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Jorge Bergoglio, un papa forastero

El papa Francisco viene de un lugar geográfico e ideológico diferente del de sus antecesores pero no necesariamente va a ser el reformador con el que muchos feligreses sueñan.

por

Miguel Botero Echeverri


04.09.2017

Imagen: Mazur/catholicnews.org.uk

Jorge Bergoglio es un papa forastero. Viene de un continente que jamás había dado un sumo pontífice, es parte de una congregación religiosa cuyos miembros no suelen aceptar dignidades eclesiásticas y de un país que tuvo la influencia de una corriente teológica muy diferente a la de los grandes círculos de la curia italiana. Ha hecho y dicho varias cosas que han ido aumentando la tensión en el Vaticano. Recién nombrado sumo pontífice, inició un plan de limpieza de las finanzas de la curia romana y apoyó la creación de un tribunal especializado en casos de pederastia. «El catecismo dice que no deben ser discriminados», dijo sobre los homosexuales. “No sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros activos de la Iglesia”, escribió sobre los divorciados.

Bergoglio es el primer papa jesuita. Ningún miembro de la Compañía de Jesús había llegado a ser sumo pontífice. Al fundar la Compañía, en 1540, San Ignacio de Loyola escribió que ninguno de los suyos debía aspirar a dignidades eclesiásticas a menos de que el vaticano se lo ordenara. Loyola, militar vasco, fundó su orden como una congregación de “soldados de cristo”, como una legión que desde sus inicios se ha destacado por ser de misioneros y educadores.

Su elección es el resultado de un proceso largo. El “ala progresista de la iglesia” lleva varios años haciendo oposición a sus planteamientos más tradicionales. Pidiendo reformas y señalando sus propios errores. En los últimos cónclaves, los candidatos papales de cada sector se han enfrentado de la misma forma en que se enfrentan dos candidatos políticos de partidos opuestos a la presidencia. Para el 2005, los cardenales más sonados eran Joseph Ratzinger y Jorge Bergoglio. Uno progresista y otro conservador.

Al final de cuatro jornadas de votación, Ratzinger superó los dos tercios reglamentarios y con 84 votos -de 115 posibles- fue elegido Papa. Bergoglio, aunque quedó por debajo, estuvo muy cerca de superar también el tercio durante las primeras tres elecciones. De haberlo hecho, se habría declarado nula la elección del futuro Benedicto XVI. Para muchos de sus adeptos, la curia papal tuvo que aplicarse y tejer alianzas para que la cuarta vez fuera diferente.

El papa es forastero. Sin embargo, reformar la manera en que la iglesia ha tratado a los feligreses no es asunto suyo.

Fueron los jesuitas los que empujaron la frontera del catolicismo hasta China, Japón e India. En el Nuevo Mundo se convirtieron en una avanzada evangelizadora poderosa. En Paraguay fundaron una sociedad: 20 misiones con una población de 100 mil indígenas guaraníes. Hoy tienen 168 universidades y 325 colegios de la Compañía de Jesús alrededor del mundo. La Pontificia Universidad Javeriana y Colegio Mayor de San Bartolomé que le dio lugar son la cuota colombiana. En Estados Unidos tienen universidades prestigiosas como Notre Dame y Georgetown. Bergoglio fue rector del Colegio Máximo de San José y gran canciller de la Universidad Católica de Argentina.

De su participación en sectores educativos, salió el estereotipo de que los jesuitas son el sector más progresista de la iglesia y de que el papa Franciso I representan la mentalidad avanzada de los miembros de la Compañía de Jesús. “Algunos piensan que la compañía es progresista, es liberal, pero es un cliché generalizado. Hay cosas en las que la compañía es progresista y otras en las que se mueve con las lógicas de la tradición cristiana”, dice Mario Rivera, sacerdote jesuita y teólogo de la Universidad Javeriana.

Para él, lo que caracteriza su comunidad es la espiritualidad de Loyola que tiene dos fundamentos: una visión optimista de la humanidad y una búsqueda del discernimiento espiritual, la capacidad de interpretar la realidad “para ver cuál es la voluntad de Dios en cada asunto concreto”. Esas dos cosas, dice Rivera, están presentes en el pontificado de Bergoglio. Pero quizás lo más significativo de la ideología del papa Francisco viene del lugar en el que se formó como sacerdote.

“Cómo me gustaría una iglesia pobre para los pobres”, dijo en el Vaticano frente a un corrillo de periodistas, cuando acababa de escoger para sí el nombre Francisco en honor al santo que simboliza la austeridad y la devoción hacia los pobres. Ese discurso tiene parte de su origen en la educación que recibió en Buenos Aires. Cuando pasó por el Colegio Máximo de San José, a finales de los años sesenta, fue estudiante de Juan Carlos Scannone, uno de los principales pensadores de la teología del pueblo.

La palabra pueblo se repite más que ningún otro sustantivo en el Evangelii Gadium, uno de los textos más importantes que Bergoglio ha escrito como papa. Aparece 164 veces, muchas veces asociada a los pobres. Una de las ideas fundamentales de la teología del pueblo es que las clases populares, las más pobres, en particular, conservan mejor que el resto la cultura de una nación. En el texto, Francisco cita a Pablo VI para decir que la piedad popular “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer”. Luego remata con una cita de Benedicto XVI: “[en la piedad popular] aparece el alma de los pueblos latinoamericanos”.

El texto termina con la misma sentencia que dio a los periodistas en el Vaticano: “(…) quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia”. Los pobres, según la teología del pueblo, son quienes se enfrentan al sistema corporativo y político, al imperialismo, al colonialismo, a todo lo que entorpece su camino hacia la liberación. “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!”, exclama Francisco en uno de los capítulos de su libro.

El discurso del papa es consecuente con algunas de las propuestas que le han granjeado oposición en la iglesia. Escribió, por ejemplo, que los divorciados no deben sentirse excomulgados. Esa sugerencia beneficia a las personas que no tienen el dinero para cubrir los costos de un trámite de anulación, es decir, el grueso de los feligreses. Con la idea se echó encima a varios cardenales, entre ellos Raymond Burke, líder prominente del ala más conservadora del catolicismo. Bergoglio ha causado controversia al decir que no es quién para juzgar a los homosexuales y que cree “en Dios, pero no en un Dios católico porque no existe un Dios católico”.

El papa es forastero y algunas de sus declaraciones no tienen precedentes. Sin embargo, cambiar la forma en que la iglesia ha tratado a los feligreses no es su misión. Su legado no será instaurar la comunión para los homosexuales y los divorciados o darles un lugar más prominente a las mujeres en la jerarquía de la iglesia. En estos asuntos, sus acciones, más que reformas, han sido guiños, declaraciones, oraciones en sus textos. Bergoglio fue elegido por los cardenales de Benedicto XVI para limpiar la casa, hacer reformas financieras y burocráticas en el Vaticano. Si logra convertirse en un gran reformador, será en ese terreno, no en la creación de la iglesia progresista con la que muchos sueñan.

 

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