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¿Se puede ser más inteligente que Einstein?

Varios medios de comunicación publicaron la noticia de una niña de 12 años que tiene un coeficiente intelectual más alto que el del físico alemán. Pero ¿qué significa esto? William Jiménez, profesor del Departamento de Psicología de Uniandes, explica por qué la comparación es inadecuada.

por

William Jiménez


21.08.2015

Hace unos días las redes sociales estallaron con la noticia de que Nicole Barr, una estadounidense de 12 años, podía ser más inteligente que Albert Einstein y Stephen Hawking. NTN 24, por ejemplo, aseguró que esta niña podría aportarle a la humanidad descubrimientos importantes como los de estos dos científicos. Sin embargo, la noticia no tiene en cuenta que la escala de inteligencia Stanford Binet —que le aplica a Barr— no es la única que se utiliza, que esta tradicionalmente solo se aplica en menores de 14 años y que los resultados que se obtiene de ella no son necesariamente comparables con los de otras pruebas.

La gente tiene la idea de que la inteligencia es una propiedad de las cosas, al igual que la temperatura o la estatura. Cuando se toma una medida con un termómetro se obtiene una lectura objetiva que puede ser compartida y trasladada a otros contextos. La diferencia es que la inteligencia es contextual, es un constructo psicológico y en ese sentido su definición depende, en gran medida, del instrumento que utilizamos para “medirla”.

Los tipos de pruebas que se aplican son muy diferentes: algunas son solo verbales mientras que otras tienden a centrarse en elementos motrices. Los resultados son relativos a la escala de medida y solo en casos extremos pueden compararse entre ellas. Algunas de las pruebas más conocidas son el Wechsler Adult Intelligence Scale (WAIS), el Test de Terman-Merrill y la escala de Stanford-Binet, esta última inspirada en el trabajo de Alfred Binet, un francés que en 1905 fue comisionado con el problema práctico de mejorar la educación mediante la identificación de los estudiantes con discapacidades de aprendizaje. El objetivo de la prueba original (Simon-Binet) es analizar qué niños están por debajo del nivel esperado de inteligencia y su resultado se obtiene de la relación que hay entre la edad media (nivel de inteligencia que se espera a esa edad) sobre la edad cronológica. Al número producto de esta relación se le da tradicionalmente el nombre de Cociente Intelectual, no Coeficiente Intelectual —que no depende de una relación— como lo utilizó NTN 24.

Si se piensa en todos los niños genios que han estudiado en institutos especializados, entonces por qué no se ha inventado la cura para el Sida, por qué no hemos llegado a Marte

Nicole Barr, según sus resultados, se desempeña seis desviaciones estándar por encima de una persona de 12 años; es decir, como un universitario. Pero esto es algo puntual que está ocurriendo en un momento específico de la vida de esta niña. Sin embargo, el resultado no dice nada sobre cómo va a cambiar ese ‘quantum’ de inteligencia. La educación y el contexto en el que se desempeña hará que el resultado sea susceptible a modificaciones; no es posible asegurar que ella siempre va a estar seis desviaciones estándar por encima de su edad.

Además, el llamado Efecto Flynn, demuestra que los puntajes de inteligencia se han incrementado en un tercio en los últimos 60 años. Es decir, nuestros abuelos tomaban estas pruebas y les iba peor. ¿Pero eso necesariamente nos hace más inteligentes? Y si es así, ¿qué quiere decir eso? La respuesta de Flynn, en resumen, es que nosotros somos mejores en razonamiento abstracto ya que estamos forzados a pensar de manera hipotética mucho más que nuestros abuelos. Pero eso lo único que quiere decir es que nos desempeñamos mejor en pruebas que requieren este tipo de razonamiento.

De ahí que la comparación no parezca adecuada. Necesitaríamos hacerle esta misma prueba a Einstein y a Hawking a sus 12 años. Pero sabemos, por ejemplo, que Einstein era muy mal estudiante en el colegio y podríamos pensar que a él le hubiera ido mal en una prueba de estas en ese momento de su vida.

El “desempeño inteligente” está determinado en mucha menor medida por nuestra dotación genética y más por el entorno cultural del que se hacemos parte. Si se piensa en todos los niños genios que han estudiado en institutos especializados, entonces por qué no se ha inventado la cura para el sida, por qué no hemos llegado a Marte, entre muchas otras cosas. Y de igual forma resulta válido preguntar por qué tenemos historias de personas muy inteligentes que no fueron detectados tempranamente. La respuesta a eso es que la inteligencia no es una propiedad de las cosas, su medida es relativa al contexto y al momento de la vida en el que nos encontramos.

*William Jiménez es profesor asociado del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes y especialista en cognición, prácticas y aprendizaje.

** Esta nota es una reedición de Cerosetenta con base en una entrevista realizada al investigador.

[Las consideraciones expresadas en esta nota no representan necesariamente la opinión de la Universidad de los Andes]

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