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Lady Bird (2017)

La “ópera prima” de Greta Gerwig, estelarizada por Saoirse Ronan, brilla por su sencillez y cuidado.

por

Laura Andrea Garzón


23.02.2018

Ilustración: Maria Elvira Espinosa Marinovich

Lady Bird es una película de amor. Pero esto no quiere decir que sea una película romántica. Tampoco es una simple historia adolescente. Si bien su directora y guionista, Greta Gerwig, es una seguidora del género denominado “coming of age story” (que puede traducirse de manera laxa como “historia de tránsito a la adultez”), su intención era ir más allá de este. Es por ello que busca darle un mayor grado de profundidad a cada uno de sus personajes. Basta contrastarlos con los  protagonistas de películas como The Breakfast Club o 16 Candles para ver cómo Gerwig homenajea las narraciones sobre la secundaria, la confusión, el sentirse ignorado o desconocido y el querer aparentar ser otro, pero las lleva a otras instancias que expanden las posibilidades del género al tiempo que acercan la historia para conseguir que sea más universal.

Con sutileza y maestría, Gerwig guía al espectador a través del día a día de una muchacha a punto de graduarse de la secundaria que trata de descubrir cuál es la mejor versión de ella misma

Desde el primer momento es claro que Christine “Lady Bird” McPherson es una heredera digna de Andie Walsh, el papel de Molly Ringwald en Pretty in Pink (un clásico de las películas coming-of-age), con su estilo particular y su cabello eléctrico. Sin embargo, también son evidentes las diferencias entre ambas. La tensión, por ejemplo, que se insinuaba apenas para Walsh sobre pertenecer a una clase social media-baja en contraste con muchos de sus compañeros de clase alta no se cristaliza en Lady Bird a través del romance que acerca las clases sino que permanece siempre irresoluta. Además, a diferencia de Walsh, McPherson se siente a la vez identificada y decepcionada con la clase social a la que pertenece, a la vez que muestra segura de sí misma y dudosa de sus decisiones, a veces en contradicción y siempre en proceso de definirse. Con sutileza y maestría, Gerwig guía al espectador a través del día a día de una muchacha a punto de graduarse de la secundaria que trata de descubrir cuál es la mejor versión de ella misma.

La escena inicial condensa de manera magnífica la tensión que se desarrollará durante el resto de la película. Christine y su madre regresan de un viaje por carretera mientras oyen un audiolibro de “Las Uvas de La Ira” (Grapes of Wrath) de Steinbeck. Se ven lágrimas bajar por el rostro de ambas. Termina el casette. Pero ese momento de cercanía y tranquilidad dura poco y se desata una discusión que termina con Christine arrojándose del carro ante uno de los comentarios de su madre. Lady Bird es una película de amor y el primer amor sobre el que voltea su mirada es el de esta disfuncional relación madre-hija. La actuación de Laurie Metcalf, como Marion McPherson, la mamá de Christine, hace que cada momento en pantalla junto a Saoirse Ronan (Christine) se sienta genuino y consiga transmitir las complejidades que implica ser madre de una adolescente y tratar de darle un panorama realista de lo que es y probablemente será su vida, pero que termina por ser una afrenta, un reclamo, un grito más en lo que parece una batalla perpetua entre estas dos mujeres tan “fuertes”, como las denomina el padre de Christine, y que tanto chocan.

Por fortuna, para salvarse de las dificultades de periodo tan extraño y lleno de cambios, existen los amigos. Lady Bird es una película sobre el amor que se construye con aquellos que se escogen para ser cómplices y a quienes se les confían los más profundos secretos al tiempo que se comparten los momentos banales del día a día. Sin caer en formulas, Gerwig le concede una amiga perfecta a McPherson, que logra darle equilibrio sin conformarse con ser la niña “ñoña” que podría resultar. Julianne “Julie” Steffans muestra otras de las aristas de esta etapa al enamorarse de su profesor de matemáticas, lograr estelarizar el musical del colegio a pesar de la poca confianza que tiene en sus habilidades y desear intensamente otro cuerpo sin sobrepeso que se parezca más al de las revistas. Con ella, “Lady Bird” puede hablar de masturbación o comer galletas con queso, puede ser tan ambivalente como es pero sin ocultarlo.

La película es una carta de amor a las pequeñas cosas de la cotidianidad que nos hacen ser lo que somos

También hay varias primeras veces para “Lady Bird” a lo largo de la película. El primer novio, la primera relación sexual, la primera revista porno comprada legalmente, la primera borrachera lejos de casa. Gerwig consigue que estas primeras veces sean bellas sin rayar en un romanticismo exagerado y muestra también el desencanto de una manera que consigue ser honesta sin ser desgarrada. Las escenas intercalan el humor de tal manera que la historia jamás resulta demasiado densa ni demasiado vana sino que se acerca a la vida misma en su variedad de sensaciones y eventos, tan contrastantes en especial en el periodo de la adolescencia.

Del mismo modo en que el ensayo que escribe Christine para anexar a sus solicitudes a diversas a universidades es una expresión de su cariño por Sacramento, ciudad natal de McPherson y Gerwig, la película es una carta de amor a las pequeñas cosas de la cotidianidad que nos hacen ser lo que somos. Christine considera que simplemente ha mostrado lo que ve a su alrededor, prestando atención a lo que la rodea. Si acaso es cierto que esta atención es sinónimo de amor, Lady Bird es no solo una película de amor sino una declaración de amor en ella misma, un señalamiento de lo soberbio, hermoso e incluso terrible de estar vivo.

Nota final

Fui al estreno de esta película entusiasmada aunque temerosa de haber elevado demasiado mis expectativas. Esta fue una película que se tardó mucho en llegar a Colombia pero que me rehusé a ver por internet porque sentía que era necesario ir a cine y tomarme todo el tiempo de estar completamente atenta a ella. Se lo debía, me lo debía a mi y también a Greta Gerwig, a quien sólo había visto como actriz y co-escritora de guiones, pero a quien amo desde que la conocí en Frances Ha. No me decepcionó. Todos sus detalles son cuidados, su guión es ingenioso, divertido y conmovedor, y su cinematografía condensa la sencillez de la narrativa. Cinco estrellas en mi corazón.

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