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La guerra empezó en los medios

Giancarlo Fiorella es reconocido por sus investigaciones periodísticas usando información de fuente abierta. Trabaja con Bellingcat esclareciendo casos de corrupción y conflictos y entrena a medios en Latinoamérica, entre ellos Cerosetenta, y a activistas en derechos humanos. Le preguntamos por su perspectiva del conflicto Ucrania – Rusia.


Ilustra: Laura Ramos

El conflicto entre Ucrania y Rusia ha estimulado todo tipo de debates: desde especular que esta invasión es la puerta de entrada a una Tercera Guerra Mundial, hasta sugerir que esta no se librará con armas nucleares, como advierte la historia, y en cambio será cibernética.

La franja de opiniones es amplia y en redes las emociones son caldo de cultivo para la desinformación, sobre todo tras un período pandémico que aumentó la hiperconexión y el tráfico de información. Desde el otro costado del mundo, con el celular en la mano, creemos ser testigos de una guerra en vivo. Do we like it? ❤️ 

Giancarlo Fiorella es un periodista reconocido por su trabajo de verificación en Bellingcat, un modelo de periodismo que hace inteligencia con datos de fuente abierta sobre casos de abusos de derechos humanos en zonas de guerra y de crimen armado. De hecho, con ese método construyeron un informe, publicado en 2016, en el que analizan el uso de artillería rusa contra pueblos ucranianos en 2014. Fiorella, que ha visto de primera mano cómo se narra y aumenta este conflicto en el espacio virtual, comparte en esta entrevista su apreciación sobre cómo se construye ‘la verdad’ entre esa vorágine de información y lo que pasa en terreno.

¿Se podría hablar de una guerra informática? ¿Está sucediendo?

Ciertamente en los días y en las semanas antes de que ocurriera la invasión, nos dimos cuenta —no solo quienes hacemos parte de Bellingcat, sino gente que normalmente se enfoca en medios rusos— de que hubo una escalada en la desinformación y en la propaganda que estaban compartiendo medios rusos. Lo que estaban tratando de hacer era pintar al gobierno de Ucrania como uno peligroso, que no podía existir, que debe ser eliminado porque era una amenaza para Europa en general. Aumentó la publicación de noticias falsas con el fin de construir una realidad paralela. Eso creo que no se puede separar de lo que eventualmente fue la campaña militar que se filtró a la prensa. Si se va hablar de la invasión a Ucrania tienen que aparecer los bombardeos, la artillería, los tanques cruzando la frontera. Pero antes de eso, la guerra ya había empezado en los medios.

Se comprobó que algunas imágenes de bombardeos en Ucrania no corresponden a la realidad y son imágenes captadas de un videojuego. ¿Hasta dónde podría llegar esta falsa información filtrada en medio de una ‘furia de imágenes’ (concepto de Joan Fontcuberta) y qué puede hacer el periodismo? ¿Había pasado esto antes?

El gobierno ruso en años anteriores publicó una imagen de un videojuego y alegó que esa era una evidencia de que Estados Unidos estaba apoyando a grupos terroristas en Siria. Es bastante común en un evento en desarrollo —que está captando no la atención sino la imaginación mundial— que esto pase: que reciclen imágenes de eventos anteriores o de escenas construidas en películas o videojuegos y que accidentalmente o a propósito se compartan pensando que son del conflicto corriente. Pero resulta que son falsas. Es más común de lo que uno cree y sucede sobre todo cuando se atrapa la indignación de la audiencia o se busca hacerlo. Si uno está 99,9 % seguro de que ese video corresponde con la realidad, es mejor no publicarlo. Que no exista la más mínima duda. Son decisiones que Twitter, por ejemplo, pone todo el tiempo de frente: si no estás seguro de lo que ves, de lo que lees, no hagas retweet. 

¿La ilusión de estar viéndolo todo en vivo transmite verdad?

Filosóficamente, ¿qué es la verdad? El hecho de ser testigos de algo que está ocurriendo, como en este caso el conflicto entre Ucrania y Rusia, sin duda impacta sobre algún concepto de verdad. Podemos ser testigos presenciales, estar caminando por la calle y ver el choque de dos carros: es un evento que ocurrió a nuestros ojos y en ello hay algún tipo de verdad. Pero desde que empezaron las redes sociales estamos sintiendo que presenciamos eventos que están ocurriendo en sitios donde nunca hemos estado, y no por ello no ocurren, y en ello hay algo de verdad también.

Cuando ocurrió el atentado de las torres gemelas la mayoría lo vio transmitido por televisión. Este conflicto, en cambio, está siendo principalmente transmitido por redes sociales y un tweet resumía un gesto abrumador: la guerra será likeada, retuiteada y marcada como favorita. ¿Esto es inédito o cómo lo evalúa respecto a otros conflictos en términos periodísticos?

El evento bélico más compartido en las redes sociales es la guerra en Siria. Cada minuto de ese conflicto, desde el principio, ha sido grabado. En su gran mayoría por las víctimas de los crímenes que comete el gobierno contrainsurgente con su población. No creo que sea correcto decir que esta es la primera guerra que se transmite enteramente en redes sociales. Sin embargo, lo que está pasando ahora es que más gente le presta atención a lo que ocurre. No sé si es porque hay más conectividad que cuando empezó la guerra en Siria o tal vez tiene que ver con el hecho de que el conflicto Rusia-Ucrania está ocurriendo en el centro de Europa y no en países de Medio Oriente. 

¿Qué otra diferencia particular tiene este conflicto que está siendo transmitido en tiempo real?

Me impactó muchísimo que los pasos que llevaron a este conflicto fueron ampliamente comunicados. Es decir, se sabían desde hace tiempo. Semanas antes, los servicios de inteligencia de Estados Unidos y de otros países occidentales anunciaron claramente que Rusia planeaba invadir Ucrania, que iba a ocurrir más o menos el 16 de febrero y que se iba a desarrollar de determinada manera. Incluso sabíamos que el gobierno Ruso iba a tratar de justificar la invasión con noticias falsas y desinformación en Internet. Eso, para mí, fue una experiencia desorientadora porque fue como vivir una película que ya has visto, pero que estás viendo otra vez, como en un loop. Días antes de que comenzara la invasión yo sentía que estaba viendo pasar lo que ya sabíamos en slow motion. Eso fue particularmente diferente, no había sentido lo mismo con otros conflictos. 

En Rusia han reprimido y censurado a quienes emiten opiniones o información contraria a la oficial, ¿han visto riesgos similares en Ucrania o en otras partes del mundo para quienes comparten noticias?

Al gobierno ruso no le gusta el periodismo libre. Hay muchos periodistas que han sido perseguidos, que están en la cárcel y muchos medios que por ley están censurados. Vimos cuando empezó la invasión que hubo manifestaciones contra la invasión en Rusia y mucha gente fue detenida por la policía —como en cualquier otra dictadura si uno no le va a lo que dice el Gobierno eso te mete en problemas—. 

Sí hay riesgos de compartir imágenes sobre Ucrania, como ha pasado con otros conflictos, porque quienes viven en ese país tienen las fuerzas invasoras rusas. Quienes están grabando desde sus casas y de repente tienen un contenido que puede convertirse viral, saben que se puede rastrear con certeza desde dónde fue grabado y corren peligro. Eso sucedió en Colombia, nos ha pasado, y ahora imaginarse con la fuerza de la invasión rusa y sus avances tecnológicos que esto no pase, pues es inevitable. El hecho de que todos nosotros seamos cazadores de imágenes y podamos captar imágenes y videos con celulares y posteriormente compartirlas en redes sociales, nos pone en el mismo riesgo hostil de un periodista que cubre el conflicto. 

¿Cómo encuentra lo de Instagram y de Twitter tratando de hacer verificación en tiempo real, pero al mismo tiempo jugando un papel paradójico cuando marcan a medios, e incluso a periodistas, con etiquetas de “aliados de rusos”? ¿Hasta qué punto es una censura y cómo verlo cuando son plataformas aliadas de intereses particulares?

No son solo las redes y no es una novedad. Existen también medios que trabajan por y para los gobiernos y no son independientes en ningún sentido; es decir, su existencia es publicar información aunque esta sea fabricada para servirle a un interés particular. Ese es el caso actual de muchos medios que pertenecen al gobierno ruso, y eso no quiere decir que las plataformas no tengan la responsabilidad de tratar de combatir la desinformación, que fue lo mismo que vimos con la pandemia de Covid, que con mucha facilidad los antivacunas se filtraron en las agendas. Los gobiernos tienen intereses que a veces se llevan a cabo por las agencias de prensa, pero  creo que la gente, sobre todo, tiene una responsabilidad enorme con su acceso a éstas y a las redes sociales. 

Esta pregunta ya la hemos hecho. En un contexto de hiperconectividad, también hay amenazas directas: mientras se corrobora la veracidad, ha ganado la viralidad. ¿El periodismo puede evitar o mitigar el pánico colectivo que produce la información desatada? ¿Cómo?

Personalmente he sentido mucha tensión en Europa, donde estoy, mucha gente la está sintiendo. Cuando uno consume noticias, o cuando las publica como periodista, debe tener cuidado de compartir información en el momento en que uno está sintiendo ampliamente una emoción. Si la emoción es miedo, porque hay dudas de si una Tercera Guerra Mundial va a desatarse, hay que tener cuidado y abstenerse de publicar. En Bellingcat tratamos de asegurarnos de no compartir información en el instante en que nos produzca pánico o hasta felicidad profunda porque, en esos casos, se instala la emoción en lo comunicado y la audiencia la percibe. Por eso desde los medios debemos de tener distancia, calma y objetividad al emitir, porque después de publicado hay una afección que se multiplica. 

¿La verdad, entonces, pasará a ser la simulación de la realidad más fidedigna o la que está mejor construida?

Jean Baudrillard habla de esto en su libro Simulacra and Simulations (1989). Más o menos propone que estamos viviendo en una época en la que la simulación termina siendo más real que la realidad. Es decir, la realidad es un simulacro en el que creemos más que en la propia realidad. Imaginemos por ejemplo quienes vieron ese video de Ucrania tomado de un videojuego, esa memoria seguramente quedó instalada para siempre en su mente, aun cuando se estableció que la información fue falsa. Aunque eso no haya sucedido tal cual, fue lo que sucedió para quienes lo vieron.

¿Cree que los medios están verificando este episodio histórico de la manera adecuada? ¿Cómo podría hacerse cargo un medio de una verificación casi forense de esta información? Que es justo en lo que ustedes son expertos.

La cantidad de gente que se ha unido a Bellingcat como voluntaria para chequear información es impresionante. Personas comunes y corrientes, como ingenieros o profesores, nos han escrito con deseo de colaborar en su tiempo libre en la tarea de verificación en tiempo real. Creo que, por lo que he visto, hay esfuerzos heroicos de una comunidad que sigue viendo este gesto como algo relevante. Ellos me producen mucha inspiración. No tengo ninguna crítica, es lo opuesto: me siento muy inspirado por quienes siguen siendo serios. 

¿Qué herramientas tienen las audiencias para filtrar el contenido?

Para quienes no saben qué es lo que pasa, les recomendaría seguir a periodistas que hacen parte de medios grandes que están reportando desde Ucrania y desechar los que comparten contenido propagandístico. 

Asimismo, recomendaría separar el texto de la imagen, no porque lo que la imagen muestra no sea correcto o no haya sucedido, sino porque no siempre se corresponde la información con el contenido de la imagen. Es decir, si veo una mujer muerta en una fotografía puede que el texto me esté diciendo que ocurrió hoy pero la verdad de la imagen no es la misma. 

En un contexto como este de guerra, hay un tipo de “activismo” en redes sociales que se limita a compartir imágenes de apoyo o cambiar la foto de perfil por la bandera del país que se decida apoyar. ¿Cuál cree que podría ser una acción directa con un impacto más real?

Que se aseguren de no compartir información falsa porque, al hacerlo, se favorece a la contraparte. Al final del día lo que buscan es que no sepamos qué es lo que pasa y consumir contenido sin verificar es jugar ese juego. La ciudadanía tiene el poder de ayudar: si no sabe verificar información, puede aportar al no compartirla. 

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