El alcalde Galán le apuesta a una Bogotá que camina segura, pero las mujeres seguimos siendo acosadas en las calles

Este año, la Alcaldía de Bogotá lanzó un plan de desarrollo y algunas estrategias para prevenir y sancionar la violencia y el acoso en espacios públicos. Las cifras muestran un panorama desolador para erradicar las violencias de género.

por

Natalia Giraldo Castro

investigadora en temas de violencia de género y acoso en espacio público


18.09.2024

arte por Nefazta

En febrero de 2014, un hombre se masturbó frente a una pasajera en un TransMilenio y, aunque fue detenido, a las pocas horas lo liberaron. 

Este caso, en un contexto donde se hablaba poco sobre acoso y violencia hacia las mujeres, me impulsó a enfocar mi tesis de maestría en el acoso callejero como una forma de violencia que afecta a las mujeres en la ciudad. Al igual que la pasajera y muchas otras mujeres, yo había sido testigo y víctima de esta violencia desde mi infancia. Desde entonces, he investigado sobre el acoso callejero y el urbanismo feminista, solo para enfrentar la dura realidad de que la ciudad sigue siendo un espacio hostil para nosotras. 

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El acoso callejero persiste, la indiferencia continúa y las barreras institucionales impiden su reconocimiento como una forma de violencia en el espacio público, dificultando la denuncia y la justicia para las víctimas. Aunque ha habido propuestas legislativas, como el proyecto de ley número 112 de 2014, del senador Antonio Guerra de la Espriella para penalizar el acoso sexual en el transporte público, y el proyecto de ley presentado en el 2020 y 2022 por la representante Katherine Miranda para tipificar y sancionar el acoso en espacios públicos, ninguna iniciativa ha sido aprobada. 

Ahora contamos con el Plan de Desarrollo de la alcaldía actual, titulado «Bogotá Camina Segura» 2024-2027, que según su artículo 2 busca “crear una ciudad diversa, segura y justa, donde todos y todas  podamos ser y hacer”. El plan incluye el objetivo «Bogotá Avanza en Seguridad», que abarca estrategias y programas para promover la convivencia pacífica, la cultura ciudadana y la prevención de violencias basadas en género en espacios públicos. Aunque este enfoque es prometedor y relevante para abordar el acoso callejero y las violencias en el espacio público, me pregunto cómo la alcaldía asumirá el reto de lograr que las mujeres caminemos tranquilas en Bogotá.

El informe con datos más recientes, publicado en 2022 por la Veeduría Distrital, se titula “¿Qué tan seguras se sienten las mujeres en el espacio y transporte público en Bogotá D.C.?”, para este informe se encuestaron 3,089 mujeres, entre los 14 y 60 años, de 18 localidades (exceptuando La Candelaria y Sumapaz) y se encontró que el 83.4% ha sufrido acoso callejero, mientras que solo el 12.4% no lo ha experimentado. Aunque la encuesta no cubre a toda la población de mujeres de Bogotá, demuestra que el acoso es una experiencia que compartimos muchas y afecta nuestra percepción de seguridad. Además, la falta de sanciones efectivas perpetúa la idea de que el acoso es tolerado y un «costo» inevitable de salir a la calle. El estudio también reveló que el 70.7% de las mujeres encuestadas se sienten inseguras en las calles, el 67.2% en el transporte público, y el 70.1% teme sufrir un ataque sexual, indicando que muchas mujeres consideran estos espacios como de alto riesgo.

Para abordar el acoso callejero de manera efectiva, es fundamental entenderlo como una forma sistemática de violencia que afecta a las mujeres en el espacio público, no como incidentes aislados. Este fenómeno abarca desde comentarios y silbidos hasta persecuciones, tocamientos no consentidos y, en su peor manifestación, violencia física y agresiones sexuales, con profundas secuelas emocionales. Concretar presupuestos, acciones específicas y proyectos que realmente respondan a las víctimas sigue siendo una tarea pendiente. El acoso callejero, una de las formas más comunes de violencia, limita el derecho de las mujeres a disfrutar plenamente de la ciudad. El objetivo debe ser generar cambios tangibles que mejoren sus vidas, más allá del simple cumplimiento de metas institucionales.

La Veeduría Distrital ha puesto en evidencia que el acoso callejero está profundamente arraigado en una cultura machista que priva a las mujeres de su derecho fundamental a vivir sin violencia. El informe señala una preocupante ausencia de indicadores específicos para medir este tipo de acoso, lo que dificulta la comprensión completa de su impacto en la movilidad y el bienestar de las mujeres. Además, muchos incidentes no llegan a ser denunciados, y los pocos reportes que existen suelen no ser clasificados como delitos, lo que complica el registro y seguimiento de los casos. La falta de estudios integrales en la ciudad limita aún más la capacidad de implementar respuestas institucionales verdaderamente efectivas. Este panorama desolador subraya la necesidad urgente de un enfoque renovado y específico para abordar el acoso callejero, un fenómeno que, lejos de ser una anécdota aislada, refleja una problemática cultural y estructural que exige una respuesta integral y sostenida.

Para junio de este año, el alcalde Galán revelaba que 655 mujeres en Bogotá estaban en riesgo de feminicidio. Y en julio de este año, la organización ¿Bogotá Cómo Vamos? alertaba sobre el alarmante aumento de la violencia de género, desde delitos sexuales hasta violencia intrafamiliar y homicidios. Ante esta situación, la organización hacía un llamado urgente para redirigir recursos y esfuerzos hacia la seguridad de las mujeres en la ciudad.

Si no se ha logrado abordar con eficacia la violencia en el ámbito privado, ¿cómo esperamos enfrentar la violencia en el espacio público?. Aunque la administración actual ha mostrado un compromiso en este tema, es crucial entender que la violencia en el espacio público tiene características únicas que el sector público aún no comprende del todo. Para responder de manera adecuada, necesitamos estudios detallados, indicadores específicos y datos precisos. Solo con un conocimiento profundo del fenómeno podremos desarrollar estrategias efectivas que transformen nuestra realidad en la ciudad. El informe de la Veeduría Distrital y el Plan de Desarrollo del alcalde Galán exponen una verdad preocupante: el acoso callejero en Bogotá sigue siendo una tarea pendiente. A pesar de su grave impacto en la seguridad de las mujeres, este problema ha sido subestimado y, en muchos casos, ignorado.

Para enfrentar el acoso callejero de manera efectiva, es esencial adoptar una perspectiva de género que permita comprender este fenómeno desde la experiencia diaria de las mujeres. Es crucial analizar sus dinámicas y particularidades para desarrollar categorías, indicadores y tipificaciones que respondan a las necesidades reales de quienes lo experimentan. Solo de esta forma se podrán implementar medidas que aborden de manera integral los problemas de violencia y seguridad que enfrentamos las mujeres en las calles de Bogotá. Para que estas acciones tengan un impacto real, es vital involucrar activamente a la ciudadanía, en especial a los hombres. Se necesitan campañas y programas pedagógicos que promuevan una reflexión profunda sobre las consecuencias del acoso callejero. Es indispensable impulsar un cambio cultural que rompa los patrones que perpetúan esta violencia y establecer una sanción social clara que desincentive este tipo de comportamientos.

Además, tanto las empresas de transporte público como las entidades públicas y privadas deben integrar procesos de formación que aborden el problema de manera efectiva, generen confianza en los mecanismos de denuncia y prevengan la impunidad. Para un cambio significativo, es esencial que las distintas entidades trabajen de manera articulada y adopten un enfoque de género e interseccional al analizar la violencia en el espacio público. Esto no solo fortalecerá la coordinación y los esfuerzos comunes, sino que también ampliará el alcance y la efectividad de las políticas implementadas

Bogotá ha implementado proyectos y espacios de capacitación para enfrentar la violencia contra las mujeres en el espacio público a través de entidades como la Secretaría de la Mujer, TransMilenio y la Secretaría de Seguridad. Recientemente, se lanzó la «Estrategia Mujeres», un plan intersectorial que involucra a diversas secretarías distritales (Gobierno, Movilidad, Seguridad, Cultura, entre otras) con el objetivo de prevenir, atender y sancionar el acoso en el espacio y transporte público. Aunque estas iniciativas son un paso positivo, el desafío es enorme. No basta con seguir hablando del tema: es esencial tipificar el acoso adecuadamente, generar diagnósticos precisos y, sobre todo, ejecutar acciones concretas que vayan más allá de la retórica. Solo así, las decisiones institucionales dejarán de ser respuestas vacías y comenzarán a construir una ciudad más segura y equitativa para todas las mujeres.

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Natalia Giraldo Castro

investigadora en temas de violencia de género y acoso en espacio público


Natalia Giraldo Castro

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