

***

Estamos llenos de preguntas.

¿A quiénes no les gusta la democracia, a qué sectores nunca les gustó, quiénes la boicotean permanentemente, la irrumpen, la censuran, la destruyen todos los días? La violencia de estos más de 80 días sólo es comparada con la angustia y la desolación que sentimos muchos y muchas argentinas. Sensaciones que no saben de límites geográficos pues en muchos lugares del mundo también se preguntaron #DóndeEstáSantiagoMaldonado para pedir explicaciones de lo que se estaba consolidado como la primera desaparición en manos de las fuerzas públicas, desconocida por las autoridades correspondientes en democracia. Eso se debe a que la injusticia irrita y duele en cualquier lado, basta con saber que está pasando, que existe y tener más o menos algunas pulsiones y amor a la vida, a la nuestra y la de la humanidad toda.

¡Claro que es político! Porque el cuerpo “aparece” a dos días de las elecciones legislativas nacionales, en un escenario enrarecido y oscuro. Fue político desde el 1 de agosto porque el Estado es responsable de nuestra seguridad y de los derechos esenciales para cuidar la vida. Porque fue la Gendarmería, una fuerza pública nacional a la orden de sus funcionarios, los que reprimieron ese corte de ruta en territorio históricamente mapuche sin orden y con la violencia de quien se cree que no debe explicaciones a nadie, de quien no tiene protocolos y normas para actuar incluso en situación de conflicto. Porque también era político el no reconocimiento de esas propiedades ancestrales y pre-existentes al Estado argentino que se estaban reclamando, el reconocimiento a la existencia de los pueblos originarios en nuestro país que es parte de nuestra Constitución Nacional desde 1994. Eso es profundamente político y lo seguirá siendo.

Es político porque Patricia Bullrich, la ministra de “Seguridad”, desde sus inicios, buscó que esto ocurra. No sólo es Santiago Maldonado, cuenta con más muertos por represiones y lo evoca como política pública y represiva. Es dolorosamente oportuno recordar la responsabilidad de la funcionaria en el accidente que dejó 43 hombres de la Gendarmería muertos en diciembre de 2015. La Justicia, un año después, procesó a dos funcionarios públicos por negligencia e incumplimiento de deberes, pues las víctimas iban en un colectivo que tenía fallas mecánicas.  Habría que preguntarle a Bullrich qué pasó con esos gendarmes que mandaron con la orden de reprimir un “desborde”, que nunca ocurrió, de la protesta convocada por la organización Tupac Amaru en la plaza central de la ciudad de Jujuy, a mediados de diciembre de 2015. No es casual la conexión porque esa provincia cuenta con presos políticos ilegales, entre ellas Milagro Sala, parlamentaria del Mercosur y secretaria general de la organización Tupac Amaru, quien desde su detención el 16 de enero de 2016 es otra imagen que se sumó a la de Maldonado en nuestro pedidos de justicia.

Es político porque el presidente en todos estos días nunca dio explicaciones del caso. Porque no lo buscaron, porque sembraron pistas falsas, y porque lo hicieron a conciencia para entorpecer la búsqueda. Esa causa que es una persona y una familia, y que hoy cuenta con el cuerpo, pero que no borra el secuestro y la desaparición forzada en manos del Estado. Claro que es político porque es probable que todo este tiempo hayan escondido el cuerpo, desaparecido las pruebas y porque nos devolvieron al peor de los tiempos.

Es político porque este gobierno votado por un poco más que la mitad de los argentinos tiene leyes intervenidas como la que regula la propiedad de los medios de comunicación, la concentración  y la posibilidad de la diversidad y pluralidad de voces. Un gobierno que comenzó con allanamientos injustificados a instituciones públicas, dramáticos como el de la nochebuena en el edificio de la Autoridad federal de la Ley de Servicio de Comunicación Audiovisual, en la oscuridad del 24 de diciembre de 2015. Con todo lo político que eso tiene en sí mismo.

La claridad nos la acerca quienes más dolidos están en estos días, es paradójico y estrictamente necesario. El comunicado de la familia tras la identificación del cuerpo de Santiago resaltaba que recién el 20 de octubre el presidente de la nación, Mauricio Macri, se comunicó con Stella, la madre de Santiago. “Más allá del inoportuno momento elegido para su primer llamado, luego de un silencio de casi 80 días, es importante que el presidente asuma que nuestro único objetivo es lograr justicia por Santiago. Por esta razón le pedimos, como máximo responsable del Poder Ejecutivo, que exija a la Ministra Bullrich que dé explicaciones detalladas de lo actuado en este caso por el Ministerio a su cargo y la Gendarmería Nacional Argentina, garantizando la plena colaboración con la justicia en el avance de la investigación. Asimismo, reiteramos el pedido de intervención del Grupo Internacional de Expertos Independientes para fortalecerla”.

Añadieron que “el intento de desvirtuar la investigación es una nueva afrenta a nuestro dolor, viola la prudencia y el respeto pedido por la familia. Les pedimos a la dirigencia política, medios de comunicación y la sociedad toda que nos ayuden a transitar este momento con la mayor solidaridad posible, hasta que se sepa la Verdad y se logre Justicia.

Y cierran diciendo que agradecen el apoyo y el cariño de todas y cada una de las personas que los acompañaron y reconfortaron en esta lucha de todos los días. Por último, solicitaron a las personas y organizaciones que se manifestaran en homenaje a Santiago pidiendo  Justicia en su memoria.

Él es indudablemente un muerto político porque probablemente lo mató Gendarmería, porque lo escondió el gobierno, la justicia y los medios que son sus cipayos, sus mercenarios, sus grandes mercaderes.

Ese mismo 20 de octubre con los ojos llenos de impotencia y lágrimas, al igual que otros miles, miré las  publicaciones y mensajes que sólo decían “Es él” y no hacia falta nada más para ponerle rostro a la impunidad y paz de sus ojos. Y entonces me preguntaba y pedía a gritos por los medios que tenemos y las redes sociales, que alguien me diga y nos diga ¿cómo hacemos para ir a votar este domingo? ¿Cómo nos aguantamos las ganas de putear, maldecir, insultar, y exigirles verdad y justicia a los gendarmes que estarán «custodiando» la democracia en nuestras escuelas, donde se desarrollan las elecciones? Esos sujetos vestidos de verde responsables de volver a las peores prácticas que otra vez son protagonistas y matan a su pueblo y ni saben al servicio de quien, en la mayoría de los casos. ¿Cómo le creemos a la justicia electoral después del escándalo de las elecciones conocidas como «las pasos» el 13 de agosto donde se suspendió el conteo de votos y se encontraron miles de infracciones e ilegalidades, todo ese tremendo papelón e irregularidades denunciadas y de público conocimiento? ¿Cómo hacemos para volver a creer en los «representantes del pueblo», en nuestro Estado, en nuestra patria, que en pocos meses se dieron vuelta como una tortilla mal cocinada, putrefacta como muchos de ellos, que se volvieron cómplices en los silencios y los acuerdos para avalar en las cámaras legislativas medidas que este presidente decreta al por mayor, destruyendo todos los mecanismos previstos para ejercer la democracia y la separación del ejecutivo con la justicia, por ejemplo? ¿Cómo carajo en tan poco tiempo hicieron mierda todo y la justicia se regaló ciegamente sin ninguna imparcialidad, sin límites claros de los procedimientos y la ética? ¿Cómo se perdieron las pensiones a personas con discapacidad, el endeudamiento récord mundialmente reconocido de nuestra economía? ¿Cómo es que todas las licitaciones públicas son escandalosas y dirigidas, y la corrupción brota hasta en los los detalles más mínimos como en no cumplir ni con sus días y horas de trabajo y tener la caradurez de llamar ñoquis a los trabajadores y patoteros a los sindicalistas que intentan frenar los despidos masivos, la precarización de los derechos, la flexibilización laboral?

Nos están matando. Y no es sólo a Santiago Maldonado. Es la salud pública recortada y los derechos vulnerados. Las represiones y persecuciones son moneda corriente en este país al que nos quieren acostumbrar y que se siente con un nudo en la garganta. Son múltiples derechos y políticas públicas vaciadas, destruidas. No tienen más plan que enemistarnos, seguir cosechando odio, identificar enemigos, crearlos, destruirlos, o crear una supuesta lista negra de quinientas personas  a las que “le gustaría ponerlas en un cohete y mandarlas a la luna”.

Han cerrado medios, comprado algunos otros. Los que aún no se vendieron tienen interferencias y cortes cotidianos en todo el territorio nacional. Sacaron del aire a los pocos periodistas que se animaban a pasar información crítica. Exigen que se los despida o desfinancian los medios quitando pautas oficiales. Todo empeora. Y se pone oscuro. Y tienen un blindaje mediático brutal, pero real. Nuestras herramientas son cada vez mas pequeñas, mas encadenadas y así y todo nos vamos escuchando y nos hacemos escuchar al grito del “Nunca más” que tanto significa en la historia negra de la Argentina y del continente que nos abraza.

Santiago Maldonado tenía 28 años, era artesano, tatuador y viajante de ojos grandes y brillantes. Él es indudablemente un muerto político porque probablemente lo mató Gendarmería, porque lo escondió el gobierno, la justicia, y los medios que son sus cipayos, sus mercenarios, sus grandes mercaderes. Se puede “hacer dulce” analizando la patética práctica de nuestra profesión buscando deteriorar, desviar y hasta esconder la verdad en la gran mayoría de los grupos hegemónicos y portavoces de Cambiemos, el partido que prometió “Alegría”, un mensaje vacío e irónico si lo miramos en estos tiempos que han despertado en nuestro territorio. ¿Cómo hacen para dormir en paz? ¿Saben que todos ellos cargaran con los muertos? ¿Cuál es el precio de la dignidad, de la ética, de la obligación moral y profesional? ¿Cuánto valen?

El 1 de agosto me llegó un mensaje por Wasthapp, en una de esas cadenas de los múltiples grupos. Al rato se replicó en otros tantos. Mientras “saumaba” mi casa, una práctica habitual en el norte argentino en el dia de la Pachamama, pensaba qué rápido nos alertamos de los abusos de las fuerzas y qué importante es que eso circule aunque sea por los medios que tengamos a mano. Tienen que saber que estamos atentos y salimos a cuidarnos, que aprendimos que escondernos no sirvió y que tras la posibilidad de duda en ese “Algo habrán hecho”, fue que muchos se reconocieron cómplices pasivos de las violaciones más atroces escondidas en el slogan “Los argentinos somos derechos y humanos”, que circuló en el mundial de 1976 mientras se torturaba y mataba a miles de compatriotas.

Se trataba de un pibe que no aparecía desde la irrupción violenta e ilegal de Gendarmería en un corte de ruta por acompañar los reclamos mapuches.

Las cadenas, los hashtag, las publicaciones, las calles con sus afiches y grafitis. Por todos lados se empezó a ver su rostro y la pregunta “¿Dónde está Santiago Maldonado?”. Conocimos a su hermano, quien conoció a las madres y abuelas de plaza de mayo y a los organismos de derechos humanos que hicieron eco de lo que empezaba a murmurarse por todos lados. Con vida lo queríamos pero muchos intuimos que algo no estaba bien, nadie contestaba ni se hacía responsable de los reclamos.

A los pocos días en nuestro portal cooperativo Vove.com.ar al igual que en miles de espacios ya estábamos buscando públicamente a Santiago. En la nota que publicamos el 6 de agosto Elena Covalan, periodista y trabajadora echada sin causa de Radio Nacional Salta por esta gestión, escribía: “está desaparecido desde el primero de agosto, durante la represión de Gendarmería a la comunidad mapuche Pu Lof, en Esquel. Ninguna fuerza reconoce haberlo detenido”.

Más de 100 miembros de Gendarmería Nacional atacaron a la comunidad mapuche Pu Lof, en el departamento Cushamen, Esquel (Chubut), golpeando a mujeres y niños y quemando casas y juguetes.

La acción represiva fue ordenada por el juez federal de Esquel, Guido Otranto, con la excusa de que la comunidad se aprestaba a realizar un corte de ruta en el marco de las protestas que vienen llevando a cabo en reclamo de la libertad del lonko Facundo Jones Huala.

Los comuneros denunciaron que la represión se desató después de hostigarlos toda la noche con reflectores y disparos hacia la comunidad. Los gendarmes rompieron la tranquera con un camión hidrante y entraron al territorio mapuche armados con pistolas y escopetas, con las que atacaron a los indígenas (según los testigos, usaron balas de goma y de plomo) y luego “quemaron todo lo que encontraron en las rukas como calzado, frazadas, colchones, ropa, banco de semillas orgánicas”. Al mismo tiempo, otro grupo de gendarmes recorría el territorio.

Testigos contaron que vieron a Santiago correr cuando Gendarmería comenzó los disparos. Luego escucharon a un gendarme diciendo que había una persona detenida y vieron que un joven era golpeado, aunque no pudieron identificarlo debido a la distancia. Más tarde, alrededor de las 13.30, vieron que una camioneta de Gendarmería se retiraba por la ruta camino a Esquel.

Santiago estuvo desaparecido desde entonces y ninguna fuerza reconoció tenerlo detenido. Desde agosto se presentaron tres hábeas corpus y su hermano, Sergio Maldonado, hizo la denuncia formal por su desaparición, en el Juzgado Federal de Bariloche. No se obtuvo información, hasta que encontraron el cuerpo hace pocos días en las aguas del río Chubut.

La preocupación de amigos, familiares, comuneros y las organizaciones sociales y de derechos humanos se acrecienta por el hecho de que la represión se hizo en presencia del jefe de Gabinete de asesores del Ministerio de Seguridad, Pablo Nocetti, conocido defensor de represores en juicios por delitos de lesa humanidad. Por eso se realizaron distintas acciones para visibilizar la desaparición de Santiago y reclamar su pronta aparición con vida.

Santiago nació el 25 de julio de 1989. Vivía en El Bolsón. El día de la represión estaba visitando a un amigo mapuche.

Hubo muchas herramientas y estrategias para exigir colectivamente su aparición, para que hubiera presión y control social. Alguien escribió en los primeros días qué habría pasado si en la última dictadura militar que nos dejó 30.000 desaparecidos y más de 500 bebés apropiados, el pueblo hubiera salido a exigir explicaciones. No podemos volver el tiempo atrás, pero si hemos aprendido de ese pasado que aún nos duele y nos moviliza.

Al cumplirse el primer mes de su desaparición, salimos otra vez a las calles llenas de gente en todas las ciudades. Marchas tristes, pero que nos dieron el alivio del abrazo colectivo, de esa energía de volvernos multitudes, de sabernos cuidando y cuidados por todos nosotros. Hubo represión, golpes y presos en varias ciudades, en situaciones escandalosas e irracionales. Querían asustarnos, aplacar la búsqueda de verdad y justicia que merece Santiago, su familia y todo el pueblo argentino.

Sergio, ahora hermano de muchos de nosotros, en una carta a su hermano decía: «ayer 20 de octubre pude despedirme de vos, me dejaste parte de tu corazón. Donde estés con tu alma, deseo que hayas sido testigo de todo lo que ocurrió en estos 80 días, de toda la gente que te conoció, que te quiere, que se movilizó y sensibilizó por vos (…) Siento que esto tengo que compartirlo con toda la gente que nos ayudó a encontrarte y ayudará a que sepamos la verdad y se haga justicia, vos te fuiste pero me dejaste muchos hermanas/os, Amigas/os, Madres, Padres, Abuelas/os, Primas/os, así todo fue un cambio injusto pero necesario para que todos nos replanteemos muchas cosas».

El hermano mayor cuidó por más de siete horas el cuerpo hallado en el río al sur de la Argentina, un cuerpo que suponen fue plantado pues estaba en una zona que ya había sido rastrillada y revisada en varias oportunidades. El procedimiento es tan escandaloso e irregular que se quedaron cuidando ese cuerpo aun sin identidad porque no podían confiar ni en la justicia ni las instituciones que deben actuar en estos casos.

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'Escuchá, Santiago', el primer episodio de las Crónicas de Pendejo Loco, de la Revista Anfibia.

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Aún no se sabe qué le hicieron, ni qué pasó. Las versiones son muchas y las intencionalidades parten, en la mayoría de los casos, desde una perversión capaz de esconder un cuerpo durante 78 días y al mismo tiempo de poner fotos en los vehículos oficiales de Gendarmería con la oferta de una recompensa a quien brinde información del desaparecido. De un presidente que nunca se expresó al respecto, de la desviación de la investigación con pistas falsas, fuertemente fomentado por los medios que no hicieron más que poner en el centro de la discusión la legitimidad y el uso político de la exigencia de verdad y justicia. Es que están locos, muy locos.

Decime: ¿Cómo seguimos? ¿Hasta dónde? ¿Cuánto se puede tolerar, cuando es «lo justo», cuánto lo absurdo y lo perverso, cuánta mierda te podes tragar, cuánta pretenden que comamos todos nosotros? Vos, decime ¿Cómo hacemos para hacer de cuenta que todo es lo mismo y que no es a la patria a la que están matando cada día, la patria de tus hijxs, de tus nietxs, tu puta patria que ya fue endeudada, embargada, liquidada y regalada durante estos dos siglos por esta misma gente, por sus padres, sus abuelos y bisabuelos. ¿Cuando dejás de creer de nuevo en las instituciones, cuándo volvemos al 2001, al 76? Hoy nuestra realidad está montada por un espectáculo macabro con presos políticos, causas de persecución y abuso, maltrato, censura, represión y muerte. Esa verdad es la que estamos gritando. Esa verdad es la que no vamos a aceptar, a la que no debemos acostumbrarnos.

Decime…y decilo fuerte porque ya no se escucha nada entre tanto murmullo y tanto ruido. Ya poco se ve. Pero en la oscuridad aparecen de nuevo esos ojos llenos de vida que apagaron, y esta bronca que nos hace temblar, llorar, que duele en la garganta y en el pecho y que duele cuando votamos y esperemos los resultados, en esas urnas de esta democracia en peligro de extinción.

 

[NOTA DEL EDITOR: Esta nota se escribió antes un día antes de las elecciones legislativas del pasado domingo 22 de octubre, en las que Cambiemos, el partido del macrismo, ganó en 13 de las 24 provincias de Argentina].

 

*Ana Muller es comunicadora social, integrante de la Cooperativa de comunicación Coyuyoy docente de la Universidad Nacional de Salta.

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