Del #Pride a #YoMarchoTrans

Aunque cada vez más personas salen a las marchas del orgullo LGBTIQ+, la cantidad no es proporcional al avance de los derechos adquiridos. Cinco activistas nos cuentan qué implica que la marcha del domingo se haya vuelto mainstream y por qué saldrán a las calles con #YoMarchoTrans.

por

cerosetenta


04.07.2019

Ilustración: David Angulo

Se necesitaron muchos años para que la Corte Constitucional permitiera que el país saliera del clóset. Y aunque cada vez sale más gente a las marchas del orgullo LGBTIQ, la masividad no es directamente proporcional al avance de los derechos adquiridos.  La bajada de la bandera arcoiris el pasado domingo en Medellín es solo una muestra de a qué nos seguimos enfrentado. Por eso se diversificaron las marchas. Por eso, este viernes, #YoMarchoTrans. Porque a veces cuando caben tantos no cabemos todos. 

¿Qué significa que la marcha por el orgullo LGBTIQ sea cada año más mainstream? ¿Qué intereses mueven a las empresas y grandes superficies se para sumarse al grito de igualdad? ¿Qué implica para la lucha por los derechos LGBTQI? 

Cerosetenta invitó a cinco activistas jóvenes del movimiento LGBTQI que siguen en la lucha por eliminar la violencia para que nos cuenten cómo vieron la marcha del domingo y por qué saldrán a marchar este viernes.  

 Juli Salamanca Cortés | Red Comunitaria Trans
Comunicadora social Javeriana, transfeminista. En la actualidad se encuentra liderando una reforma integral en los planteles educativos Colombianos, promoviendo la justicia social y combatiendo la inequidad como activista por los derechos de las personas trans. 

Este año las protagonistas de la marcha LGBTI organizada por el Distrito fueron las grandes empresas y las marcas. ¡Se robaron el show! Se apropiaron de los discursos en defensa de los derechos LGBTI para vender.  No esta mal, muy lindo y muy romántico ver a todas las marcas con la bandera del arcoiris en su perfil. Pero es inaceptable y absurdo ver a los bares de hombres gays blancos privilegiados donde más violentan y excluyen a las personas trans siendo el centro de la Marcha. O ver a El Espectador hablando de inclusión LGBTI cuando censuraron, borraron, utilizaron y no respetaron los derechos laborales de Matilda González, mujer transgénero que logró conquistar audiencias que nunca había tenido ese medio y que la sacaron por la puerta de atrás al reclamar justicia.

Las personas trans nos negamos a marchar junto a  una élite burocrática gay que ha perdido el foco de la movilización social que debería ser incluyente, plural y horizontal, confundiéndola amañadamente con relaciones comerciales para negocios de homosocialización. ¡Nos divorciamos del movimiento LG, armamos rancho aparte donde TODXS son bienvenidxs  y nos negamos rotundamente a cambiar una manifestación que es un grito revolucionario de dignidad, que nace desde el movimiento social oprimido, por un espectáculo mediático institucional!

Este año las condiciones no son las mismas del año pasado. El aumento de las violencias hacia las personas LGBTIQ y el vergonzoso crecimiento de homicidios a líderes sociales nos pone bajo un riesgo inminente. Desde la Red Comunitaria trans marchamos este 5 de julio por los líderes y lideresas asesinados, por el derecho a vivir en un país que defiende a la naturaleza por encima del dinero extranjero. Marchamos por el derecho a habitar la calle, por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. Marchamos por el derecho a la educación de todos los colombianos, así mismo, por la libertad de expresión y por el derecho humano de ser como se nos dé la gana y no morir por ello.  

No más discursos trillados y empalagosos que nos “quieren” y que nos “apoyan”. No más foticos con la bandera LGBTI para figurar y vender: queremos acciones concretas, coherencia en el discurso y accionar. 

Es un buen momento para preguntarles a los nuevos “aliados” y “amiguis”:

 ¿Qué está haciendo su empresa/ marca/plantel educativo/organización para ayudar con la inclusión laboral de personas trans?
¿ Cuántas personas trans trabajan en su empresa/plantel educativo/organización?
¿Qué estrategias está desarrollando para mejorar la empleabilidad de personas trans?
¿Existen políticas públicas que garanticen la inserción en el mercado laboral de las personas trans y la igualdad al acceso a un empleo?
¿Su empresa/plantel educativo/organización es un espacio seguro para personas trans?

Nos vemos el 5 de Julio para gritar #YoMarchoTrans ¡Amores son acciones y no buenas intenciones!

Julio C. Londoño Á.Periodista de temas maricones, LGBTI, género y sexualidades.

Medellín es como Montecasino, la historia de una gran familia emprendedora con un armario repleto de esqueletos. Se permite de vez en cuando algún nuevo aire, por mera salud mental, ambiental o conveniencia política, siempre y cuando no se vean comprometidos sus órdenes morales. El acto de izar la bandera en un primer momento reveló eso. Un “Mijo, aquí lo toleramos pero sea discreto” por parte de mamá; un “Guarde ese trapo o lo pelamos” por parte de papá.

Lo que hizo don Lucho Arboleda, vecino de la villa, con su acto de descolgar y acribillar el trapo, ya lo han hecho los grupos paramilitares a las experiencias de asociación de personas LGBT+. Fue el caso de la Mesa LGBT de la Comuna 8, a quienes desplazaron por visibilizarse y exigir su derecho a existir en un territorio en disputa. Una historia que se repite mes tras mes, con protagonistas que llegan desde todas las latitudes del departamento, a barrios donde nuevamente son desplazados; aunque eso no reste en los indicadores de la Secretaría de Seguridad y Convivencia. Llegan a una ciudad supuestamente incluyente, con una oferta mínima y sin enfoques diferenciales en temas de educación, salud y trabajo que no les permite acceder realmente. Y si es el caso de una persona transgénero la primavera se marchita aún más.

A pesar de ese panorama, hay una gran movilización social de los sectores LGBTI en Medellín, cada vez más consciente y creativa políticamente; la variada agenda cultural y la presencia masiva en la marcha así lo demuestra. Y hablo de sectores, aunque la prensa insista en nombrarles comunidad, porque son heterogéneos (no heterosexuales), divergentes, híbridos y fragmentarios; y en eso reside su potencia y su debilidad. Pero cuentan con pocos espacios de convergencia y los que existen los ha utilizado la Administración para demostrar indicativos que no redundan en la realidad material de las verdaderas comunidades. 

La queja constante dentro de los activismos es la captación de los dineros públicos y de la movilización de la marcha por parte de intereses netamente comerciales, mientras los ejercicios comunitarios que se preguntan por el territorio, por las experiencias de ser distintos en los barrios y comunas, están en riesgo constante y desfinanciadas, al margen de la Política Pública que se tiene en Medellín para las personas LGBT+.

Por eso la segunda izada de la bandera fue la realmente reivindicativa. Se la debemos a ese movimiento social y no a la Administración y sus ansias publicitarias por seguir blanqueando el nombre de Medellín, como lo demuestra el contrato por más de 1.400 millones de pesos con Discovery Channel. Eso nos reveló el conflicto aún latente y la polarización a la que nos veremos enfrentadas en las próximas elecciones, donde nuestros derechos alcanzados serán nuevamente moneda de cambio para los votos, mientras  los temas fundamentales siguen estando engavetados.

Tatiana Galera | Soy Tatiana Paola, marica por placer y líder social por convicción. Soy presidenta del Colectivo Poder Mestizo, coordinadora del Caribeñxs: Laboratorio de Artes Feministas y el Festival de la Memoria de Córdoba. 

Ni el Estado ni el Guerrillo ni el paramilitar: esta guerra no me va a impedir amar, así sonaba entre guarachas, trap y champeta la V Marcha por la Dignidad en Montería, quizás la más concurrida de todas las versiones. 

Como cada marcha, la de Montería es un desfile de colores y de personas “trepadas” para la ocasión, de carteles con frases ocurrentes, que reivindican el orgullo y la dignidad, además de una temperatura de 38°C que favorece la efervescencia del ambiente. En nuestra marcha no hay marcas que mercantilizan el amor, sencillamente porque las tradiciones conservadoras son tan arraigadas que ni la adaptación más fuerte del capitalismo logra pintarles de arcoíris. 

Hay juventud digna y disidente, mucha juventud. Consideramos que marcharon alrededor de 1.500 personas, entre las que sobresalían familias diversas, mujeres lesbianas con sus hijxs, chicas trans caminando de la mano con sus mamás, hombres gays compartiendo performance con sus padres y centenares de adolescentes con ganas de gritar: «Ya no jodan más, ahora sí déjenos amar». 

Nuestra marcha está marcada por la dignidad resiliente de quienes vivimos en contextos violentos, que hemos encontrado en el ser marica, reconocerlo y estar orgullosas. El amor más tierno nunca antes sentido y el sentido político más importante de nuestra existencia. Quizás por eso marchamos tantas, porque nos dolió cada puñalada a la bandera en el Cerro Nutibara de Medellín, como nos duelen las puñaladas a las cuerpas de las compañeras trans; probablemente salimos tantas, porque no estamos dispuestas a darle continuidad a esta condena histórica, a esta guerra reciclada de un conflicto que no nos pertenece, pero nos ataca de las maneras más crueles. 

No hubo posibilidad de preguntarlo a la masa que se disipó en el atardecer, tras la llegada a la Plaza Cultural del Sinú, pero sabemos que cada año son más personas conscientes de la necesidad de hacer incidencia desde el Caribe, para garantizar la vida digna de cada una de las personas maricas de nuestros territorios. Cada vez tenemos menos miedo y más ganas de amar. 

Emilia Márquez Pizano y Ari Vélez Olivera | Antropóloga, estudiante la escuela de estudios de género de la UNAL, maricona por deporte, disidente del régimen heterosexual y Filósofo no binario, ateo del género.

Quedamos muy desilusionados e indignadas de ver una marcha tan tibia en su contenido político, especialmente en este fúnebre contexto nacional. Por nuestra parte, llevábamos carteles que indicaban el número de líderes sociales asesinados y personas LGTBI violentadas en el país, mientras que a nuestro alrededor cantaban love is love, familia es familia, mientras nos vendían bloqueadores solares, viajes al exterior y telefonía celular. Nuestra desazón fue compartida con nuestrxs amigxs trans, especialmente por lo sucedido con Laura Weinstein–índice claro del valor que tiene la T para la comunidad LGB y del poco lugar que tienen algunas luchas políticas dentro de la fiesta del orgullo–. Sin embargo, esto pasó claramente desapercibido para una buena parte de los participantes y observadores de la marcha, para quienes “que haya ido mucha gente” es un triunfo.

Pero, ¿a qué va esta “mucha gente” a la marcha? ¿A disfrazarse del maricón plumoso para Instagram (pero en Grindr “solo serios”)? ¿A ponerse arcoíris (a mil la pintada de carita, para que se te note lo progre)? ¿A tomarse fotos con las mujeres trans (las mismas que callaste en la tarima en medio de su discurso)? 

Las estéticas y los cuerpos queer están en constante peligro. No se trata de amor es amor y familia es familia. Se trata de que todas aquellas personas que no participamos de la cis-heteronorma, las clases sociales y razas deseadas, las economías naranjas (como el Fracking o el avistamiento de ballenas), la guerra y la fumigación con Glifosato, seguimos siendo carne de cañón para esta lucha. 

¿Qué es lo que buscan, entonces, los activismos Elegebeté que organizan este “orgullo”? ¿Qué se celebra en esta fiesta de disfraces dominguera? Es muy violento que los asistentes a la marcha se disfracen de nosotrxs pero no estén dispuestos a defender nuestras vidas. La complicidad con un Estado violento no es igualdad, así se disfrace de arcoíris. Por esto y por otras razones que no caben en estos párrafos, marchamos trans este 5 de julio.

Manny Fuentes | Ilustrador. Miembro del equipo creativo de las cinco versiones de la  “Marcha por la Dignidad de las Diversidades Sexuales y de Género” de Montería.

El volumen de participación en las marchas debe medirse también con relación al cambio generacional que atravesamos en los procesos de movilización social, los adolescentes y los jóvenes están tomando protagonismo directo en la organización y la definición de las rutas del movimiento de disidencias sexuales en el mundo y eso abre un público distinto, que no ve extraña la diversidad y que siente empatía frente a los episodios de violencia que viven las personas con orientaciones sexuales e identidades que se alejan de lo <<Normal>>. Algo que muy seguramente tiene que ver con el avance del derecho en materia de diversidad, es la legitimidad de las nuevas familias, desde las que se conforman con parejas del mismo sexo, hasta las que se movilizan en apoyo y defensa de los intereses de sus hijos y familiares LGBTIQ.

Todas estas situaciones, deben lógicamente plantearnos hasta dónde los ejercicios de visibilidad LGBTIQ no se convierten en plataformas de legitimación de violencias, basadas por ejemplo en la homogenización de la “cultura gay”, que en la historia, ha excluido los intereses y las experiencias de vida de las personas negras y ha planteado rutas de consumo como formas de liberación, de ahí el interés notable en la explotación de la imagen del “pride” por corporaciones y grupos de poder. 

Importamos porque consumimos y ese es el mensaje que hay que enfrentar, para asegurar que la lucha LGBT se aterrice al contexto y sirva a los intereses comunes, cuestione al capitalismo y plantee la organización para la justicia social. 

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