En 21 años de periodismo, El Faro pasó de ser un diario físico que se distribuía en El Salvador a un modelo de prensa digital para toda Centroamérica, a partir de un principio básico del periodismo: cuestionar al poder. Por ese camino puso al descubierto actos de corrupción, reveló las relaciones de los políticos con pandillas y evidenció operaciones de narcotráfico y entramados criminales bajo las narices de las autoridades.
Por todo esto, sus integrantes han sido amenazados de muerte, exiliados, perseguidos, espiados. Pero la llegada al poder de Nayib Bukele lo empeoró todo, ya no eran los criminales los que los amenazaban, ahora era el Presidente que respondía a sus investigación periodística con todo el poder del Estado.
Óscar Martínez, el jefe de redacción de El Faro, autor de una serie de libros periodísticos de investigación y crónica, ganador de premios tan prestigiosos como el Rey de España (2019), el María Moors Cabot (2016) y Premio Internacional a la Libertad de Prensa, cree que la cárcel es el destino que les espera en el gobierno de Bukele, del que han revelado sus negocios, pactos y corruptelas.
Martínez habla de manera pausada, sin aspavientos, sin dramatismos. No intenta convencer con un discurso grandilocuente, por el contrario ofrece datos y hechos concretos a cada interrogante que se le plantea. En esos términos habló con Colprensa, a su paso por Bogotá, invitado por la Maestría de Periodismo de la Universidad de Los Andes.
¿Cómo se puede explicar e interpretar la fascinación que despierta el estilo y el gobierno de Nayib Bukele en sectores de la sociedad de países de América Latina, incluso en España?
Creo que se debe básicamente a dos cosas: uno, es que la gente desde fuera de El Salvador logra leer algunos resultados que son reales como la reducción de homicidios o ciertos eventos grandilocuentes como el Miss Universo que acaba de ocurrir o algunos juegos deportivos regionales.
En segundo lugar, creo que a Bukele lo conocen desde afuera sin toda su complejidad, es decir, se quedan con esos resultados y todos los demás temas que son internos del país escapan de esa apreciación.
Con ello me refiero al pacto que hizo con las pandillas durante tres años, con lo que logró reducir los homicidios; su régimen de excepción que le ha quitado derechos a toda la ciudadanía; el encarcelamiento del 1,4% de la población; la sistematización de la tortura en las cárceles; la muerte de más de 145 reos desde marzo de 2022 cuando empezó el régimen excepción, con signos de tortura muchos de ellos; la paulatina conversión de algunas autoridades en mafias de Estado y la destrucción absoluta de todos los contrapesos de la democracia.
Él es un señor que gobierna todo un país sin ninguna oposición.
Creo que la respuesta más sucinta es que Bukele ha logrado hacer trascender mejor sus resultados puntuales y la gente ha dejado de lado o no hemos sabido comunicar todos esos otros matices que he mencionado.
¿Ustedes desde El Faro lo conocen bastante bien? ¿Quién es Nayib Bukele?
Es un adulto joven muy privilegiado, que viene de una familia que siempre ha tenido bastante dinero en El Salvador, es decir, de una minoría. Tuvieron muchas empresas en su familia y tanto él como sus hermanos, que son su verdadero gabinete de gobierno sin tener ningún cargo oficial. Hablamos de empresas de publicidad, concesionarios de marcas de motocicletas y hasta una discoteca.
Bukele, a través del interés por la política partidaria de su padre, ingresó al partido de izquierda FMLN, la ex guerrilla, y con ellos llegó a ser alcalde en el 2012 (de Nuevo Cuscatlán hasta 2015, NDR). En 2015, siendo una figura que destacaba mucho en las redes sociales, que en El Salvador en ese momento era muy incipientes pero que él manejaba muy bien, llegó a ser alcalde de la capital (de San Salvador, 2015-2018, NDR), que fue la gran lanzadera para la Presidencia.
Bukele no es un outsider, es un hombre criado en un partido político de la posguerra tradicional de El Salvador y su rasgo más importante es que es un hombre que tiene una idea mesiánica de sí mismo, con un proyecto personalista.
El cree que está destinado a sostener el poder y no necesita plantear un plan de nación ni de desarrollo complejo.
Cuando en 2021 la Asamblea Legislativa, que él aún no controlaba, se tardó en aprobarle un préstamo de seguridad que pedía, Bukele se tomó la Asamblea Legislativa con militares, convocó a una masa de gente que estaba ansiosa por entrar a destruir la Asamblea Legislativa y le dijo a esa gente que iba a entrar y hablar con Dios.
Son los actos sincréticos de un dictador en construcción latinoamericano.
¿Es Bukele un dictador en construcción o es ya un dictador?
Creemos que cuando se reelija en 2024 va a perder el último rasgo democrático que le quedaba. En El Salvador ya no hay contrapesos, ya no hay oposición. En El Salvador ha habido persecución a los opositores, el sistema de justicia está completamente tomado, los fiscales que lo investigaban están en el exilio.
Cuando Bukele gane por mayoría va a violar seis artículos de la Constitución que nadie violaba desde los años 30, como lo hizo uno de los últimos dictadores que tuvimos, el general Maximiliano Hernández Martínez.
Cómo se le puede llamar a un hombre que modificó todas las reglas del juego, que modificó el mapa electoral al pasar de 262 municipios a 44 en un cálculo político para ganar todas las alcaldías, que viola la Constitución, que usurpa todos los demás poderes del Estado, aunque sea popular.
Esa persona es un dictador, porque la democracia no es solo la actividad de meter un voto en una urna, la democracia sobre todo es un sistema de contrapesos y en El Salvador los contrapesos ya no existen.
¿Cómo les ha ido a ustedes en El Faro con el gobierno de Bukele, después de todas las cosas que vivieron antes de su llegada al poder?
Ha sido el periodo más difícil del periódico. Nosotros hemos tenido escoltas por revelar algún cartel, varios hemos tenido exilios preventivos cuando grupos dentro de la Policía intentaron encontrarnos en nuestras casas para presuntamente asesinarnos. Hemos enfrentado difamaciones públicas de presidentes de la derecha y de la izquierda, el problema es que Bukele es el primer presidente que nos ataca con todo el aparato del Estado.
Ha utilizado su Ministerio de Hacienda para que nos metan una cantidad enorme de auditorías, después de habernos acusado en cadena nacional de lavado dinero sin presentar ninguna prueba. En el gobierno de Bukele el periódico ha sufrido una de las intervenciones más brutales de Pegasus (un spyware que se instala en el teléfono, permite escuchas y georreferenciación, NDR) de la que el mundo tenga registro para un solo medio, somos un medio pequeño.
De las 35 personas que trabajamos en el periódico, 22 fuimos intervenidas durante 17 meses, es decir se hizo una inversión brutal de dinero para conocer la vida de un grupo de gente. En mi caso fueron 43 intervenciones, lo que es casi que una especie de récord latinoamericano. Cuando el Citizen Lab, que es el laboratorio técnico de la Universidad de Toronto examinó nuestros teléfonos, la palabra que escogieron para describir la intervención que tuvimos fue «obsesiva».
No solo eso, nos han prohibido entrar a conferencias de prensa, hemos tenido seguimiento de parte del organismo de inteligencia del Estado. Las acusaciones difamatorias de parte de funcionarios públicos desde sus cuentas oficiales, llamándonos pandilleros, líderes de pandillas y lavadores de dinero son constantes y no hay absolutamente nada que hacer.
Sabemos que hay una serie de expedientes en la Fiscalía controlada por Bukele esperando el momento oportuno o la orden del presidente para sacar las órdenes de captura contra algunos de nosotros. Seremos capturados por un policía controlado por Bukele, acusados por un fiscal controlado por Bukele, juzgados por un juez impuesto por Bukele. Las posibilidades de que salgamos bien son nulas.
¿Está América Latina condenada a los malos gobiernos, a la corrupción, a los déspotas, a la democracia fallida?
Me cuesta a mí pensar ahora en el futuro, pero yo creería que no. No recuerdo un periodo, de lo poco que sé, en Latinoamérica en el que tras un populista con aspiraciones o con ejecuciones dictatoriales, no haya venido un intento democrático fallido imperfecto. Tampoco recuerdo la última vez que un dictador se perpetuó, la gente termina hartándose porque las consecuencias son tremendas.
Yo creo que son bucles, para mí la pregunta no es solamente qué hacer con lo que está ocurriendo, porque ya está ahí, está en mi país y ustedes ya lo tuvieron con un candidato presidencial que daba pánico por su forma de expresarse sobre diferentes temas.
En El Salvador está Bukele, en Guatemala todo un sistema corrupto, en México un hombre como López Obrador con mucha tendencia de ese tipo, ya pasó (Jair, NDR) Bolsonaro en Brasil. Yo creo que la pregunta es qué hacemos cuando el bucle termine, cómo hacemos para que la democracia sea un poquito más democrática y no beneficie solo a unos pocos que tienen mucho dinero.
Cómo logramos que esa segunda etapa democrática o esa tercera o cuarta ola que venga después de estos hombres, con proyectos personalistas y mesiánicos, sea una democracia menos imperfecta.
El problema es que cuando líderes como Bukele llegan gran parte de la población no vive en una democracia. En El Salvador los que habitaban barrios de pandillas y el pandillero quería violar a tu hija, tu hija tenía que caminar a la violación.
El problema es qué hacer después de estos bucles, yo creo que ahí está la clave. No tengo más respuesta que eso.
¿Cómo ve el futuro del periodismo latinoamericano, qué riesgos los surcan además de las violencias?
Creo que en primer lugar hay un enorme reto en el financiamiento de los medios independientes. Nunca antes hubo un momento con tanta oferta de medios independientes, sobre todo en internet y con tanta diversificación como los podcasts.
Sin embargo, el financiamiento es muy complejo en sociedades donde la pauta publicitaria está condenada a tener algún tipo de protección empresarial o de beneficios; donde la pauta publicitaria no es un intercambio sano, como ocurre en otras partes del mundo.
Ese es uno de los retos, conseguir cómo diversificar la fuente de financiamiento, cómo fidelizamos nuestros proyectos para depender menos de los grandes.
Nosotros en Centroamérica estamos ya intentando ordenar las lecciones para entender cómo hacer periodismo bajo dictadura; más de 140 colegas nicaragüenses están en el exilio y siguen ejerciendo; más de 22 periodistas guatemaltecos están en el exilio; José Rubén Zamora, el principal representante de la prensa guatemalteca, está preso desde hace ya más de un año y medio; en Honduras el año pasado asesinaron a dos colegas y en El Salvador ya hay 13 periodistas en el exilio.