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El cine ante los ojos de quienes no ven cine

Mucho ya se ha dicho sobre la inauguración de la versión número 59 del Festival de cine de Cartagena (FICCI). Tanto la intervención del director Rubén Mendoza, cuya nueva película Niña errante inauguró este festival, como la intervención de la vicepresidente Marta Lucía Ramírez causaron conmoción. Habrá que ver cómo, a pesar de lo inspirador y […]

por

Daniel Zorrilla


08.03.2019

Mucho ya se ha dicho sobre la inauguración de la versión número 59 del Festival de cine de Cartagena (FICCI). Tanto la intervención del director Rubén Mendoza, cuya nueva película Niña errante inauguró este festival, como la intervención de la vicepresidente Marta Lucía Ramírez causaron conmoción. Habrá que ver cómo, a pesar de lo inspirador y elocuente que es el discurso de Mendoza, sus palabras parecen entrar en una contradicción con la película que se proyectó.
De todas maneras, lo que estas pocas palabras quieren recoger no es lo evidente ni lo que ha saltado al ojo público, sino un tema que considero ha pasado desapercibido frente al ruido de las ovaciones y lo abucheos: la posición del gobierno tiene sobre el cine. No sé la categoría “gobierno” sea demasiado amplia, tampoco quiero decir que es sólo la opinión de la vicepresidente, pues ella viene como una musa griega, como una médium, a comunicar las “palabras divinas” de los seres ausentes que parecen morar siempre en las nubes.
Es difícil no notar la indiferencia desde su propia elección de palabras a la hora de hablar del cine. Ella hace uso de los lugares comunes como el cine como forma de viaje o de expresión de los sentimientos.

“Ella hace uso de los lugares comunes como el cine como forma de viaje o de expresión de los sentimientos.”

Palabras hechas para cumplir con lo que se espera en su discurso, palabras vacuas que, tristemente, sólo revelan su desapego. Lo que más llama la atención es cómo, cerca del cierre, ella habla de referentes norteamericanos, como Mickey Mouse, El Rey León o Star Wars, que, según ella, están devorando la industria. La artificialidad y la hipocresía de su comentario se hacen manifiestas. Ella echa mano de referentes viejos, gastados y explotados por un discurso que se quiere mostrar como compresivo y anti totalitario, cuando en boca de ella es sólo un mal chiste de la representante de un gobierno que cumple con esas mismas características.
Lo triste de esto no se acaba en lo artificial y gastado que suena su intento, que resulta risible, sino en lo que hace justo después del discurso de Mendoza: Marta Lucía Ramírez, acompañada entre muchas personas por el director de Cine Colombia, se retira del Centro de convenciones y abandona la función. Las palabras con las que empezó Mendoza y que estaban dirigidas a ella me retumban los oídos: “… pensé que venía el señor Duque, pero ya que está usted señora Ramírez, le pido que le diga que no siga el ejemplo de su jefe que se ufanaba de no ir a cine…”. Su indiferencia y su partida reafirma esas palabras, o por lo menos el mensaje que detrás de ellas se esconde, como muchos le tienen miedo a verse proyectados en la pantalla. La vicepresidente huyó de aquello que tanto alabó, desmoronó el puente de su discurso con cada paso que daba hacia la salida del Centro de convenciones. Esto también enciende las alarmas sobre algo muy importante: hay que asistir a las salas de cine, hay que ver cine.

“Ella hace uso de los lugares comunes como el cine como forma de viaje o de expresión de los sentimientos.”

No hay nada de admirable en alguien que huye de sus propios miedos o de alguien que se ufana de no confrontarse consigo.

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Daniel Zorrilla


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