CODA: ¿más que una película para sentirse mejor?

CODA es una feel-good movie, hecha para que salgamos del teatro conmovidos y alegres. Pero hay que preguntarse si los premios que se llevó en la ceremonia de los Oscar es más una estrategia de la academia para resultar más incluyente en lugar de un premio al mérito.

por

Laura Garzón


15.04.2022

¿A quién no le gusta una película que lo haga sentir bien, reconciliado con la vida, lleno de esperanza? En resumen, feliz. CODA es una película así, una feel-good movie, hecha para que salgamos del teatro conmovidos y alegres. Esta adaptación de la cinta francesa La familia Bélier cuenta con todos los elementos para ganar (como literalmente lo hizo en los premios Oscar de este año): una historia con un buen ritmo narrativo, llena de giros, humor, lágrimas, pero en la que desde el inicio sabemos que todo va a funcionar. 

CODA cuenta la historia de Ruby Rossi (Emilia Jones), una joven de 17 años, hija de dos padres sordos (Child Of Deaf Adult, de ahí las siglas del título), quien hace de su traductora frente a un mundo hostil que les discrimina (tanto a ellos como a ella). La carga que recae sobre Rosy es enorme: todas las mañanas debe salir a trabajar con su padre Frank (Troy Kotsur) y su hermano Leo (Daniel Durant) en su barco de pesca, porque es necesario que haya un oyente a bordo. Además de eso, se encarga de que no los roben cuando negocian su pesca, pues Ruby puede escuchar si a otro pescador le dan un mejor precio del que le dan a su familia. El personaje de Ruby está hecho para inspirar, a medida que avanza la película la vemos luchando por estar presente para su familia al tiempo que busca cumplir su sueño (recién encontrado) de ser cantante. Es capaz de renunciar a sus deseos por el bienestar de su familia y, claro, ese sacrificio se ve recompensado.

La historia principal, de las dos que se desarrollan en el film, es la del autodescubrimiento de Ruby. Es una historia de crecimiento. Luego de inscribirse en el coro de la escuela, el profesor Bernardo Villalobos, o Mr. V (Eugenio Derbez), descubre en Ruby su gran habilidad como cantante y su pasión por la música. Ante ello, la invita a que tome clases adicionales con él, para prepararse para una audición en la prestigiosa escuela de música Berklee. Ruby acepta y trata de dar el cien por ciento en todas sus actividades, como hija y como estudiante. Pero, como es previsible (y humano), comienza a fallar en todas partes. No puede ser la cantante ejemplar al tiempo que respalda de tiempo completo a la familia y su proyecto de empresa.

La segunda historia es la del desarrollo de esa empresa y la del establecimiento de vínculos más sólidos entre los Rossis y la comunidad de pescadores de la que hacen parte. Al darse cuenta de que el intermediario encargado de revender su pesca se está quedando con una tajada más grande de lo que es justo, Frank y Leo proponen que los pescadores se unan en una cooperativa. Con sus esposas al frente de las finanzas, la cooperativa despega y hace que los Rossis ganen reconocimiento y respeto. Pero esto también hace que Ruby deba permanecer cada vez más cerca del negocio pues dependen de ella para poder comunicarse con lxs demás integrantes de la cooperativa. 

Personalmente, me queda la duda de por qué nadie intenta otras estrategias para aliviar a la pobre Ruby. Qué tal si se mensajean (como lo hacen dos personajes en una escena en la película) para discutir temas importantes de las ventas. No insinúo que sea sencillo ser sordo en una comunidad oyente y quedar aislado, como bien lo muestra el film. Pero de que hay maneras de cerrar la brecha las hay. Y eso es lo que terminan encontrando los Rossis cuando se dan cuenta de que van a tener que seguir con su vida y van a tener que dejar que Ruby siga con la suya propia. Claro, esas soluciones las aceptan apenas al cierre de la película, cuando el sufrimiento de todxs se ve recompensado con el triunfo en los respectivos frentes.

A pesar de lo previsible, hay que destacar las actuaciones, que contribuyen a mantener la historia fluyendo. Mientras que Emilia Jones estuvo nueve meses estudiando canto y lenguaje de señas, tanto sus padres como su hermano en la película son actores sordos. Y es evidente que se sienten por completo cómodos en su lenguaje, lo cual sería poco posible con actores simplemente entrenados en el lenguaje de señas. Troy Kotsur, quien interpreta al padre, lo hace tan bien que su trabajo fue reconocido por la academia con un Oscar a mejor actor de reparto. Consigue que el humor en su personaje no le impida ser conmovedor en su rol como padre. Quizá una de las escenas que mejor ejemplifican esa capacidad emocional es aquella en la que le pide a Ruby que cante para él y se esfuerza por sentir las vibraciones de su melodía al poner, con suavidad, las manos sobre la garganta de su hija.

En cuanto a los galardones a los que se hizo acreedora, hay que preguntarse si no se trata de una estrategia de la academia para resultar más incluyente en lugar de un premio al mérito. Esta película no es mala exponente del Oscar a mejor adaptación, pero comparada con otras nominadas, como DUNE, el esfuerzo quizá no sea el mayor. Lo mismo sucede con el premio a mejor película. El interrogante sobre si este film se merece los premios obtenidos o simplemente está hecho para satisfacer los criterios y expectativas de Hollywood (pese a ser una película independiente) lo dejo a consideración de los espectadores.

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Laura Garzón


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