Había una vez un reino feminista: de princesas rescatadas a heroínas reales

En el segundo capítulo de nuestro especial Mi primer libro feminista: princesas que van a la guerra, princesas que doman dragones, princesas torpes. Príncipes que se enamoran de otros príncipes. Brujas al mando, mujeres reales. Si existe un boom de literatura infantil feminista es gracias a las reinterpretaciones de los cuentos de hadas. El mundo de las princesas de Disney cambió.

por

Lina Vargas Fonseca


23.02.2023

Ilustración: Nefazta

A Isabella no le gustan las princesas.

Al menos no las de Disney o no todas. Tiene 13 años y creció viendo las películas de Cenicienta y Blancanieves sin entender por qué un príncipe era la única salvación para ellas. “El príncipe aparece cinco segundos y además se ve feo ese amor romántico: Blancanieves tiene 14 años y él 31”, dice sentada sobre un cojín en la sala de su casa.

A Elena, una niña de 10 años, tampoco le gustan las princesas.

Explica: “La típica princesa que no hace nada y se queda esperando a que la rescaten”.

Ambas comparten una excepción: Rapunzel, el personaje del folclor alemán que los hermanos Grimm incluyeron en su colección de cuentos a comienzos del siglo XIX. Es una chica —originalmente hija de campesinos— a la que una bruja encierra en una torre hasta que un príncipe trepa a la ventana sujetándose del largo pelo de ella y la salva. Isabella y Elena vieron Enredados, la versión de Disney de 2010 en la que Rapunzel decide escapar y para eso hace un trato con un ladrón. Es obstinada y fuerte, apunta Isabella. Elena agrega: “Muchos la ven como una princesa que permanece en la torre, aunque realmente ella nunca supo que era una princesa y el otro no sería príncipe si no se hubiera casado con ella. Era un bandido y la primera reacción de Rapunzel al verlo fue darle un sartenazo”.

Aunque sea una película, Enredados es, al igual que decenas de libros para niñxs —algunos recientes, otros no tanto—, una reinterpretación de los cuentos clásicos o de hadas. Si existe un boom de literatura infantil con temáticas de feminismo y nuevos enfoques de género es en parte gracias a esas reinterpretaciones.

En las librerías hay de todo. Está, por ejemplo, Una idea toda azul, la colección de cuentos que la escritora brasileña Marina Colasanti publicó en 1978 y que es considerada una joya literaria. “Lo escribió Marina Colasanti, entre el asombro y el encantamiento, mientras descifraba la lengua secreta de los cuentos de hadas”, anota la escritora Yolanda Reyes en el prólogo a la edición de Loqueleo. Son diez cuentos bordados como una filigrana cuyas protagonistas cazan mariposas y se encuentran con unicornios. Hay libros como ¿Por qué, Caperucita?, de la autora colombiana Juliana Muñoz Toro, una versión divertida, sencilla y llena de sentido en la que el lobo le hace preguntas a la niña que ponen en evidencia estereotipos asociados a lo femenino: ¿Por qué estás tan despeinada? ¿Por qué hablas tan fuerte? ¿Por qué tienes la ropa tan sucia? Y hay títulos como Blancanieves: mi verdadera historia, del escritor e ilustrador colombiano Canizales, que actualizan el cuento con guiños al mundo digital —aquí Blanca trabaja en una carpintería, la pareja de su padre le tiene envidia porque sus diseños reciben muchos “me gusta”, lxs 7 carpinterxs encuentran un reemplazo sustentable de la madera y el príncipe es un inspector— pero que transmiten un mensaje con tal afán que al final la historia se siente forzada.

Princesas que van a la guerra, princesas que doman dragones, princesas que salvan a su familia, princesas indigestadas, princesas torpes. Príncipes que se enamoran de otros príncipes, príncipes egoístas. Villanas agudas como dardos y brujas al mando. La pregunta sobre la calidad literaria de las innumerables reinterpretaciones no tiene una respuesta definitiva. Entre tal cantidad de libros, escoger uno con personajes complejos que desafíen a lxs niñxs y les hablen de cualquier aspecto de la realidad, incluidos los temas de feminismo y género, pero sin instrumentalizarlos ni obedecer a una lógica solo comercial, es más difícil de lo que parece.  

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Las reinterpretaciones tienen un recorrido de siglos. De hecho, La bella durmiente, Blancanieves, Caperucita roja, La cenicienta y Rapunzel, fueron por mucho tiempo relatos fundacionales de la tradición oral centroeuropea que poco tenían que ver con la infancia. Se contaban entre gente de todas las edades con el propósito de enseñar y advertir. “Si usted va por un bosque es posible que se la coma un lobo, tenga cuidado”, explica Juliana Capasso, autora e ilustradora, integrante del comité editorial de Señor Zorro Edita y profesora de Literatura Infantil y Juvenil. Con ese único fin —revelar la diferencia entre el bien y el mal— los relatos fundacionales debían ser claros y exagerar los posibles peligros. Como cuando para hablar de la envidia, mostraban a las hermanastras de Cenicienta cortándose los dedos de los pies para que les entrara el zapato de cristal. “Por eso los personajes ni siquiera tienen nombre, el nombre lo da su función: el príncipe, la bruja”, continúa Capasso. “No nos interesa saber por qué la gente es mala, es mala y punto. Ni por qué es buena. Lo que nos interesa es la dinámica de la historia que nos lleve a la moraleja”.

De acuerdo con Disney, en adelante la historia giraría en torno a un personaje: la princesa. “Pero se lo están replanteando porque la sociedad lo pide” — Juliana Capasso

Para Capasso uno de los rasgos más visibles de ese tipo de relatos —lo que asegura su permanencia en el tiempo y que se sigan leyendo— es que son anónimos. Eso permite que estén a disposición para ser reinterpretados y adaptados, siempre que sigan la línea narrativa principal, las veces que se quiera. Eso fue exactamente lo que hizo Disney al tomarlos y darles un toque particular. De acuerdo con Disney, en adelante la historia giraría en torno a un personaje: la princesa. “Pero se lo están replanteando porque la sociedad lo pide”, dice Capasso.  

Entre tanto, lxs niñxs opinan sobre lo que les gusta y lo que no.

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En su casa en Bogotá, Julia, de siete años, ojea Princesas olvidadas o desconocidas, un libro ilustrado y lúcidamente escrito por Philippe Lechermeier y Rébecca Dautremer, ambos franceses, y cuenta que ella prefiere a las princesas raras. “Me gusta Cenicienta, pero no tanto como esta: quisiera ser la princesa de la selva porque a mí también me gustan mucho los animales”. Y enseguida lee: “La corte que rodea a la princesa Liliana de la Selva se compone de súbditos muy curiosos: monos, serpientes, búfalos, tigres, guepardos y panteras”.

Martín, de ocho años, también en su casa en Bogotá, enseña un libro que por su título hace eco del cuento clásico, pero en una versión actual, imaginativa y sutil: “Se llama Sirenas y es uno de los libros más preciosos que he leído”, dice Martín y lo resume: “Estx es Julián y esta es su abuela. Las que aparecen en el fondo son sirenas. A Julián le encantan las sirenas. ‘Abuela, yo también soy una sirena’. A Julián se le ha ocurrido una idea”. Entonces con un trozo de cortina Julián elabora una cola y se pone una planta puntiaguda en la cabeza. Y así, de sirena, se va con su abuela al carnaval.

—¿Qué opinas de la abuela?

—Que es una abuela muy buena—, dice Martín.  

Uma tiene seis años y una mañana soleada de vacaciones, desde su casa en Girardot al otro lado de la pantalla de Zoom, habla sobre su lectura: una adaptación de La sirenita, casi fiel al original. 

—¿Por qué te gusta?

—Porque se casaron. Con un príncipe, un humano. Ella no podía ir a la superficie y una bruja le dio piernas, pero le propuso un trato: si se besan, va a ser humana. Si no se besan, la malvada se quedará con ella para siempre.

—¿Conoció al príncipe?

—Él se enamoró de ella, pero no se dieron el beso. Entonces se convirtió en sirena y la malvada la llevó a su cueva. Después su papá la vio triste y con su varita mágica la convirtió en humana.

—¿Y qué te agrada de ella?

—Que es una sirena y yo quiero ser una sirena.

***

Entre las reinterpretaciones, adaptaciones y nuevas lecturas de los relatos fundacionales hay una que se convirtió en un éxito editorial. En 2016 salió al mercado un libro en inglés titulado Rebel Girl cuyas autoras son la periodista y emprendedora mediática Elena Favilli y la escritora y directora de teatro Francesca Cavallo, ambas italianas que viven en California. Como contó la prensa, el origen del libro fue un boletín semanal que ellas enviaban a una lista de contactos con las historias de mujeres reales y destacadas de distintas épocas. Solo que a esas historias no las llamaban biografías, sino cuentos y las empezaban con el famoso “Había una vez…”. El de Favilli y Cavallo se convirtió en el proyecto editorial que más ha recaudado dinero a través de la plataforma de financiación colectiva Kickstarter: más de un millón de dólares y 20.000 patrocinadores en setenta países. Fue traducido a 26 idiomas. Su versión en español, Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, va por la vigésimo segunda edición en Colombia. Al primer volumen le siguió otro y varios más en distintos países con retratos de mujeres locales: en Latinoamérica se han publicado versiones argentina, chilena, peruana, mexicana y una conjunta entre Colombia y Ecuador. Con más de un millón de ejemplares vendidos en Hispanoamérica, Cuentos de buenas noches es una mina de oro para Editorial Planeta. Sin embargo, la idea detrás es simple: en cada página hay un cuento y en la siguiente una ilustración. Son 100 mujeres y 100 ilustraciones. Es un libro hecho para ver, de gran belleza y limpieza visual. 

Una matemática desapercibida, una escritora acusada de desobediencia, una pirata que se hizo pasar por hombre, unas hermanas que se atrevieron a escribir. El primer volumen reúne a mujeres de todas las edades, nacionalidades, razas, épocas, trabajos y tendencias políticas. Aunque las une su negativa ante los obstáculos y la superación de esos obstáculos, en las historias persiste la idea de que la adversidad reside en situaciones vividas de manera aislada y no en factores estructurales que es, justamente, lo que la lucha feminista combate. La inclusión de figuras como la exprimera ministra británica Margaret Thatcher, de quien se recuerda que eliminó el vaso de leche en las escuelas primarias y que “ganó” la guerra de las Malvinas —al lado de otras que se ajustan más al concepto de rebeldía— impacta. Las historias suelen caer en el “sí se puede” individual, en el “nunca te alejes de tus sueños”, en el virtuosismo de las mujeres y en los finales felices.

Mujeres virtuosas y finales felices: ¿no suena un poco a Disney?

Cuentos de buenas noches ha cosechado elogios y críticas, ambos justificados. Juliana Capasso resalta que sea un libro pionero en su formato, lo que es evidente al ver las decenas de títulos publicados por otras editoriales que repiten la fórmula. Juliana Muñoz Toro, una de las escritoras de la versión colombo-ecuatoriana, cree que puede ser un puente a otras lecturas más largas y profundas. Sin embargo, para la editora de Babel Libros, María Osorio, el libro original y sus réplicas no hacen mal a quien los lee, pero tampoco bien. Es una moda, insiste. Quizá la clave la dé Carolina Venegas, gerente de Literatura Infantil y Juvenil del Grupo Planeta, que trabajó en la versión local, cuando explica que se trata de un libro informativo que transmite conocimientos, pero no es, en sentido estricto, literatura.

Más allá del debate, está la lectura de lxs niñxs.

“Conocí a Hipatia de Alejandría por ese libro”, dice Isabella. “Lo estaba curioseando y caí en la página porque a mí no me gusta leerlo de corrido, sino abrir y leer una historia. Entonces dije: ‘Auxilio, qué señora tan genial’. Fue astrónoma, científica, literata y no tiene sentido que no se reconozca solo por ser mujer”.

“Hay algo más importante que el género: la discriminación”, señala Martín. Y de inmediato lee las historias de la activista Rosa Parks y de la cantante Nina Simone.

“Al mismo tiempo es bueno y no tan bueno”, añade Elena mientras repasa la vida de la matemática Ada Lovelace, inventora del computador. “Es chévere que te den a conocer rápido a tantas personas que hicieron cosas importantes, pero me gustaría profundizar más”.  

Con todo, la aparición de Cuentos de buenas noches y otros títulos semejantes, podría cerrar de forma definitiva un ciclo: el de las historias cuyas protagonistas son demasiado bellas, demasiado nobles, demasiado irreales. Pero que cierto tipo de princesas se desdibuje, no quiere decir que los relatos fundacionales dejen de existir. Por el contrario, ahí estarán para ser reinterpretados una y otra y otra vez, aún a riesgo de inundar el mercado editorial.          

PD: [¿Qué pasa cuando lxs niñxs leen libros que les hablan de feminismo y género? ¿Se sienten identificadxs con sus heroínas? ¿Están siendo adoctrinados? ¿La literatura nos cambia en algo? ¿Estamos ante la promesa de un mundo mejor? Esto y más en la tercera y última entrega de nuestro especial].

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