Llego a Tunja. Le pido a un taxista que me lleve a la dirección que tengo anotada en un papel. En la puerta me está esperando Libardo Saavedra, director de la Banda Sinfónica del Conservatorio de la Universidad Nacional y profesor asociado de la misma institución. En su casa retumba la música de Johann Sebastian Bach; me cuenta que es su músico favorito y me invita a que lo descubra.
Mientras vamos conversando él mira orgulloso su piano de cola, el mayor tesoro que un músico como él pueda tener en casa.
¿Qué relación existe para usted entre la música y la cultura?
Son dos ciencias del espíritu, como tal, su fundamento es la lengua. Se espera que la cultura explique a la música. La diferencia es que la cultura canta, la música encanta.
¿Cuáles son los beneficios de la música en al formación académica?
El acceso a la oferta musical en la educación básica y media en Colombia es escasa por no decir nula. Pretendemos ser un país de primer nivel educando solamente la mitad del cerebro, dejando de lado la otra parte: ¡las ciencias que no se ven! Por no hablar del cuerpo y del espíritu. Eso se considera educación complementaria a las ciencias exactas.
¿Qué visión se tiene de la música desde la academia?
Esa misma, académica. Es el escenario en el cual se estudian las teorías que gobiernan a los fenómenos musicales de la sociedad. Justamente considero que los Conservatorios estamos un tanto perdidos en el tiempo y en el espacio, no sabemos a cual sociedad nos referimos en estos tiempos.
¿Cuál es la importancia de un festival de bandas en la ciudad de Paipa, del que ustes ha sido jurado?
Cuando las realidades sociales pasan a mejor vida se les suele hacer un museo, o se le construye un festival, o se convocan y otorgan premios. El festival de Bandas de Paipa es eso, un museo de la cultura de la antigua tradición de bandas venida de la España colonial. Es un mecanismo de negar una época pasada, bien sea por el agotamiento de los estilos, la saturación de los públicos o los avances de la tecnología. Y esto da la sensación de que están vivos. El turno será para el cine, en mi opinión. Impensable un museo de la internet, aún.
Con todos los avances tecnológicos que gozamos hoy en día, ¿cuál cree que es el futuro de la industria musical?
Es frecuente que nuestra sociedad confunda los medios con los conceptos. La música no “evoluciona”, este es un concepto cientifista del siglo XXI. Lo que ha cambiado son los medios para acceder a ella, pasamos en menos de cien años de la retreta del Parque Centenario al archivo digital portable. No alcanzamos a decantar la ópera, ni el teatro y un poco el cine. Sobrevive la televisión y ahora la red. Considero que estamos rematando los productos culturales de la Europa moderna y de la Norteamérica post-Beatles. El único camino es la composición musical pues la facilidad del acceso a los productos musicales agotará al público cada vez más jovial, más tecnológico y más prevenido, de lo contrario habrá que hacerle el museo pero a la generación.
¿Qué proyección tiene la música en Colombia?
La de siempre. Aquí la música se usa para bailar. Somos una sociedad joven, creo que pasaran siglos antes de que pidamos la silla para oír a Beethoven. Nuestra música es joven, no hemos llegado a la etapa de abstraerla para sentir placer estético.
¿Qué ritmos musicales reflejan la identidad colombiana?
La síncopa. Durante la primera mitad del siglo XX el centro musical de Colombia fue Bogotá, desde los noventas es Valledupar. Para donde se quiera mirar nuestra música tiene como característica fundamental la síncopa. Esperemos se mire al Pacífico y a los Llanos. ¿La identidad? Todas y ninguna.
¿Qué le aportan los ritmos extranjeros a los colombianos?
Los aportes son los mismos que la historia latinoamericana ha contado, del vals sale el pasillo del la contradanza el porro paletiao, etc. El asunto es quién y cómo se determina lo que es extranjero hoy día. El mundo se ha aplanado y quien nace en Montería o en Somondoco está mucho más cerca de Berlín que hace veinte años. Por lo menos podemos disfrutar de los conciertos de la Berliner Philarmoniker sentados en la sala de la casa, en vivo y en directo y con la mejor calidad que la tecnología de hoy permite. Antes había que cambiar de vida para acceder a tal opción.
Luego de esta pequeña conversación nos despedimos. Le agradezco por haber aceptado recibir mi visita en su casa y compartir conmigo su visión musical. Antes de salir, él me recuerda la invitación que me hizo al inicio, la de descubrir al músico Johann Sebastian Bach. Está seguro de que nuestra próxima conversación será sobre este personaje.
*Maria Paula Mendez es graduada de Lenguajes y estudios culturales y estudia Literatura en la Universidad de los Andes. Esta nota se produjo en el curso Periodismo Cultural de la Opción en periodismo del CEPER.