Los intentos del Gobierno de Iván Duque y de Juan Guaidó por hacer entrar 14 camiones cargados de enseres y alimentos dejó como saldo heridos de ambos lados de la frontera, más de 250 militares venezolanos desertores y una frontera que llega a sus mayores niveles de tensión. Nadie sabe hasta dónde llegará “el cerco diplomático” que lidera Iván Duque en Venezuela. Lo que sí es claro para Socorro Ramírez, doctora en ciencia política y ex coordinadora del grupo académico Colombia-Venezuela y los programas andino-brasileño y Colombia-Ecuador en la Universidad Nacional, es que tras las declaraciones del vicepresidente de Estados Unidos Mike Pence, cualquier chispa puede volverse llama para incentivar la intervención militar. Y que, aunque un escenario probable hoy es que los militares venezolanos se rebelen contra el régimen, la presión sobreactuada de Duque los puede terminar alejando de esa opción. Esta es la entrevista completa.
¿Cuál es el mejor y el peor escenario para Venezuela?
Son los dos escenarios más extremos. El mejor es que el chavismo y la oposición logren una verdadera negociación y con ella haya una transición de gobierno que garantice que el proceso no será violento y que empezará por convocar a elección, por relegitimar todos los poderes y por empezar con un proceso de reconstrucción del país: de la economía, de las instituciones, de la estructura y de la sociedad que han colapsado en medio de toda la crisis. En este escenario, seguramente una salida como la de la amnistía que propuso Juan Guaidó podría ser viable para las Fuerzas Armadas y el Ejército. Estas instancias tendrían que reestructurarse y readecuarse a las nuevas circunstancias.
El escenario contrario es el de una intervención de Estados Unidos o una permanencia de Nicolás Maduro a partir de un apoyo mayor del que ya tiene por parte de China o Rusia. En cualquiera de las dos hipótesis, ese replanteamiento de las Fuerzas Armadas es más complicado.
Ojalá América Latina —Colombia, en particular, que es uno de los que más pierde— logre hacer una presión regional buscando una verdadera negociación; no los intentos para ganar tiempo que ha hecho Maduro en tres ocasiones anteriores, sino una negociación con ruta fija: para un gobierno de transición, que seguramente implicaría la salida de Maduro, pero donde el chavismo y la oposición puedan compartir el Gobierno.
¿Qué tan factible es la opción de que sean los mismos militares venezolanos los que ayuden a solucionar la crisis, dado que su deserción va en aumento?
Migración Colombia dice que ha ido aumentando el número de los funcionarios militares y policiales de Venezuela que le han pedido trámite del derecho al refugio o algún tipo de protección para permanecer en Colombia. Hoy el pacto sobrepasa los 250 soldados. Es, sin embargo, un goteo lento. Hay varios factores que aglutinan a esa fuerza y hacen difícil su desmembramiento: uno es que constituyen la mitad del gobierno de Maduro, que ha involucrado más altos mandos, incluso más de los que tuvo Hugo Chávez en la gestión de su gobierno, y se les ha entregado el manejo de temas minero energéticos, reparto de comida, así como de muchas iniciativas que tenían antes instituciones civiles, estatales o empresas y organizaciones ciudadanas que les hacían frente. Entonces, esas fuerzas involucradas de tal forma en el régimen actual, tienen una responsabilidad muy grande en lo que acontece.
Otro tema son los múltiples informes sobre corrupciones, mal manejo y enriquecimiento ilícito a partir del acceso de los militares a esos recursos públicos, que proliferan. Esa fuerza tiene mucho temor de que la salida del régimen les implique el pago de funciones internacionales y, aunque Guaidó ha ofrecido amnistía, no está tan claro que pueda tomar forma.
Por otro lado, el régimen de Maduro ha tratado de juntar a los militares a partir del conflicto histórico con Colombia y con la Guyana, donde los militares venezolanos han tenido tradicionalmente el protagonismo. Así, la sobreactuación del gobierno de Iván Duque está irritando todavía más a esa fuerza militar con Colombia y está ocasionando un problema bastante complicado: está fomentando la enemistad de buena parte de las Fuerza Armadas venezolanas con un país como Colombia, frente al que se forman hipótesis de conflicto bélico por el tema del Diferendo Limítrofe en el Golfo de Venezuela.
¿Por qué es menos tensa la situación con Brasil y Guyana?
Por la naturaleza de las fronteras. La frontera colombiana con Venezuela es la más larga, la más poblada. Las otras son, sobre todo, ambientales: de grandes ecosistemas compartidos por lados o peleados por etnias dispersas. Habría que añadir que en la frontera colombo-venezolana hay verdaderas ciudades binacionales, conglomerados urbanos muy fuertes que han articulado los dos países y etnias de mucho peso, como lo que ocurre con La Guajira, donde los wayúu constituyen el 20 % de los indígenas en Colombia y a su vez el 20 % de los indígenas de Venezuela. Entonces se está hablando de una frontera mucho más articulada. Cada uno es el mayor vecino del otro.
La sobreactuación del gobierno de Iván Duque está irritando todavía más a esa fuerza militar con Colombia y está ocasionando un problema bastante complicado
¿Representa Juan Guaidó, realmente, a la oposición en Venezuela o responde a intereses transfronterizos?
Guaidó sale de un sector de la oposición que, previendo la ocupación de la presidencia de la Asamblea Nacional que le correspondía, diseñó una estrategia, muy probablemente con el apoyo del gobierno de Estados Unidos y con el conocimiento de algunos de los gobiernos de la región, en particular el colombiano. El diseño de esa estrategia sorprendió a muchos de los sectores de oposición. Pero, tal vez, la audacia con la que arrancó y el personaje joven que representa con un discurso de conciliación entre las distintas tendencias que se disputan en Venezuela, hace que su liderazgo los reúna. Si uno examina las posiciones de unos y otros opositores, encuentra el respaldo.
Esa fue la primera garantía que tuvo Juan Guaidó, aglutinar a muchos en una estrategia sorpresiva para todos. En los primeros cabildos populares que convocó el 5 de enero, cuando se posesionó, y en los que se discutía si se declaraba o no presidente interino, de alguna manera levantó temores de los distintos sectores de oposición al darse cuenta de una estrategia que desconocían y consideraban arriesgada. Esa primera etapa de movilizaciones, de discusión al interior de la Asamblea, de un plan para la transición, sin duda permitió representar a distintos opositores y compartir, al menos, buena parte de tal estrategia.
En la reciente reunión del Grupo de Lima no hubo apoyo a la idea de una intervención militar en Venezuela. Sin embargo, EE.UU. aseguró que respaldaría a Colombia ante cualquier agresión, ¿es contradictorio?
El Grupo de Lima dice por segunda vez que no está de acuerdo con una salida militar, que está a favor de una transición de gobierno. Sin embargo, hay posiciones distintas. Guidó llegó a la reunión del Grupo, en Bogotá, diciendo lo mismo que ha dicho en varias ocasiones y, uno de sus copartidarios, el diputado en exilio Julio Borges, dijo inmediatamente que eso implicaba la opción de la intervención militar externa.
El gobierno colombiano ha sido muy ambiguo ante el tema: la primera declaración del Grupo de Lima no afirmó una intervención militar, esta vez sí. Pero, al mismo tiempo, esta declaración del vicepresidente de Estados Unidos, diciendo que están dispuestos a respaldar a Colombia durante cualquier violación a la ciudadanía, deja otro mensaje: permanentemente hay traspasos por parte de militares venezolanos en la frontera con Colombia. Entonces cualquier incidente de esos, sin duda, podría volverse un conflicto o ser usado para una intervención. Me parece que Colombia está arriesgando demasiado usando el territorio nacional, en lugar de rechazar sistemáticamente esa opción de intervención externa.
¿Con qué autonomía actuó Colombia y los demás países que enviaron la ayuda humanitaria a Venezuela si, de acuerdo con la ONU y la Cruz Roja, dicha ayuda no cumplía con ninguno de los requisitos internacionales?
Ese es un tema importante de disputa porque, claramente, esa estrategia de concentrar en la ayuda humanitaria la segunda fecha clave para Guaidó (al mes de asumir su presidencia intentar sí o sí, como lo dijo, hacer penetrar la ayuda), creó una serie de reacciones en los organismos internacionales encargados de atender la emergencia humanitaria porque claramente estaba politizada. Cuando EE.UU. se apropió de esa, y de toda la estrategia, la mayor parte de la ayuda llegó desde su país y fue catalogada como una de las tantas opciones para presionar a Maduro: fracturar las Fuerzas Armadas pidiendo que apoyaran el ingreso de la ayuda o serían sancionadas por violar las convenciones sobre la entrega. Esto generó una cierta preocupación en distintos sectores de la región e, incluso, en sectores de la oposición venezolana y de los organismos multilaterales que prefirieron no participar por el uso político de las ayudas humanitarias.
Es muy complejo. No es que en Venezuela no exista esa emergencia humanitaria, sino que el uso de la misma como parte de una estrategia política debilita el sentido de proteger a esa población en emergencia y trata de generar, más que un acercamiento, un enfrentamiento a esa problemática, una estrategia política. Ahí hay que reconocer, no obstante, algo que la oposición en los tres intentos de diálogo con Maduro siempre ha propuesto: que se llegue a un acuerdo para pedir a la comunidad internacional apoyo humanitario. Maduro se ha negado sistemáticamente a solicitarlo y solo ahora, ante esta presión opositora, pidió a Naciones Unidas y a Rusia el envío, en particular, de medicinas. Todo eso ha creado de ambos lados una sensación sobre el tema humanitario con el que ninguna de las dos partes ha logrado dar un paso sustancial para hacerle frente al drama crucial de la ciudadanía venezolana.
Estados Unidos está actuando todavía en los temas globales en términos de guerra fría y de tensión con las grandes potencias
¿Qué de particular tiene esta intención de intervención por parte de los Estados Unidos a Venezuela, teniendo en cuenta las demás intervenciones en Latinoamérica y el Caribe?
Estados Unidos está actuando todavía en los temas globales en términos de guerra fría y de tensión con las grandes potencias. Para el caso latinoamericano, EE.UU. asume el tema de Venezuela y lo liga al de Cuba y al de Nicaragua, como parte de un trapecio para hacer retroceder lo que ellos llaman Socialismo. Tiene eso un componente interno del rechazo del pueblo de los Estados Unidos al bipartidismo tradicional y de opciones más radicales que están surgiendo en el debate electoral. Seguramente, el interés de Estados Unidos de impedir que China y Rusia estén presentes en la región vía Venezuela y de tratar de controlar de nuevo las dinámicas de Las Américas hace que se escriba este conflicto venezolano no en su raíz interna, sino que le dé una visión geopolítica que puede ser muy dañina, no solamente para Venezuela sino para América Latina toda, como lo ha sido ya para varios países del mundo que se han visto metidos en encrucijadas semejantes.
¿Esa amenaza de intervención militar podría traducirse en presión para la transición de un gobierno o no hay un propósito noble?
Ojalá fuera así, pero las presiones, más con un gobierno impredecible e irresponsable como el de Donald Trump, no dan garantía de nada. La mejor presión podría ser la de una verdadera negociación que abra un diálogo pacífico y democrático que permita reconstruir un país.
¿Qué podría pasarle a Venezuela con este panorama?
Vamos a ver qué acontece con el retorno de Guaidó a Venezuela. El gobierno le ha dicho que incumplió la orden que le había dado el Tribunal de Justicia de no salir del país. Seguramente eso va a generar de nuevo un forcejeo, pero, de igual manera, vienen momentos críticos para Venezuela por dentro: el colapso económico, el colapso en la producción petrolera, se suman las sanciones de Estados Unidos, especialmente, financieras: van a ahogar ese régimen y es de esperar que esa pérdida de margen de acción de Maduro facilite una verdadera negociación, lo único sensato que ese país necesita ahora mismo.