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La rana de la moneda

La rana de cristal es sólo uno de los muchos anfibios que están desapareciendo por la extraña acción de un hongo. Un grupo de investigadores colombianos intenta comprender el fenómeno.

por

Ana Gutiérrez


23.08.2013

Foto: Geoff Gallice @ Flickr

Encima de un enorme gabinete gris, una boa disecada cayéndose a pedazos mira tristemente el laboratorio de herpetología de la Universidad Javeriana. El profesor Julio Mario Hoyos, quien trabaja en la universidad desde hace 25 años, está revolcando el gabinete en busca de un frasco con la llamada rana de cristal.  El salón tiene ese olor inconfundible de un laboratorio de ciencias con acuarios contra la pared, mezclado con olor a tierra y formaldehido. Hay varios frascos en una mesa, llenos de culebras y otros reptiles. Hoyos es delgado y con ojos entrecerrados; su expresión revela que usa gafas, algo que se confirma cuando las saca de su bolsillo. Su oficina es pequeña, y se encuentra a la derecha del salón principal; está llena de libros de biología y en la pared hay citas en latín, entre ellas silentium vidétur confessio: el silencio parece una confesión. La frase es de Séneca.

Al preguntarle por la rana de cristal me dice, en tono de profesor, que son “son muy lindas”, y explica  lo complejo que es recolectarlas: “lo que sí es cierto es que muchas de las poblaciones no son grandes”; son nocturnas y difíciles de ver por ser tan verdes como su ambiente. “Son animales muy delicados”, agrega. Tan delicados que un extraño hongo ha venido diezmando su población en Colombia. Mientras habla, juega con sus gafas y plantea que los esfuerzos de conservación deberían centrarse en el hábitat de estos animales.

Las ranas de cristal, o centrolénidos, son una familia de anfibios originarios de Sudamérica. La mayoría de las especies de esta familia, que la taxonomía reciente divide en dos subfamilias y 12 géneros, presenta una peculiar característica que las hace tal vez uno de los animales más fotogénicos: su piel ventral es transparente. El corazón, el hígado, el estómago y los intestinos son visibles a través de la piel. Es esta la razón de su nombre.

Estas ranas son endémicas, es decir únicas, de los bosques tropicales de América Latina. Su distribución va desde el sur de México hasta el norte de Argentina, siendo particularmente diversas en los bosques nublados de los Andes. Las ranas de cristal hacen parte de las 733 especies de anfibios conocidos en Colombia, el país más rico del mundo en estos animales. Debido a esta diversidad, el Banco de la República decidió que la nueva moneda de 500 pesos de Colombia tenga la imagen de un tipo de rana de cristal. la artista Johanna Calle, quien ha trabajado temas relacionados con las formas de la naturaleza, fue la encargada del diseño de la moneda. Ella señala que la rana en la que se inspiró es una especie descubierta y clasificada apenas en 1997.

Nueva moneda de $500 con ilustración de una Rana de Cristal.     Foto: Cerosetenta

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Hoyos toma dos frascos del gabinete. El primero está lleno de una masa confusa de ranas de varios colores; mientras que el segundo sólo contiene dos pequeñas y tristes ranitas amarillentas. Con una pinza enorme, toma una de las ranas para poderla ver más cerca. Sonríe con algo de tristeza comparándolas con imágenes de las ranas vivas. También menciona que, aunque no se nota en las que acaba de sacar del frasco, las ranas cristal tienen huesos colorados, a menudo rojos. Cuando están vivas, además,  es mucho más aparente su transparencia. Interactúan muy poco con los humanos: “la gente del común no conoce los animales nocturnos, conocen los que ve durante el día y entran en sus vidas, no ranitas que viven en lo alto de los arboles», asegura Hoyos.

***

Mi investigación sobre las ranas de cristal empezó varias semanas atrás en un café de la Universidad de los Andes mientras hablaba con Juan David Fernández, estudiante de séprtimo semestre de biología. Fernández tiene gafas, un espacio entre los dos dientes de adelante y una manera particular al hablar. Mientras conversábamos sobre cuáles ranas podían ser interesantes, mencionó a las ranas de cristal por una razón muy especial: son bio-indicadores. Eso quiere decir que son organismos que revelan el estado de conservación de su ambiente, en este caso el estado del agua.

Las ranas de cristal son en general arbóreas, algunas residen en el dosel -la parte más alta de los árboles-, mientras que otras viven a lo largo de riachuelos o quebradas. Ponen sus huevos fuera del agua, en hojas o piedras cercanas, para que los renacuajos caigan en ella. Esta es una especia que practica el cuidado parental, lo que significa que los machos se quedan cuidando los huevos para protegerlos de depredadores. Sin embargo, Hoyos advierte que «cuidar es un decir», y que sólo se trata de «algunas especies». Como muchos grupos de anfibios en América Latina, el entendimiento de la evolución -o sistemática- de las ranas de cristal está incompleto; en parte porque muchas especies y áreas siguen sin ser estudiadas por falta de fondos, interés o facilidades de acceso.

Durante la conversación es evidente lo mucho que le apasiona el tema a Fernández. Ha trabajado tanto con ranas que en el museo de historia natural de la Universidad de los Andes tenían su correo anotado a lado del de los profesores.

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El hongo patógeno que ha estado diezmando las poblaciones de ranas en Colombia y el mundo es, según Fernandez, un hongo de la división Chytridiomycota, específicamente Batrachochytrium dendrobatidis, el cual transmite la quitridiomicosis, una enfermedad de fácil contagio. El hongo cubre la piel de las ranas e imposibilita el intercambio de gases necesario para su supervivencia, pues las ranas dependen de su piel para respirar. Se cree que este hongo es responsable de algunos de los declives dramáticos, e incluso de varias extinciones de ranas alrededor del mundo. Expertos estiman  en los últimos 15 años el 30% de las especies que habitan en América y el este de Australia se han visto afectadas. Lo que es más preocupante aún es que todavía no existe una medida efectiva para el control de la enfermedad en las poblaciones silvestres. Fernández también señala que este hongo, y otros de la división Chytridiomycota eran parte de la vida de las ranas, pero sólo recientemente se ha vuelto letal, y no se sabe bien por qué.

El hongo y la quitridiomicosis, fue una de las preguntas que le llevé a Adolfo Amézquita, profesor del departamento de ciencias biológicas de los Andes. La oficina de Amézquita es pequeña y está llena de imágenes de ranas. Hablamos más sobre la reproducción atípica de las ranas de cristal al depositar sus huevos fuera del agua -se salvan de los depredadores que viven en ella, pero al tiempo quedan expuestos a secarse y a la depredación por parte de algunas avispas- mencionó Amézquita. La humedad de su hábitat en parte les ayuda a hacer intercambio de gases, pero al mismo tiempo fomenta el crecimiento de los hongos.

Amézquita revela algo crucial: “las ranas de cristal producen una gran gama de antibióticos en su piel, unos muy poderosos”. Señala que se están estudiando estos antibióticos para evaluar su poder, dado que las ranas de cristal han tenido cierta resistencia a la quitridiomicosis. “En la piel de las ranas viven bacterias que de hecho las protegen contra el hongo”; es decir, son tan sofisticadas que controlan cuáles bacterias viven y cuáles no según cómo las benefician. También se está estudiando su habilidad de comunicarse en ambientes ruidosos -que no son ruidosos por causa humanas como yo asumí-, sino debido a que viven cerca a quebradas y riachuelos en vez de estanques, y por eso han desarrollado laringes que producen sonidos en frecuencias que les permiten ser esuchadas.

Otros estudios que se han hecho incluyen el contenido estomacal de las ranas de cristal en zonas intervenidas por humanos para entender sus hábitos alimenticios y los posibles efectos que han tenido los disturbios humanos en su hábitat. No se han establecido patrones exclusivos, pero recolectar conocimiento, señala Hoyos, “es el primer paso”. Colombia es muy rica, pero sólo sabe eso, no sabe en qué. Además, hay pocos esfuerzos de conservación, pero Amézquita menciona uno importante: el zoológico de Cali, que tiene animales de 233 especies, de los cuales el 7% son anfibios.

En el zoológico de Cali, cuyo emblema es una ranita, hay una iniciativa para estimular su cría en cautiverio. Con esta técnica esperan enfrentar, no sólo al temible hongo, sino al otro problema que enfrentan las ranas de cristal: el tráfico ilegal. Debido a su apariencia impactante, las ranas de cristal son muy atractivas para los coleccionistas de especies exóticas; las compran más que todo en Alemania, Holanda y Estados Unidos. Como son pequeñas, son fáciles de esconder y se pueden llevar más individuos por viaje, aunque sólo sean una de cerca de 50 especies de ranas que son sacadas de nuestras selvas para ser traficadas.

La cría en cautiverio es importante porque mantiene una reserva de la población de las ranas, aislándolas de los problemas que agobian a los individuos silvestres, además de proveer a los científicos de una población para investigación.  El único criadero para el comercio legal de las ranas en Colombia está en Melgar, pero sólo cría una de las especies para las que existe mercado en el exterior. Además, Amézquita menciona que sería una buena idea “fomentar la cría legal de las ranas” para aliviar la presión del tráfico ilegal, y reducir el impacto de éste sobre las poblaciones silvestres. Esto incluso podría llegar a crear otra forma de producción económica, con base en un ‘producto nacional’.

Al preguntar por los estudios que faltan, Hoyos señaló que falta “de todo”, especialmente conocimiento básico de anatomía y biología general, que ayuda a establecer lazos de parentesco entre varias especies colombianas, es decir “sobre todo estudios básicos”. Por su parte, Amézquita concuerda en que hay que dedicar más tiempo y recursos a las ranas, señalando que “no hay más de una docena” de profesionales trabajando con ranas, a pesar de la multitud de especies que tenemos: “hay mucho tema y pocos recursos”. Hoyos pide dejar atrás la tendencia de sólo fomentar la investigación aplicada que siempre busca un uso práctico al conocimiento.  “Sólo el hecho de conocer, de saber qué tenemos sin pensar en sus aplicaciones económicas, políticas o sociales es suficiente”.

*Esta nota se produjo en la clase Crónicas y Reportaje de la opción en periodismo del CEPER. 

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Ana Gutiérrez


Ana Gutiérrez


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