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#SOSMúsica | “Esta crisis está precarizando más lo que ya era precario”: Chucky García

El crítico y gestor cultural Chucky García expone una radiografía del gremio musical en Colombia y explica cómo en medio de esta emergencia sanitaria no hay ninguna estabilidad más allá de cada domicilio que hacen.


Ilustración: Ana Sophia Ocampo

Especial completo #SOSCultura.

La música en Colombia sobrevive al menudeo. No es el espejo de la crisis actual, tampoco una metáfora de las serenatas vagabundas. Para Chucky García, quien durante los últimos años ha estado a cargo de curar el mítico escenario de Rock al Parque, es el resultado de la falta de diálogo con el Gobierno (hoy en día un gallo) y de la falta de continuidad a un testeo serio del estado del arte en la producción cultural en el país.

García es hoy coordinador de los Festivales al Parque, un proyecto de la Gerencia de Músicas de Idartes, en Bogotá, que surge ante la contingencia y que funcionará como estrategia de emprendimiento al agrupar los espectáculos de Rock, Jazz, Hip Hop y Colombia al Parque. Según explica, los recursos con que se hacen estos eventos al aire libre se re-invirtieron en bolsas de estímulos y el proyecto convergente tienes fines de promoción e investigación musical. 

El crítico está convencido de que ante la evidente falta de logros de la Economía Naranja, este caos silencioso le conviene al Gobierno. También insiste, en esta entrevista, en que el Ministerio de Cultura debería terminar, en este tiempo de clausura de eventos, el trabajo que venía haciendo y que se interrumpió en el afán de no ser claros: el de desenredar el tejido imbricado de la producción desde todos los territorios y a todos los niveles, tanto que claro quiénes hacen qué.

*Desde hoy y durante los próximos días, publicaremos en la Revista este especial #SOSCultura con entrevistas a líderes de opinión y con poder decisión dentro de cada gremio del sector cultura. Pretendemos aproximarnos a una radiografía de su realidad laboral antes, durante y ¿después? del COVID-19*.

¿Cómo veía el panorama en la escena musical y cómo le parecía la interlocución del gremio con este Gobierno antes de decretarse un asilamiento?

Antes de la pandemia no existían canales de comunicación entre el sector musical y el Gobierno que fueran sólidos y regulares. Tampoco había puntos de encuentro realmente efectivos para revisar, escucharse entre todxs y, sobre todo, para avanzar como gremio. Antes había una sensación de que el discurso de Economía Naranja no tenía logros concretos. Ahora por lo menos tienen una excusa para demostrar eso, que no hay logros, justamente. 

¿Por qué?

Porque en el país no hemos terminado de aterrizar el renglón de la música, que a su vez tiene unos sub renglones, y no todos estamos metidos en la misma bolsa. Me explico: muchas veces cuando se habla de esta industria en Colombia, se mira desde lo mainstream. Y, efectivamente, hay una industria, unos procesos y unas grandes empresas consolidadas (con equipos, nóminas y dinámicas establecidas) y que además siento que tienden hacia la cualificación, como el caso de quienes han crecido con J balvin. Pero luego hay en la mitad otras aplicaciones como Bomba Estéreo, Monsieur Periné, Chocquibtown, Herencia de Timbiquí, entre muchos otrxs, que generan ingresos importantes. Y después viene todo un renglón enorme que es lo emergente, lo super independiente. Lo que está hecho con las uñas. 

Entonces cuando dicen “vamos a hablar con la industria de la música”, con quienes se sientan es con los empresarios, otro renglón de gente que realiza 50 conciertos al año. O cuando dicen, “¡Listo! Hagan una fila que los vamos ayudar”, quienes están primero en esa fila no son los artistas de región, por ejemplo. 

¿En cambio, sí están esos mismos empresarios?

Que tampoco está mal, siempre y cuando sea a través de bolsas concursables. Ni el Ministerio de Cultura ni Idartes pueden decir que van a girar, sino que debe crear bolsas de estímulos. Idartes, en Bogotá, invirtió la plata de los festivales de música al parque en bolsas para artistas. Pero en Bogotá, donde todavía los artistas viven en localidades con acceso a internet. 

¿Pero en región o en la localidad de Sumapaz? ¿Cómo hace el Ministerio para que se enteren quienes son artistas, que no están conectados, y que todo su tiempo están cultivando la tierra y tienen el arte como lo inalcanzable? Son cientos de miles de creadores partiendo de esa premisa que, al final, no sé si prefieren la alocución presidencial que ven todos los días (cuando la televisión sigue siendo un medio totalmente masivo) o el artista mainstream cantando una balada cuando ya es el #1 en las plataformas digitales. No sé. 

Empiezan a sobreponer el Viceministro Naranja como nuevo nudo a desenredar sobre todo el trabajo que el Ministerio estaba tratando de desenredar antes.

¿Y llegó la pandemia y qué pasó?

Que empiezan a tratar de tener conductos de comunicación, cuando no los había, y es aún más complejo. Se han dado un montón de foros, charlas, de encuentros virtuales para escucharse, para escuchar las diferentes partes, para dar ideas, para ver por dónde puede ser; pero si nos fijamos el único momento importante, en ese sentido, fue cuando la ministra de Cultura Carmen Vásquez se sentó con la Comisión Sexta del Senado y se supone que ahí medio se pactaron algunas cosas, pero yo siento que en el Gobierno nacional no hay realmente una voluntad política de establecer conductos que avancen y funcionen mejor. No la hay. Me parece que incluso, siendo malicioso y pensando mal, lo que más le funciona a un programa de economía naranja es esto: que nadie sepa cómo funcionan las cosas. Nunca ha existido un diálogo y generarlo ahora es un gallo. 

¿Hay también una identificación insuficiente del gremio? ¿Hace falta un mapeo cultural acorde con la proyección naranja? 

Cualquier fuente o persona que haya trabajado en el Ministerio de Cultura durante el gobierno Santos y haya tenido oportunidad de seguir en el de Duque lo va a decir: en el anterior se estaban estableciendo unos canales de comunicación importantes como el Grupo de Emprendimientos y hablo en el tema música, lejos de cualquier contexto político. Desde ese grupo venían haciendo trabajos juiciosos, incluso no solo entre regiones sino conectando creadores musicales con los principales mercados de música internacional. Aunque todo esto dejaba participaciones pasivas, se venía gestando con fuerza. 

Luego entra el nuevo gobierno con su programa de Economía Naranja y ese costal de naranjas se lo colgaron al hombro del Ministerio que venía colgando cinco costales más que cualquiera en el país. Empiezan a sobreponer el Viceministro de la Creatividad y la Economía Naranja como nuevo nudo a desenredar sobre todo el trabajo que el Ministerio estaba tratando de desenredar en ese mapeo cultural complejo. Y finalmente ese mapeo, que hay que hacer en región, detallado, de cómo funciona y ha funcionado durante décadas la cultura en nuestro país y según nuestros procesos creativos, eso no se resuelve fácil. 

Un tejido que contiene pitas a templar con mucho empeño y cuidados y recursos, se va a volver un nudo cuando mandan un funcionario con un cuaderno a que escriba cuántos youtubers hay en la región o con prospecto de serlo. Ese hilo, esa maraña en el buen sentido de la palabra, siento que se estaba desenredando cuando el viceministro era David Melo, que el mapa cultural detallado era lo primero que había puesto sobre la mesa. 

¿Qué tan bien se lleva el sector con el concepto de industrias creativas?

Nos va a tomar un tiempo largo para ver cómo por sí misma se sostiene en esos ecosistemas. Y eso siento que la gente lo entiende. La industria cultural, de hecho, es un concepto que se aprende en poco tiempo cuando llevan décadas buscándole por dónde, como los Países Bajos. Pero cuando en la región hay un grupo de tambores con 30 años de tradición, ese concepto es ajeno. Entonces, ese mapeo se venía haciendo y el Gobierno Duque dice: “Necesitamos resultados”, y mueve fichas y nombra a Felipe Buitrago y empezaron a desbaratar algunas cosas importantes. Y en el afán porque ese embeleco funcione, se ha terminado desdibujando el buen trabajo y el buen paso que venía manejando el Ministerio de Cultura.

¿Y en términos de empleo, cómo la ve en la perspectiva de esta emergencia?

El empleo cultural hoy, y en música sobre todo, depende del menudeo. Por ejemplo, una plataforma independiente que maneja bandas de músicas tradicionales (que hay muchas en el país) se organiza como empresa, hace una inversión en promoción de artistas y dinamiza al medio y hoy, esas plataformas no la ven menos negra que los artistas con quienes trabajan. Porque hacen buenas citas de negocios, consiguen patrocinadores, van hasta otro lugar del mundo y luego se devuelven para Colombia y todo el viaje es para concretar un solo show, que va a tomar entre tres y un año para que genere ingresos. Es un trabajo demandante y el triunfo es que el viaje se pagó solo, y no se está capitalizando. Esta va a ser un poco la muerte de esos gestores.

¿Y las plataformas de grandes empresas, el salvavidas que el Gobierno propone transversal a todo el sector?

Lo digital tiene tanto de ancho como de largo. Son centavos de dólar lo que recibe un artista cada vez que suena en una plataforma, o sea que también es menudeo. Un artista normalito que más o menos tenga una base de fans que lo escuchen, entonces le llegarán 100 dólares al año. Esa visión de que si no están ganado dinero es porque no quieren, es la mentira más grande. Sería más importante que el Gobierno promoviera franjas en televisión donde suene la música nuestra o que el Gobierno, de algún modo, trabajara con las emisoras para que no pasemos de la payola de la radio a la payola del like. Es lo que yo llamo la Rappitización de la cultura en Colombia. La cultura del Rappi

¿Qué traduce Rappitización en música?

Ninguna estabilidad más allá de cada domicilio que hacen. De nuevo, viviendo al menudeo. Y esta crisis está precarizando más lo que ya era precario. Solo ver que en Bogotá hay festivales que logran reunir por nichos musicales y donde se crean mesas sectoriales de trabajo, pero el conjunto vallenato que está tocando afuera de mi casa es el mismo que toca en las rumbas el fin de semana y están en la calle pidiendo monedas.

Cuando ya no encuentran cómo con la guitarra, van a olvidarse de su grupo y van a dedicarse a lo que sea. Muy seguramente a lo segundo. Uno siempre habla a nombre de su sector pero luego hay otro que está aún más en la inmunda porque ni siquiera tienen cómo comer. Rock al Parque, mal que bien, termina siendo el sol en un universo, pero no lo es todo.  

¿Qué se puede hacer? ¿Hacia dónde ir?

En este momento que están los escenarios cerrados, es el momento para hacer ese mapeo cultural pesado y Duque debería decir: ahora que vamos a estar este año parados, vamos a hacer un testeo del estado del arte donde sepamos realmente cuántas personas estamos metidas en esto. 

Por otra parte, entender que si no ha habido una cultura del consumo de nuestras propias creaciones, no tiene por qué haberla de supervivencia. Una de las grandes debilidades de la Ley del Cine que es super exitosa, es que se basa en un consumo de películas no nacionales para que se hagan películas nacionales. Pero hoy por hoy, sobre todo cuando se quisiera incentivar la creación ya que todos están en sus casas, sabemos que todos están con el estómago vacío. Hay mucha gente en la inmunda, pero también hay mucha acumulación de la riqueza todavía. 

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