Los problemas de género de La W

El pasado martes 7 de noviembre La W entrevistó a dos escritoras y a la ministra de cultura en el marco de la polémica por la no participación de mujeres en un evento literario del año ColombiaFrancia. La mesa de periodistas, en cabeza de Sánchez Cristo, minimizó la discusión sobre género y embolató el ejercicio periodístico.

por

Sandra Sánchez López


09.11.2017

Julio Sánchez Cristo dice que no era problema de mujeres ni de género. Si no lo era, él sí lo convirtió en eso frente a los micrófonos de la radio, todavía uno de los megáfonos poderosos cuando de los medios de comunicación se trata. Minimizó la discusión sobre género, y frente a eso sí que hay que poner el género sobre la mesa.

La historia ya se sabe, pero recapitulemos: el revuelo se armó por la falta de invitadas presenciales el próximo 15 de noviembre al evento de escritores colombianos en la Bibliothèque de l’Arsenal de París inició en redes sociales. Luego de circularse un comunicado del Ministerio de Cultura sobre el asunto;  algunas escritoras colombianas movieron aún más el tema, a lo que se sumó Yolanda Reyes con su columna del diario El Tiempo, “En nuestro nombre”. Reyes invita allí a pensar qué pasa cuando las mujeres dejan de ser convocadas, mientras insiste en una aclaración sobre los mecanismos de selección de los invitados al dichoso evento y en la distribución equitativa de oportunidades en las letras y su promoción pública.

El orden social está trazado por el orden de género, que está tan naturalizado que no somos conscientes de que existe, de la misma manera en que vivir en un lugar ruidoso termina por hacernos creer que ese ruido es el silencio

Como un medio que le pone el pecho a la polémica, la W le cedió espacio a un debate donde la conclusión más notoria es que a Julio le aburren los temas de género. Llamaron a Reyes, a la ministra Mariana Garcés Córdoba, a la escritora Carolina Sanín, a la escritora y académica Luz Mary Giraldo y a la artista Clemencia Echeverri. Sin sorpresas, Julio puso en marcha sus alternadas y reiteradas prácticas radiales. Le aplicó su beligerancia y desdén mediático a quienes le causaban tedio y no simple molestia –lo que sería menos condescendiente de su parte– y se retrajo con cortesía y silencio ante quienes mejor confirmaban su adherencia. A Reyes la dejó hablar al principio, para después reclamarle con vehemencia cuando exigía una mayor participación femenina en el evento. Y cuando Reyes quiso rebatirlo aludiendo a la calidad de las escritoras, más allá de los números, éste en lugar de contrapreguntar, pontificó sobre el infortunio de que en esta oportunidad no hubieran clasificado las mujeres. El periodista hacía, entonces, un llamado a que las mujeres escriban mejor y se esfuercen más para el próximo certamen.

Julio embolató una exigencia clave del ejercicio periodístico: tener la información a la mano, en este caso, sobre los mecanismos de elección de los participantes en París para, ahí sí, con esos datos, cuestionar un ejercicio de opinión como el que adelantaba Reyes –porque lo de ella es un ejercicio de opinión; ella no intentaba ser periodista, pero el periodista sí intentaba ser opinador. Ante tanta insistencia de Reyes alrededor de los criterios de selección de los invitados, que, además, ella defendía como clave en la comprensión de las políticas de manejo de recursos públicos del Ministerio, Julio tramitó la cosa llamando a la ministra de cultura. Esto no lo hizo para que Garcés Córdoba pusiera otra perspectiva en el debate, sino para que aleccionara a Reyes, con una voz que él autorizaba. Mientras acallaba a la una exigiéndole corrección en el asunto de los números, a la otra la amplificaba. La ministra habló, pero no era Julio, sino Camila Zuluaga quien intentaba interpelarla. Garcés Córdoba explicó entonces a sus anchas los mecanismos de selección: un comité colombo-francés eligió los títulos y se invitaron a quienes estaban ya en París, en su gran mayoría escritores hombres. No hubo discriminación de género ni jamás se entretuvo la idea de excluir nombres de mujeres deliberadamente. Ahí tenía su respuesta Reyes.

La cosa no paró ahí. Para confirmar si era bobada de Reyes o una bobada que compartían otras más, llamaron a una que sí aparece en la programación del año Colombia-Francia, en cuyo marco se desarrollará el famoso evento del 15 de noviembre. Llamaron a Carolina Sanín. Para Sanín, el equipo del ministerio sí había pasado por alto el detalle de las mujeres. O sea, que la bobada era compartida. Decía que la exclusión de los nombres femeninos era grave en el contexto de un país sexista históricamente como Colombia donde, además, ese sexismo oculta la labor de las escritoras. Los hombres reciben más atención y promoción no necesariamente porque superen en talento a las mujeres, sino porque hay un aparato –unas prácticas– que los hacen más visibles, como el mismo evento lo mostraba, reproduciendo una vez más unos privilegios asociados al sexo. Sin tapujos, Sanín afirmó que el asunto era de pereza: la ministra no hizo bien la tarea de buscar la calidad de las mujeres y se quedó en la obviedad. A la pereza que indica Sanín habría que sumarle la falta de comprensión, tanto del equipo de la ministra como de Julio, de que las desigualdades de género, si bien se producen y reproducen por las acciones individuales, no son el resultado de una decisión deliberada de las personas, sino que están dadas por los marcos y los contextos en los que éstas viven y actúan. Es cierto, nadie excluyó a las escritoras, del mismo modo en que nadie excluye a las mujeres de ser CEOs de grandes corporaciones, aunque las reglas del juego corporativo sí lo hacen. Lo sabemos por Joan Scott y Chandra Mohanty hace rato: el orden social está trazado por el orden de género, que está tan naturalizado que no somos conscientes de que existe, de la misma manera en que vivir en un lugar ruidoso termina por hacernos creer que ese ruido es el silencio. Se necesita gente que nos recuerde que ese ruido existe y determina las vidas de las personas. Falta conocimiento sobre el tema y crítica.

DESDE LOS ANDES...

Recomendamos la entrevita a Joan Scott en el marco del Congreso Internacional de Historia de las Mujeres del Journal of Women’s History 2017

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Después de Sanín, La W llamó a Luz Mary Giraldo, luego de que la ministra asegurara que era una de las mujeres que no se sentía discriminada por el evento. Giraldo, sin embargo, coincidió con Reyes y Sanín y desmintió a la ministra Garcés. Para cerrar el espacio de debate, Julio llamó a Clemencia Echeverri, artista plástica y no escritora. Hasta no encontrar a quién sí dijera que el asunto no era de desigualdad de género, incluso si tenía que ver solo de manera periférica con el episodio del evento, no se terminó la sesión. La radio daba su veredicto y nos quedó faltando periodismo.

 

Escuche acá el audio completo de «Escritoras colombianas denuncian discriminación por no ser invitadas a Año ColombiaFrancia» de La W.

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