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#MarchaPorLaVida: que el grito se oiga en todos los rincones

Nos están matando. Cada vez que asesinan a un líder, muere un pedazo de lo que soñamos ser como sociedad. Cuando acallan la voz de un líder muere una causa que tenemos el deber de defender. Cada asesinato es un golpe mortal en el corazón del Acuerdo de Paz, nuestro acuerdo de paz. 

por

Sofía Salas Ungar


26.07.2019

Los están matando. Están matando a quienes arriesgan su vida todos los días por defender sus causas, sus territorios, su memoria. Están matando a quienes tantas veces el establecimiento les ha dado la espalda. Están matando a quienes se lanzan al vacío para jugársela por la paz. A ellas y ellos los están matando. Tenemos el deber de mirarlos a la cara, de apoyar sus luchas, de honrar su conocimiento y su camino. No se trata de «hablar por los que no tienen voz», sino de escuchar las voces que ya están gritando y ser altavoz de sus demandas.  

Hace ya casi cuatro meses presenciamos un diálogo, que motivó este artículo y que estaba en el tintero. El  5, 6 y 7 de abril se llevó a cabo la Sexta Conferencia Colombiana, organizada por estudiantes de Colombia en la Universidad de Harvard, el Instituto Tecnológico de Massachussets y la Universidad de Boston. La conferencia tenía el objetivo de visibilizar esfuerzos, propiciar conversaciones y generar ideas sobre el desarrollo sostenible en el país, entendido en un sentido amplio. Uno de los paneles que organizamos reunió a cuatro líderes sociales bajo el tema  “Hacia una paz sostenible: vida y obra de defensores de derechos humanos”.Con base en sus experiencias, el panel buscaba discutir mecanismos y estrategias más efectivas y seguras para defender los derechos humanos en escenarios de posconflicto. 

Con la moderación de Douglas Johnson, activista y profesor de la Escuela de Gobierno de Harvard, Pastora Mira, líder de víctimas de San Carlos, Antioquia; Luis Alejandro Jiménez, presidente de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos; Isabel Cristina Zuleta, vocera del Movimiento Ríos Vivos y Jaime Enrique Arias, Cabildo Gobernador del Resguardo Kankuamo hablaron desde la experiencia vivida y del conocimiento que años de lucha les ha dado. 

Ser líder social en Colombia requiere coraje para resistir con el cuerpo, las ideas y la palabra. Mira, Zuleta, Arias y Jiménez creen en una sociedad más justa que puede hablar sus diferencias, honrar al interlocutor y sentarse con entereza en la misma mesa con el adversario, incluso cuando muchos persisten en negarles la existencia. Los cuatro tienen, como dijo el Profesor Johnson al cerrar el panel, “una creencia profunda en el bien común”.  

Las instituciones públicas tienen el deber de respetar y proteger la vida de los y las líderes sociales, por encima de sus creencias y posiciones políticas. Los ciudadanos debemos exigir que el Estado actúe con firmeza y decisión.  Es una prioridad inaplazable. Sin embargo, esto no es suficiente. Debemos acompañarlos en su lucha y apoyar sus estrategias. 

Que ese grito retumbe en todos los rincones de Palacio de Nariño y el Congreso como una exigencia innegociable.

Pastora, Luis Alejandro, Isabel y Jaime, como lo han hecho cientos de líderes en todo el país, se han visto obligados a crear estrategias de protección desde su propio activismo y liderazgo, en respuesta a las amenazas con las que se han encontrado y la necesidad de sobrevivir. El repertorio es vasto y comprende múltiples estrategias: redes de apoyo y de protección colectiva; construcción de memoria como garantía de no repetición y canal de aprendizaje para nuevas generaciones de líderes; disminuir la impunidad visibilizando la causa y aumentando el perfil de los defensores; recurrir a la espiritualidad y a una conexión genuina con el entorno para entender los mensajes que este comunica; aprender de la experiencia propia y tener una noción personal de la seguridad; pensar positivamente, evadiendo la angustia paralizante; emprender el litigio estratégico y acudir a instancias supranacionales. 

Ellos conocen su labor mejor que nadie. Además de exigirle al Estado, debemos mirarlos a la cara y rodearlos para que puedan hacer su labor. La invitación que nos hicieron y que queremos compartir es a visitar, conocer y a apoyar a los líderes y sus causas. Los movimientos y las causas están ahí, sumémonos a ellas, hagámoslas visibles.  

Estos líderes nos han dado lecciones de coraje, entereza y grandeza. Su vida y obra son una lección en sí misma. Gracias Pastora por mostrarnos que  a la noche más oscura le llega el amanecer (…) y hoy tenemos una experiencia que compartimos, no solo con los que han sufrido, sino con los que no han llegado a sufrir, para que esto nunca se repita. Gracias Isabel por alzar la voz para recordarnos que los asesinatos deben, al menos, servirnos para alzar  la voz. Gracias Luis Alejandro y Jaime por recordarnos que la paz no es el silencio de los fusiles, que esta nos pertenece y que todos tenemos una responsabilidad.    

No esperemos a que sus nombres salgan en las noticias como una víctima más para saber quiénes son. No esperemos a que aumente la cifra para saber cuál es su causa. No esperemos a saber quién dejó el panfleto para protegerlos. Hoy marcharemos con ellos y ellas, gritaremos por ellos y los honraremos en cada grito. Que ese grito sea fuerte. Que ese grito solidario se oiga en todos los rincones del país y, ojalá, del mundo. Que ese grito retumbe en todos los rincones de Palacio de Nariño y el Congreso como una exigencia innegociable. Pero que ese grito no se quede ahí, que sea un compromiso de de escucharlos con atención ahora que están vivos, de darles la cara y de acompañar sus causas.  

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Sofía Salas Ungar


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