73km Marea del Portillo a Bahía las Coloradas, diciembre 15, 2018
Día tercero de pedal en nuestra travesía, nos despertamos 5am en Marea del Portillo. Yolanda nos sirve 5:30am el desayuno: unos huevos, café, y pan. Esta vez no hay fruta porque “está muy difícil de conseguir” nos dice Yolanda.“Vuelvan, y traigan a turistas a que se quedan acá, los esperamos con brazos abiertos”. Que bueno haberles aportado algo para el mes.
Arrancamos. A los 10km nos recibe una subida de unos 5km, tendida y curvosa. Los pocos carros que pasan respetan al ciclista, guardan la distancia prudente sin pitar ni acelerar al pasarnos. Pero sí mandan besos.
Pasamos caceríos tranquilos y plantaciones de caña con trabajadores, no máquinas. Es sábado y las plazas de las pequeñas ciudades que pasamos están con música y movimiento. Llegamos a Bahía las Coloradas, un pueblo de playa. No tenemos casa reservada acá. Paramos en dos casas de renta, que están todas marcadas con una especie de ancla azul, a preguntar por cupo para las dos. No hay.
En una tercera casita de dos pisos en la que preguntamos nos abre la puerta Elsides, un señor de unos 60 años con su esposa e hija Adislenys con una bebe en brazos. “No estamos aún autorizados para recibir turistas, no hemos entregado unos papales al estado” dice Elsides. Se miran con la esposa, “va, pero entren, las recibimos. Lo qué pasa es qué hay muchos chismosos”. Nos dieron agua y nos mostraron un cuarto en el segundo piso, “si les preguntan son amigas de nuestra otra hija que estudia en la universidad de Santiago”.
Vamos a la playa un rato con Adislenys. Un joven escuchó que hablábamos de la falta que nos hacían las frutas. Va en su bicicleta y trae unos diez cocos. Nos lleva cocos a la casa, y no nos cobra nada. Tercera vez que ofrecemos dinero en agradecimiento y es rechazado. Cenamos, organizamos maletas y lavamos las bicicletas mientras Elsides nos cuenta de lo bueno que es el Estado cubano y cómo no hay nadie en el poder que le haga daño al pueblo, cómo el pueblo manda, “nos cuida y si nos mantenemos unidos tenemos fuerza”. Es fácil creer ese discurso.
5:30am, nos sirven un pan, banano y café. Huevos no hay. Elsides se nos acerca mientras empacamos, “por el almuerzo y la comida y dormir, ¿les parece bien 20cuc cada una?” Que claro, es incluso más barato que en las otras casas, se lo damos “si no les parece me dicen y hablamos”. Nos daban ganas de darle más.
Nuestro objetivo es llegar a Sancti Spiritus pero estamos cansadas y queremos buscar una guagua que nos acorte el camino. Arrancamos a las 6:08am hacia Niquero a 20km, el pueblo más cercano. Al llegar vemos una guagua, “buenos días, ¿hacia dónde va la guagua?”, “A Bayamo”, perfecto. “¿nos podrían llevar?” El chofer titubea y se va a hablar con otro chofer. Hablan, nos miran, las bicicletas. “Si, si vamo’”. Una pareja nos estaba viendo, “¿de dónde son?”, “De Colombia”, “Aaah a nuestra hija la ayudaron mucho en Colombia cuando cruzaba a EEUU, ahora vive allá. Nosotros somos Bayamenses, para lo que se les ofrezca les ayudamo’”, nos sonrien.
Nos montamos a la guagua. En Manzanillo, a medio camino, el chofer llama con los dedos a Natalia. Bajan de la guagua a hablar. Baja el copiloto. Hablan los tres mientras yo los veo por la ventana. Los demás en la guagua están pendientes igual que yo. Sube Natalia, “que nos bajan acá porque están con miedo que los cojan transportando a turistas sin permiso”. Nos bajamos, intentamos pagarles algo por el recorrido y no reciben nada. Cuarto intento fallido de pagar. Estamos a 70km de Bayamo, o en bici, o a pié. Ajustamos bicis y a pedalear.
El tramo más plano pero más duro hasta ahora. El calor hace la carretera hervir y no hay sobra para bajarnos la temperatura. Nos turnamos jalar cada 5km para jugar con la mente cansada y el cuerpo sofocado. El compañerismo en el ciclismo es muy lindo.
Eternos kilómetros y llegamos a la ciudad de Bayamo, que es en efecto, ciudad. Parqueamos la bicis frente una guarapera para bogarnos un guarapo frio a un peso cubano. Entrando a almorzar oimos, “¡Aaah las colombianas! ¡Hola!”, la paraje bayamense de la hija en EEUU. Que nos sentemos con ellos a almorzar. Son Testigos de Jehová. Él, Alberto, estudió 7 años danza. Empieza a sonar una clave de son cubano, deja de comer y nos saca a bailar. Ahí, en medio del restaurante. Llega la cuenta, no nos dejan pagar. “Ustedes son merecedoras, placer el nuestro contribuirles en su viaje”.
Por la noche sale la guagua a Sancti Spiritus. Nos toca esperar por ahí pues no tenemos donde bañarnos o descansar. Ya llevamos casi 300 kms acumulados de travesía. Nos recostamos en las bancas de un parque. Es tanta la tranquilidad y seguridad que sentimos que nos quedamos profundas.
En camino a la terminal nos encontramos con unos cubanos que quisieron acompañarnos para guiarnos. “Yo quiero contarles cómo es Cuba de verdad, no es tan maravillosa como la pintan a los turistas. Tiene su lado oscuro, acá las cosas son difíciles. Este sistema no funciona, es una mentira, acá todos tenemos que vivir del mercado negro, ningún salario alcanza, todos tenemos títulos, uno, dos o tres, pero de nada nos sirve”.El primer detractor que conocemos.
Llaman a los pasajeros de la guagua a SanctiSpiritus de las 9:30pm.
Sancti Spiritus diciembre 17, 2019
Llegamos de noche 5:45am a Sancti Spiritus. Llovizna. Las calles están solas y oscuras. La segunda persona a la que encontramos le preguntamos por el hostal, “Yo trabajo ahí, ya voy para allá, las acompaño”. Lo seguimos. Una casa grande, con un patio abierto en la mitad. Cocina, cocinero y señorita del aseo. Acá hay más plata que en los otros lugares de nuestra travesía. Nos sirve Loiré, el cocinero que realmente es un médico, un buen desayuno: pan -del que no hay en Cuba- huevo, frutas, queso y café. ¿De dónde sacarán la comida que nos dan, si los mercados están vacíos y se quejan se desabastecimiento? “A pues por detrás nos toca a los cubanos”, nos dice Loiré. Nos bañamos y dormimos profundas.
Sancti Spiritus está nublado, es lunes y casi todo está cerrado. No hemos logrado entrar a ningún museo o teatro. La agenda cultural está desalineada con nuestra travesía. Compramos par libros y los leemos en una cafetería mientras escampa; La Muerte Del Che y Africa en la Revolución Cubana. La Casa de la Trova, casa que hay en todas las ciudades y pueblos, también está vacía. Nos sentamos las dos esperando alguito de música.. “Como están solo ustedes dos, les cantaremos unos temas”, nos dice un señor alto con guitarra en mano acompañado por otro, más bajito también con guitarra. Lágrimas negras, Yolanda, y otros clásicos nos deleitaron. Qué sabroso es el son.
70kms-Sancti Spiritus a Trinidad, diciembre 18, 2018
Arrancamos a pedalear a las 6:18am después de discutir con Loiré sobre pasado, presente y futuro de Cuba mientras desayunamos como si fuésemos cuatro y no dos. Las calles están oscuras. “¿Hacía dónde es Trinidad?” le preguntamos a un trabajador del camino, “hacia allá, derecho, como hacia ningún lado, llegan a Trinidad”. Nos acompaña el camino la Sierra de Escambray hasta llegar al Valle de los Ingenios Azucareros. El sol no sale sino hasta los 30 km y nos acalora los últimos 30km. Los mensajes de revolución, educación y Fidel son un poco más escasos que en los otros trayectos. Pero están.
Llegamos a Trinidad 70km después donde nos reciben Adiani y Ovi, reserva que logró hacernos mi mamá por Airbnb desde Bogotá pues el internet de Cuba no lo permitía. Ambos están nerviosos pues somos sus primeros huéspedes.
Trinidad es patrimonio de la humanidad por su arquitectura aun colonial, es la ciudad que vivió el auge de todos los ingenios azucareros, cuando estaban en manos de los españoles, después de los gringos, después de los soviéticos y ahora de los cubanos. El sube y baja que trae la economía de un país que dependa de un monocultivo.
Natalia decide contratar un tour que incluye viaje en carro modelo 1958, visita a dos ingenios, o lo que queda de ellos, y subir las torres de guardia que siguen en pie. El guía es joven, poco carismático, -raro para ser cubano- y nos cuenta la vida de los miles de africanos que vivieron en estos ingenios como esclavos. Su legado en Cuba, además de la música, es la religión yoruba, afrocubana, vigente y fuerte hoy. Un sincretismo entre los dioses africanos y el catolicismo impuesto a latigazos.
86km- Trinidad a Cienfuegos, diciembre 19, 2018.
5:32am nos sirve Alivis un desayuno con el pan y los huevos que ya no encuentran.
-“Uno se las arregla pa’ conseguirlo por otros lados”, nos cuenta.
La escasez de harina nadie sabe bien porqué es, dicen que porque los molinos se dañaron, o porque no llegó la harina por las relaciones con el nuevo presidente de Brasil, o porque se robaron la plata. -“Dicen que nos van a dar huevo en polvo”, se rie Alivis.
Nos despedimos y arrancamos nuestro último trayecto. Hay brisa fría. Alternamos el viento cada 10km. Paramos solo una vez a comernos el pastelito de guayaba que guardamos del desayuno. Es una ruta de subidas y bajadas, poco transitada, como las anteriores. Llegando a Cienfuegos notamos el humo y ruido de metrópoli. Tenemos la dirección de Airbnb pero acá, a diferencia de los otros lugares, no todos se conocen y duramos casi una hora encontrando la casa donde nos quedaremos.
Llegamos. Daimarys, una señora joven, mamá de dos, nos recibe con jugo de guayaba. Nos recomienda un restaurante para almorzar y nos vamos a caminar el malecón. Cienfuegos es linda también. Vemos un poco más comercio, pero aun las estanterías en el mercado están desocupadas. Eso es fuerte y difícil de digerir. Compramos libros para regalos y para nosotras. Eso sí que hay, libros, libros es todas partes.
Daimarys nos recomienda, para gozar la noche, ir a Costa Azul, pero al llegar vemos una multitud esperando entrar a un concierto de reggeatón. Qué invasivo es el reggeatón. No vinimos a Cuba a escucharlo, aunque lo hemos hecho en todo el recorrido. Terminamos en otro sitio, de música en vivo, donde los jueves, hoy, tocan unos mariachis.
-“Y los Mariachis tocan son cubano?”, pregunto.
-“Claro que son cubanos”, nos dice el bouncer.
Juego de palabras. Pues disfrutamos los mariachis las dos con un mojito.
Nuestra guagua a La Habana sale a las 9:30am. Montamos las bicicletas y nos dormimos hasta las 2 de la tarde que llegamos a La Habana. En la estación estaba Leonardo, lo conocíamos de hacía una semana, le preguntamos si conoce a alguien que pueda estar interesado en comprar mi bicicleta. Loiré, el chef de Sancti Spiritus, me convenció que era mejor venderla que volver a pagar la multa de Copa de regreso a Colombia. Nos dijo que preguntemos por Pepe en la pizzería de la esquina.
-“Esta buena, está buena la bicicleta, pero ya compré una. Vayan a la pista de patinaje y las canchas, ahí seguro encuentran a alguien interesado”, nos dijo Pepe.
En las canchas estaba Tony, un cubano de 27 años traumatólogo con evidente sobrepeso, que dejó su profesión, pues solo ganaba 40 dólares al mes, para trabajar en un bar y, para ganarse unos pesos más, vende bicicletas y accesorios. Qué suerte encontrárnoslo.
Recorrimos toda La Habana con Tony hasta las 8 de la noche ofreciendo la bicicleta.
-“Acá se venden las cosas así, de puelta en puelta, porque no tenemos como ustedes tiendas de este tipo de cosas, pero sí las conseguimos y vendemos.”
Papo, el campeón panamericano de ciclismo, es vecino y amigo de Tony. Es también el novio de Arlenis Sierra, bronce olímpico de ciclismo y campeona Latinoamericana. A ellos también les mostramos la bicicleta. Nos tomamos una foto con ella de una vez, es amiga de Fernando Gaviria y pedalea con el Arsenal en Italia. Vamos a Cuatro Caminos, un 7 de Agosto de La Habana, donde venden lo revendido y rerevendido.
-“Acá hay bandidos”, nos dice Tony, pero no sentimos inseguridad. No logramos venderla. Empieza a llover fuerte. Llegamos goteando de noche a casa de Yadira, nos estaban esperando.
Esa noche, después de contarles toda nuestra travesía a Aura, Norma, Alfredo y Yadira, volvió Tony con su mejor amigo, un flaco alto, para llevarnos de fiesta a La Fábrica del Arte. Nos enfiestamos con Yadira, Tony, el flaco, Natalia y yo nuestra última noche. Hablamos de Colombia, de Cuba, de la solidaridad, la seguridad, el valor de las cosas y de lo intangible. ¿Qué vale más, sufrir porque no hay huevos o por ser asesinado a bala por pensar diferente? Entre otros cuestionamientos y reflexiones entre mojitos.
La Habana, Diciembre 20, 2018
Natalia se fue temprano a Bogotá. Yo tengo una noche más. Tony llegó, como prometido, a ayudarme una vez más a vender la bici. De 11 de la mañana a 7 de la noche volvimos a hacer recorrido por toda la ciudad para venderla.
Alcanzamos a visitar a 13 personas y lugares diferentes. Un barbero que empezó a montar hacía poco, un bartender de la Habana vieja, dos alquileres de bicicletas para turistas, un italiano que llegó a Cuba enamorado de una cubana que vive en un apartamento solo con tres bicicletas y nos regaló un pedazo de pizza cuando le ofrecimos la mía. En la casa de Tony, el papá y la mamá me ofrecieron café y conocí a su perro.
-“Mira Mariana, tu me das a mi más tiempo y yo te aseguro que vendo tu bicicleta por un ben precio, te doy mi palabra”. Decidí dejársela. Me ahorro 150 dólares de multa en la aerolínea y quizás, me llegará un dinero desde Cuba en algún momento.
Y si no, valió toda la pena los 490km por una isla que me enseñó que la ambición no es inherente al ser humano, que la propiedad material y la acumulación de dinero está sobrevalorada, que la solidaridad realmente no tiene precio, que ser mujer no es una limitante, que tener una compañera de aventuras es un privilegio, que lo más valioso de un lugar es su gente y que viajar en bicicleta es la manifestación más pura de la libertad.