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«La conversación debe ser sobre historias de esperanza», Omar Rincón

La universidad de los Andes entrevistó a Omar rincón sobre el aporte de la pedagogía en la paz.

por

Margarita Arteaga


20.06.2016

Omar Rincón, director del Centro de Estudios en Periodismo (Ceper), de la Universidad de los Andes, plantea, entre otros aspectos, por qué la pedagogía para la paz consiste en dignificar los relatos de la gente, de sus actos de supervivencia y no de su dolor.

La primera cosa es tratar de proponer a la sociedad pasar del odio a otro sentimiento, a otra emoción colectiva como la convivencia, el respeto o la dignidad

¿Cómo hacer pedagogía sobre la paz en un país que ha pasado más de 50 años en guerra?

Desde la comunicación creo que hay varias percepciones: una, los colombianos (la sociedad en general, los que nos llamamos ‘buenos’) sentimos que esta guerra es entre el gobierno, los militares y la guerrilla, que los demás no tenemos nada que ver, nada nos vincula como ciudadanos al conflicto. La segunda es que en Colombia se ha transmitido el odio como parte de la identidad nacional: de bisabuelos a abuelos, a padres, a nietos. En nuestro ADN se transmite el odio y eso viene de venganzas insoportables e históricas, episodios que uno no ha vivido, por ejemplo, el odio entre liberales y conservadores o el odio por la guerrilla. Mucha gente odia al otro sin saber por qué.

La tercera, en la paz, desde la comunicación, aparecen dos relatos en pugna: la lucha por la hegemonía política que guía la democracia de una Nación y el mercado de la opinión pública. Por ahora la hegemonía política la va ganando Santos porque nos puso a todos a decir ‘la paz es posible’, a nivel hegemónico la paz ganó en política. Pero en el mercado de la opinión pública ganó el odio de Uribe, entonces, estamos en una disyuntiva muy complicada. Una cuarta percepción es que no sabemos qué se negocia en La Habana, los periodistas no son claros y de alguna forma, los colombianos somos espectadores, no estamos vinculados. El problema comunicativamente es cómo conectamos a los colombianos frente a la guerra y ante la propuesta de paz.

¿Es responsabilidad de los medios?

Encuentro que los medios son bipolares. Los periodistas y los directivos de medios dicen estar a favor de la paz, del discurso y la hegemonía, pero sus modos de informar corresponden al mercado de la opinión pública (del odio de Uribe, por ejemplo) y esto ocurre por una razón elemental: la paz comunica muy mal, es ambivalente. Los periodistas comunican todo el tiempo ambigüedades, informan sin claridad, comunican misteriosamente. Al contrario, aquellos que son del mercado de la opinión pública comunican muy bien. El odio produce mejor noticia que la paz y el periodista termina prisionero de un tuit de Uribe o de una declaración de las Farc.

Los medios deben tener claro que la misión es informar y lo primero que hay que hacer es aplicar las reglas periodísticas elementales: criterios de calidad, corroborar la veracidad, cuestionar, tener más fuentes, establecer criterios de comprensión de lo que pasa. Lo segundo es ejecutar procesos de análisis que den un lugar a la verdad del otro; y lo tercero, aunque llevamos 50 años en guerra y no sabemos informar en otro lenguaje, es tener cuidado con las palabras.

¿Y cuál debe ser el aporte a la pedagogía de la paz?

La primera cosa es tratar de proponer a la sociedad pasar del odio a otro sentimiento, a otra emoción colectiva como la convivencia, el respeto o la dignidad. Algunos proponen la tolerancia, a mí me parece fatal porque tolerancia es un acto de poder. Y en el caso de la percepción tenemos que encontrar narrativas y experiencias que nos permitan vincularnos a la paz y no pensar que es un asunto que se negocia en La Habana.

¿Cómo lograr esas narrativas?

Haciendo lo que no se ha hecho en los medios o en el Gobierno: dejar de mirar atrás, dejar de mirar venganzas y mentiras, y pensar en un proyecto de futuro ¿En qué país nos vamos a convertir cuando tengamos la paz? ¿Cuál es la metáfora del país que tendremos? ¿Cómo vamos a convivir? Los ‘buenos’ del país tendremos que asumir que si hay corruptos no es culpa de las Farc, si faltan carreteras no es culpa de las Farc. La segunda idea es que vamos a tener un país habitado de forma distinta, más inclusivo, más equitativo, donde los recursos de la guerra irán a la educación; un país que puede disentir. Hay que relatar lo que no hemos sido capaces de contar y desde la comunicación esto es pensar que la paz es un concepto vital. Hay que descentralizar la paz de Bogotá y habitar el territorio. Es evidente la arrogancia moral e intelectual de nosotros diciéndole a mucha gente ‘ustedes tienen que hacer la paz así porque yo ya lo hice y ya lo estudié’. Yo quitaría los 15 minutos diarios de propaganda institucional en televisión y dejaría que los colombianos hablen de su supervivencia como historias de heroísmo, de paz.

¿Eso no es lo que hace la campaña la Conversación más Grande del Mundo?

La idea es buena porque detecta el problema verdadero del proceso de paz: hemos dejado secuestrar la conversación de paz (por el Gobierno, por Uribe o por las Farc). Esta campaña le devuelve la conversación a la gente. Lo que no me gusta es que se quiere hacer conversación desde metodologías y formas ya proba-das, de pronto por ahí no surge; la conversación es un acto cultural que se aprende. En el libro Tácticas y estrategias para contar, sobre procesos de desarrollo y paz, que se hizo hace cinco años, uno de los puntos era exponer narrativas de reconciliación con los proyectos de desarrollo y paz en Colombia bajo la metodología de la entrevista auténtica. La idea era hacer auténticos los testimonios. En un año y medio de recorridos por todo el país no se produjo una sola historia porque la gente no quería hablar de reconciliación, no quería que se le impusiera la forma, la metodología o el tema. Cuando el tema es impuesto y bajo una determinada metodología, y los testimonios son hechos publicitariamente, la gente piensa que eso no la vincula, es una campaña de publicidad. De pronto hay que dejar que la gente converse de lo que quiera…

Cuando se quiere hacer memoria de la guerra en Colombia a una persona le preguntan ¿dónde estuvo cuando ocurrió la tragedia? Esa persona solo existe por la tragedia en su vida. Sería mejor preguntarle, ¿usted cómo ha sobrevivido? o ¿qué es lo que usted ha hecho? A un empresario o a un innovador le preguntan ¿cómo hizo la fortuna?, ¿cómo logró el éxito? El dolor es lo único que recuperamos y la Conversación más Grande debería empezar donde la gente se siente digna y eso es la paz. La conversación de paz no es hablar de paz, es que cada uno cuente por qué es héroe y cómo le ha ido, son historias de esperanza, de futuro.

¿Los medios están en capacidad de dignificar los relatos para aportar a la pedagogía de la paz?

Es posible y hay dos cosas claras. Los empresarios de los medios y los periodistas no han entendido que la paz es buen negocio y mientras no lo entiendan es-tamos mal. Por ejemplo, como ya no hay guerra en el campo, Caracol Noticias nos cuenta la ciudad en forma de guerra y esto ocurre porque no tenemos otros códigos para narrar. Se puede narrar desde la alegría, la convivencia o la denuncia de la corrupción, pero transmitir la corrupción en vivo y en directo es imposible, es más fácil la noticia en desarrollo del accidente en el centro de Bogotá. Nos la pasamos cómodamente contando muertos, peleas, odios, Uribe, Santos… El periodismo se hizo para joder al poder y dejamos de contar historias del poder. Pareciera que el único poder fuera la guerra. No estamos investigando temas estructurales de la sociedad y la gente se está aburriendo de la información.

La otra gran metáfora del asunto periodístico será contar cómo se reconvierte un país, cómo será la reinvención. En Chile todo se contaba con Pinochet, cuando él desapareció los periodistas empezaron a mirar lo que pasaba con el poder y descubrieron que los políticos y los empresarios eran corruptos, que la ley de educación era una porquería. El periodismo también tiene que reinventarse, buscar otros formatos y otras narrativas para contar historias y molestar al poder.

¿Usted cree que el concepto de paz se banalizó?

El maximalismo de la paz ha vendido la idea según la cual, supuestamente, si las Farc ganan mañana, todos ganamos; si las Farc pierden fue porque las derrotamos. Al día siguiente el país amanece sanísimo y ya no hay problema. Eso es mentira y ese sí es un problema. Un buen periodismo tendría que decir cuántos de los crímenes cometidos en Colombia son responsabilidad de las Farc, por ejemplo. Creo que nos quieren meter a todos en un discurso del que no sabemos.

En la pedagogía para la paz hay que ir de abajo hacia arriba. Es decir, el saber de la paz no lo tengo yo, se trata de un diálogo que debe arrancar de los saberes de la gente para llevarlos a otra parte, al ámbito de la fe en la paz, por ejemplo. Paz significa afirmar la diferencia, la diversidad de saberes y las distintas maneras de pensar pero reconociendo la verdad del otro. Creo que la Conversación más Grande del Mundo es interesante siempre que tenga el punto de vista del otro y sea de abajo para arriba y no a la inversa.

 

*Esta entrevista se publico previamente en el portal de la Universidad de los Andes.

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Margarita Arteaga


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