El príncipe Zaninovich

Dimitri Zaninovich es el responsable de que en Colombia se distribuya el dinero para infraestructura y energías sostenible. Dimitri es el director del que nadie tiene un pero, una negativa o una crítica.

por

Gabriela Gómez Alonso


21.01.2016

Foto: cortesia de Dimitri Zaninovich

Dimitri sólo lleva cinco minutos de retraso. Odia ser impuntual, cree que es una falta de respeto. Llega, saluda a Blanca Franco —su secretaria—, entra a su oficina, se quita el saco y se para en la puerta. Se comienza a reír y los rayos del sol se reflejan en su cara, en los pliegues que se le hacen en los cachetes cuando sonríe. Me paro y nos presentan. Es la primera vez que nos vemos de frente y me saluda de beso en la mejilla. Así es Dimitri Zaninovich, es de los que saluda de beso sin conocer a la gente.

Por las fotos de internet sabía que era atractivo pero ese día, con el sol en su cara, con la espontaneidad que lo caracteriza, con el beso… quedé sin palabras. Me hace entrar a su oficina y antes de comenzar la entrevista habla con uno de sus subdirectores. Aprovecho esos minutos para tranquilizarme y ser profesional, pero no dejo de pensar en lo que Ana María Duran, prensa del Departamento Nacional de Planeación (DNP), me dijo esa mañana cuando llegué: “No te preocupes que tú eres su tipo”.

La oficina de Dimitri queda en el piso 17 del edificio World Service y mira hacia los cerros. Junto al baño tiene un perchero en el que cuelga su saco cada vez que entra a la oficina y las credenciales de todos los eventos en los que ha estado. En su escritorio todo está organizado. Tiene separados los documentos de entrada y los de salida. Tiene dos computadores y dos celulares, uno de trabajo y otro personal. De lunes a jueves usa traje azul oscuro con camisa blanca o azul clara y corbata de color vivo. Los viernes es su día casual: jean oscuro, camisa verde menta y blazer café. Una de sus comidas favoritas es la india. Por eso, sí o sí, los fines de semana va al restaurante Flor de Loto. También le gusta la pizza, por lo que los domingos en la noche va a Julia con Ricardo Beltrán, uno de sus amigos caleños. Y ni hablar de la comida mexicana, su esposa, Helena García, es de allá.

Pero más que un gran ejecutivo, a sus 33 años Dimitri es como una gran celebridad del sector público: hace shows de salsa en las fiestas, tiene club de fans y le encanta escuchar a los Beatles y a Elvis Presley. “Redescubrí a Elvis y me encanta, lo redescubrí como personaje y como arte. No es que quiera ser él, sino que le tengo mucha admiración”. A decir verdad, Dimitri y Elvis tienen más en común de lo que parece. No es sólo por su físico que sí los asemeja (cabellera negra azabache peinada en tupé, como en los inicios de carrera del rey del rock & roll, piel blanca y cejas pobladas), sino porque ambos han logrado revolucionar con estilo sus campos laborales. Aunque de la música de los cincuenta a la infraestructura colombiana de 2015 hay un largo camino, la esencia del personaje es la misma.

'No tengo sueños en términos de cargos específicos, pero sí quiero ver materializados los proyectos en los que he invertido tiempo'. Foto: cortesía de Dimitri Zaninovich

 

1,60

Desde hace dos años, Dimitri es el Director de Infraestructura y Energía Sostenible del DNP. En palabras más simples se encarga de planear y permitir que en Colombia se cuente con buenos bienes públicos (infraestructura, energía y telecomunicaciones). “Las necesidades en este país son tantas pero los recursos tan pocos. Nuestra labor es organizar el Estado para hacer con la plata que se tiene lo que mejor se puede”. En Dimitri y en la labor de su equipo recae un tema tan importante como, por ejemplo, la paz en el campo. Con un proyecto como el de Vías Terciarias, que busca mejorar las carreteras rurales, quiere demostrar que ahí es donde está la clave para el desarrollo del campo y la implementación de la paz. “Sin vías la paz no llega. Ni la salud, la educación o la seguridad. Tampoco pueden salir los productos que van a vender los campesinos. Sin vías seguirán vendiendo pasta de coca y amapola porque es lo que es rentable, porque no se puede sacar un plátano desde las zonas apartadas, no funciona”.

Este sueño por mejorar el país se manifestó desde muy joven. Cuando salió del Colegio Jeferrson en Cali, Valle del Cauca, le picó la espinita por trabajar en el sector público. Su novia de la adolescencia, la actriz María Cristina Pimiento, dice que lo primero que vio en él fue la nobleza de su corazón: “Siempre le apasionó el sector público porque le gusta estar al servicio de la gente. Tiene un corazón que vino al mundo a servir”. Eso lo ha demostrado en varios cargos que van desde el Ministerio de Transporte, la Alta Consejería de la Presidencia y su puesto actual. Trabajos que lo llenan de orgullo porque los ha conseguido sin palanca, sólo por su fama de gran empleado, honestidad y carisma.

Precisamente el carisma es lo que más resalta en él. “De los cerebros de acá, él es el más espontáneo. Lo conocen como ‘el churro’ del Departamento a pesar de que es bien bajito”, dice Juan Pablo Machado de la oficina de prensa. Dimitri mide 1,60.

En medio de nuestra primera entrevista, Dimitri me pide que apague la grabadora porque tiene que hacer una llamada. Está sentado en su escritorio con el celular en la mano y el altavoz encendido. El teléfono timbra cuatro veces:

— ¡Hola! ¿Te cogí en reunión?

—Sí, estaba ocupada pero me salí de la reunión ¿si ves cómo te quiero?–, asegura la mujer al otro lado de la línea.

Dimitri se ríe y apaga el altavoz. “No te preocupes, te llamo más tarde”. Dimitri, sin saberlo y sin quererlo, pues según él jamás se ha considerado atractivo, les saca a sus colegas una sonrisa con su aparente perfección y seguridad.

Te lo digo hoy, de la generación en la que está, Dimitri es el próximo Presidente

 

El príncipe a su servicio

Dimitri nació en Cali el 10 de agosto de 1982. A pesar de que fue el único hijo de la relación entre Vladimir Zaninovich y Nhora Victoria, nunca sufrió de dependencia al nido familiar. Sus padres se separaron cuando él tenía nueve años y, según él, lo criaron como un hombre autónomo. “Valoro mucho que mi mamá no quiso que yo me criara como hijo único. Cada vez que podía me mandaba solo en vacaciones a Estados Unidos, quería que fuera independiente. Hoy parte de mi temperamento se debe a eso, creo que soy decidido, tranquilo, seguro, persistente y ambicioso”.

Pero lo que más lo marcó fue que cuando cumplió siete años lo transfirieron de prekinder a primero. Su inteligencia, o genialidad como la llaman algunos de sus amigos, se pronunció por primera vez: “pasé a ser el más chiquito de todo el grupo y cuando uno es niño las diferencias se notan mucho. Entre un niño de siete y uno de nueve es como si se llevaran media vida. Yo creo que al principio era tímido pero eso también me exigió para ponerme a la altura”. La seguridad y confianza que tiene el Dimitri de treinta y tres años se la debe a ese chiquitín que se enfrentó a un cambio de curso y de amigos; a ese chiquitín al que le tocó enfrentarse a los grandes del colegio.

Después de esos episodios comenzó a moldear su carácter para ser el hombre que es hoy. Para Beltrán, la cualidad del servicio siempre ha existido y se ha reflejado en todos los ámbitos de la vida de Dimitri. Beltrán recuerda que cuando estaban en la universidad, Dimitri era quien se encargaba de los asados del grupo. “Nos tocaba cerrar la puerta para que no se entrara el humo al apartamento y a él nunca le importó quedarse solo afuera y prepararnos la carne. Yo digo que desde ahí se ve que siempre le ha gustado servir”.

Pero para Helena, esas ganas de servir se mostraron más radicalmente. Se conocieron en Harvard mientras hacían la maestría en Gestión Pública y cuando terminaron fue a ella a quien le tocó decidir sobre el futuro de la relación. “Dimitri dice que no se acuerda pero en mi primer viaje a Colombia yo le dije que se fuera a México. Más o menos me hizo entender que si queríamos estar juntos era yo la que tenía que venir. Él tenía claro que quería moverse en el sector público colombiano.”

El servidor del pueblo no pudo estar al servicio de su esposa, estaba tan seguro de su futuro, de sí mismo y de su labor en el país que ni siquiera pensó en la propuesta. Hoy Helena no se arrepiente de su decisión, pero sí extraña a su familia y amigos, sobre todo por su maternidad. A pesar de este episodio, Dimitri ha logrado pasar por la vida como un ser perfecto: atractivo, trabajador, descomplicado, correcto, honesto y al servicio de la gente. Pimiento insiste en sus cualidades: “es increíble, son poquitas las personas que nacen como Dimitri. Y esas personas son las que son presidentes o el Papa, así de lejos. Te lo digo hoy, de la generación en la que está, Dimitri es el próximo Presidente. Yo le pongo unos diez años, como para darle tiempo al Prince. Son poquitos los que nacen así pero él está dentro de ese poquito porcentaje que en verdad nació perfecto”.

Dimitri ha planeado tan bien sus relaciones interpersonales que nadie que lo conozca dice algo malo de él, el caerle bien a todo el mundo le sumará varios puntos, tal vez porque tiene clara cuál es su meta.

— ¿Cuál es tu sueño?

— A mí me gusta hacer cosas. No tengo sueños en términos de cargos específicos pero sí quiero ver materializados los proyectos en los que he invertido tiempo. Obviamente quiero que me los reconozcan pero, sobre todo, quiero ver esos hijos crecer. Me encantaría ver toda una ciudad, un desarrollo, en Buenaventura. Y un poco a través de esa gestión posicionarme en lo público, no sé qué cargo, pero sí…

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